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NOTA INFORMATIVA:

CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE LA MUERTE DE JOSELITO EL GALLO, HE PUBLICADO UN LIBRO EN EL QUE SE RECOGEN TODAS SUS ACTUACIONES EN LA PLAZA VIEJA DE MADRID, VISTAS POR LA PRENSA.

PODÉIS ENCONTRAR MÁS INFORMACIÓN DEL MISMO, ASÍ COMO ADQUIRIRLO, EN EL SIGUIENTE LINK : https://joselitoenmadrid.com/


Este Blog nace como un homenaje a todos aquellos que, a lo largo de la Historia del Toreo, arriesgaron y en muchos casos entregaron sus vidas, tratando de dominar a la Fiera.

jueves, 26 de enero de 2012

CHICLANERO / CAYETANO SANZ


“Ya se murió Curro Montes,
Ya se murió el Chiclanero,
Ya no quedan en el mundo
Arte, valor ni salero”

                                        Copla popular


Los partidos van llevando
las cosas a tal extremo,
que por si vale más Cúchares
o es mejor el Chiclanero
la mejor tarde del año
vamos a tener un trueno.

Don Clarencio


Venid conmigo sus amigos fieles,
seguidme todos los del pueblo ibero
a colgar en su túmulo laureles,
a llorar en su tumba al Chiclanero.

Presurosos venid, mi voz os llama;
y al dejar en la huesa el polvo inmundo,
separadle primero de la fama,
porque la fama pertenece al mundo.

Antonio Guzmán




" Soy un torero redondo, como mi apellido"

    José Redondo, El Chiclanero


"Soy más valiente que tú y mejor torero, sobre todo con la espada"

                                El Chiclanero a su maestro Montes



El Chiclanero dijo en cierta ocasión en Sevilla: “Yo no toreo hoy porque estos toros no tienen cinco años, y yo soy un matador de toros, no un novillero”. Recogido en el libro El toreo. Una visión inédita, de Juan Antonio Pérez Mateos.







Cinta ya fugitiva, nada vive
de tus claros millares de faenas.
Y resbalan memorias en declive,
igual que de las manos las arenas.

                                                                       Gerardo Diego





José Redondo y Domínguez, el Chiclanero nació en Chiclana de la Frontera, en 1819. Hijo de un bracero agrícola.

Daniel Tapia, en su Historia del toreo, nos aporta los siguientes datos biográficos:

"Pensando en hacerse torero, acudía a las faenas del campo cercano a Chiclana y a cuantas capeas podía. La fama de Montes hizo desatarse entre los muchachos chiclaneros una verdadera fiebre taurina........En el otoño de 1838 se verificó una novillada en Chiclana presidida por Montes, y en ella participó Redondo, actuando con gran acierto, por lo que Paquiro le hizo subir a su palco felicitándole y ofreciéndole un puesto en su cuadrilla.............Francisco Montes llevó consigo en 1839 a su protegido, quien no tardó en revelarse como una figura del toreo..........Su carrera fue triunfal y rápida, pues en 1840 lo vemos ya figurar en carteles de Madrid. Al año siguiente alterna ya con Montes y en Jerez éste le cede dos toros.........En Madrid, en un cartel de 6 de septiembre se le anunció así: "Media espada: José Redondo el Chiclanero, banderillero de la cuadrilla de Montes, bien conocido y apreciado del público y que habiendo ya matado con aceptación en algunas plazas de Andalucía, estoqueará los dos últimos toros"..........La fama del Chiclanero iba en aumento, y Montes, entusiasmado, llegó a decir de él: "Empezó este chico como muchos, pero va a acabar como muy pocos"...........En 1842 Montes le dio la alternativa en Bilbao, y el 19 de septiembre de dicho año se la confirmó en Madrid...........En 1844 abandonó la cuadrilla de su maestro y decidió ir solo...........Surge la competencia con Curro Cúchares...........En 1846 participó en las corridas reales.............En 1851 se inicia ya su franca decadencia, coincidiendo con que le empezaba a minar la tisis"
Tomó la alternativa en Bilbao en 1842, de manos de Paquiro. Con el tiempo se convertiría en su sucesor. Solía decir a su maduro maestro: "Soy más valiente que tú y mejor torero, sobre todo con la espada".

Rival de Cúchares.


Acerca de esa rivalidad, leemos en la Historia del Arte del Toreo, de Fernando Claramunt:

("Cúchares") en sus comienzos tuvo un rival de gran talla: José Redondo "El Chiclanero", el orgulloso discípulo de Montes, que solía decir a su maduro maestro: "Soy más valiente que tú y mejor torero, sobre todo con la espada". "Paquiro" sonreía ligeramente y comprendía que en lo de la espada tenía razón. El público rugía con la competencia entre el impetuoso José Redondo y el sabio, gracioso y cauto Curro "Cúchares". El de Chiclana representaba el arrojo brioso y la pureza del toreo clásico. Francisco Arjona era por naturaleza socarrón, astuto y chistoso. En plena época de toreros románticos y arrebatados, él era un hombre práctico cuya máxima más repetida era: "De todas las suertes del toreo, la más importante es que no le coja el toro a uno"...............Ya estaba en la cumbre "Cúchares" dispuesto a enfrentarse con "El Chiclanero", en una de las pugnas más feroces de la historia taurina. Redondo practicaba el toreo fundamental en toda su pureza; con el estoque era impecable. Por su parte, "Cúchares" lidiaba con salero y habilidad a los toros y a los públicos, como gran conocedor que era de las querencias de los bichos y de las manías de las gentes...........A la valentía dramática de "El Chiclanero" oponía una seguridad y una destreza fuera de lo corriente"

Empezó, al igual que su ilustre paisano Paquiro, a demostrar su habilidad en el trasteo y la brega de reses extravíadas por las salinas de su pueblo natal. Cuando Montes le vió torear en una novillada, le llamó a su palco, y luego de proponerle el ingreso en su cuadrilla, le dijo: "En ti hay tela para mucho y si te aplicas llegarás adonde rayan pocos". Así como Cúchares halló en el principio de su carrera la generosa ayuda de Juan León, Chiclanero tuvo el incondicional apoyo de Francisco Montes.

Nunca gozó de una salud sólida. Murió el 28 de marzo de 1853, minado por la tisis, a los treinta y cuatro años, en Madrid, al mismo tiempo que en la plaza de toros se celebraba una corrida en la que él hubiera debido tomar parte.

En la Historia del Arte del Toreo, de Fernando Claramunt, encontramos este párrafo referente a la muerte de "El Chiclanero":

"La brillante carrera de Joselito Redondo, el que aseguraba orgulloso: "soy un torero reondo, como mi apeyío", acaba de una manera romántica en tarde de corrida, cuando ve a los picadores por la calle camino de la plaza, estando su nombre anunciado en los carteles. La envidia y la pena le devoran en los adentros de su tremendo amor propio. En la pensión de la calle de las Huertas se tumba en la cama boca abajo; un silencioso vómito de sangre termina con su vida poco antes de la salida de las cuadrillas. Era la inauguración de la temporada en Madrid, el 28 de marzo de 1853"

Andrés de Miguel y José Ramón Márquez, en el libro Adios, Madrid, escriben:

"Su cadáver fue velado durante un día y medio en la madrileña iglesia de San Sebastián, y de dicha iglesia partió el cortejo fúnebre que condujo el cuerpo del torero por las calles de Atocha, Carretas, La  Montera y Fuencarral hasta la Puerta de Bilbao, en cuyas afueras estaba situado el cementerio de San Ginés y San Luis, donde fue enterrado el diestro."

El historiador francés Bartolomé Bennassar, en su libro Historia de la Tauromaquia, escribe:

"José Redondo había sido "descubierto" por Paquiro en 1838, quien lo incorporó a su cuadrilla. Excelente banderillero, su fama creció a partir de entonces rápidamente pero, ingrato y pretencioso, rompió con Paquiro en 1844, desafiando, al año siguiente, a Cúchares. Su toreo era austero, clásico, completo: dominaba todas las suertes de la lidia, realizando con el capote quites de antología. Indiscutiblemente muy superior a Cúchares con la espada, ejecutaba, con idéntica maestría, tanto el volapié como la suerte de recibir. Pero juerguista y violento, El Chiclanero llevó una vida disoluta que arruinó su salud y le hizo fracasar muchas tardes. Carecía igualmente de la fantasiosa inventiva de Cúchares. Entre 1847-51 llegó incluso a superar a este último con la capa y la muleta. Se autoproclamó el mejor (lo que tal vez fuese cierto), pero su jactancia y fanfarronerías le indispusieron con los públicos, salvo en 1846, cuando causó sensación su negativa a lidiar un lote de toros que estimaba de poco trapío: "porque soy matador de toros, no de novillos". En 1849 mató en el tendido un toro que había saltado la barrera y amenazaba a los espectadores, lo que le valió un nuevo período de popularidad. Todavía en 1852 y aunque mermado por la enfermedad, saca fuerzas de su indestructible orgullo para imponerse por última vez a Cúchares. Agotado, murió en 1853"



Fernando García de Bedoya (1802-1860), en su libro Historia del Toreo, editado en Madrid en 1850, escribe:



“José Redondo (Chiclanero)…………….(Pag. 261)……….Discurrió Redondo, “si mi vehemente inclinación al toreo, me ha privado de que me dedique a otra ocupación, ¿por qué no decidirme a seguir este ejercicio? En efecto, desde entonces dio rienda suelta a sus deseos, y adquirió cierta práctica que  (Pag. 262) poco después debía acreditar. Se hizo en Chiclana una función de toros en el año de 1838, y Redondo debía presentarse a lidiar en clase de aficionado…….., y fue tal la aceptación que ése mereció por su acierto en las distintas suertes que le vieron ejecutar, que el mismo Francisco Montes, se declaró su protector, eligiéndolo desde luego para banderillero de su cuadrilla…………….Desde el año de 1838, en cuya época se dio a conocer Redondo,……..hasta el de 1842, en que Montes lo declaró como espada o matador de toros, son incalculables los triunfos que este diestro adquirió……., en la suerte de banderillas principalmente………………..No vaciló en aceptar la categoría de matador, por más expuestas que para él fuesen las suertes que a esta clase corresponden. La primera temporada del citado año de 1842, apareció Redondo con el carácter de media espada, de la cuadrilla de Francisco Montes, y tales fueron sus trazas, que el mismo maestro quedó absorto de la notable habilidad del discípulo…………Los hechos posteriores convencieron también a Montes, de que su discípulo practicaba por impulsos de su natural discernimiento, y en este caso no tuvo duda de colocarlo a su costado, para que en la clase de tal matador de toros, alternase con él, lo cual tuvo efecto la segunda (Pag. 263) temporada del mismo año, siendo la plaza de Bilbao donde se estrenó con semejante carácter………………Pasó Redondo a Madrid, y el público de la Corte tuvo ocasión de admirarlo y de prodigarle sus consideraciones……..(Pag. 264)………En la temporada de 1843, ya hacía ajustes por sí, y sin más director que sus conocimientos y facultades, trabajaba en plazas de primer orden, a satisfacción completa de los concurrentes…………..(Pag. 265)…………Redondo es ágil y de excelente figura en la plaza; por esta circunstancia, sabe atraerse las simpatías del público, las que conserva y experimenta aumento, siempre que en los quites a los picadores, practica la suerte de galleos,………………La suerte de matar, la ejecuta Redondo, bien recibiendo, bien a volapié, pero de cualquier modo, siempre en su terreno: da muy buenas estocadas, generalmente hablando, y es de los que más paran los pies cuando la situación de la res lo permite.”

En el mismo libro encontramos este otro párrafo:

"(Pag. 185)..........Pasando a Redondo, veremos a un torero de otro género, pero de la misma escuela, esencialmente hablando…………..Éste se presenta a la suerte de distinta manera, y por eso queda airoso con los toros celosos a la par que sencillos, consiguiendo que el público le conceda el título de lidiador franco………..Por todo ello, estos dos matadores de toros son los de punta de hoy…………Deseámosles a ambos menos resentimientos, pues declarados amigos, podrían llegar a más alta consideración del público, porque les veríamos ejecutar grandes cosas en el toreo"


José Velázquez y Sánchez (1826-1880), en su obra Anales del Toreo, editada en Sevilla en 1868, escribe:


(Pag. 243)……Nació Redondo en la villa de Chiclana en 1819, siendo su padre José trabajador agrícola de reputación intachable……(Pag. 244)……En la otoñada de 1838 se dispuso una corrida de novillos a beneficio de la Virgen, confiriéndose la presidencia de honor a Francisco Montes……., y José ejecutó en la lidia aquella tantas y tales cosas que Paquilo haciéndole subir a su palco, le preguntó cariñosamente si quería entrar en su cuadrilla para el año próximo, y a la inmediata y gozosa aceptación del muchacho le dijo:

-En ti hay tela para mucho, y si te aplicas llegarás adonde rayan pocos.

Redondo figuró desde 1839 en la primera cuadrilla de España………..El discípulo de Monters a los pocos meses de práctica en los circos……se hizo un banderillero sin rival en soltura, ejecución y gracia; juntando en grado superlativo estas condiciones en la entrada, centro y salida de los lances; familiarizándose con todas las maneras de entrar, llegar y salir a la cabeza de los toros………….En 1842, y en la (Pag. 245) plaza de Bilbao, dio Montes la alternativa a el Chiclanero….que sufrió una cornada de bastante extensión y profundidad……….En 1843 comienza la emancipación de Redondo de la compañía de su protector y maestro………..Ya en 1845 la empresa de Madrid…..ajustó a José para alternar con León y con Curro (Cúchares)……, que dio principio el veinticuatro de Marzo, y desde esta función datan los sentimientos de recíproca antipatía de ambos espadas………..(Pag. 246)……Era José (José Redondo, el Chiclanero) tan oportuno y táctico en los quites como Francisco Montes, aventajándole en gracejo cuanto le faltaba en cercanía al testuz del animal. Banderillero insuperable en garbo, generalidad de lances en esta suerte, ligereza y desenvoltura, preparaba los toros a sus muchachos con una maestría consumada; probando su inteligencia y denuedo en los brutos que más se picardeaban en este período del espectáculo. Redondo banderilleaba para enmendar sus faltas en alguna corrida de poco juego o de escasa fortuna, promoviendo siempre una excitación inmensa en el público y las predisposiciones más favorables a su gentil persona; poniendo rehiletes en las fiestas de mayor lucimiento para coronar la obra con todos los requisitos de extraordinaria. En los lances de capa le eran todos familiares, sin más particularidad que aquel desplante airoso que embellecía en el lo más usual y común en la tauromaquia; sobresaliendo en los recortes con el capote al brazo y en los cuarteos, en que tenía seguros los aplausos por la feliz combinación de la naturaleza y del arte en el efecto y seguridad de estos ejercicios. En la muerte de los brutos no podía llevarse a mayor grado la aplicación del principio aquel de Pedro Romero –“a los toros se debe dar lo que ellos piden”-, y consultando, casi siempre bien, la índole, mañas, pasos en la lidia y situación del animal, era sobrio en el juego de muleta, que nunca en sus manos pasó de medio auxiliar para inmediatos fines, y aguardaba a las reses bravas y boyantes con intrepidez y firmeza; se iba a las tardías o cansadas, aprovechando con presteza y tino los encuentros; se arrancaba derecho y corto al volapié y a la media vuelta con los bichos recelosos o reparados, y en la briega con reses difíciles por sus resabios o defensas, careciendo de esos trasteos originales de León y de Arjona Guillén, resolvía la cuestión con arrojos de una impetuosa bravura, que si muchas veces exaltó hasta el delirio la satisfacción de los espectadores, en alguna comprometió y terriblemente su vida…………En 1848 José Redondo trabajó con preferencia en las plazas de Andalucía, haciendo en Sevilla temporada, fecunda en brillantes resultados……..(Pag. 247)……Ya en la temporada de 1851 se hizo notar un deterioro grave en la naturaleza de nuestro héroe, y al que contribuía más que las fatigas y tareas de viajes y luchas, la vida tumultuosa del célebre diestros, arrastrado por compañías inconvenientes a excesos y abusos, capaces de arruinar los temperamentos más vigorosos………..(Pag. 248)……..Llegó el tiempo de medirse en una propia liza los dos hombres de primera representación en el arte tauromáquico, y Madrid tuvo el privilegiado goce de asistir a los trances de la contienda………Cúchares había dicho con relación a la competencia en el coso matritense –“Allí se ha perdido una cornada y veremos a ver cual de nosotros la encuentra”- Curro hizo cosas admirables con la muleta; llevo a losmedios sin ninguna especie de auxilio a toros reparados y tardíos al envite; cuarteó, quebró y galleó, como sabía hacerlo con los animales bravos y pegajosos, y recibió contra todas sus prácticas a dos bichos boyantes, cual hubiese podido hacerlo su tio carnal Curro Guillén. El Chiclanero tuvo la prudente táctica de no exceder los límites de sus facultades invadiendo la escuela especial de su competidor; banderilleando inimitablemente; ciñéndose en sus volapiés como lo haría Costillares; haciendo quites que obligaban a aplaudir a los más retraídos de manifestar públicamente sus impresiones, y apurando los recursos de su arrojo y galanura en suplir lo que reconocía superior a sus quebrantadas fuerzas…….(Pag. 249)……Antes de su regreso a Andalucía en Setiembre de 1852 firmó José la escritura para la primera temporada de 1853 en Madrid……..pero la esperanza del restablecimiento de su salud salió fallida y cuando a principios de Marzo se presentó en la corte el famoso matador comprendió la empresa consternada que era imposible su presentación en el circo y que el sello de la muerte marcaba ya su pálido y demudado semblante.


Y más adelante, en el mismo libro, encontramos este comentario:


"(Pag. 317) ……El maestro Juan León….confesaba que entre Pedro Romero y Curro Guillén existía la diferencia que se reconoce entre el oro y la plata,………….concluyendo por manifestar que, a excepción de Cúchares y Redondo, todo lo que había era quincalla………………… Puede muy bien decirse que José Redondo (el Chiclanero) fue el torero último de la buena escuela; porque reunió en su persona, y en raro conjunto, las dos escuelas de nuestra tauromaquia; siendo bravo y sereno para aguardar y recibir, como los espadas de Ronda, y ágil y listo para provocar suertes vistosas, por el estilo de la escuela sevillana."




José Sánchez de Neira (1823-1898) escribe:

"El Chiclanero era sobrio en el juego de la muleta, que nunca en sus manos pasó de medio auxiliar para inmediatos fines...........En la competencia que con Cúchares sostuvo en Madrid el año de 1852, llamó la atención que, al paso de éste.........., Redondo no se apartaba un momento de la severa escuela de Romero, y cuando más, a imitación de Montes"

"Si alguna vez se ha visto reunidos en un torero, la inteligencia en el arte con el complemento de una buena figura y una extremada gracia, han sido en el incomparable matador"


El mismo José Sánchez de Neira, en su obra El Toreo. Gran diccionario Tauromáquico, editado en Madrid en 1879, escribe:



“José Redondo (El Chiclanero)Si alguna vez se han visto reunidos en un torero la inteligencia en el arte con el complemento de una buena figura y una extremada gracia, han sido en el incomparable matador de toros cuya biografía empezamos………..En la preciosa villa de Chiclana, cuna del rey de los toreros, Francisco Montes,  nació en 1819 el inolvidable José Redondo………..Sus padres, José y Dolores Domínguez, que cuidaban una pequeña labranza, procuraron dar a su hijo una educación regular, haciéndole estudiar primeras letras, en que sobresalió bien pronto……..Trabajó al lado de su padre hasta que éste falleció en 1836, y se encontró hecho un mozo de diecisiete años de edad, sin profesión alguna y sin recursos, puesto que la labranza, a la que no mostró afición, dábales poco para vivir…………Con gran fe y no menores esperanzas determinó ser torero.

-Si no sirvo para ello, que sí serviré porque tengo corazón y entusiasmo por el arte –dijo-, concluiré pronto, pero no pasará mi madre escaseces mientras yo viva.

Y miró y observó lo que otros hacían, y lo imitó y mejoró, deseando sobresalir por todos………….Su buena estrella hizo que en 1838 se corrieran toros en su pueblo natal a presencia del entonces, después y siempre célebre Francisco Montes; y toreó allí de capa y clavando banderillas con tan buen aire, demostrando tales dotes y sobre todo con tan buena fortuna, que el gran maestro le manifestó se considerase desde luego formando, si quería, parte de su cuadrilla para el siguiente año……Con gran inteligencia y perspicacia en el arte que todos reconocieron en Montes, debió ver en Redondo algo que le llamara la atención, cuando públicamente le dijo:

-En ti ha tela para mucho; y si te aplicamos, llegarás a donde rayan pocos.

Inútil es decir el contento que Redondo experimentó……….Sus demostraciones de alegría le hicieron decir a su madre, cuando ésta le quería disuadir de tan peligrosa idea:

-Yo seré el primero de los toreros, después de mi maestro; me sobrará dinero par usted, tendré fama y……..no tenga usted cuidado que no me matarán los toros.

Los vaticinios de maestro y del discípulo se cumplieron……En el mismo año de 1839 era ya Redondo un banderillero sin rival en soltura, ejecución y gracia……..Antes de dos años mató de sobresaliente, y por su buena disposición Montes le dio la alternativa en Bilbao en 1842……..Allí, al citar muy en corto a un toro para recibirle, se le coló, le volteó y dio una gran cornada en el cuello, que puso en peligro su existencia…….Su fama se propagó con tal velocidad, que en 1843 fue buscado por varias empresas de diferentes plazas para torear solo, como jefe de cuadrilla, y separándose de Montes, acudió a ellas y recogió en aquel año y el siguiente gran cosecha de aplausos y justa nombradía………La empresa de Madrid, para reunir una buena cuadrilla que fuese digna del primer circo de España, contrató a el Chiclanero, con Juan León y Francisco Arjona (Cúchares)……..Lo que aquel año hizo Redondo para conseguir universales aplausos, arrebatados al popular y muy conocido media docena de años antes Curro Cúchares, pueden figurárselo nuestros lectores; y más si se tiene en cuenta que, de los tres espadas de aquel año, sólo ajustó la empresa para el siguiente al Chiclanero………..El entusiasmo que sólo su presencia en la plaza causaba entre los aficionados es indecible; bien es verdad que torero de más sal, de más garbo y de mejor planta no es posible pintarlo. Y si a esto se añade que su manera de torear era fina, elegante, sosegada hasta la pausa delante de los toros, más de arte que de piernas, se comprenderá muy bien que era merecida su fama y justa su reputación………Siempre se iba a dar muerte a los toros “con mesurado continente, con aplomo y serenidad, son saber, parándose derecho, presentando el trapo con línea recta con la cadera izquierda, arrimándoselo a los morros de la res, y despidiéndola dándole salida larga o cambiándose sobre la cabeza con serenidad”……Esto decía un inteligente aficionado en 1845, y el señor Velázquez y Sánchez, en su notable obra, dice al juzgarle:

“En la muerte de los brutos no podía llevarse a más grado la aplicación de principio aquel de Pedro Romero: “A los toros se debe dar lo que ellos piden”; y consultando casi siempre bien la índole, mañas, pasos en la lidia y situación del animal, era sobrio en el juego de muleta, que nunca en sus manos pasó de medio auxiliar para inmediatos fines, y aguardaba a las reses bravas y boyantes con intrepidez y firmemente; se iba a las tardías o cansadas, aprovechando con presteza y tino los encuentros; se arrancaba derecho y corto al volapié, y a la media vuelta con los bichos recelosos o reparados, y en la brega con reses difíciles por sus resabios o defensas, careciendo de esos trasteos originales de León y de Arjona Guillén, resolvía la cuestión con arrojos de una impetuosa bravura, que si muchas veces exaltó hasta el delirio la satisfacción de los espectadores, en alguna comprometió, y terriblemente, su vida”……….A esto sólo tenemos que objetar que en Madrid, Aranjuez, Zaragoza y en alguna otra plaza en que vimos trabajar a Redondo no usó siquiera una vez el recurso de irse a media vuelta; antes al contrario, en Aranjuez le oímos decir que “eso era traidor, y que era mejor, para el hombre de vergüenza, dejarse coger”……………..En el año de 1846 asistió a las funciones reales……..Todos, o casi todos, trabajaron en las corridas de prueba por la mañana; Redondo, sólo por la tarde, en presencia de los reyes, o sea, en las funciones oficiales……….Y era que el airoso y elegante Chiclanero podía imponer entonces su voluntad como mejor le pareciera……….En la contienda o competencia que con Cúchares sostuvo en Madrid el año de 1852 llamó la atención que, al paso que éste, según su costumbre, saltó, brincó, cuarteó, galleó y capeó, Redondo no se apartaba un momento de la severa escuela de Romero, y cuando más, a imitación de Montes, galleó con el capote al brazo. En los quites a los picadores nunca usó las verónicas, sino las largas; y al matar, lo hizo, especialmente en las seis primeras, que fueron las de competencia, con tal precisión, con tal arte, serenidad y compostura, que Costillares no daría mejores volapiés, ni Romero recibiría mejor los toros………..Como en esta suerte era superior a todos los matadores que se conocían, incluso Montes y cuantos le han sucedido hasta hoy, la hacía muy frecuentemente, en la seguridad de que, aunque Cúchares la intentase, como lo procuró, había de quedar éste deslucido……….Por eso dice muy bien el autor antes citado (Velázquez y Sánchez) que Redondo “era el más igual en irse a los toros y traérselos que ha existido, después de Curro Guillén”; y otro inteligentísimo aficionado “que era tal la gravedad y la perfección con que vaciaba los toros en la suerte de recibir, que si la hoja del estoque hubiera tenido numeración, se podían haber contado los números a medida que fuera entrando en el sitio de la muerte, o se, en verdadero tecnicismo, el paseo desde que se desafía hasta que se consuma la suerte”

José Redondo era, además, un buen director de plaza, y a su excelente cuadrilla la tuvo siempre muy subordinada y muy atendida……..Era de carácter altivo y muy preciado de su persona……..Redondo tenía un defecto, al cual debió, en nuestra humilde opinión, su encumbramiento y su valía…….Un excesivo amor propio le dominaba completamente…..A veces este amor propio subía hasta el orgullo….Si al hacer un quite a un picador, en un recorte, en cualquier otro lance durante los dos primero tercios de la lidia, no había estado tan afortunado como él quisiera, podía desde luego esperarse que en la suerte de matar había de estar a grande altura……No podía aquella altivez tolerar por mucho tiempo la más ligera muestra de desagrado del público………Crecía un palmo al colocarse ante la fiera; y sabiendo dominar los impulsos impacientes de su corazón, aparentaba una calma, una tranquilidad y un continente tan sereno al pasarla de muleta y al herirla, que eran la admiración de los espectadores………Más que temerario arrojo (y en esto disentimos del señor Velázquez), demostró siempre valor frío, pero seguro……Se hubiera dejado coger, herir y aun matar antes que haber huido del peligro, porque precisamente en éste era más grande, más valiente José Redondo; pero no hubiera ido imprudentemente a sufrir una cogida por colocarse fuera de suerte……….El arte era lo primero………Contratado para las corridas que en Madrid habían de celebrarse el año de 1853, o sea el siguiente al de la competencia con Cúchares, vino a cumplir su compromiso, que no pudo llenar porque, a consecuencia de una tisis tuberculosa que se inició un año antes, falleció en la habitación que ocupaba, calle del León, número 24, piso principal, a las cinco de la tarde del día 28 de marzo de 1853………..Llegó rápidamente la fatal nueva a la plaza de toros, precisamente a la misma hora en que, si hubiera estado bueno, le tocaba matar un toro; y muchos espectadores abandonaron sus asientos, profundamente afectados……..¡Treinta y cuatro años de edad! ¡Qué muerte tan prematura! ¡Qué pérdida pare el toreo!........Su cadáver fue depositado en una capilla de la parroquia de San Sebastián, y después de ésta conducido, en la tarde del 30, al cementerio de la sacramental de San Luis y San Ginés………………..Las cintas del ataúd las llevaban los matadores Julián Casas, Cayetano Sanz, Manuel Díaz (Labi) y Manuel Jiménez el Cano, que eran los más caracterizados que había en Madrid………..El gentío que inundó la iglesia de San Sebastián y sus atrios mientras estuvo allí depositado el cadáver fue inmenso; el que obstruía las calles y llenaba completamente los balcones del tránsito al cementerio, mucho mayor……….Sobre su tumba se leyeron poesías, la prensa manifestó su dolor con sentidas frases, diciendo algún periódico que Redondo era el torero “más animoso, inteligente y mejor plantado que había en España”, y las cuadrillas de toreros se presentaron en la corrida siguiente, o sea en la del 5 de abril, vestidas de luto por la irreparable pérdida que el arte había experimentado con la muerte de tan aventajado lidiador………..Nosotros concluiremos diciendo: Por Redondo no tuvimos otras simpatías que las que da la afición al arte que tan perfectamente practicaba……..Por amor a éste, repetiremos con Azcutia, el inteligente aficionado y respetable letrado, que de los toreros de su tiempo, el Chiclanero era, “entre todos los diestros, el más diestro


El mismo Sánchez de Neira, más adelante, en la misma obra, relata una anécdota de el Chiclanero:




"En 1846, si mal no recordamos, la empresa de toros de Santander contrató al inolvidable José Redondo (el Chiclanero) para dar dos corridas en la temporada de verano. La primera fue mala: el ganado de malas condiciones y de casta no acreditada, el servicio de plaza completamente descuidado, y los caballos inútiles, e inservibles por tanto, contribuyeron al mal éxito de la función. Aplaudióse, sin embargo, a Redondo, como no podía menos, puesto que desde el primer momento se captó las simpatías del público; y la empresa, por no lastimar sus intereses, aprovechando esta buena disposición de pueblo, anunció, de acuerdo con la cuadrilla, que el Chiclanero torearía de capa un toro en la siguiente corrida que el inteligente banderillero Muñiz daría el salto de la garrocha, y el buen picador Pero Romero (el Habanero) mataría un toro desde el caballo………..Todo, menos lo último, sucedió como estaba anunciado. Ningún caballo útil se dio a Romero, y éste se negó, como era natural, a ejecutar la suerte……..El público gritaba desaforadamente; el gobernador, que como casi todos no sabía presidir, cuestionaba en su palco con el contratista de caballos y con los picadores; la cuadrilla no sabía qué hacer, viéndose insultada por la gente de tendidos, y Redondo, como jefe del redondel, desde el estribo de la barrera, debajo del palco de la presidencia, dirigió su voz a ésta para decir que cualquier persona montase los caballos, y se vería que no tenían boca siquiera…….Vio en esto el gobernador, cuyo nombre no queremos decir, aunque bien lo merecía, un desacato a la autoridad y un atrevimiento desusado, porque al espada no le había llamado y desde el circo no debía dirigirle la voz, y ordenó su detención, encargándola a la Guardia Civil, para mayor escándalo…….La fortuna, que siempre protegió a Redondo, hizo, para dar a éste mayor celebridad, que en el momento de darse la orden, el toro, que por cierto era navarro, de Zalduendo, colorado y bien puesto, tomó el viaje en dirección a la puerta de caballos, que encontró abierta, atropelló cuanto encontró al paso, y se marchó……Gran confusión y desorden……Atropellábanse las gentes; la autoridad no sabía qué hacer, temiendo que el toro subiese las escaleras; algún guardia civil de los encargados de prender a Redondo disparó su fusil contra la fiera, sin acertarla, pero aumentando el pánico que de todo el mundo se apoderó…….Sólo un hombre, un torero, había allí sereno, y éste era el Chiclanero……….Sin tener para nada presente que la autoridad le había ofendido, y que la conducta que con él se usaba era arbitraria e injusta, tomó rápidamente muleta y espada, y convirtiéndose en jefe de todos el que momentos antes era escarnecido, pidió paso, mandó a la fuerza pública detenerse, ordenó que suspendieran el fuego, se llegó a la fiera, la pasó una vez, y en un callejón sin salida de dos metros de ancho, que allí llaman carrejo, la dio muerte de una sola estocada………..Creerán nuestros lectores que una acción tan noble influiría en el ánimo de aquel gobernador para apreciarla como se merecía y como el público lo demostró con sus vítores y gritos de entusiasmo. Pues no hubo nada de consideración. Redondo y su cuadrilla fueron llevados a la cárcel, de donde no salieron sino para Madrid……..El público de aquella ilustre ciudad, más sensato que su gobernador, al ver que éste no hizo caso de sus súplicas para dejar a los toreros en libertad, demostró a éstos, y especialmente a el Chiclanero, lo mucho que apreciaba su acción heroica de salvar, con gravísimo riesgo de su vida, la de tanta gente como hubiera padecido si, atendiendo sólo al abuso que con él se cometía, se hubiera dejado llevar a prisión………Lo más distinguido de Santander despidió con señaladas muestras de consideración y cariño a los lidiadores.”
 


Recuerda el testimonio de Azcutia: "De todos los toreros de su tiempo, El Chiclanero era, entre todos los diestros, el más diestro"


"Redondo -afirma Bedoya- es ágil y de excelente figura en la plaza. Por esta circunstancia sabe atraerse las simpatías del público, las que conserva y experimentan aumento siempre que en los quites a los picadores practica la suerte de galleos, en lo que está lo en situación que puede atribuírsele al más distinguido de los diestros pasados y presentes. La suerte de matar la ejecuta Redondo, bien recibiendo, bien a volapié, pero de cualquier modo siempre en su terreno. Da muy buenas estocadas, generalmente hablando, y es de los que más paran los pies cuando la situación de la res lo permite"

Según Cossío:

 "el Chiclanero es uno de los pocos lidiadores que en la historia de la Tauromaquia ha merecido el adjetivo de completo, entendiendo por esto su habilidad para el cumplimiento de todas las suertes. El puso en juego todo lo que su maestro (Paquiro) le enseñó en la escuela de Chiclana, ecléctica y general, refínándola aún más y dándola mayor espectacularidad............................En el volapié fue José Redondo único e innovador. Le dio un realce sorprendente por el movimiento airoso que imprimía a los hombros al armarse para la muerte, al mismo tiempo que arrastraba el pie izquierdo..........."

Según Nestor Luján:

"La muerte de los toros tal como la ejecutaba Chiclanero era poderosa, casi infalible. Como banderillero ha sido uno de los mejores que se han conocido......Chiclanero era un torero largo y serio. Conocía a la perfección todas las suertes con la capa......Con la muleta era sobrio, muy subordinado a la idea de preparar el toro para la muerte"

Gregorio Corrochano escribe:

 "Montes sacó aquel gran discípulo que se llamó Chiclanero -que recibía a los toros con más perfección que el maestro-, que, con Manuel Domínguez, han sido los últimos matadores que practicaron de una manera continua la suerte de recibir. Suerte que no tenía nada de defensiva, si no era por su perfecta ejecución"

Peña y Goñi escribe:

".Frascuelo, en la suerte de recibir, está entre Montes y el Chiclanero. Montes los atravesaba por darles demasiada salida. Frascuelo perdía terreno por embraguetarse con exceso. Entre Montes, que pecaba por carta de más y Frascuelo, por carta de menos, está José Redondo (Chiclanero), que representa el equilibrio, la perfección"


Carlos de Larra, más conocido como "Curro Meloja", en su obra Grandes maestros de la Tauromaquia, escribe:


El Chiclanero. Uno de los diestros de más robusta personalidad que han pisado los ruedos. Torero completísimo, lo hacía todo, y, además, muy bien; como con su gracejo peculiar decía él mismo, era “reondo”, igual que su apellido………………Completo con la capa, con las banderillas, con la muleta y con la espada. Con ésta, sobre todo, logró ser el mejor de su época, practicando la suerte de recibir como muy pocos y la de volapié como nadie. Unido todo ello a su garbosa figura y a la gracia y simpatía con que se producía dentro y fuera del redondel, nada de extraño tiene que sumara una enorme cantidad de partidarios. Mantuvo una reñidísima competencia con Cúchares, al que venció la mayoría de las veces, por ser su toreo mucho más verdad que el del señor Curro……….Mimado por los públicos y amigo de juergas y francachelas, a las que se daba de continuo, vio minada su salud de tal modo, que murió tuberculosos cuando contaba treinta y cinco años de edad. El hecho tuvo lugar en Madrid, el 28 de marzo de 1853, precisamente el día de la inauguración de la temporada en la Villa y Corte, en cuya corrida había de tomar parte  el gran “Chiclanero”. Puede afirmarse que ha sido uno de los diestros que han dejado más profunda huella en el toreo, pues a todas sus envidiables cualidades unía la de estar orgulloso de su profesión………no tolerando que nadie pusiera en duda que era todo un matador de toros, pero de verdaderos toros con toda la barba”




"Don Ventura", en el número 2 de la colección "Grana y oro", titulado "La Tauromaquia en el siglo XIX", escribe:



"(Pgs. 42 y 43)…..Si Francisco Montes había realizado una obra trascendental y dejó para la continuación de la misma un método escrito, hacía falta que inmediatamente después viniera alguien que identificado con él, diera densidad y fuerza a la obra mencionada, un toreo en quien se unieran la vocación, el entusiasmo sostenido, la inteligencia y el dominio de la técnica, a fin de evitar las eliminaciones que en todas las cosas hace el tiempo, y este torero fue José Redondo y Domínguez……………..Mozo de figura garbosa y de buena planta, la gracia y el salero con que lo hacía todo cautivaban a los públicos………..Con el capote y las banderillas era una notabilidad; con la muleta solamente podía superarle Montes –aunque el Chiclanero toreaba con más elegancia y finura- , y con el estoque superaba el discípulo al maestro, porque si practicando la suerte de recibir era una eminencia, nadie le aventajaba en la del volapié y en las de recurso……..En las plazas producía general entusiasmo: no fue, tampoco, rondeño ni sevillano, sino que concilió ambas doctrinas (¿) en un eclecticismo muy personal; su competencia con Cúchares hizo que la fiesta se mantuviese en aquel tono mayor que Montes le prestara; pero en tal contienda venció el Chiclanero, por haber en su arte más verdad que en el de Francisco Arjona……….Fuera de la plaza necesitaba el ruido, el color de las sensaciones enérgicas y los placeres fuertes, y de no haber rendido tanto culto a Venus y a Baco, de no disipar su salud con exaltaciones amatorias, de no vivir tan deprisa, habría aumentado su celebridad"



Fernando Claramunt, en su Historia gráfica de la Tauromaquia, escribe:

"A partir de 1839 queda encuadrado en la cuadrilla de Paquiro, la más importante de su tiempo.................Como banderillero destacaba muchísimo en todas las modalidades, superando a cualquier rehiletero veterano. En 1842 recibe la alternativa de manos de Paquiro en la plaza de Bilbao y poco a poco inicia su emancipación de maestro, el cual no tardó en quejarse de la ingratitud del discípulo, que se jactaba de haberle superado con creces.................En 1845 aparece como primer espada en Madrid, alternando con Juan León y Curro Cúchares. La competencia Cúchares-Chiclanero data de este encuentro..................José Redondo era más sobrio con la muleta y en general mucho mejor estoqueador................... A las alegrías y "monerías" de Cúchares sabía oponer airosos recortes capote al brazo, muy variado y armonioso toreo de capa y una forma garbosa de rematar los quites. Tras lucirse como nadie en las banderillas, tomaba espada y muleta para con un brevísimo trasteo en el que estudiaba bien al toro entraba a matar "tal y como el toro pedía", es decir, recibiendo a los boyantes y entrado a volapié a los más parados o recelosos, con un arrojo que levantaba a los públicos de los asientos"

El mismo Fernando Claramunt, en su libro La mirada del torero, escribe:

"Conviene valorar a Cúchares por la importancia de sus enemigos......................Compitió, y muy a fondo, con el discipulo de Montes apodado El Chiclanero, prototipo de torero romántico, y por ello muerto de tuberculosis, como consecuencia de un ataque de desesperación acompañado de hemoptisis un día en que, febril, se levantó de la cama para ver desde su hospedaje madrileño a público que se encaminaba hacia la plaza de toros. Su nombre figuraba todavía en el cartel de esa corrida. Murió en el momento en que salían las cuadrillas. Era el 28 de marzo de 1853. Joselito Redondo se jactaba de ser mejor que su maestro y paisano Paquiro: "Yo soy reondo como mi apellío". Brindó un toro a Teófilo Gautier, supremo honor en palabras del homenajeado y de Azorín, que lo rememora muchos años más tarde con cierta ironía que disimula mal la envidia de no haber recibido jamás un brindis así"


"El señor Cayetano Sanz, de ojos oscuros, nariz delgada y recta en un rostro algo anguloso, era un madrileño sosegado. Su personalidad no tenía nada en común con la del fogoso mancebo de Chiclana (se refiere a José Redondo El Chiclanero), de ojos claros, nariz y barbilla anchas, con facciones redondeadas y brillantes, que presumia de ser en todo tan redondo como su propio apellido" 



Jorge Laverón, en su Historia de Toreo, escribe:



“José Redondo el Chiclanero, toreó con gran acierto en 1847, lo que acrecentó su fama, y más aún su soberbia, lo que llevó a decirle al mismísimo Montes: Soy más torero que usted y que todos los que llevan coleta………….El Chiclanero es un torero de grandes facultades físicas y desarrollados conocimientos. Domina el arte a la perfección y su toreo adquiere personalidad propia, una armonía particular. En 1851 se inicia su decadencia minado por la tisis………….Así terminan unos versos fúnebres dichos en su entierro:


Venid conmigo sus amigos
fieles,
Seguidme todos los del pueblo
íbero
a colgar en su túmulo
laureles,
a llorar en su tumba al
Chiclanero.”






Santi Ortiz, en su libro Lances que cambiaron la Fiesta, escribe:

"Sin embargo, ahí tiene usted a José Redondo (El Chiclanero), que nunca piso la Escuela (se refiere a la Real Escuela de Tauromaquia de Sevilla) ni pudo aprender de Pedro Romero la suerte de recibir, y la ejecutaba a ley, para envidia de su maestro Montes que, pese a su soberbia, no tenía más remedio que reconocer la supremacía estoqueadora de su paisano: "Yo no sé qué tiene ese niño -decía- para traerse los toros a la punta del estoque y que se le maten solos tan a ley"



Robert Ryan, en su libro El Tercio de Muerte, escribe:

"Se quiera o no, el espada de la época de Cúchares fue su odiado José Redondo, Chiclanero de apodo y de escuela, cuando nacer en Chiclana mucho significaba en el toreo, por la gloria de los Cándido y de Montes. El Chiclanero alcanza en la lidia el equilibrio de una rara perfección, con acento y bizarría en la muerte, mientras Sevilla dibuja el toreo del futuro, por arte de Cúchares.........................Fue el Chiclanero, tan austero, tan parco, antiguo en el trasteo, en un sentido moderno un verdadero coreógrafo del momento de matar, el último creador de su empaque definitivo..................Aunque quede en los anales como el último gran artífice de la suerte de recibir, el último espada que tarde tras tarde puso honor en matar a pie firme, es del volapié de el Chiclanero del que arranca el estilo del estoqueador moderno"

"El Chiclanero, espejo de estoqueadores, en sus primeros tiempos llegó a atronar con el cachetero, montado en los lomos del toro, como a caballo, alarde que un siglo antes había dibujado el suizo Emmanuel Witz"

Juan Posada, torero y crítico taurino, escribe:

 "José Redondo, el Chiclanero, fue discípulo y paisano de Francisco Montes, al que emuló en técnica y superó en la suerte suprema y en arte personal. Hijo de un jornalero de campo, aprendió el oficio en la cuadrilla de Paquiro, quien lo tenía en gran estima. Su casta indomable le llevó a separarse de su protector e incluso competir sañudamente con él. Se comentó que llegó a espetarle: "Soy más torero que osté y que toos los que llevan coleta". Valiente, artista y estilista con la espada, llevó una existencia maja, romántica. Los tres últimos años de su vida aguantó fuerte competencia con Cúchares. Minado por la tuberculosis, dio la cara y se jugó la vida con gallardía............................Las circunstancias de la muerte de El Chiclanero tuvieron visos de tragedia romántica. Le contrataron para inaugurar la temporada madrileña el 28 de marzo de 1853. Acudió a la cita en tan lamentable estado que hubo de renunciar a vestirse de torero y tuvo que quedarse en la cama. Sólo se levantó para, ayudado por un amigo, presenciar desde el balcón el desfile del público que acudía a la corrida en la que debía haber participado. De pronto, solicitó que lo llevaran al lecho, donde se echó boca abajo. Media hora más tarde, al llamarle uno de sus subalternos, no respondió.............Murió durante el tiempo en que se lidiaba el primer toro de la tarde; el que le habría correspondido a él.....................Montes organizó el toreo. El Chiclanero introdujo el arte, como expresión personal. Estilizó las formas. Imprimió sentimiento, incluso a la belleza natural de la estocada......................Su influencia, debilitida, alcanzó a los diestros que mantuvieron el fuego sagrado de la tauromaquia hasta prácticamente finales del siglo.............................Las palabras que le dirigió al "Patriarca del barrio de San Bernardo", un forofo de Cúchares que le increpaba en la puerta de cuadrillas, lo retrata: "Esta tarde vengo a torear pa que te jartes, y voy a matá los toros a gorpe cantao". Y lo cumplió. Anticipó de qué manera mataría a cada uno de sus toros"

La rivalidad entre Chiclanero y Cúchares fue importantísima y escindió en dos grupos enconados a la afición de aquellos años. Desde la muerte del Chiclanero hasta la aparición de Lagartijo, fue Cúchares el torero más importante, y nadie lo pudo oscurecer.

Sobre esta rivalidad escribe Cossío:

 "No es dudoso que el torero del Chiclanero, parado, reposado, resuelto y segurísimo en la muerte de los toros, tenía, como hoy diríamos, mejor clase que el de Cúchares. Éste aprovechaba todas las circunstacias de la lidia para lucir su arte alegre y movidísimo, en el que su inteligencia para conocer y prevenir las intenciones de los toros era la parte principal. Por ello, a la larga, el triunfo debía ser del Chiclanero, o más propiamente dicho, de su escuela y, sobre todo, cuando Cúchares convirtió en defectos y ventajas lo que primitivamente había sido intuición genial e inteligencia viva del toreo"

Y José Alameda, en su libro El hilo del toreo, escribe:

"Es probable que, visto con los ojos de su tiempo, en puro presente, El Chiclanero superase a Cúchares. En un momento dado, supera a todos: recibía a los toros mejor que su maestro Paquiro.............Pero visto con ojos históricos, El Chiclanero no nos sirve para nada. ¿Puede residir la grandeza en una perfección formal sin un más allá? Fue una culminación, sin duda, pero dentro de un colosal inmovilismo, que no nos lleva a ninguna parte...............Descanse en paz............La historia sigue su marcha.............."




"Aún quedaban patillas por la sierra"

                                                             Gerardo Diego


"Cuando el gran Cayetano cruzó la pajiza arena.................."
                                                          
                                                             Federico García Lorca


"Como Cayetano toreando, nadie"

                             Paco Frascuelo













Cayetano Sanz Pozas nació en Madrid, en el popular barrio de la Arganzuela, el 7 de agosto de 1821. Hijo de Luis y Regina Pozas, "jóvenes y amantes consortes". Su padre fallece seis meses antes de la llegada al mundo de su hijo. Por contraer su madre segundas nupcias, el niño fue criado por sus abuelos, que se propusieron darle una educación esmerada. La vecindad del matadero, como en muchos otros toreros, hizo que se aficionara a sortear las reses bravas.

Desde 1841 figura en las cuadrillas de novilleros en los alrededores de la capital. Le protege un torero muy popular, José Antonio Calderón, alias El Tuerto Capita. El veterano banderillero le presentó al duque de Veragua, ferviente admirador de Cayetano desde que le vio torear en Aranjuez en 1844.

En 1844 y 1845 aparece ya en los carteles de las corridas de Madrid en calidad de media espada.

Le llamaron "El Petronio de la Arganzuela". Le retrató el gran pintor del Romanticismo, Federico Madrazo.

Enseguida se extendió la fama de su habilidad con las banderillas, y el Chiclanero le incluyó como rehiletero en su cuadrilla, llevándolo al año siguiente por diversas plazas de la península. 

Se doctoró de manos de Julián Casas en la corrida celebrada el 12 de septiembre de 1848.

El bautismo  de sangre se lo proporcionó una res del matadero muy resabiada en el invierno de 1848-1849; la primera cornada grave ante el público la recibe en la plaza de toros de Alicante en 1849.

Se le considera matador, sin haber pasado por la ceremonia de cesión de trastos, desde una corrida de toros en que alternó en Madrid ese año con Cúchares y Salamanquino. Don Leopoldo Vázquez y Sánchez asegura que le dio la alternativa el también castellano Julián Casas el 12 de septiembre de 1848. El señor Curro Arjona y otros andaluces se resistían a doctorar toreros de otras regiones y sobre todo madrileños, por temor a perder su primacía en la primera plaza de España. Recurrían para ello a todo tipo de maniobras entre bastidores.

Torea en 1851 en Sevilla y en 1853 torea en Madrid con gran acierto.

 Fue el primer diestro español de renombre que mató toros en Francia; actuó en Bayona, con motivo de las bodas de Napoleón III con la condesa de Teba, los días 6,7 y 8 de enero de 1854.

La temporada de 1856 fue magnífica para el lidiador madrileño. En corridas celebradas dicho año hizo lo que nadie o muy pocos habían hecho en Madrid: "irse al toro con la muleta -comenta Sánchez de Neira- y el estoque, después de ordenar que todos los lidiadores, tanto de pie como de caballo, se retirasen del ruedo, y allí, solo, en los medios o en las tablas, trastear admirablemente sin mover los talones, dando alguna vez en esta postura, y sin moverse, hasta seis pases en redondo, armarse, citar y recibir, o arrancarse al volapié sobre corto y según las reglas del arte"

El 15 de octubre de 1865 se encarga de confirmar en la plaza de Madrid la alternativa de Lagartijo.

De 1869 es el siguiente juicio de Velázquez y Sánchez: "Cayetano es de los lidiadores que mejor conservan sus facultades, quizá porque no prodiga sus esfuerzos, y en el coso gaditano pude convencerme de que aún no se marca en él ese período de descenso que en otros toreadores de su época"

En 1875 actuó en Valencia a beneficio del Hospital General, alcanzando un señaladísimo triunfo.

El 27 de mayo de 1877, achacoso y sin facultades físicas, torea en Málaga reemplazando a Frascuelo, herido en Madrid por un toro de Adalid. Cayetano mató con dificultades a su primero, y al llegar el quinto de la tarde, de Murube, tuvo que cederle el estoque a Chicorro, que alternaba con él.




Casi retirado de los toros, vuelve el maestro Sanz a los ruedos para participar en las corridas reales de 1878.  

Murió en Villamantilla, pueblecito de la provincia de Madrid, donde vivía tras su retirada, el 21 de septiembre de 1891. 



Fernando García de Bedoya (1802-1860), en su libro Historia del Toreo, editado en Madrid en 1850, escribe:

“Cayetano Sanz………………..(Pag. 289)…….Llegado el año de 1841, ocurriéronse varias funciones de novillos que tenían lugar en varias poblaciones sobradamente subalternas, y teniendo Sanz algunas relaciones de amistad con el diestro ajustado para trabajar en aquellas, se ofreció a acompañarle…….y esta fue la primera ocasión que toreó en público………………..En 1844, se comprometió a trabajar en una función de toros que tuvo lugar en la plaza de Aranjuez, los cuales pertenecían a la ganadería de Veraguas:……..el duque se interesó en su favor, y lo recomendó al cuidado de José Calderón (Capita), célebre banderillero y aventajado lidiador……….Sanz fue ajustado el año siguiente de 1845 como banderillero de número, siempre bajo la dirección del citado Calderón………………En 1849 fue escriturado Cayetano como espada y en alternativa de un célebre lidiador llamado Francisco Arjona Guillén…….: fue bien recibido del público…………….Ocupándonos del año de 1850…….solo diremos que ha cumplido hasta a donde sus fuerzas y conocimientos han alcanzado………………(Pag. 292)……En nuestro juicio aún no es ocasión de aventurar una opinión que Sanz puede aun dejar desmentida, puesto que estos son los momentos en que se está organizando el matador de toros: tiene vicios que corregir y cosas notables que admirar, pero no existe aún en él esa metodización competente que crea al matador. En el concepto de muchas personas autorizadas valdrá mucho; en el nuestro…….., creemos que no debe separarse de su director Calderón (Capita), y en este caso su porvenir será halagüeño, y su crédito excelente.”


José Velázquez y Sánchez (1826-1880), en su obra Anales del Toreo, editada en Sevilla en 1868, escribe:



"(Pag. 262) Cayetano Sanz…..Nacido en el año de 1821 de Luis y Regina de Pozas…….tuvo la desgracia de quedar huérfano de padre apenas desarrollado en el seno maternal..........(Pag 263)……………A poco más de los diez años sacaron a Sanz de la escuela de enseñanza primaria para aplicarle al socorrido oficio de zapatero………Cayetano formó parte de las cuadrillas de novilleros, que pagan diezmo tan crecido y doloroso en funciones de aldeas y villas, y desde 1841 abrazó con naturales disposiciones y viva fe la carrera tauromáquica hasta 1844, en que sobresaliendo entre los coletillas de Madrid, se ajustó como espada para el coso de Aranjuez, lidiando allí toretes de la ganadería de Veraguas…………….De regreso a Madrid el joven Sanz fue presentado a José Antonio Calderón, alias el tuerto Capa, una de las excelencias en el toreo como teórico y práctico y tomándole bajo su amparo y protección el decano de los banderilleros españoles se dedicó a su enseñanza, en la que según las autoridades en la materia, perdió Cayetano el arrojo y la decisión de sus primeras aventuras por adquirir perfección en las suertes, y cuanto puede comunicar un maestro de saber y experiencia……………Ajustado como banderillero a cargo de la empresa en 1845, el discípulo de Capa reveló en sus nuevos manejos la dirección que presidía a la reforma de su toreo primitivo, y en 1846 era ya un peón de briega inteligente, fino en el trasteo del capote, poniendo rehiletes con soltura y garbo……………..(Pag. 264)……En 1849…….se le brindó la alternativa en tercer lugar con Francisco Arjona Guillén y Julián Casas……….En 1850…….trabajó Sanz en Madrid con Francisco Montes y José Redondo……….En 1851 fijó Cayetano su tipo en el arte, dando a conocer en el desarrollo de sus condiciones para la lidia que a estilo de su maestro, José Antonio Calderón, sería un consumado torero, si bien quedándose como espada en línea inferior a las celebridades, o por falta de arranques audaces e improvisados, como unos estiman, o por sobra de atención a las defensas de su ejercicio con menoscabo de la ofensa, como otros entienden…………………Sanz fue contratado por la empresa de Sevilla y vino al frente de una cuadrilla notable…………..En los puertos, andaluces obsequiaron al espada madrileño con afabilidad expresiva; gustando su buena dirección de la gente, su oportunidad y aplomo en quites y lances, y más que todo esto su manejo de muleta, en el cual si Cayetano carece de la inventiva inagotable de León y Arjona, puede pasar como Gerónimo José Cándido en su época por un modelo clásico en todos los usos a que corresponde este resguardo de el matador de toros……………..Cayetano Sanz ha luchado, no poco seguramente, por rebasar esa línea que separa a los diestros notables de las celebridades propiamente históricas en su especialidad; alcanzando de sobra en su buen juicio, y en la modestia que resalta entre sus buenas cualidades, que para sobresalir entre sus compañeros de profesión necesitaba más arrojo y firmeza, teniendo ya bastante dosis de táctica y pericia………..(Pag. 265)………..Aceptado Sanz, como corresponde en justicia, con lo bueno que tiene, y sin exigirle más de lo que puede dar de sí y posean otros, diremos que su renombre está satisfactoriamente extendido por los todos los ámbitos de España y que su recuerdo se conserva con estimación en las capitales y poblaciones de mayor valía de nuestro país…………….En Madrid ha sentado su buena reputación en temporadas diferentes, y sosteniendo su rango con los hombres de mayor relieve en su arte, como el malaventurado Rodríguez (Pepete) en 1862, y en 1865 presidiendo a las primeras emulaciones entre Antonio Sánchez (el Tato) y Antonio Carmona (el Gordito)…………. La escuela particular de Cayetano ni ha fijado en la defensa las miras del diestro, cual dicen que sucedía a Geromo (Jerónimo José Candido), ni conspira a la ofensa con maliciosa ventajas, como solía procurárselas Cúchares en sus últimos tiempos; y así lo persuaden los tropiezos de este matador en cuanto ha prescindido de cubrirse, como sabe y puede, para atender a herir corto y en regla……………..Cayetano es de los lidiadores que mejor conservan sus facultades, quizás porque no prodiga sus esfuerzos, y en 1869 en el coso gaditano pude convencerme de que aun no se marca en él ese período de descenso que en otros toreadores de su época (Pag. 266) y de menos briega ciertamente; siendo conjeturable que con el favor divino alcance una retirada honrosa, después de algún tiempo más de trabajo, en que saque el partido competente de su crédito y de su vasta experiencia.”




Según Cossío:

"Fue maestro indiscutible en los lances de capa a la navarra, verónica, de tijera y sobre todo de frente por detrás. En esta especialidad no tenía rivales en su tiempo. En los pases de muleta al natural y de pecho lucía sobremanera, ayudado de su estatura y gallardía.....................desmejoraba algo cuando se le presentaba un toro manso y poco presto al lucimiento............... A la hora de la muerte flaqueaba y estropeaba en ocasiones magníficas faenas. Tardo y lento en decidirse, en la suerte de recibir logró buenas estocadas, aunque no con mucho valor, sí con el primor de un Chiclanero"

Según Néstor Luján:

 " Cayetano Sanz fue un torero embrujador con la capa y la muleta, buen banderillero................muy conocedor de las reses y afilado en la brega, ágil y pletórico de facultades. Su estilo ha quedado como el de la elegancia proverbial. Lidió y trasteó con serenidad y con un gesto amplio y de gran soltura. Más flojo matando, se cubrió mucho y hubo de entrar casi siempre varias veces para tomar la estocada honda y definitiva. Suntuoso en sus trajes de torear, grave y afectuoso en el trato, fue un cumplido caballero que se recuerda en los anales de la Fiesta como el diestro cuya distinción ha causado más sensación en el público, por ser una elegancia instintiva e indefinida que nadie sabía concretamente a qué era debida, pero que marcaba indeleblemente cuantas cosas hacía Cayetano Sanz en la plaza y que, sin ser un torero apasionante, le ha señalado en el recuerdo de una manera inmarcesible. Pues, como dijo Paco Frascuelo, el hermano del gran matador: "No nubla a mi razón el cariño de mi hermano Salvador, que fue un gran matador, pero como Cayetano toreando, nadie, ni antes ni después de su muerte".Cayetano Sanz fue un clásico absoluto; es decir, el torero que menos gestos innecesarios, capotazos excesivos y trasteros grandilocuentes ha prodigado en el historia de la lidia. Su mesura y su arte llegaron casi a demostrar que la elegancia es una necesidad; sólo por esto quedó como modelo de clasicismo"

Sánchez de Neira escribe:

 "Fue en Madrid, el año de 1856, en cuya plaza Cayetano (hizo) lo que nadie, absolutamente nadie ha hecho hasta ahora, irse al toro con la muleta y el estoque, después de ordenar que todos los lidiadores, tanto de pie como a caballo, se retirasen del ruedo y ahí, solo, trastear admirablemente sin mover los talones, dando alguna vez en esta postura, sin moverse, hasta seis pases en redondo, armarse, citar y recibir, o arrancarse al volapié.........." 



El mismo Sánchez de Neira (1823-1898), en su obra El toreo. Gran diccionario Tauromáquico, editada en Madrid en 1879,  escribe:



Cayetano Sanz nació el 7 de agosto de 1821…….Luego que aprendió educación primaria con notable despejo y reflexión precoz, fue dedicado al oficio de zapatero…….Dócil y obediente al precepto de su madre (su padre falleció antes de nacer él), tomó el oficio sin entusiasmo, fríamente, como quien cumple un deber y nada más……….Su madre le daba algunos reales, que el aplicaba siempre al pago de la entrada en la plaza de toros, ya en novilladas, ya en corridas formales…….Así empezó en Sanz la afición y el amor al arte en que tantos laureles había de recoger……..Poco a poco fue apartándose de su oficio y acercándose al de torero……Era la época en que asombraba al mundo taurómaco el genio del arte, el inolvidable Francisco Montes………….Siendo así, a nadie puede extrañar que Cayetano, joven y en la edad de las pasiones, mostrase grandísimo asombro al ver a aquel ser excepcional, y se aficionase más y más al espectáculo………….Tenía dieciséis años, y desde entonces, en cuantas novilladas se celebraron en los pueblos inmediatos a Madrid, tomó parte a la aventura, sin dirección de nadie……..Sus compañeros advirtieron en él siempre una cosa rara, atendida la edad de Cayetano y el barullo que en los pueblos hay siempre en las corridas de novillos…….No era de los que echan la capa y corren con más o menos acierto y precipitación a guarecerse en las vallas, carros o refugios que al efecto hay preparados, cuando la fiera los persigue…….Al contrario, era de los que extendían el capote con ambas manos, y esperaba la acometida, dando salida fácil por derecha o izquierda, según los casos; y si el animal se revolvía cargando la suerte, según arte, dábale salida larga y quedaba él quieto y sosegado……….Donde se corrían reses bravas, allí acudía Sanz con verdadero entusiasmo………Se veía en él algo de torero, pero que le faltaba aprendizaje, que tenía necesidad de maestro y comprendiéndolo así, muchos aficionados que ya le habían visto estoquear algún novillo en 1844 le recomendaron al entendido maestro y célebre banderillero José Antonio Calderón (Capita)………Pocos discípulos aprovechan tan bien las lecciones como éste lo hizo en poco tiempo…….Conoció el maestro que Sanz serviría más para matador que para banderillero……..Había visto especialísimas cualidades en el discípulo para que llegase a ser un matador de punta, y trató de aprovecharlas……..Llegó el año de 1844……..Se anunció una corrida de toros que en Aranjuez debía celebrarse, para que en ella matase cuatro bichos el principiante Cayetano Sanz……..La buena maña, la suerte y fortuna con que toreó en aquellas corridas excede a toda ponderación. Recibió dos toros tan perfectamente, trasteó con la muleta de un modo tan admirable, y capeó con tal gracia y soltura, que los madrileños locos de contento, dijeron unánimes: “Ya tenemos lo que deseamos; a este chico no hay quien se le ponga por delante”……..Y tanto creció la fama del novel torero, que José Redondo le admitió en su cuadrilla como banderillero………..Cayetano atrasó en vez de adelantar…….pensaba más en librarse por pies que parándolos, tanto, que un notabilísimo aficionado le llamó entonces “galgo de buena traza”, y le apostrofó diciéndole: “Para y repárate”……….Al poco tiempo era Cayetano un banderillero fino, más útil e inteligente en plaza con el capote en la mano y con su colocación siempre acertada y oportuna, que con los rehiletes, en que nunca sobresalió por más que cubriera su puesto sin desdecir notablemente de sus compañeros…….Su afición, sin embargo, sus deseos y la educación torera que Capita le dio, le inclinaban a ser espada, y a esto tendían todos sus esfuerzos…….Su maestro muy a menudo le decía: “Ninguna cosa hecha deprisa puede salir bien; tú has corrido mucho y es preciso que pares; vale más dejar de hacer una suerte que ejecutarla mal; no es valiente el temerario, sino el que espera tranquilo el peligro” Y otras máximas y consejos que cambiaron completamente el modo de ser del atolondrado peón, haciendo de él un mesurado y concienzudo matador de toros……….Así lo demostró antes de tomar la alternativa en la plaza de Madrid, luciéndose muchísimo en la temporada de novillos de 1848 a 1849, en que mató cuatro y cinco toros cada tarde, la mayor parte de ellos recibiendo………Por fin tomó la categoría de espada de cartel a mediados de 1849, en que Cúchares y el Salamanquino le dieron la alternativa……Hasta los veintiocho años de edad no pudo figurar entre los matadores de toros un hombre que tanto valía, y cuyo mérito se reconocía por todos……..En 1850, y aun antes, el distinguido apoderado del célebre Montes escribió a éste acerca de las cualidades de Cayetano, elogiando su habilidad y destreza; así es que cuando aquella eminencia vino en dicho año contratada a Madrid, ya conocía de nombre al novel espada…….Mató éste los toros de puntas en las novilladas del mismo, y viéronle desde los palcos Montes y Redondo con gran complacencia, deseando tenerle a su lado en las corridas de temporada………Don Justo Hernández, inteligente empresario de la plaza de Madrid, comprendió lo mucho que ganaría Sanz toreando con aquellos dos maestros, y le ajustó de tercero. De aquí data la consolidación de la fama de Cayetano…………Acreditó ya ser un matador de primera nota, fino, elegante y de buena escuela………. En Andalucía, adonde pasó al año siguiente, gustó mucho y fue muy obsequiado por su buena dirección de la gente, su oportunidad y aplomo en los quites y lances, y más que todo esto, su manejo de muleta, en el cual, si Cayetano carece de la inventiva inagotable de León y Arjona (Cúchares) , puede pasar, como Jerónimo José Cándido en su época, por un modelo clásico en todos los usos a que corresponde este resguardo del matador de toros……….Cayetano, lejos de ser bullicioso, alegre y campechano, es modesto, formal y juicioso…………Pero cuando Cayetano acreditó ser un torero consumado fue en Madrid el año de 1856, en cuya plaza, además de dirigirla bien, respondió a dos cosas importantísimas, que algunos malquerientes propalaban……….Era una: la de que aseguraban que, si bien era hombre que puesto delante del toro esta inimitable, no mataba sin echarse fuera de la suerte; y la otra: que no tenía valor suficiente para acercarse a la cuna, si no veía al toro en condiciones de cansancio tales que no pudiera seguirle…….A unos y a otros contestó prácticamente, haciendo lo que nadie, absolutamente nadie ha hecho hasta ahora……….Irse al toro con la muleta y el estoque, después de ordenar que todos los lidiadores, tanto de a pie como de a caballo, se retirasen del ruedo, y allí, solo, en los medios o en las tablas, trastear admirablemente sin mover los talones,dando alguna vez en esta postura, y sin moverse, hasta seis pases en redondo, armarse, citar y recibir, o arrancarse al volapié sobre corto y según todas las reglas del arte……….Desde entonces, y muertos ya Montes y Redondo, quedó designado por el voto unánime de todos los inteligentes como el maestro y profesor de la buena escuela, es decir, del toreo verdad, de que pudiéramos llamar clásico…….No ha habido quien le aventaje en los lances de capa a la verónica, navarras, de tijera, y sobre todo, de frente por detrás, ni en los pases de muleta al natural y de pecho; y en cuanto a la ejecución de las suertes de matar, le son comunes todas tal cual están escritas, distinguiéndose mucho en la de recibir, que nadie, después de el Chiclanero, ha ejecutado con tanto arte, aunque la hayan hecho con más valor……..Cayetano, sin embargo, tiene, como toda persona, graves defectos, y uno de ellos, que no es el más pequeño, es el de ser tardío en ejecutar…………..Nace esto de que recuerda perfectamente que para hacer una suerte mal es mejor no hacerla, y si el toro no se coloca bien, o está muy aplomado, o se acuesta a un lado, mientras no lo coloque, le tercie a las tablas o le componga la cabeza, no se irá a él aun cuando se le eche la plaza encima……….Según el arte, tiene razón en hacer lo que hace; pero el público atribuye a miedo lo que supone incertidumbre, y si de algún modo demuestra su disgusto, Sanz, que es pundonoroso y tiene vergüenza como el que más, se lanza a la fiera con el ímpetu de su juventud, sin reparar que cuanto percances ha tenido en su carrera han sido precisamente por hacer abstracción de las reglas que tan bien practica……..Y que de defectos hablamos…….Cayetano, como Montes, tiene el de ser hombre que pocas veces mata de una sola estocada, sin que acertemos a explicarnos en qué consistía esto, porque él llega con fe y la mayor parte de las veces ahonda, tirándose o esperando por derecho…….Es hombre de buena estatura, simpático, fino en sus modales y de excelente conducta, atento siempre con sus compañeros y consecuente con todos…………Empezó algo tarde según sus deseos, y a tiempo según nuestra opinión, a ser matador de toros; pero su elevación fue rapidísima como la de pocos………Las principales ciudades de Andalucía abrieron en seguida las puertas de sus plazas de toros a Cayetano…….Sevilla, Cádiz, Jerez, El Puerto, San Roque y Algeciras fueron testimonio de sus triunfos; y en menos de tres años se vio figurando en cartel de temporada en la plaza de Madrid, primera del mundo, como primer espada director de la lidia, antepuesto a otros más antiguos………….Ha alternado en su larga carrera con Monte, el Morenillo, Cúchares, el Chiclanero, la Santera, Casas, el Cano, los Labi, Pepete, el Tato, Domínguez, los Carmona, Lucas, Gil, Gonzalo, Regatero, Ponce, Lagartijo, Currito, Frascuelo, los Machío y los Luque……. .Cayetano está hoy ágil, y lo ha demostrado toreando de capa, como él solo sabe hacerlo, en las fiestas reales de 1878, en que por antigüedad le perteneció ser el segundo de los espadas………A pesar de sus años, le sucede lo que los renombrados León y el Morenillo, que mataban toros siendo sexagenarios; bien es verdad que para esto hay que tener presente que es torero de inteligencia, y no ha fiado a los pies lo que deben hacer las manos, que al fin se cansan menos que aquéllos.”



Antonio Peña y Goñi escribe sobre al faena que le hizo Cayetano Sanz al toro Listón:

"Recuerdo y recordaré siempre la admirable muerte que dio Cayetano al primer toro de la corrida de Beneficencia verificada el jueves 2 de junio (de 1870). Era el bicho berrendo en castaño y pertenecía a la ganadería de Don Antonio Hernández; se llamaba Listón. LLegada la hora de matar, Cayetano, que encontró al bicho muy noble, lo toreó de muleta de modo pasmoso, girando sobre los talones y siempre con la mano izquierda, al natural y de pecho...........La ovación que alcanzó Cayetano es una de las más grandes que he visto en Madrid............No olvidaré nunca aquel maravilloso trasteo............"








"Don Ventura", en el número 2 de la colección "Grana y oro", titulado "La Tauromaquia en el siglo XIX", escribe:




"(Pg. 51)…..Fue el toreo artista de la era isabelina………..Aleccionado por el famoso banderillero Capita, que fue un maestro, llegó a torear con una elegancia inimitable en su tiempo, tanto manejando el capote como la muleta, y de no afligirse al entrar “por uvas” o al contender con toros que ofrecían alguna dificultad, habría sido una figura de mayor relieve………….Pero sus deficiencias en la suerte suprema (aumentadas desde que el día 2 de junio de 1856 sufrió en Madrid una cogida muy aparatosa del toro Pedroso, del duque de Veragua) no empañaron el alto prestigio adquirido como torero artista, y tanto cartel tuvo en Madrid como en provincias, incluso en Andalucía. En la capital de España, singularmente, fue elemento poco menos que indispensable durante muchos años."







Gregorio Corrochano escribe:

"El pase natural, que hoy se prodiga hasta generalizarse, nació seguramente con Cayetano Sanz, según deduzco de un relato de la época: "Era la tarde del 2 de junio de 1872; corrida de Beneficencia en Madrid. Cayetano, después de brindar, ordenó a los espadas y peones que quedaran entre barreras, y solo en la plaza, y para mayor lucimiento en los medios, sin abandonar la muleta de la mano izquierda, girando los talones de las zapatillas, pegados uno al otro los dos pies y con el cuerpo erguido y flexible, dio seis naturales y dos de pecho ideales para una soberbia estocada arrancando, de la que salió Listón, de Hernández, muerto sin puntilla"..................Cayetano Sanz toreó al natural como hoy lo entendemos, fue el precursor que luego habían de seguir Lagartijo y Frascuelo, que alternaron con él, alcanzándole en su vejez. Lagartijo recibió la alternativa de Cayetano Sanz, y Frascuelo perteneció a su cuadrilla"

Fernando Claramunt, en su Historia gráfica de la Tauromaquia, escribe:

"Cayetano Sanz y Pozas, al que llamaban Petronio de la Arganzuela, .....................nacido para ser gran señor entre los toreros..................El aristocrático pintor Madrazo lo inmortalizó en uno de los más bellos retratos de la época romántica..................El contraste entre Cayetano y su contemporáneo Pepete no puede ser más notable.....................Joven de aspecto distinguido, de elegantes y desenvueltas maneras a quien no importa participar en las novilladas y mojigangas de la plaza de Madrid. En ellas acredita su buen gusto. Mientras otros corretean y dan cabriolas frente a los embolados, Cayetano se para con ellos, lancea de capa y remata con finura ante las astas. Su primera contrata para matar toros en puntas fue en Aranjuez con reses de Veragua. El ganadero, el propio duque de Veragua, decide protegerlo después de haberle visto matar dos toros recibiendo con la máxima pureza y sabor clásico. Le recomienda seguir las lecciones del veterano banderillero José Antonio Calderón (Capita), que sin llegar a figura señera era un excelente teórico de la lidia, un purista del toreo de salón y un experto conocedor de las condiciones de los toros................A partir de 1844 actúa Cayetano Sanz como medio espada. El Chiclanero le cede con frecuencia la muerte de algunos toros. Pero Curro Cúchares le pone el veto, celoso de los toreros castellanos y en particular de Cayetano.....................Tomó la alternativa en Madrid el 12 de octubre de 1848 de manos de Julián Casas (el Salamanquino) y con Cúchares de testigo....................En 1856 los madrileños le vieron torear en redondo hasta seis pases en los medios o en las tablas después de mandar retirarse a banderilleros y picadores....................Alternaba con Pepete la trágica tarde de la muerte de éste...................Hacia 1865, en plena madurez artística, asiste al nacimiento de una nueva competencia artística: el Tato y el Gordito. El 15 de octubre confirma en Madrid la alternativa a Rafael Molina (Lagartijo)..............Acompaña, ya veterano, muy dignamente en tardes brillantes a la nueva pareja Lagartijo-Frascuelo. La edad le obliga a retirarse, no la afición ni su pundonor"

Fernando Claramunt, en su libro La mirada del toreo, escribe:

".......el madrileño Cayetano Sanz, de finos modales y aristocrático porte. Es el más cortesano y elegante de todos los toreros que hasta entonces hubo, si se exceptúa al aristócrata de sangre don Rafael Pérez de Guzmán, matador cordobés descendiente de Guzmán el Bueno. El señor Cayetano Sanz, del barrio de la Arganzuela, se ennobleció a sí mismo. Más distinguido que muchos personajes palaciegos, llevó a los ruedos prestancia y señorío inimitables..........................No tardó el nuevo torero en codearse de tú a tú con las figuras más acreditadas de su tiempo: Montes, El Chiclanero, Julián Casas y Cúchares.........................Se mantiene Cayetano en los ruedos dando clases de apostura y buenas maneras, pero no se excede en los alardes como Cúchares y Joselito Redondo, los espectaculares rivales que por entonces reñían tremendas batallas cada tarde. El toro Pedroso, de Veragua, le dio en Madrid otra cornada grave......................Cayetano evolucionó su modo de torear hacia formas más prudentes y sosegadas, sin mengua de la maestría y del buen hacer..............Son muchos años de vestir de luces, y siempre con el mismo aire señorial, reposado, de maestro que nunca descompone la figura ni el buen porte.............................¿Contrajo matrimonio con una marquesa y quedó viudo de ella y sin hijos? No he podido confirmar el dato, comunicado verbalmente por un investigador taurino.............................Es fama que en una capea que se celebraba en Villamantilla, un pueblo de la provincia de Madrid donde vivía retirado, aconsejó a los torerillos desde lugar seguro. Los jóvenes lidiadores incomodados, le llamaron anciano y le mandaron callar si no era capaz de torear mejor que ellos. A lo cual respondió Cayetano descendiendo al ruedo para dejar sin habla a las cuadrillas y a los espectadores con el mejor toreo de capa, por verónicas y navarras, que hubieran podido soñar. Dejó al astado en el lugar y estado que convenía. Recibió una inmensa ovación, la última tributada por su arte. Volvió luego a su asiento atusándose las patillas, que ahora eran muy blancas"

"Federico Madrazo, según Cossío, pintó su retrato. ¿O fue Antonio María Esquivel, el gran retratista sevillano?.......................En el óleo en tres cuartos que ahora nos congrega y preocupa, Cayetano Sanz nos mira con su característica expresión serena. La montera bien calada hasta la mitad de la frente deja ver sus negros rizos y destaca la distinción de un rostro de tez clara. Viste el diestro traje de luces verde muy oscuro, con apretados alamares de oro. El gesto, sobrio; el porte, patricio. La mano derecha con el índice extendido hacia abajo es símbolo de autoridad en lo suyo. La mano izquierda luce una sortija de plata en el anular con un brillante de buen tamaño y alto precio; se apoya en el cuerpo junto al borde inferior de la faja, color de rosa, como la pañoleta o corbata. Del antebrazo izquierdo pende el capote de paseo, de color grana y forro casi negro, con adornos oscuros en la esclavina. El fondo del cuadro alterna la oscuridad de la mitad derecha del lienzo con claridades a la espalda del torero y algo que parece ser una columna neoclásica por detrás del hombro izquierdo"

"El señor Cayetano Sanz, de ojos oscuros, nariz delgada y recta en un rostro algo anguloso, era un madrileño sosegado. Su personalidad no tenía nada en común con la del fogoso mancebo de Chiclana (se refiere a José Redondo El Chiclanero), de ojos claros, nariz y barbilla anchas, con facciones redondeadas y brillantes, que presumía de ser en todo tan redondo como su propio apellido" 



Federico Alcázar, en su libro Tauromaquia moderna, publicado en 1936, escribe sobre la verónica de Cayetano Sanz:
"


“En la Teoría del Toreo, de Amós Salvador, al hablar de la verónica toma como modelo a Cayetano Sanz, que ha sido, en opinión del ilustre aficionado, "el maestro no superado en esto por nadie-son sus palabras-, hasta el punto de que las ejecutaba mejor que las Tauromaquias recomendaban." Y la define diciendo: "Se cita al toro con el cuerpo cuadrado y cubriéndose perfectamente con la capa que se le presenta cogida con las dos manos ... Así que arranca la res se le carga la suerte marcándole un terreno que será en el primer lance el de afuera, para que en los sucesivos que se cambian de mano alternativamente quede siempre el diestro en el terreno de adentro, que es el más cercano a la valla, con los pies juntos y quietos o sacando el pie del lado del movimiento, si el toro exige una salida más abierta. Y se remata sacando por alto los dos brazos, sin echarlos atrás y como quien sube o pasa un telón por la cara del toro, volviendo a la posición primitiva y girando media vuelta sobre el talón opuesto para quedar en situación de repetir. Esta es la verdadera verónica-agrega-, suerte que sólo puede .ejecutarse dos o tres veces, pues en cada lance el toro come el terreno. Es muy extraño que Amós Salvador, que vio torear a Belmonte, no rectificara esta última opinión, haciéndolo constar en su Teoría del Toreo, obra que todavía permanecía inédita.”


El mismo Federico Alcázar, en su Tauromaquia moderna, escribe sobre el toreo de Cayetano Sanz:
 
“En arte lo esencial es la inspiración, lo secundario la técnica. Pero en el toreo, tan necesaria como la inspiración es la técnica. Hay toreros a base de técnica tan estimables como los que deben su fama al arte. Y los hay que careciendo de inspiración, de gusto, de sensibilidad, han llegado a ocupar puestos preeminentes en la historia por su valor y su capacidad torera. Cayetano Sanz, que fué un torero clásico, no tiene en la historia el mismo crédito taurómaco, por ejemplo, que Curro Cúchares, que fue un torero barroco.”


"Cayetano (Cayetano Sanz), que fue un excelentísimo torero, pero un deficiente matador, la ejecutaba con más habilidad que decisión. Tenía poca seguridad en el momento de meter el brazo; pero en la colocación y cite era de una elegancia suprema. Explicaba la suerte diciendo que, "una vez cuadrado el toro, se le cita enfilando el cuerpo y adelantando al mismo tiempo la pierna izquierda; se le empapa en los vuelos de la muleta, se embragueta un poco y se vacía, cruzando el brazo derecho sobre el izquierdo, resultando la estocada recibiendo en el momento en que el toro humille, sin perder el diestro su posición hasta dejar clavado el estoque. Hasta este momento no puede decirse en realidad que se ha consumado la suerte de recibir."


                   José Alameda, en su libro El hilo del toreo, escribe:

"Un precursor debió de tener Lagartijo, en cuanto a su muy cacareada elegancia, y parece que fue Cayetano Sanz.................Con Cayetano se empieza a hablar de la elegancia, que parece culminar en Lagartijo y tener sus derivaciones inmediatas en Antonio Fuentes y Rodolfo Gaona.................La de Cayetano es una elegancia sobria, castellana, con un matiz más costumbrista..................Tal es el precedente de la de Lagartijo, no estrictamente cordobesa, sino finamente romana...............Pero ahí está el peligro; en la plasticidad, en lo escultórico, que conduce a concebir el toreo estáticamente, a confundirlo con la estatuaria. La reducción de esta tendencia al extremo origina el posturismo, con olvido de lo que hemos calificado como la belleza transcurrente del toreo, su vivencia en el tiempo......................En fin, lo importante es retener la idea de que la elegancia, acaso para algunos sea un valor del arte, pero es un valor secundario y peligroso"

"Es frecuente que los historiadores señalen al madrileño Cayetano Sanz como el precursor del moderno toreo de capa, aunque envuelto todavía en un repertorio de suertes que más bien parecen rescoldo del toreo primitivo que distinto amanecer del arte. Pero, aún dentro de esa abigarrada comunidad, la verónica empieza ya a tomar relieve" 

"Aún quedaban patillas por la sierra", dice Gerardo Diego. Gerardo estaba fascinado por las patillas del madrileño Cayetano Sanz, toreros de modales cortesanos que nunca llevó trabuco en bandolera; eran las suyas como las del rey Alfonso XII. Cultivadas al norte del paralelo de Despeñaperros, rocortadas por peluqueros tan especializados como los artistas encargados de embellecer en Madrid los jardines de Sabatini"


Jorge Laverón, en su Historia del Toreo, escribe:



“Muertos Montes y el Chiclanero, la prensa de Madrid proclama que el entronque con el toreo clásico de aquellos grandiosos lidiadores estaba en la concepción artística de Cayetano………………Cayetano fue un torero elegantísimo con capa y muleta y algo medroso con el estoque. Siempre conservó sus facultades físicas. Fue hombre inteligente, sobrio y supo administrar sus dineros, justísimamente ganados en los ruedos de toda España y especialmente en el de Madrid, donde fue ídolo”


Carlos de Larra, más conocido como "Curro Meloja", en su libro Grandes maestros de la Tauromaquia, escribe:



Cayetano Sanz. Alto, esbelto, arrogante, juncal; bello su rostro moreno y varonil, al que dan más prestancia y más majeza los madroños sedosos de unas patillas negras, encanto del Madrid isabelino…………..Los madrileños –y más las madrileñas- abren paso a su paso y abren calle en la calle a “su” torero; porque Madrid tiene “su torero” y lo proclama con orgullo. El torero de más elegante majestad en los ruedos y de más atrayente simpatía cuando pasea el garbo de su gallarda y gentil figura por el Prado. Cayetano es la gala de los madriles, es la gracia y la gloria del pueblo y de la Corte de Doña Isabel. En la Corte nace, de cuna humilde, el 7 de agosto de 1821, y gana el pan de su adolescencia manejando la lezna y el tirapié. De pronto le acomete la afición a los toros, y un buen día, “Capita”, banderillero de fama, que, aunque tuerto, tiene vista de lince y ojo profético, le ve lancear un morucho  le anima, le aconseja y alecciona como maestro, hasta que el muchacho logra entrar en la cuadrilla del “Chiclanero”. Allí practica y disciplina su toreo, que al principio es alegre, zaragatero y movido, y después, cuando Cayetano se encuentra a sí mismo, se convierte en parado, lento, armónico y majestuoso. Y este estilo armoniza tan bien con su figura prócer, y adquiere, a través de ella, tan grandiosos aires de elegancia, que la afición traduce en entusiasmo su sorpresa, porque, en verdad, jamás había visto torear así. Su capote es aristocracia, gracia y soberanía. Su muleta despliega también bellezas mayestáticas. Cayetano, en cambio, es un mal matador, defecto capital en aquellos tiempos. Sin embargo, los públicos se lo perdonan, ante la belleza arrogante y perfecta de su toreo, y le sostienen como figura grande de la Tauromaquia durante más de veinticinco años, de los cuales dieciocho consecutivos es “matador de temporada” en Madrid, y en su plaza torea en su vida nada menos que 325 corridas……………Su cartel y su jerarquía no decaen un momento en Madrid ni en provincias. Y, en 1877, cumplidos ya sus cincuenta y seis agostos, que no han logrado agostar su arrogancia, se va de los toros y se lleva, limpia y en algo, su fama de artista y de maestro”



Robert Ryan, en su libro El toreo de capa, escribe:

"Rodolfo Gaona fue un torero de escuela, de la mejor escuela.................Cuando Ponciano Díaz, el primer espada mexicano con alternativa española, volvió de España a su patria, en su cuadrilla viajó el banderillero madrileño Saturnino Fruto Ojitos; y con éste un cocepto profundísimo de la clásica escuela del arte de torear desaparecida con Cayetano Sanz...............Ojitos sería el maestro, severísimo maestro, del joven Gaona, en cuya persona lograría su anhelo de devolver al toreo una riqueza perdida: la escuela de Cayetano quien, a su vez, también tuvo por maestro un banderillero, el gran Capita, famoso en las cuadrillas de Montes y el Chiclanero. Así, la escuela de Cayetano, las lecciones de Ojitos, se fundamentaban en Pedro Romero y en Jerónimo José Cándido, la enseñanza que éstos impartieron a Montes en la Real Escuela de Tauromaquia de Sevilla...........Y se fudamentaban en la pausa, el consejo de Cayetano de hacer las cosas sin prisa, "despacio, bien y con sujeción al arten". Aquella pausa en que se halla la elegancia, una pausa tan natural en Gaona"

"Como Cayetano toreando, nadie, decía Paco Frascuelo. Ni su hermano Salvador, ni Lagartijo. Nadie, y no sólo lo decía por el arte de Cayetano, sino en recuerdo de sus lances únicos con la capa a la espalda, aquel modo suyo derivado de la suerte al costado por detrás. Un modo que inculcó Ojitos en Gaona y que causó sensación en México con el toro Pinalito....................Aunque lo venía haciendo desde sus inicios en plazas sin mayor entidad, no fue hasta después del éxito obtenido en la plaza El Toreo en 1911, que Gaona, durante su cuarta temporada española, comenzó a torear al modo de Cayetano..............."Temía, no sé por qué, que esa suerte no gustara a los públicos exigentes"................Mas no tuvo razón en haberse retraído Gaona; su capa estaba destinada a restaurar olvidados vuelos al arte. Tan olvidados que la crítica madrileña acabó bautizando con el nombre de gaonera el lance de Cayetano Sanz, el más grande torero que ha dado la capital de España"

"El clásico quite de Cayetano Sanz, tal y como lo aprendió Gaona de Ojitos, era un conjunto de cuatro suertes diferentes: la primera, un medio farol para echar la capa a la espalda..............; la segunda, la suerte de Illo, de frente por detrás; la tercera, a la manera ahora denominada gaonera, pasando el toro ante el pecho; la cuarta, un recorte al molinete, llevando la capa recogida a una mano"

Al retirarse Cara Ancha se dijo que con él se iba el último resto de aquel toreo fino, serio y reposado, que tanto enaltecieron Cayetano Sanz y Manuel Domínguez...........El gran Cayetano, maestro indiscutible del clásico toreo de capa, probablemente fuera el espejo de Cara Ancha, quien admiró su natural elegancia y llego a alternar con él durante tres temporadas"

Robert Ryan, en su libro El Tercio de Muerte, escribe:

 "Con Cayetano Sanz, en su Madrid, se introduce en el tercio de muerte el ideal de la faena cumbre, ya no el trasteo brevísimo,austero, ya no el adorno despreocupado y rebelde, sino un momento de soledad ahondado en una calidad de embestida. Es al reseñar las grandes faenas de Cayetano que se comienza a inmortalizar el nombre de ciertos toros en honor a su nobleza, ya no únicamente por su poder o la condición de duro o asesino............................Al torear en redondo, Cayetano Sanz creaba un toreo propio de la muleta. Un toreo que guía al toro sobre la huella de su propia embestida cuya trayectoria se repite y se repite, cada pase en relación directa, como continuación, con el anterior, cada pase que anticipa la dimensión del siguiente........................Fue Cayetano Sanz quien acentuó la faena decimonónica precisamente por su arte en ligar los pases, el natural en redondo y el natural con el de pecho, creando de los pases un conjunto; y del conjunto un cuadro plástico a la vez que sinfónico. Porque fue Cayetano el primero en dar al toreo de muleta un sentido musical, el primero en componer el trasteo, en crear una armonía basada en la escala expresiva de los pases, con comprensión de cada suerte como una nota emocional. Alrededor de Cayetano Sanz, alrededor de su cintura, la embestida del toro entra en la línea curva, esboza el círculo, del toreo moderno.........................el propio señor Cayetano, cuyo toreo de muleta, sin parangón en su siglo, anticipó el del siguiente.........................Si por Cúchares quedó enriquecido el repertorio de suertes de muleta, de Cayetano Sanz llegó a otro ideal de la faena decimonónica; un ideal engrandecido que dio volumen a la muleta misma, a más pases más tela........................Cayetano Sanz liga seis naturales en redondo en la plaza de Madrid y causa asombro"


En el libro Adiós, Madrid, de Andrés de Miguel y José Ramón Márquez, encuentro el siguiente comentario:

"De la Plaza Mayor salimos hacia la calle de Toledo por el lugar donde en el siglo XVIII ponian los corrales para los festejos, pues entonces se traía a los toros desde el matadero situado al lado del río y los subían por dicha calle. Quizá por ello resalta José Sánchez de Neira que la calle de Toledo y sus alrededores eran la cuna de la mayoría de los toreros madrileños. Efectivamente, en la calle del Bastero, perpendicular a la de Toledo, nacería el que se considera primer diestro de importancia de la capital: Cayetano Sanz, elegante de figura y diestro con capote y muleta. Fue el precursor del "¡dejarme solo!", al salir a los medios a matar los toros sin rodearse de su cuadrilla. Así lo cuentan las crónicas de la época: "ya mayor, en 1875, mandó llevar el toro al centro del ruedo, gritó ¡Todos al callejón! y dio nueve pases naturales, girando sobre los talones y sin variar el terreno, rematando aquella inmensa faena con un soberbio volapié hasta la mano". Fiel al cosmopolitismo madrileño, fue el primer torero español que toreó en Francia, en las fiestas organizadas en Bayona en 1854 con motivo de la boda de Napoleón III con Eugenia de Montijo"


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