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NOTA INFORMATIVA:

CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE LA MUERTE DE JOSELITO EL GALLO, HE PUBLICADO UN LIBRO EN EL QUE SE RECOGEN TODAS SUS ACTUACIONES EN LA PLAZA VIEJA DE MADRID, VISTAS POR LA PRENSA.

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Este Blog nace como un homenaje a todos aquellos que, a lo largo de la Historia del Toreo, arriesgaron y en muchos casos entregaron sus vidas, tratando de dominar a la Fiera.

viernes, 24 de febrero de 2012

BELMONTE. Medias verónicas





La luna, el campo, el río
y un muchacho que lo cruza a nado,
...............................
...............................
Y solo, sin testigos de entusiasmo,
bajo palcos de estrellas,
presidenta la luna, absorto en pasmo
torea Juan Belmonte,
............................
............................

                            Gerardo Diego. A Juan Belmonte. Boceto para una oda






                                            

Ya retumba y resuena
la hueca palma y el vivaz jaleo,
cuando de pronto surge el centelleo
de un dios chaval pisando la arena...
Allá va el robinsón de las Españas,
raptor de ninfas, vengador de Europas,
sin más armas ni ropas
que un leve hatillo, incólume del río.

                                                       Gerardo Diego



Y en un instante elástico y heroico
rompe sus eslabones de ludibrio,
y en un pasmo de arrojo y equilibrio
coagula, calma, amansa al paranoico.

                                    Gerardo Diego



Ten compasión, Señor, de tanta gloria
y tanta muerte y tan rebelde nudo.
Era un hombre no más, solo y desnudo,
esclavo encadenado a su memoria.

Cuánto pesa la púrpura irrisoria,
cómo abruma al ungido, al que ser pudo
dueño de tanto azar y cayó, rudo
gladiador contra el bloque de su historia.

Cuántas veces luchando en la faena
buscaba aire y era nazarena
fe, fe viva y causal lo que pedía.

Todo el ruedo se ha abierto en horizonte.
Y cómo lanceaba y qué armonía.
Apiádate, Señor de Juan Belmonte

                          Gerardo Diego. Oración por Juan Belmonte. Del libro La suerte o la muerte.





Yo canto al varón pleno
Al triunfador del mundo y de sí mismo
Que al borde -un día y otro- del abismo
Supo asomarse impávido y sereno.
Canto sus cicatrices
Y el rubricar del caracol centauro
Humillando a rejones las cervices
De la hidra del Tauro.
Canto la madurez acrisolada
Del fundador del hierro y del cortijo.
Canto un nombre, una gloria y una espada
Y la heredad de un hijo.
Yo canto a Juan Belmonte y sus corceles
Galopando con toros andaluces
Hacia los olivares, quietos, fieles,
Y -plata de las tardes de laureles-
Canto un traje -bucólico- de luces.

                                           Gerardo Diego. Oda a Belmonte


La tarde que mataron
al Espartero,
Belmonte, que era un niño,
se quedó quieto.

Tan quieto, que el torero
que en él había,
cuando veía un toro
no se movía.

                                                   José Bergamín. De "La claridad del toreo"




Tu sueño estremecieron mayorales
lunas serenas y dormidos ríos;
negros toros astados, tristes, fríos,
rumor de vientos y hondas pastorales.

Tu capote acunó voces corales
de ángeles desvelados, dulces críos
que dieron al desmayo suaves bríos,
de verónicas densas y augurales.

Tu sueño de dehesa y de cortijo
nació en oros de feria y luz herida
por plazas en que fuiste el horizonte.

Y tu gloria torera tuvo un hijo
que prolongó tu fama estremecida
de tu nombre laureado: Juan Belmonte.


Marcelino Concostrina



"Supo torcer el curso de los ríos, / someter a otras leyes a la naturaleza, / decirle al viento: 'Tú de aquí no pasas"

Aquilino Duque



"Un torero de otra suerte/ a saludarte viene Juan Belmonte./ -No pude estar a tiempo para verte,/ pero tengo tu hambre de horizonte/ y tu misma querencia por la muerte./ En nuestra alma pastan los bisontes"

                                                                         Juan José Téllez.


¡Cómo pudo, cómo pudo
con un torero tan grande
un torillo tan menudo!

Los pitones van torcidos,
el plomo marcha derecho;
aquello te hirieron tanto,
éste, una vez, y estás muerto.

¡Cómo pudo, cómo pudo
con un torero tan grande
un torillo tan menudo!

En el silencio del cuarto
-soledad del redondel-,
tú y un torito de plomo
pequeño, que ni se ve;
y una arrancada de pólvora,
una cornada en tu sién,
y tu muerte en la pasmada
soledad del redondel.
Un hilo manso de sangre,
sin posible enfermería,
poco a poco se cuajaba,
roja escarcha en tu mejilla.


¡Cómo pudo, cómo pudo
con un torero tan grande
un torillo tan menudo!

O es que, cuando aquel torillo
de lumbre te dejó frío,
ya estabas tu empitonado
por el toro del hastío.....?
Qué corrida de amargura
bajo tu frente abatida;
qué toros de sinsabor
en la plaza de la vida,
qué toros de sinsabor
andaban dando cornadas
dentro de tu corazón.....?

¿Acaso quisiste huirle
-qué tremenda única vez-
a ese toro, con frecuencia
marrajo, de la vejez?

¿Fue que volviste la espalda
-qué única vez con razón-
al eral, florido, tierno
y astifino del amor?

¿Fue que le tuviste miedo
-qué única vez de agonía-
al toro manso, más manso,
al de la melancolía?

¿O más bien, que no quisiste,
porque no, torear más
al reservón, negro y largo
toro de la soledad.....?

Si no pudieron contigo
los toros de furia brava
que matan a pitón limpio;

si no pudieron contigo
-si es verdad que no pudieron-
estos toros que te digo,
los del amor, la vejez,
la soledad y el hastío....,
¿cómo pudo, por qué pudo
con un torero tan grande
un torillo tan menudo?

Los pitones van torcidos
y el plomo marcha derecho;
aquéllos te hirieron tanto....;
éste, una vez, y estás muerto.

Y en el aire, la pregunta
está vestida de negro,
arañándose la duda:

¿Cómo pudo, por qué pudo
con un torero tan grande
un torillo tan menudo?

Manuel Benítez Carrasco. A la muerte de Juan Belmonte






Tu infancia fue quincalla y alfarero
De ensueños en el barrio de Triana
De querer torear de chavalillo
Para ser becerrista en cualquier plaza
De soñar toreando a las estrellas
Por la noche en las Dehesas de Tablada
De echar raíces y casta de torero
Como nace el romero de su mata.
Faraón del toreo, inmensa gloria.
Encontraste en el toro tu fortuna
Rompiste moldes al quedarte quieto
Templando la embestida con dulzura
Mandando al toro y parando,
Con el arte,
De ser torero ya desde la cuna.
Y llegaste al toreo “pa” cambiarlo
Para llenarlo de temple y de infinito
Para inundarlo de giros transparentes
Para quitarle el puesto a Joselito
Para pegar tu “media belmontina”
De escultura de piedra de granito.
Mariposa de luces en el ruedo
Se arranca el toro bravo a tu figura.
Esplendor de arrogancia es tu capote
Llama ardiente ciñendo tu cintura
Como un ballet de sueños con el aire
Como el baile de un loco con la luna.
Gritos atormentados del tendido
Al abrazarte tan cerca con la muerte.
¡El mismo sol te aclama enfurecido!
Te jugaste el destino con la suerte.
Cambiaste los terrenos con el toro
Cairel fue tu toreo. Plata y oro
Escribiste la historia del toreo
Poniendo el sentimiento del artista
Estremeciste rompiendo las distancias
Tu muleta fue pincel y poesía.
¡Eterno bronce de estatua de Triana!
Capote de marisma y fantasía.
El toreo era tosco y sin justeza
Tú pusiste tragedia y temple quieto.
Tu capote se abrió en La Maestranza
Y floreció de rosas el albero.
Jamás hubo en el mundo ni en Triana
Artista más genial ni más torero.
Ungiste con el “pasmo” tu toreo
Blanco y plata de angustia, enardecido.
De riscos secos, de cielos despejados.
¡Quedó el Guadalquivir enmudecido!
Muletazos de brazos descolgados
En un ruedo de claveles encendidos.
Te ganó la partida Joselito
Cuando con “Bailaor” se fue para los cielos
Y viviste tu vida con los celos
De torear de nuevo otra vez juntos
Y para ver cumplidos tus anhelos
Te fuiste por tu cuenta de este mundo.
No quisiste ser vulgar, al irte solo
Con la puesta de sol de tus pesares
En tu “Gómez Cardeña” aquella tarde.
Lejanías de luto y olivares,
Con presagios de rotos alamares
Y los toros llorando en los corrales.
Las pupilas nubladas por el llanto
El corazón hundido en negro pozo.
A tu Triana herida te llevaste
No dijiste ni adiós cuando marchaste
Tu alma toreando nos dejaste
Y a Sevilla sumida en un sollozo.
                                            
Juan de la Cerda y de la Serna. A Juan Belmonte




"Juan Belmonte, sin conocerlo, me interesaba. Cuando me asomé a la plaza sentí una honda emoción. El circo estaba rebosante. La Fiesta tiene sus contras, pero es bonita. Desde el primer momento puse la mirada en Belmonte. Le vi arrimarse a la barrera, frente por frente del toril, y esperar la salida del toro. En el momento de salir el toro, Belmonte se pasó la palma de la mano fuertemente por los labios. Este gesto nervioso me pintó un carácter"

                                                                                               Azorín



Juan Belmonte y un toro,
la luna, en su balcón, de presidenta..........

Anónimo. Refiriéndose a sus escapadas nocturnas a Tablada



“Pequeño, feo, desgarbado, y si me apura mucho, ridículo. Pues bien, coloquemos a Juan ante el toro, ante la muerte y Juan se convierte en la misma estatua de Apolo”
                                                                                                           Valle Inclán






































El mismo Juan Belmonte se refiere a su media verónica en los siguientes términos:

"Llegó un momento en que me sentí envuelto en toro, fundido con él...............Guardo la impresión que el toro era una masa moldeable que se plegaba al inverosímil arabesco de mi cuerpo y mi capote"


Cossío escribe:

 "El nombre de la suerte era conocido de antiguo, pero no se aplicaba al lance que hoy designa..........Se trataba de un capotazo por delante, que en modo alguno corresponde a la serie de suertes de capa en que el toro pasa. Tales lances, lo mismo que una serie de verónicas, solían rematarse con un recorte, y a este recorte es al que, posteriormente, se ha llamado media verónica..........Un torero singular, Juan Belmonte, comienza a practicar este remate con características únicas. Puede decirse que lo practica como en dos tiempos, iniciando primero la verónica y cortándola después al llevarse el capote ceñidamente al costado, lo que explica el nombre de media verónica. Así pues, sin perder del todo su carácter de recorte, por lo parado del diestro al practicarlo, por lo ceñido de su ejecución y porque en realidad tales circunstancias le desplazan del ámbito movido y fácil del recorte, es obligado considerar como suerte de pasar el toro........Como queda dicho, Juan Belmonte empieza a prodigarlo con personalidad tan sugestiva, que constituye uno de los factores iniciales de su triunfo. Posteriormente todos le imitan, y con estilo diverso queda incorporado al repertorio de las suertes de capa"




El crítico José Alameda, en su obra El Hilo del toreo, escribe sobre este lance de Belmonte:

"Su media verónica tenía una intensidad, una belleza rítmica y una coordinación entre el hombre, su instrumento -el capote- y su materia viva -el toro-, que nadie ha logrado igualar......Puedo decir que los demás toreros todavía no se han enterado de que el toreo a la verónica se remata y se liga. Lo hizo Belmonte y no se enteraron"

Robert Ryan, en su libro El Toreo de capa, escribe:

"La media verónica moderna poquísimo tiene que ver con el capotazo por delante denominado de la misma manera en el toreo antiguo. En realidad aquel capotazo no llegaba ni a una cuarta de verónica, siendo marcada en el aire por un torero que retrocedía......................Fue Manuel García el Espartero, al ajustar el recorte a su toreo parado, el primero en ejecutar lo que es en sentido moderno una media verónica: un lance recortado, plegado en mitad de la dimensión completa de la verónica. Este recorte fue característico al toreo de capa de Ricardo Torres Bombita"

 "Si la media verónica tuvo un precursor en el Espartero, en Juan Belmonte tuvo un auténtico creador, ya que brota de su toreo por verónicas, formando parte del legado que trajo su singular quietud.......................Belmonte, al interrumpir el toreo por verónicas no buscó alivio a la manera antigua, con una larga, sino creó sobre la pausa de su propio lance, de su verónica, recogiéndola en su mitad y plegándola, dentro de su propia órbita. En su media, Belmonte remataba la suerte sobre la mano de adentro, recogía la verónica suavemente entorno a sí, plegando su mitad sobre la cadera mientras la suerte se cerraba hacia su espalda, el toro frenado por su propia fuerza replegada en la capa...................Belmonte solía irse del toro por camino del toreo antiguo. Por tanto enroscarse de toro, Belmonte, al terminar la media, solía hallarse envuelto con su capa como en el antiguo recorte del molinete y, a la manera del molinete se iba del toro girando en sentido contrario a la embestida, girando, a veces, casi dentro del toro al meterse en su costillar; un remate que ya no era media sino círculo completo de un doloroso crujido"


César Jalón, en sus Memorias de Clarito, escribe:

"-Ese precepto de la mano baja para recoger los toros y, embebiéndolos, subrayar el mando hacia su salida -aventuro en la charla del hotel provinciano un día de corrida-, parece que lo anticipó el capote de Fuentes, a quien se tiene por el primero en desemparejar las manos para el toreo de capa.
Y Belmonte tartamudea:
-No.....he.......visto nunca a Antonio Fuentes.
-De esa lenta y ceñida media verónica, rúbrica de los lances de usted -porque toda la vida traté a Belmonte de usted y de tú a Joselito- y asimismo de sus templados lances de capa, cuentan haber rasgos precursores en el capote de Montes, con los pies quietos, a primeros de siglo.
Y él insiste:
-Tam......poco he visto nunca a Antonio Montes"

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