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NOTA INFORMATIVA:

CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE LA MUERTE DE JOSELITO EL GALLO, HE PUBLICADO UN LIBRO EN EL QUE SE RECOGEN TODAS SUS ACTUACIONES EN LA PLAZA VIEJA DE MADRID, VISTAS POR LA PRENSA.

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Este Blog nace como un homenaje a todos aquellos que, a lo largo de la Historia del Toreo, arriesgaron y en muchos casos entregaron sus vidas, tratando de dominar a la Fiera.

martes, 19 de junio de 2012

CÉSAR RINCÓN. Muleta en color

















Julio César Rincón Ramírez nació en Bogotá el 5 de septiembre de 1965. Debutó con traje de luces en su ciudad natal el 10 de enero de 1980.

Tomó la alternativa en el coso de Santamaría de Bogotá, el 8 de diciembre de 1982, de manos de Antonio Chenel (Antoñete), quien, en presencia de José María Manzanares, le cedió la muerte de un pupilo de la divisa de Vistahermosa. Cofirmó la alternativa en Madrid el 2 de septiembre de 1984, ceremonia en la que actuaron de padrino y testigo, respectivamente, Manuel Ruiz (Manili) y José Luis Vargas.

En la Feria de San Isidro de 1991 salió por la puerta grande de Las Ventas dos tardes consecutivas, las del 21 y 22 de mayo, resultando el triunfador absoluto de dicha feria. Volverá a repetir este hito en la Corrida de la Beneficencia de este año 1991, así como en la posterior Feria de Otoño. Repetirá dos veces más la salida por la puerta grande de Las Ventas en 1995 y 2005.

 Se despidió del toreo en la plaza de toros de Santamaría de Bogotá en febrero de 2008. 

Juan Antonio Polo, en su obra El Toreo Contemporáneo, escribe:

"El caso de Rincón es verdaderamente singular. Prácticamente desconocido en España...................pasó del cero al infinito la tarde del 21 de mayo de 1991 -en que cortó las dos orejas a un toro de Ibán- y la del siguiente día 22 -en que volvió a cortar las dos orejas a un toro de Murteira Grave.....................En un momento en que la mayor parte de los diestros intentan realizar a todos los toros la misma faena, situados en los mismos terrenos y citando casi siempre al hilo del pitón, cualesquiera que sean las características del astado, Rincón parece huir de la faena preconcebida y procura situarse en los terrenos y la distancia que exigen las peculiaridades de la res, adelanta la muleta convenientemente, aguanta y vacía la primera embestida, deja la muleta enfrentada al toro y aguanta asimismo el segundo y los sucesivos embistes de su oponente. Y no sólo eso. Rincón, cuyo toreo tiene una calidad más que apreciable, ha conservado la cabeza a lo largo de dos duras temporadas y, lejos de atorarse o verse desbordado por las circunstancias, ha depurado su estilo, ha mejorado el temple y se ha convertido en un torero poderoso y capaz de resolver las más difíciles situaciones"

Juan Posada escribe:

 "El colombiano César Rincón, conocido como novillero en España desde diez años antes, triunfa rotundamente en Madrid. Los días 21 y 22 de mayo de 1991 lució una técnica semejante a la mostrada por Antoñete y Manolo Vázquez: adoptó en los cites la larga y media distancia. Se encaramó a la cima. La gran figura....................Los públicos se rindieron. Sus formas, olvidadas desde la retirada de Antoñete, volvieron a asombrar. Animado por un valor entusiasta, no cejó en su empeño de triunfo en todas sus actuaciones. Se hizo imprescindible en los carteles de categoría"

Carlos Abella escribe:

"César Rincón es uno de los toreros más importantes que he visto en mi vida de aficionado. Y lo es por el mérito global de su trayectoria profesional, por su generosa entrega en los ruedos; por sus épicas batallas ante los toros más enrazados...............César ha marcado una época del toreo..................Su irrupción en la temporada española de 1991 significó el triunfo de la sinceridad, de la honesta concepción del toreo basado en la verdad del cite, el mérito del embroque, la pureza del muletazo obligando al toro, la raza del torero, la majeza de sus asentadas zapatillas, la impecable concepción de su verónica.................Rincón recoge además la herencia de Antoñete por el gusto por las distancias, por dejar que los toros se vengan al trote, por lucir los toros y dejarlos a su aire en los tiempos muertos entre las suertes; en una palabra, devolvió a los ruedos españoles la rotundidad, la firmeza en los cites y los embroques y la emoción de ligar a un toro series pletóricas de vibración. Porque César ha sido el torero moderno que con más honestidad ha ligado, trasladando al tendido la emoción del toro que repite merced a su valor para dejar la muleta en los hocicos y para aguantar que gire a su alrededor hasta el remate final.................Rincón ha toreado siempre muy cruzado con los toros y de arriba a abajo y de afuera a adentro. Y además, ha conocido la técnica de la ligazón emocionante...................César Rincón trajo también el gusto por ver al torero que piensa en la cara del toro y al que se detecta sólidamente instalado en un valor auténtico................Bajo de estatura, de piernas firmes y valientes, su toreo ha acreditado además una evolución que le ha permitido mantener sus virtudes iniciales, acrecentando en su última reaparición una notable maestría en el concepto lidiador del toreo.....................César ha consentido mucho a los toros y por ello ha sido siempre emocionante contemplarle en un ruedo. En mi opinión, ha toreado de forma clásica, y siempre cargando la suerte, a la verónica: no ha sido en cambio muy variado en quites, y con la muleta ha tenido poder para dominar a los toros, calidad para torear con gran pureza, con la muleta siempre por debajo de los pitones del toro, arrastrándola por la arena, llevándolos muy sometidos. Ha sabido tanto pelearse con el fiero como llevar templado al bravo y noble, aunque lógicamente ha lucido más con el toro encastado. Con el estoque ha matado bien muchos toros, aunque en ocasiones ha perdido la muleta en el embroque final y ha practicado con cierta asiduidad la suerte de recibir"

Daniel Medina de la Serna, en su libro Historia de una Cincuentona Monumental, escribe sobre gran la faena del diestro al toro Ventanito, de la ganadería de Garfias, en la plaza de México, el 12 de noviembre de 1995:

 "Rincón refrendó su categoría de primera figura de la torería mundial y de paso dictar cátedra de tauromaquia con una formidable faena izquierdista a su primer toro de Garfias, que mereció el honor del arrastre lento, gracias más a la maestría con que fue lidiado por el colombiano, que a sus condiciones de raza y bravura. La faena, realizada mayoritariamente en tablas y muy cerca de la querencia natural, se estructuró en largos naturales de enorme dimensión, rematados por auténticos forzados de pecho, que culminaron gallardamente con un certero estoconazo en todo lo alto"

Zabala de la Serna, tras la colosal tarde de Rincón en la Maestranza, el 23 de abril de 2004, con un toro de Jandilla, de nombre Violinista, al que le cortó las orejas, escribe en ABC:

 "¿Qué joven aspirante a torero se ha ido a los medios, ha citado a veinte metros, el pecho generoso, con la panza de la muleta tersa y adelantada, la pierna atravesada en el vía, las zapatillas ancladas en el albero. quién? César Rincón, cuarenta años, la tez cetrina, el cuerpo recogido, los cabos negros de entonces bordeando la luces doradas de hoy; la salud recuperada, con ciencia y casta, de las trasfusiones de la hepatitis de las cornadas de Palmira"

Joaquín Vidal, en su crónica del 2 de octubre de 1991 para El País titulada La gran conmoción, escribe:

"La plaza era en clamor........¡Torero, torero!, gritaba el público hasta enroquecer, como si estuviera fuera de sí..........Quizá estaba fuera de sí. La casta torera de un diestro colombiano que ya fue el asombre de este mismo coso unos meses atrás, había provocado aquel delirio, aquella especie de locura colectiva, la gran conmoción, que abrirá uno de los más importantes capítulos en la historia de la tauromaquia..................Nada nuevo ocurrió… Pero había quienes no habían visto jamás lo que es el toreo puro y, precisamente, eso fue lo que César Rincón reverdeció en el ruedo de Las Ventas. Las tandas de redondos a su primero toro, los pases de pecho de cabeza a rabo, los ayudados de añejo sabor, devolvieron a los aficionados más antiguos emociones vividas en su juventud y a los nuevos les llenaron de asombro.

Ahora bien, todo ello quedó empequeñecido al lado de la faena a su otro toro, un colorao muy serio de casta bronca, cuya peligrosa embestida empeoró en el transcurso de la desordenada brega que le dieron los peones. César Rincón brindó al público el toro, y todo el mundo advirtió que allí se iba a plantear una cuestión hegemónica: el toro, o el torero; o mandaba el torero –y con su triunfo, arrasaba el escalafón desatadores de arriba abajo- o mandaba el toro y entonces aquel duelo de poner podía acabar en tragedia.

Mandó el torero. Se dobló por bajo, llevó el toro el platillo, lo embarcó por redondos ligándolos con el de pecho, intercaló ayudados y pases de la firma, ensayó naturales de escalofrío. El toro tomaba los naturales tirándose con auténtica ferocidad, no se sabe si a la muletilla o al hombre, y en aquellos dramáticos trances habría ganado la partida de no ser porque César Rincón tomó bravamente el terreno que la fiera pretendía quitarle y desengañó su furia sometiéndola con trincherazos de una hondura impresionante. Se dice pronto… La faena fue intensa, emocionantísima, bajo un estruendo de olés profundos, ovaciones encendidas y gritos de “torero”.

A muchos, esta faena les supuso la revelación del toreo verdadero, y seguramente ya no querrán ver otro. Algunas figuras lo pudieron aprender también, de paso, mas se duda de que les vaya a servir, pues para torear así –dejarse ver en el cite, traerse el toro toreado, cargarle la suerte, ligar los pases entrando en su terreno-hace falta un conocimiento profundo de las suertes, una mente despejada, un templado corazón, un valor a prueba de bomba


Por la Puerta de Madrid sacaron a César Rincón, y ya es la cuarta consecutiva. Por cuarta vez había conmovido el toreo desde sus cimientos, y el público, que le recibió con gran ovación en recuerdo de sus actuaciones anteriores, le despedía aclamándole hasta enronquecer. Luego, en la oscuridad de la explanada venteña, mientras unos se abrazaban felicitándose por la gran tarde de toros vivida, otros se ponían a torear, y aquel trincherazo sensacional con la izquierda que dibujó César Rincón en la cumbre de su primera faena, se lo pegaban al que pasara por allí, de cabeza a rabo. Y el que pasaba, lejos de encabritarse, daba las gracias. Es lo que tiene el toreo puro"


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