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NOTA INFORMATIVA:

CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE LA MUERTE DE JOSELITO EL GALLO, HE PUBLICADO UN LIBRO EN EL QUE SE RECOGEN TODAS SUS ACTUACIONES EN LA PLAZA VIEJA DE MADRID, VISTAS POR LA PRENSA.

PODÉIS ENCONTRAR MÁS INFORMACIÓN DEL MISMO, ASÍ COMO ADQUIRIRLO, EN EL SIGUIENTE LINK : https://joselitoenmadrid.com/


Este Blog nace como un homenaje a todos aquellos que, a lo largo de la Historia del Toreo, arriesgaron y en muchos casos entregaron sus vidas, tratando de dominar a la Fiera.

jueves, 15 de noviembre de 2018

BELMONTE VISTO POR ESCRITORES Y POETAS





POETAS

Juan Belmonte y un toro,
la luna, en su balcón, de presidenta..........

Anónimo. Refiriéndose a sus escapadas nocturnas a Tablada

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Hay entre los fulgores de tus ojos de moro
algo como un conjuro de maga hechicería,
que hace triunfar a este rey de la torería,
desmedrado y endeble bajo su traje de oro.

El capote de brega parece entre sus manos
roja llama de hoguera, que en su luz encarnada
mantuviera arrogante la leyenda dorada
de una raza valiente de diestros sevillanos.

¡Almas de Lagartijo, Frascuelo y Espartero
encarnáis en el cuerpo del pequeño torero,
aun niño y ya maestro que de saber se engríe.

Y el público le ofrenda grandiosas ovaciones,
las mujeres le entregan sus locos corazones,
mientras la fiera muere y el mozalbete ríe......."


Manuel Alfonso Acuña

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"Ese capote que implora 
la bendición de la muerte
y la convoca en la suerte
queriendo ensanchar su hora,
da una tentación agónica
con la mortal atadura
que mantiene la cintura
presa en su media verónica.
Y en la verónica entera,
determinada en su centro
hacia la muerte por dentro
y hacia la gloria por fuera.
Con su juicio sumario,
la leyenda así lo quiere
y lo convierte a diario
en capote literario
que muere porque no muere.

José Alameda (Carlos Fernández-Valdemoro). "El capote de Belmonte"

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Abril te trajo a la vida
y Abril te llevó a la muerte,
pólvora y sombra tu suerte,
ceniza tu despedida.
Mas nos queda la embestida
de tu arte y tu silueta,
tu memoria enorme y quieta
frente al toro que te añora
y eso sol tibio que aún dora
la magia de tu muleta.

Jorge de Arco. "Décima para Juan Belmonte"


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Rompió moldes, distancias y conceptos
con su nueva y profunda torería,
mostrando la verdad que sonreía
tras la entrega y la fe de sus preceptos.

La quietud fue la ley de sus proyectos:
la razón que a la estética servía
para darle a la Fiesta la valía
que trazaran los nuevos arquitectos.

Rafael, gran Califa cordobés,
no pudiendo aceptar lo que veía: 
su razón y maneras del reves,

fue el que en un vaticinio miserere
sentenció con mordaz filosofía: 
"Aquel que quiera verle, que aligere".

Dimas Beltrán (Juan Manuel Díaz Baena). "Soneto a Juan Belmonte"

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¡Cómo pudo, cómo pudo
con un torero tan grande
un torillo tan menudo!

Los pitones van torcidos,
el plomo marcha derecho;
aquellos te hirieron tanto,
éste, una vez, y estás muerto.


¡Cómo pudo, cómo pudo
con un torero tan grande
un torillo tan menudo!

En el silencio del cuarto
-soledad del redondel-,
tú y un torito de plomo
pequeño, que ni se ve;
y una arrancada de pólvora,
una cornada en tu sién,
y tu muerte en la pasmada
soledad del redondel.
Un hilo manso de sangre,
sin posible enfermería,
poco a poco se cuajaba,
roja escarcha en tu mejilla.


¡Cómo pudo, cómo pudo
con un torero tan grande
un torillo tan menudo!

O es que, cuando aquel torillo
de lumbre te dejó frío,
ya estabas tu empitonado
por el toro del hastío.....?
Qué corrida de amargura
bajo tu frente abatida;
qué toros de sinsabor
en la plaza de la vida,
qué toros de sinsabor
andaban dando cornadas
dentro de tu corazón.....?

¿Acaso quisiste huirle
-qué tremenda única vez-
a ese toro, con frecuencia 
marrajo, de la vejez?

¿Fue que volviste la espalda
-qué única vez con razón-
al eral, florido, tierno
y astifino del amor?

¿Fue que le tuviste miedo
-qué única vez de agonía-
al toro manso, más manso,
al de la melancolía?

¿O más bien, que no quisiste,
porque no, torear más
al reservón, negro y largo
toro de la soledad.....?

Si no pudieron contigo
los toros de furia brava
que matan a pitón limpio;

si no pudieron contigo
-si es verdad que no pudieron-
estos toros que te digo,
los del amor, la vejez,
la soledad y el hastío....,
¿cómo pudo, por qué pudo
con un torero tan grande
un torillo tan menudo?

Los pitones van torcidos
y el plomo marcha derecho;
aquéllos te hirieron tanto....;
éste, una vez, y estás muerto.

Y en el aire, la pregunta
está vestida de negro,
arañándose la duda:

¿Cómo pudo, por qué pudo
con un torero tan grande
un torillo tan menudo?

Manuel Benítez Carrasco. A la muerte de Juan Belmonte



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La tarde que mataron
al Espartero,
Belmonte, que era un niño,
se quedó quieto.

Tan quieto, que el torero
que en él había,
cuando veía un toro
no se movía.

                                                   José Bergamín. De "La claridad del toreo"

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"Casi sin despegar los brazos del cuerpo
y solo abriendo, con estilo y firmeza,
las articulaciones de codos y muñecas,
pasarse al toro acortando espacio
y alargando el tiempo, 
poniendo, histriónicamente,
el cuerpo desmayado-suelto-tenue-
lánguido-desfalleciente-ingrávido-
cuando en verdad, por dentro,
hierve la lava de pasión taurina.

Juan Guillermo Carpio Muñoz. "Teorema de Belmonte"

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"Se despide ya el sol, calló la música.
La fiesta terminó,
                   con el capote
de paseo plegado sobre el brazo, 
definitivamente y por mis propios 
pasos salgo del ruedo en paz con la tarde,
que tinta en sangre,
                                  se vence hacia el ocaso.

Carlos Clementson. "Gómez Cardeña"

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Tu sueño estremecieron mayorales

lunas serenas y dormidos ríos;

negros toros astados, tristes, fríos,

rumor de vientos y hondas pastorales.



Tu capote acunó voces corales

de ángeles desvelados, dulces críos

que dieron al desmayo suaves bríos,

de verónicas densas y augurales.



Tu sueño de dehesa y de cortijo

nació en oros de feria y luz herida

por plazas en que fuiste el horizonte.



Y tu gloria torera tuvo un hijo

que prolongó tu fama estremecida

de tu nombre laureado: Juan Belmonte.





                                                       Marcelino Concostrina. "Juan Belmonte"

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Tu infancia fue quincalla y alfarero
De ensueños en el barrio de Triana
De querer torear de chavalillo
Para ser becerrista en cualquier plaza
De soñar toreando a las estrellas
Por la noche en las Dehesas de Tablada
De echar raíces y casta de torero
Como nace el romero de su mata.

Faraón del toreo, inmensa gloria.
Encontraste en el toro tu fortuna
Rompiste moldes al quedarte quieto
Templando la embestida con dulzura
Mandando al toro y parando,
Con el arte,
De ser torero ya desde la cuna.

Y llegaste al toreo “pa” cambiarlo
Para llenarlo de temple y de infinito
Para inundarlo de giros transparentes
Para quitarle el puesto a Joselito
Para pegar tu “media belmontina”
De escultura de piedra de granito.

Mariposa de luces en el ruedo
Se arranca el toro bravo a tu figura.
Esplendor de arrogancia es tu capote
Llama ardiente ciñendo tu cintura
Como un ballet de sueños con el aire
Como el baile de un loco con la luna.

Gritos atormentados del tendido
Al abrazarte tan cerca con la muerte.
¡El mismo sol te aclama enfurecido!
Te jugaste el destino con la suerte.
Cambiaste los terrenos con el toro
Cairel fue tu toreo. Plata y oro.

Escribiste la historia del toreo
Poniendo el sentimiento del artista
Estremeciste rompiendo las distancias
Tu muleta fue pincel y poesía.
¡Eterno bronce de estatua de Triana!
Capote de marisma y fantasía.

El toreo era tosco y sin justeza
Tú pusiste tragedia y temple quieto.
Tu capote se abrió en La Maestranza
Y floreció de rosas el albero.
Jamás hubo en el mundo ni en Triana
Artista más genial ni más torero.

Ungiste con el “pasmo” tu toreo
Blanco y plata de angustia, enardecido.
De riscos secos, de cielos despejados.
¡Quedó el Guadalquivir enmudecido!
Muletazos de brazos descolgados
En un ruedo de claveles encendidos.

Te ganó la partida Joselito
Cuando con “Bailaor” se fue para los cielos
Y viviste tu vida con los celos
De torear de nuevo otra vez juntos
Y para ver cumplidos tus anhelos
Te fuiste por tu cuenta de este mundo.

No quisiste ser vulgar, al irte solo
Con la puesta de sol de tus pesares
En tu “Gómez Cardeña” aquella tarde.
Lejanías de luto y olivares,
Con presagios de rotos alamares
Y los toros llorando en los corrales.

Las pupilas nubladas por el llanto
El corazón hundido en negro pozo.
A tu Triana herida te llevaste
No dijiste ni adiós cuando marchaste
Tu alma toreando nos dejaste
Y a Sevilla sumida en un sollozo.


                                            
                      Juan de la Cerda y de la Serna. A Juan Belmonte

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La luna, el campo, el río
y un muchacho que lo cruza a nado,
...............................
...............................
Y solo, sin testigos de entusiasmo,
bajo palcos de estrellas,
presidenta la luna, absorto en pasmo
torea Juan Belmonte,
............................
............................

                            Gerardo Diego. A Juan Belmonte. Boceto para una oda


"La arrebolada en sus rubores luna 
se asoma, presidenta, en su baranda.
Un toro y Juan Belmonte."

Gerardo Diego


Ya retumba y resuena
la hueca palma y el vivaz jaleo,
cuando de pronto surge el centelleo
de un dios chaval pisando la arena...
Allá va el robinsón de las Españas,
raptor de ninfas, vengador de Europas,
sin más armas ni ropas
que un leve hatillo, incólume del río.


                                                       Gerardo Diego


Yo canto al varón pleno
Al triunfador del mundo y de sí mismo
Que al borde -un día y otro- del abismo
Supo asomarse impávido y sereno.
Canto sus cicatrices
Y el rubricar del caracol centauro
Humillando a rejones las cervices
De la hidra del Tauro.
Canto la madurez acrisolada
Del fundador del hierro y del cortijo.
Canto un nombre, una gloria y una espada
Y la heredad de un hijo.
Yo canto a Juan Belmonte y sus corceles
Galopando con toros andaluces
Hacia los olivares, quietos, fieles,
Y -plata de las tardes de laureles-
Canto un traje -bucólico- de luces.

                                           Gerardo Diego. Fragmeno de la "Oda a Belmonte"


Y en un instante elástico y heroico
rompe sus eslabones de ludibrio,
y en un pasmo de arrojo y equilibrio
coagula, calma, amansa al paranoico.

                                    Gerardo Diego


Ten compasión, Señor, de tanta gloria
y tanta muerte y tan rebelde nudo.
Era un hombre no más, solo y desnudo,
esclavo encadenado a su memoria.

Cuánto pesa la púrpura irrisoria,
cómo abruma al ungido, al que ser pudo
dueño de tanto azar y cayó, rudo
gladiador contra el bloque de su historia.

Cuántas veces luchando en la faena
buscaba aire y era nazarena
fe, fe viva y causal lo que pedía.

Todo el ruedo se ha abierto en horizonte.
Y cómo lanceaba y qué armonía.
Apiádate, Señor de Juan Belmonte

                          Gerardo Diego. "Oración por Juan Belmonte". Del libro "La suerte o la muerte"



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Supo torcer el curso de los ríos,
someter a otras leyes a la naturaleza,
decirle al viento: “Tú de aquí no pasas”.
Y del choque surgían
en la punta del asta una flor roja,
tiras de ropa blanca como plumas de ángel,
hilos de sangre, de saliva, de oro,
la zapatilla acaso (un ave negra).

Un periódico abierto baila en la mecedora;
pasa la brisa hojas de aspidistra;
suena y suena el teléfono;
callan a plomo los olivos;
una jaca ensillada espera en vano.

El suelo falta a quien pisaba firme.
Allá abajo los ruedos son volcanes extintos.

Ahogó el disparo el agua que subía.


                                         Aquilino Duque. "Epitafio a Juan Belmonte

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-y tengo miedo porque el toro sabe
que no sé torear, que si toreo
es porque no queda otra salida.
Quiero que el espectáculo se acabe
y, sin embargo, todo mi deseo
es que nunca se acabe la corrida.

                                   José María Fernández Nieto

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Ninguna sangre torera

Por las venas le corría, 

Pobre jorobado triste,

Torerillo de marismas.


Se cruzó, templó y mando; 

Jugó la muerte a la vida,

Ahora es pasmo y es orgullo, 

De toda la torería.



                            Pedro Garfías.


Andar tirando de la vida tanto,
cruzándose con ella,
templándola, mandándola,
viendo pasar los cuernos siempre cerca.
Y el vacío que dejan los amigos, cuando dejan,
y el acordado toro de la pelaje negra,
y la gloria que va desvaneciéndose,
y la mocita fresca y el caballo nervioso,
y las piernas inútiles, y no los veinte,
sino setenta.

A ver pronto, el estoque enmohecido,

la cansada muleta,
prepárame José el toro de la muerte,
que voy a hacerle mi mejor faena.

Pedro Garfías

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Azul para un gran sol de primavera
que dora el coso y brilla en el albero.....,
la escultura brillante del torero
y la negra embestida de la fiera.

La plaza es una ardiente borrachera
de pasión....El capote volandero
prende al cuerpo del toro por entero
en la escueta verónica trianera.

Los machos apretados, el semblante
en prognatismo agudo....., cara gacha,
paso adelante por cargar la suerte......

Todo el morlaco cruje en el desplante,
el capote es un látigo y un hacha
y el torero se burla de la muerte.

Manuel Garrido Chamorro. "La verónica belmontina"

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Está en su sitio el astado
y en su sitio el espanto
y, más arriba del llanto,
está el torero plantado.
El aire se echa de lado
muerto de delgado y terso.
¡A poco alcanza mi verso
cuando Juan se queda quieto
y a través de su esqueleto
se estremece el universo!

Rafael Guillén. "Torero plantado"

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Me acuerdo de aquella vez
que asomé  a un taurino ruedo,
no acierto si fué en Toledo,
en Segovia o Aranjuez.
Era una plaza encalada
que el sol de agosto encendía,
olla inmensa donde hervía
la multitud apiñada.
Bajo la enseña española,
y en prenda de privilegio,
guardaban el palco regio
dos leones de escayola.
Sonó un clarín y un redoble,
y se quebró la bullanga
al tiempo que una charanga
destrozaba un pasodoble.
Salieron al redondel
por un negro callejón
los fantoches de oropel
y los pencos de cartón.
Tronó un aplauso capaz
de resquebrajar un monte,
y un ciudadano  locuaz
me dijo: "¡Aquél es Belmonte!"
Torcido, la faz terrosa,
sobre la barrera grana,
no era un hombre, era un cosa
de esas que pinta Solana.
Y se transformó el torero,
luego, en la mortal porfía,
vibrante, empinado y fiero,
mientras la Muerte moría.


 Ángel Lázaro. "Tarde de toros".

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Del hambre a la cornada, se diría
que solo hay la distancia de un toreo
en que el triunfo es el hijo del deseo
y el fallo una cuestión de valentía.

Y del valor a la sabiduría 
un puente, el de Triana y un paseo
entre toros que rifan a voleo
el premio de la muerte y su agonía.

Adivinar que el temple es la manera
de frenar la embestida de una fiera
convirtiendo la lidia en filigrana,

y salir con limpieza de la suerte
burlándole los cuernos a la muerte
como hizo Juan Belmonte, el de Triana.

Luis López Anglada. "Primera noticia de Juan Belmonte"

Pasmado por el portento
quedó el toro en su derrote
en el vuelo del capote 
más majestuoso y más lento.
Pasma el choque violento
del cuerno con la esclavina,
y resuelto en serpentina
se lo arrolla a la cintura
para inventar la figura
de la media belmontina.

Luis López Anglada. "Media belmontina"


No hirió un toro la carne acostumbrada
al dolor viejo y a la vieja pena,
ni se extendió la sangre por la arena; 
dicen que fue más honda la cornada.

Dicen que en forma de desdén, de nada,
de un se acabó sin más fue la faena.
Un toro de desprecio que huye y llena
de soledad la plaza abandonada.

Dicen que nada pudo la valía
de Miuras y Veraguas; que la fría
verdad de un mármol coronó la suerte.

Y todo se acabó, pero ¿qué lloro?
¡Malhaya, Juan, el mayoral del toro
que sin pena ni gloria da la muerte!

Luis López Anglada. "Soneto a la muerte de un torero"


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I

Hoy torea Juan Belmonte
en la plaza de Sevilla.

Por la ciudad, ya no caben
los pueblos de la provincia.

¡Plazuela del Altozano!
Señá S'antana te envidia,
que en su "Velá" no relucen
con más brillo las mocitas.

Martinetes de "Cagancho"
por las tabernas trasminan.
¡Ay "Soleá de Triana"
con las perlas de tus rimas!.

¡Carmela, llégate al monte,
y empeñame la sortija!.

II

Ya suenan los cascabeles
del coche de la cuadrilla.
Los cuatro banderilleros
plateaban la berlina.

Llenos de arena y de sangre
los picadores volvían.

¿Y Belmonte? ¿Dónde viene
la flor de la torería?

¡Viene en brazos por el puente
llorando a lágrimas vivas!.

Y en su trono popular,
Belmonte resplandecía.

En el fondo, la Giralda
representaba a Sevilla.

III

¡Está bebiendo los vientos
por Belmonte una chiquilla!

Desde el barandal del puente,
lo persigue con la vista
y en aquél portaretratos
bamba de su gargantilla,
está meciendo a Belmonte
el corazón de la niña.

Por el río va una barca
cantando la seguidilla:

¡Ni Reverte, ni El Guerra,
ni El Espartero!.
¡Belmonte es el más grande
   de los toreros!.

                                               Manuel Martínez de León. "Hoy torea Juan Belmonte"
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Por la Corta de Tablada,
los guardias jurados corren
acosando maletillas
que de las lunas se esconden,
mientras se cubre de astas
el redondel de la noche.
-El Presentimiento anuncia
que va a llegar Juan Belmonte.

                                         Francisco Montero Galvache

La Hermandad de San Bernardo,
por julio del año doce,
lo encartela entre varales,
y la de la O lo coge
a hombros y se lo lleva
a Triana entre clamores.

                                                Francisco Montero Galvache

 Las cumbres pasan a simas.
A honda seda los capotes.
Naturales y de pecho,
viéndole se sobrecogen.
Y sube a himno la gracia
de los viejos pasodobles.
-La fiesta dice, rindiéndose,
¡que ha llegado Juan Belmonte!

                                                                  Francisco Montero Galvache

.....Y se hizo monumento,
mito, verdad, mármol, bronce,
espiga, tragedia, nardo,
pueblo, alamar, oro, roble,
mentón de Austria torero,
locura de sol y el olé.
Y el toreo, por guitarras,
quiero decir por bordones,
o por ayes infinitos,
o por asombros enormes, 
o por terrenos del toro,
se llamó, bajo su nombre:
¡Juan Terremoto, Juan Pasmo,
Juan Augusto, Juan Belmonte.


Francisco Montero Galvache.


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Si las cuatro puntalitos 
que sostienen a Triana,
son la O y los Remedios
y San Jacinto y Santa Ana,
los cuatro que allí sostienen
al Arte de Torear:
so El Paro, El Temple, El Mando
y la suerte de Ligar.

Antonio Murciano. "Copla de los puntalitos de Triana" 
(Para el trianero mayor de la torería)


"Verónica a manos altas.....
Yo, como columna jónica:
-me preguntaréis ¿qué exaltas?-
mi capa que sube y sube
y de pronto, y con presura,
la bajo y como una nube
me la enrollo a la cintura
y al firmar mi propia crónica
mi pie adelante clausura
pura, mi media verónica.
(Va mi rodilla y clausura, 
pura la media verónica).

Antonio Murciano. "La verónica y las medias belmontinas"

               Por ti, Belmonte, primero,
mi brindis y mi añoranza
en esta Real Maestranza
sin toro, sobre el albero.
Va por ti, ciclón trianero,
por ti y tu muleta rancia,
por tu mando y tu distancia
y porque abriste una era,
con lleno hasta la bandera
te aplaude y llora mi infancia.

Antonio Murciano. "Poeta en la Maestranza"

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Para coger un pan sobre el morrillo
Dando pecho y axila a los pitones,
Juan, anónimo Juan, Juan Torerillo
No recibiste clásicas lecciones.

Para llevar a casa veinte duros
Entre la chifla de inhumano coro
Bebiste golpes, aspiraste apuros
Y al aire al suelo al aire y siempre al toro.

Del miedo, que es ingénito en el hombre,
Nació el valor, congénito en el hambre;
Así en la tauromaquia, Juan Sin Nombre
Fue antítesis del gran José Raigambre.

José, nieto de Venus y Vulcano
Fue un semidiós con la esbeltez de Apolo
(Frecuencia tuvo aquel Teseo hispano
En liquidar seis Minotauros, solo).


Mas Juan, el pobre Juan de carne y hueso,
El más mortal de todos los mortales
Opuso a sal valor, arrojo al seso
Y molinetes contra naturales.

Tres siglos en la historia del toreo
Se derrumbaron ante dos colosos:
Del morisco e hispánico alanceo
Hasta el futuro en los taurino cosos.

Y Joselito muestra al horizonte
Toda una enciclopedia en su percal.
Y remata sus lances Juan Belmonte
Con su media verónica renal...

La Muerte se disfraza de capricho,
Y en la más increíble paradoja
Subsiste quien vivió a merced del bicho
Y muere quien ¡no hay toro que lo coja!...


Quedan atrás los años de la infancia:
Sevilla y su noctámbula capea...
Como un Jasón, Juan, en su rica estancia
Mira en la tauromaquia una Medea.

Porque si en su niñez fue Juan Sin Suerte
Y fue en su adolescencia Juan Sin Pan,
Hoy, ya casi un anciano, es Juan Sin Muerte
Porque la Muerte tuvo miedo a Juan.

Y quien burló a la muerte en tantos ruedos,
Mil veces sentenciado por suicida,
Sólo cuando lo quiso, y con sus dedos
Mató su muerte y se quitó la vida...


A Juan, que no toreó por soleares,
Muerto, no he de llorarlo en seguiriyas.
Sean por martinetes mis cantares,
Cante de yunque y fragua y herrerías:

Cristo de la Expiración
Cachorro de los trianeros,
Bríndale tu absolución
Al mejor de los toreros
Cachorro, si en Viernes Santo
Te faltara un penitente,
Asóciate a nuestro llanto
Que es Juan Belmonte el ausente...


                                          Nicomedes Santa Cruz

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Recién salido al ruedo, el toro ruge,
y en el tendido el público alborota;
el Arte en el ambiente, vago,flota,
y muestra el animal bárbaro empuje.

Un mozo contrahecho y vacilante,
marcha rápido en busca de la fiera;
se encuentran, y el  capote es la bandera
que pregona aquel triunfo de un instante.

Vuelve el toro hacia el hombre en lucha hermosa,
y éste, firme, derecho, esbelto, airoso,
espera al animal y le embelesa,

en la media verónica asombrosa.
¡Parece hundirse de entusiasmo el coso,
y la frente del mozo el Arte besa!


José Silva y Aramburu

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 "Un torero de otra suerte/ a saludarte viene Juan Belmonte./ -No pude estar a tiempo para verte,/ pero tengo tu hambre de horizonte/ y tu misma querencia por la muerte./ En nuestra alma pastan los bisontes"

                                                                         Juan José Téllez.

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Ahógase la infernal algarabía
en el silencio. Respirar se siente
cuando avanza Belmonte sonriente
hacia la astada res que desafía.

Un gesto retador con gallardía,

un arranque brutal, seguidamente,
y una cornada al corazón valiente
que el capotillo mágico desvía.

El animal, cuyo bramido espanta,

redobla sus ataques con fiereza;
impasible el torero les aguanta

burlándoles con gracia y ligereza,

y el Sol, que paró a ver majeza tanta,
funde al diestro y al toro en una pieza.


José Ramón Vallejo. "Belmonte torea"

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Es el toro más negro, es el postrero,
es el último toro de la vida,
la extrema cicatriz, la última herida,
el desgarrón más hondo y carnicero.
Busca la luz por un desfiladero,
busca la luz, pero es el horizonte
un cuajarón de sangre. Abril. El monte
revienta de gamones, blanco y pleno.
Resuena un eco rauco como un trueno
en la tarde sin luz de Juan Belmonte.

Juan José Vélez Otero. "La última lidia"

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"Pálido, con los ojos desencajados,
el mentón agresivo, la boca hundida,
en los brazos de seda y oro bordados
la roja y amarilla capa extendida,

y los pies en la tierra, como arraigados,
aguarda de la fiera la acometida.....
¡Callan los corazones amedrentados,
y hasta en los propios labios la voz se olvida!

Cuando la peligrosa suerte promedia,
y la blanca pechera desgarra el toro
y él se yergue arrogante como una palma,

todo el clásico espanto de la tragedia
en su cuerpo se viste de seda y oro....,
¡y el pavor de la muerte nos hiela el alma!

Francisco Villaespesa. "Una verónica de Belmonte"

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EL PROPIO JUAN BELMONTE


"El toreo que se hacía en Triana no era el que se veía normalmente, sino algo imaginario, que debía de haberse transmitido, quizá por tradición, del de Ronda, porque era pausado, lento y sin adornos. De este toreo y del otro se hablaba en la tiendecilla que mi padre tenía en el mercado. Como representante del mismo  se señalaba a Montes, al que nunca vi, porque la entrada más barata en la Real Maestranza costaba una peseta. Yo me arrimaba a la tertulia y de cuanto oía sacaba mis conclusiones y empezaba por hacer yo solo mi toreo ante el espejo. Frente a él, daba mis lances y luego lo repetía ante mis hermanos, puesto que siempre tenía a alguno en edad de embestir; Manolo fue, entre aquellos, el que tuvo que aguantarme más. Por las calles de Triana toreaban los chiquillos. Yo tenía mi sitio en el Altozano."

Juan Belmonte, en ABC de Sevilla del 13 de Abril de 1958

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"Claro que no se puede formar toreros por lecciones, sobre todo diestros con personalidad propia, que es lo que tiene valor en el arte.....Pero para lo que sí podía servir la Escuela (se refiere a la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, creada por Fernando VII) era para habituar al colegial a "andar entre los toros" [....] Luego, si van a las plazas, cada uno tiene su personalidad; unos tienen valor y otros no; unos llegan a ser toreros y otros se quedan en el camino; pero todos ven la embestida  y al verla, pueden dirigirla con el capote y la muleta. Y una embestida bien dirigida tiene menos peligro. Esto era lo que se pretendía con la Escuela: evitar cogidas, por lo que no me parece tan descabellada la idea."

Juan Belmonte, en el prólogo para un libro de Natalio Rivas

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"Para mí, lo más importante en la lidia es el acento personal que en ella pone el lidiador. Es decir, el estilo. El estilo es también el torero. Se torea como se es. Esto es lo importante: que la íntima emoción traspase el juego de la lidia; que al toreo, cuando termina la faena, se le salten las lágrimas o tenga esa sonrisa de beatitud, de plenitud espiritual que el hombre siente cada vez que el ejercicio de su arte, el suyo peculiar, por íntimo y humilde que sea, le hace sentir el aletazo de la divinidad"
                                                                                                                                                                      
                    "Para torear olvídate que tienes cuerpo"                                     


                 "El toreo es una actividad del espíritu"                                


"Alli donde no hay poesía, no hay toreo"


"Torear es hacer todo lo contrario que quiere el toro"


"A partir de mí, el toreo será una cuestión de estilo"

"Domina el toro, y toda la plaza es de él; domina el torero, y todo el ruedo es de éste."

"A mí nunca me han dado miedo los cuernos, sino la mirada fija del toro en la plaza"


        "Al contemplar aquel toreo "de piernas" imperante en los tiempos en que yo empecé a vestirme de luces, no se me ocurrió suponer que siempre se hubiera toreado de este modo; al contrario: quedé convencido de que aquello no podía representar sino un "bache" en el correcto ver del toreo"
                                                                                                                                                                                
"Puede decir, sin jactancia............que toreé despacio y limpio a toros fuertes y rápidos. Cuando el acierto y la inspiración fueron mis acompañantes, el lento andar del engaño que mis manos movían, regulaba la velocidad del toro"
                                                                                                                              
"Al toro se le ofrece la golosina de modo que crea que la tiene ya a su alcance y no logre cogerla. Lo que hago yo es mantenérsela a una distancia siempre igual, invariable, desde del derrote a la salida......Por lo demás, el engaño al toro hay que ofrecérselo con todo, hasta con la misma cara. Y para llevarle toreado, como esto no es ninguna cosa mecánica, sino una pura relación entre el toro que embiste y el torero que se libra de él con naturalidad, lo primero que se hace preciso es no perder esa mira. De modo que mi visión en esto de torear se condensa en una sola frase: temple. [...] Torear es templar, es llevar al toro pendiente del engaño, no quitárselo nunca de la cara mientras siga el impulso.

                              
"Toreé en Madrid por segunda vez, y fue aquélla mi verdadera consagración..........Cuando dieron suelta a mi toro..........., le di cinco verónicas lentas, suaves, acaso las mejores que haya dado en mi vida. No me moví............Fue aquella una de las tardes triunfales de mi vida torera. "¡Cinco verónicas sin enmendarse!" decían los técnicos llevándose las manos a la cabeza"


“Para parar “templando”, se necesita invadir los terrenos del toro y mandar sobre él, haciéndolo pasar por donde el torero quiere”

“Todos los toros pasan, y por consiguiente, son susceptibles de ser toreados; sólo queda atinar con el terreno y el sitio apropiado para obligarlo a pasar, aportando, claro está, gran dosis de valor”

 
                                                                                                                             “Yo era una creación mítica de mis paisanos……..Yo era lo que ellos querían; bueno o malo, valiente o cobarde, feo o guapo…………Se hizo de mí una figura patética en la que cada cual veía el atributo de su propio patetismo……….Cada cual veía en mi triunfo milagroso la posibilidad del suyo……….Había luego a favor mío la conmiseración que se tiene hacia el hombre que va a perecer”

                                                                                     
"Los momentos más felices de mi vida han sido aquellos en los que un toro me ha dejado torearlo a mi gusto. El recuerdo que tengo de estos instantes no lo cambiaría por todo el oro de la tierra."

      "Torear es llevar la contraria al toro, obligarle....a lo que el no quiere. Si es huido a que doble; si es tardo, a que embista; si se resiste a pasar, a que pase; si se cuela a que acometa derecho; si derrota alto, a que humille; si se revuelve pronto, a que vaya lejos; si acomete recto hacia el torero porque este "se cruzó" con él, a que quiebre la derechura del viaje; y si embiste fuerte y rápido, a que pase suave y lento"

     "Hay que aguantar así a los toros, porque se les puede aguantar como yo les aguanto y les dejo llegar al engaño. Con valor suficiente para embeberlos, se les manda luego y se dispone de ellos, porque el lidiador (salvo en determinados casos) no debe salir a la plaza a hacer lo que el toro le deje, sino a disponer del toro en todo instante. A partir de este momento, viene la superioridad del hombre sobre la bestia, viene la gallardía y viene la belleza de las suertes."

                                                                              
"Pongamos a lidiar toros viejos, resabiados, broncos, ilidiables. La fiesta quizá vuelva a encender así los antiguos apasionamientos, pero entonces ¡adiós a la torería actual!, ¡adiós la filigrana y la maravilla del toreo [....] Yo no sé si el aficionado se divertiría hoy viendo torear como toreaba Pepe-Hillo"

          "El toro no tiene hoy ningún interés. Es una pobre bestia vencida. A este dominio se ha ido llegando por sucesivas etapas. Yo fuí, acaso, una de ellas".

             "Se dice que yo no tengo afición.¡Qué mal me conocen los que tal afirman! Que no hablo de toros....¿Y para qué? ¿Cree usted que muchos comprenderían la visión que yo tengo del toreo? Por ésta y otras causas tengo que resignarme y soportar en silencio cuanto se dice y se habla de mi falta de afición. Solo hay una cosa ante la cual se desvanecen todas las fantasías y todas las murmuraciones:el toro. Este es mi mejor amigo."



                                                      Juan Belmonte a Federico Alcázar

El propio Juan Belmonte expresa sus sensaciones en el transcurso de una faena:

"Durante toda la faena me sentí ajeno al peligro y al esfuerzo. Yo y el toro éramos los dos elementos de aquel juego, y movido cada uno por la lealtad de sus instintos dispares, trazábamos sobre el albero de la plaza el esquema de la mecánica pura del toreo. El toro estaba sujeto a mí y yo a él. Llegó un momento en que me sentí envuelto en toro........"


"Mi punto de mira -declara Belmonte a Llizo- no es la punta del cuerno, sino la distancia entre la cabeza del toro y el engaño, capote o muleta. Se le ofrece la golosina de modo que crea que la tiene ya a su alcance y no logre cogerla. Desde que entra hasta que sale. No hay que quitarle el engaño de la cara mientras siga su impulso. Toda esta visión de mi obra se condensa en una palabra: temple"


Cuando Valle-Inclán le dice que sólo le faltaba, para ser perfecto, morir en la plaza, Belmonte le contesta:

"Se hará lo que se pueda, don Ramón; se hará lo que se pueda"



Gregorio Corrochano, en su libro La edad de oro del toreo, recoge la siguiente anécdota:


”Un día le preguntaron a Belmonte desde el tendido: “¿Cómo puede usted torear si no puede correr”. Y Belmonte contestó: “Es que yo creo que quien tiene que correr es el toro”


Extraigo algunos comentarios que Juan Belmonte le hace al periodista José María Carretero, más conocido con el pseudónimo de El Caballero Audaz, en su obra El Libro de los toreros:

"Yo creo que la afición la llevaba en la masa de la sangre. Allí, en Sevilla, existe la obsesión del torero.............Yo allí, con los chicos de Triana, en vez de jugar a otras cosas, había formado una cuadrilla y dábamos corridas, donde nos revolcaba el toro de mimbre"..................."Yo había visto muy pocas corridas...............Yo salí a torear formalmente sin haber presenciado más que una corrida de novillos"................"Yo creo que el toreo no se enseña ni se aprende. El que sabe, sabe porque sí, y el que no, no hay quien le enseñe"...................."Nos íbamos de noche a Tablada.Toreábamos desnudos, porque teníamos que atravesar el río a nado, dejando la ropa a la orilla. Y allí, a la luz de la luna o de un farolillo de acetileno, competíamos en verónicas, en pase de pecho y, sobre todo, en revolcones. Las verónicas eran mi especialidad. Muchas veces nos sorprendió el alba vendándonos las heridas que nos hacían las vacas"....................."Toreábamos con una blusilla que teníamos allí enterrada"...................."En una novillada benéfica me tocó un toro veleto, que me quitó el tipo ¡Qué fatigas pasé!........Me lo echaron al corral, después de haberme tirado por los aires más de veinte veces y haberle dado yo más de cien pinchazos ¡Lo que yo lloré aquella noche!. Entonces abandoné mis aficiones taurinas y me agarré al trabajo de bracero................Dos años estuve sin torear.............Volví al ruedo dispuesto a quedar bien o a que un toro me calase definitivamente. Se dio una buena tarde. Y lo demás lo saben todos.Tuve una racha de suerte y me bautizaron con el nombre de El Fenómeno"....................."No tengo predilección por las diferentes clase de toros. Me da igual. Los que salgan bravos. Yo no entiendo de toros una palabra...............No soy inteligente ni en toros ni en toreros"..................."Yo no me doy cuenta de si toreo bien o mal. Hago siempre lo que sé: unas veces gusta y otras no. El público sabrá por qué"........................."He tenido miedo muchas veces. Mejor dicho, siempre. ¿Quién es el gachó que no tiene jindama delante de un toro?. Ahora bien, ese miedo insuperable que le hace perder a uno la conciencia de lo que es, ése no lo he sentido yo jamás. Para mi es preferible la cornada de un toro a la vergüenza de una pita"........................."Creo que la tarde que mejor he estado fue en Écija. ¡Qué tarde!"........................."Nadie me enseñó el pase del molinete. Un día, toreando en Huelva, me salió un toro muy bravo, con el cual me harté de hacer cosas. Ya no sabía más y entonces intenté ese molinete, que no me resultó mal del todo"........................"No tengo preferencias de públicos. Mis mejores faenas las he hecho por los pueblos"......................."Hombre, sí; las mujeres me gustan mucho. ¿A quién no le agrada una gachí bien puesta?"........................"Joselito y yo seremos siempre dos buenos compañeros, aunque los apasionados se empeñen en lo contrario"......................"Me gusta más torear con la muleta que con la capa"............................"Acosar y derribar me gusta más que el toreo. Después leer y el cinematógrafo"

“El propio  Juan Belmonte analiza, con la inteligencia que le caracteriza, esa época (1934): Para mí lo más importante de la lidia, sean cuales fueren los términos en que el combate se plantee, es el acento personal que en ella pone el lidiador. Es decir, el estilo”

"Nada menos que de Juan Belmonte es esta frase: "..........en el toreo hay -según yo lo entiendo- algo más que la técnica del parar, templar y mandar; existe una cosa íntima que ha de poseer el artista: un sentimiento fogoso, vibrante, apasionado -casi lindero con lo sexual y erótico-, que el lo que más se transmite a los públicos"


Juan Antonio Pérez Mateos, en su libro El toreo. Una visión inédita, recoge estas reflexiones de Belmonte:

“No teníamos más que una superstición, un verdadero mito que amorosamente habíamos elaborado: el de Antonio Montes. Lo único respetable para nosotros en la torería era aquella manera de torear que tenía Antonio Montes, de la que nos creíamos depositarios a través de unas vagas referencias”


“………tengo que insistir en mi convicción de que el toreo es fundamentalmente un ejercicio de orden espiritual y no una actividad meramente deportiva. No bastan las facultades físicas”


“Coincidiendo con el apogeo de mi fama y con máximo rendimiento -109 corridas toreadas-, empecé a sentir una mortal desgana, un pavoroso desaliento y un íntimo hastío hacia aquello que a diario practicaba…………..A medida que crecía mi dominio profesional disminuía el íntimo fervor con que antes toreaba. Aquella desgana me producía una tortura indecible, porque simultáneamente yo había empezado a tener un sentido de la responsabilidad y del espíritu de continuidad que antes no tenía…………..Estaba toreando con la mejor buena fe y de improviso me daba cuenta de que aquella no valía para nada………….El público no advertía nada de esto…………..Me veían torear bien, valiente, seguro, maestro en el oficio y dueño en todo momento del toro y de mí mismo, y por todo ello me aplaudían con entusiasmo en todas las corridas. Pero aquel instante sublime, aquella transfiguración que súbitamente experimentaba en los primeros tiempos, no los lograba ya más que muy de tarde en tarde. Creo que fue aquél el momento más crítico de mi vida taurina. Al entusiasmo desbordante, al fervor y a la iluminación de los primeros años sucedía la necesidad reflexivamente impuesta de torear bien, no por un arrebato lírico del instante, sino por un agudo sentido de la responsabilidad contraída y del prestigio conquistado.

Al nudo en la garganta que antes sentía cuando me iba hacia el toro, sustituía ahora en grave y penoso concepto del deber……………..Ya digo que muchas tardes, en medio de grandes ovaciones, me asaltaban un desaliento y una tristeza invencibles. Y es que positivamente resulta más difícil ser héroe en una hora que cumplir a lo largo de toda la vida con el deber que se nos ha impuesto……………El público de los toros no estima tanto este difícil sentido de continuidad como los altibajos del trance heroico”


Juan Belmonte le cuenta a Chaves Nogales su impresión sobre JoselitoEn aquel tiempo Joselito era un rival terrible; su pujante juventud no había sentido aún la rémora de ningún fracaso; las circunstancias providenciales que le había llevado gozoso, casi sin sentir y como jugando, al máximo triunfo, le hacían ser un niño grande, voluntarioso y mimado, que se jugaba la vida alegremente y tenía una actitud altiva como la de un dios joven. En la plaza le movía la legítima vanidad de ser siempre el primero. Para conseguirlo se daba todo él a la faena con suma gallardía pocas veces superada. Frente a él yo tomaba fatalmente la apariencia de un simple mortal que para triunfar ha de hacer un esfuerzo patético”

Francisco Narbona, en su libro "Cumbre y soledades del Pasmo de Triana", cuenta la siguiente anécdota de Juan Belmonte:

"Rafael Guerra dijo aquello de "hay que darse prisa para verlo......", pensando que el toreo que sus amigos atribuían al trianero era "imposible" (y además "no podía ser"). Juan no lo olvidó nunca. Una vez, a punto de su segunda retirada, fué a despedirse del Califa cordobés a su "escaparate" de la calle Gondomar.
-¿Cómo andas, hombre? - le saludo El Guerra.



-Pues....ya usted lo está viendo, Rafael, viviendo......de milagro, pero ....¡viviendo!"






OTROS TOREROS



  • "Juan era punto y aparte. Un torero asombroso, con un temple y una personalidad inigualables."


                                                     Fermín Espinosa Armillita Chico


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  • "Mi padre ha sido un torero excepcional. El mejor de todos. Toreaba al natural, con la izquierda, adelantando la mano, muy frontal al toro. Le dejaba al animal meter la cabeza en el engaño, le adelantaba la pierna contraria y lo llevaba muy sujeto a la muleta hasta detrás de la cadera. Allí jugaba la muñeca y se lo echaba por delante en el auténtico y obligado pase de pecho. Los toros se desbarataban. No resistían aquel destroncamiento de su estilo. Le bastaban quince muletazos, a veces menos, para dejar a los toros para el arrastre. Y para entusiasmar al público.



                                                                        Juan Belmonte Campoy

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  • "A la hora de citar a un torero de historia, de cualquier época, no tengo más remedio que nombrar a Juan Belmonte. ¡Ese temple!. Nadie toreó con más temple que él. El toreo es lo que es gracias a Juan. Yo mismo no hubiera sido nada sin Belmonte, aunque él no me enseñara a torear."


                                                                      Antonio Bienvenida

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  • "Yo no he sido (un) fenómeno; tampoco los he conocido en mi época. He hecho lo que he visto hacer a otros, que era bueno, sin llegar a lo monstruoso. Pero lo que yo he visto hacer a Belmonte con los toros no se lo he visto hacer a nadie más que a Belmonte." 

                                                                                                                        Ricardo Torres, Bombita a Maximiliano Clavo Corinto y Oro, en su obra "Otra época del toreo".

"Pepe Casado (crítico del periódico Hoy) me pidio una opinión concreta de Juan Belmonte. Fué a raíz de mi retirada en octubre de 1913. Y yo dije textualmente: 

  • Creo de verdad que lo que ese muchacho hace con los toros no lo ha hecho nadie. Y en contra de la opinión de muchos, entiendo que lo que realiza Belmonte responde a unas reglas; quiero decir que Belmonte es un torero científico.

Niega Belmonte muchas rutinas que los toreros creyeron que eran principios fundamentales. Es, desde luego, un revolucionario. ¿Cuánto durará? Estoy seguro de que Belmonte va a ser un torero para mucho tiempo.
¿Y si no fuera así? Tampoco importaba en lo esencia: que es dejar en el toreo todo un tratado de cómo se debe torear en las tres únicas suertes definitivas de la profesión: con la capa, con la muleta y en la suerte de quitar.
"Y lo dice esto uno que no ha rehuído nunca el practicar la suerte de banderillas".
Esto decía yo en octubre de 1913. ¿Qué digo yo ahora? 
Pues que los hechos han demostrado todos mis vaticinios. Belmonte seguirá toreando todo el tiempo que quiera. 
Y que Belmonte ha descubierto unos caminos en el arte que hasta ahora no se habían practicado.
Sigo, pues, teniendo la misma opinión que tenía en 1913 sobre Juan Belmonte"


Ricardo Torres Bombita, en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa.


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  • "Belmonte era un hombre porfundamente extraño, comunicaba alegría pero era triste. Le devoraba la pasión....y era suave; sentía desprecio por la violencia y la brutalidad...y era torero. Juan era imprevisible. Cuando menos se esperaba, el genio de Triana, variaba su faena. Y venía entonces un lance inesperado, un quiebro de cintura, un revuelo misterioso de su duende....Y te ahogaba la emoción."



                                                   Conchita Cintrón

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  • "Como Juan Belmonte nadie. Para mí nadie. ¡Con setenta años ante una vaca! ¡No he visto a nadie así!. Ahora el toreo está en línea recta, y Juan Belmonte toreaba mucho para adentro. Nunca he visto a nadie torear más cruzado y más templado. A las vacas que salían muy ligeras en las tientas, al tercer muletazo las ponía andando, casi a "ralentí". ¡Ay, aquellos ayudados por alto!.....Muchas veces me viene a la memoria la imagen de Juan toreando a cámara lenta a una vaquilla. ¡Con aquel temple!....."

                                          Antonio Ruiz "Espartaco" (padre)

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  • "Le admiré como torero, porque se cruzó con los toros como nadie.........A Juan, por supuesto, lo tuve siempre por un maestro. Él obligó a la res a ir por donde quería, sin respetar los terrenos."



                                                           Luis Fuentes Bejarano

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Rafael Ortega, Gallito, en su libro Mis pasos por el toreo, escribe:


  • "Formó, con Joselito, la pareja más famosa de todos los tiempos del toreo. La sabiduría de Joselito, por una parte; la emoción y el temple de Belmonte, por otra; así, completándose, dieron a la fiesta de los toros una grandeza no alcanzada hasta entonces, por lo que su época es conocida como la "edad de oro del toreo"



  • "-Tendrás predilección -me preguntó- por algún torero.............

-Mire, Juan- le conteste- . Yo quisiera tener el temple de usted y el arte de Rafael el Gallo.
Y él me replicó vivamente:
-¡Pues acabas con el toreo!"


  • "De mis conversaciones con Belmonte, recuerdo una en que estaba presente mi tío Rafael el Gallo................Juan se sentía halagado cuando le recordaban su famoso toro de Concha y Sierra, en Madrid, y conocedor, además, que Rafael no le vio esa tarde, porque quienes alternaron con Juan fueron Gallito y Gaona, le animé:

-Juan, cuénteme, ¿es verdad que ése es el toro que mejor ha toreado en su vida?
-Tal vez sí.............Yo llevaba entonces unos días en que marchaba muy mal en Madrid, hasta el punto de que me quisieron romper una tarde el coche............Aquella tarde, Gallito y Gaona se hincharon de hacer cosas. Yo, para colmo, estuve mal en mi primer toro. Pero salió el sexto, de la Viuda de Concha y Sierra, y armé un escándalo colosal.
-¿Y cómo toreó usted?
-Mira hijo........Ya no me acuerdo. Sé que le di tal cantidad de pases que no veía más que al toro y me olvidé de que había gente en la plaza. Dicen que estos son momentos de inspiración..........Si me preguntas cuántos pases le di y cuáles fueron.........., francamente no te lo puedo decir"

"En otra ocasión le pregunté:

  • -Juan, ¿a quien ha visto usted torear mejor con el capote?

-Hombre, con el capote han toreado varios bien: he toreado bien yo, Gitanillo de Triana, toreas bien tú y algún que otro más; pero el mejor, con mucho, ha sido tu tío José; les hacía a los toros con el capote cosas que yo no he visto nunca; al sexto lance de capa los dominaba y los dejaba hechos un trapo; eso es torear"


  • "Merece recordarse la conversación que tuvo una vez con don Ramón del Valle Inclán, gran partidario, amigo y partidario suyo. Le estaban diciendo don Ramón:

-Juan, es usted algo sensacional. No le falta más que morir en la plaza.
A lo que Belmonte repuso muy serio:


-Don Ramón, se hará lo que se pueda"

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Rafael el Galloen una conversación con su sobrino Rafael Ortega, Gallito, comenta:


  • "Mira; yo quisiera que hubieras visto al Belmonte de su primera época. El que tú has conocido no era ya Belmonte; era Belmonte, claro, pero no igual con cuarenta años que con veintidós o veintitrés..............Piensa lo que sería Belmonte, que figurándote cómo era tu tío José, dando doce o catorce pases de muleta de vez en vez, aguantó a esa fiera de mi hermano. Eso no lo hubiera aguantado nadie más que Belmonte...................Belmonte vino con unas ideas que al principio, por lógica, no las podía desarrollar porque le faltaba técnica; pero tenía un sentido del temple tan maravilloso, una intuición de la colocación tan estupenda, que cuando se hermanaba con un toro que le embestía a su gusto, resultaba formidable...............luego fue adquiriendo esa seguridad que se consigue toro tras toro y sobre todo aprendió mucho al lado de tu tío José. Los primeros años le cogían los toros hasta seis y siete veces por corrida, pero fue afianzándose en esa técnica del torear, que cuando lo hacía era un prodigio. Recuerdo haberle visto con siete u ocho toros que se han quedado en mi memoria imborrables"

  • "Mi hermano (Joselito) era tan buen aficionado como buen torero. Ya sabes el amor propio que tenía, que no le gustaba que nadie estuviera nunca por encima de él; cuando Belmonte toreaba perfectamente uno de sus toros, José llegaba al hotel que se lo llevaba el diablo y no se podía ni hablar con él. Cuando se le pasaba me decía: "¿Te ha gustado la faena de Belmonte a ese toro? Yo le contestaba: "¿Cómo no me va a gustar, José, si lo ha toreado de maravilla?.........Y me respondía: "¡Hay que ver! Es que el día que torea un toro bien, lo torea bien de verdad........"

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  • "Juan lo arrollaba todo. Absolutamente todo. Lo antiguo y lo moderno. Lo escrito y lo improvisado"
                                   
Rafael el Gallo



  • "La última corrida que he toreado con Juan Belmonte ha sido en Sevilla. Fué una corrida de mansos. Una corrida de ningún lucimiento para el torero y de más sabor y de más pura esencia para el verdadero aficionado. Dificulto que haya bajado un torero del propio cielo que pudiera hacer aquella tarde los que hizo Juan Belmonte.

No habla el profesional Rafael el Gallo; habla uno del público acostumbrado a ver toreros y a ver toros, y que en eso se cree más que el Gallo y que la mismísima Paloma Azul.
Belmonte toreó aquel día con el capote fenomenalmente; con la muleta, majestuosamente, y con el estoque hizo lo que había que hacer: matar pronto, certero y sin traiciones.
Esta es mi opinión"

Rafael Gómez Ortega. El Gallo, en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa.

------------------------- Rafael el Gallo, en una conversación con el escritor Antonio Murciano:

  • "Mire usted si éste fue uno de los grandes, que cuando mi José estaba en todo lo suyo, él ya comía de los toros.....Éste, de cuando en cuando tenía su día, yo le decía "el día de Belmonte", y ese día era el acabóse......"
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Rafael el Gallo, hablando de Belmonte, en una conversación en la tertulia sevillana de "Los Corales"

"Los toros le han dado a este unas palizas que ningún otro hubiera resistido. Y era natural: figúrese usted que se empeñaba en situarse en un sitio que les gustaba estar a ellos solos. Juan inventó la teoría de que la esencia del toreo es llevarle la contraria al toro. Yo nunca estuve de acuerdo con él".


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  • "Toreó de capa y de muleta de forma tan suya, tan suave, tan templada, tan despaciosa, y luego el terreno que pisaba, la cercanía del toro, que nadie ha sabido estar y torear más tranquilo en ese terreno."



  • "Belmonte hizo lo que todos juzgaban imposible de hacerse..............faenas que ninguno se atrevió...................El pase natural no lo he visto dar a nadie como a Juan, tan despacio......"



  • "El día que al jorobeta le sopla la musa deja a todos con la boca abierta. A los grandes de ahora, en el ruedo, y a los grandes retirados, en el tendido"
                                                   
                  Rodolfo Gaona

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Cuando apareció Belmonte, metiéndose en el terreno del toro el primer movimiento fue de estupor. Se cuenta que cuando le hablaron al Guerra de lo que hacía Belmonte, afirmó: "Así no se puede torear".  El Guerra insiste: "El Belmonte ese es carne de toro. El que quiera ir a verlo, que se dé prisa". De hecho en sus primeros años resultaba a menudo atropellado y la muerte estuvo rondándole en cada corrida, y se libró de ella por su buena suerte jamás desmentida.

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Guerrita a Joselito: - "....lo que no me explico es cómo no has acabado ya con ese mamarracho de Triana. En diez minutos, si tu quieres......puedes hacerlo. A mí no me hubiera durado ni cinco"


  • Joselito Guerrita: - "Mire usted, Rafael. Yo toreo al año con ese mamarracho, como usted le dice injustamente, por lo menos ochenta corridas....En setenta y cinco yo le gano la partida en un par de minutos. Me sobran ocho minutos. Pero en las otras cinco tardes, él desata tal entusiasmo en la plaza que la gente acaba olvidándose de mí. Porque le hace al toro cosas que no las haríamos ni usted ni yo ni la madre que parió a Lagartijo."




  • "(Una) faena de Belmonte será la más grande del toreo"

                                                           
                                                                         Joselito el Gallo


  • "Señores D. Antonio y D. José Fernández Coello de Portugal.

Muy distinguidos amigos míos: En contestación a su atenta carta pidiendo mi opinión sobre el toreo de Juan Belmonte, les diré a ustedes que me parece un gran torero, y que el puesto que ocupa se lo ha ganado muy merecidamente.
Quedan, pues, complacidos y es de ustedes afectísimo amigo s. s., 

q. e. s. m.,



Joselito el Gallo en el juicio crítico sobre Belmonte en el libro "Belmonte, 1919", de Antonio y José Fernández Coello.



  • Un banderillero le comentó a Joselito: "Qué suerte ha tenido Juan con ese toro". A lo que Joselito contestó: "La suerte la del toro, porque lo está toreando el mejor de todos los que han nacido."

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  • "La esencia del toreo de Juan Belmonte estaba en el temple, hasta entonces desconocido, mandando la embestida desde su origen hasta la conclusión de la suerte, a base del diálogo entre los brazos y las muñecas con la cintura. Lo que un día dijera "El Guerra" cuando Juan comenzaba: "El que quiera verlo torear que se dé prisa.....", lo cumplió él mismo, yendo personalmente a verle torear desde novillero."

  • "El toreo de Belmonte era indescriptible e irrepetible. José hubiera sido probablemente menos sin Juan, pero Juan tampoco habría ido tan lejos sin Joselito"

                                                                         Marcial Lalanda

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  • Sr. D. Antonio de la Villa.


                           Madrid.

Querido Antonio: A mi vuelta de una cacería me encuentro con tus dos cartas, de 17 y 29 del actual, y me apresuro a contestarte.
Precisamente por haber sido matador de toros más que torero, me es imposible dar mi opinión de cómo mata Belmonte los toros; sólo te puede decir que, para mí, Belmonte es el torero más completo que he conocido.
Un abrazo para tu hermano y otro para ti de tu amigo,

RAFAEL  GONZÁLEZ
Machaquito.

Huerta de San Rafael, Córdoba, 31 octubre 27.

Carta de Machaquito, publicada en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa.

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  • " - ¿Quién ha sido el torero de su época que más le ha gustado?


-Como Belmonte......, nadie"


                                                                             Antonio Márquez


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"Un hombre como él, que se puso en el sitio donde no se había puesto nadie, gracias a su técnica, su cintura y su muñeca, y sobre todo a esa genialidad que nace con una persona y muere con ella, merece un sitio de honor en la historia del toreo."

                                                             Eduardo Miura  

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  •   "El torero que más me ha impresionado ha sido Juan Belmonte. Reunía esas tres condiciones fundamentales: valor, temple y sentido de las distancias."


                                                                                 Domingo Ortega

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  •  "Admiré mucho a Juan como torero y también como persona. Era un fenómeno indiscutible. Fue el auténtico filósofo del toreo. Si portentoso era ante el toro, no  lo era menos en su conversación. Fue un caso excepcional en la historia de la fiesta. Su revolución está en pie."


                                                                      Victoriano de la Serna

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  •  "Sin Juan Belmonte yo no hubiera sido nada......Él fue quien trajo el temple, así como el sentido de las distancias. ¿Se necesita más para consagrarlo?."


                                                                 Manolo Vázquez

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  • "Juan era un hombre más bien corto, callado; hablaba poco. Pero cuando decía una frase era la campana de Toledo; y con todo eso era un hombre afectivo, generoso y muy seguro de sí mismo."

  • "Juan Belmonte fue el hombre amado, desde niño, por la tristeza. Juan llevaba por dentro una misteriosa tristeza....."

  • "Juan Belmonte toreó de una forma diferente a los demás; no hizo caso de las viejas reglas y acabó imponiendo una nueva concepción del toreo, donde reinaba, por encima de todo, el arte, el sentimiento y la pasión."
  • "Juan Belmonte tenía dos cosas importantísimas que todo torero debe tener: el torear despacio y el valor. Juan nació con esas dos cualidades, ¡y se ha acabado! A Juan se le veía por la calle y su figura no era garbosa; sin embargo, delante de los toros era un portento. Se transfiguraba, se ponía bonito; eso es un don natural, no sé....Se nace con eso.
  • "Juan Belmonte no estaba encuadrado dentro de ninguna escuela. Eso de las escuelas no existe.......Solamente, lo personal, la interpretación o el entendimiento que del toreo tenga cada uno, es lo que vale, es lo que tiene suma importancia."
  • "Le recuerdo como a un torero incomensurable que rozaba la perfección. Parece imposible que los toros no llegaran a rozarle el engaño. Su temple era portentoso. Y ya se sabe que el temple es el toreo mismo puesto en pie."
  • "No ha habido nunca nadie, ni ahora ni antes que enseñe esa maravilla que es el temple. Belmonte lo tuvo como nadie. Yo declaro sin el menor pudor, con la mayor franqueza del mundo que Juan Belmonte ha sido el mejor torero que he visto en mi vida."

                                                  Pepe Luis Vázquez 

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  • "El mejor torero de todos los tiempos fue, sin discusión, Juan Belmonte"


                                                                              Nicanor Villalta

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ESCRITORES



José Alameda, en su libro "Los heterodoxos del toreo", escribe:


  • "Puesto que Belmonte no tiene escuela, no parte del conocimiento del toreo, del conocimiento de las suertes. Solo sabe que tiene que entenderse con las reses, como sea. Y llega hasta donde el toro le deja llegar. Como los ganaderos llevan ya tiempo seleccionando al "toro para el torero"..............Belmonte se puede poner donde no pudo El Espartero.................Belmonte es también inteligente. Pero, sobre todo, tiene una combinación psicosomática extraordinaria; es un rápido-lento. En el toreo es esencial la prontitud de reacciones, pero sin precipitación...................Quizá si este rápido-lento hubiera sido físicamente bello, su armonía se hubiera complicado con la plasticidad, de orden exterior y más trivial; y entonces no hubiera pasado de una reposada elegancia a lo AntonioFuentes o a lo Cayetano Sanz...................Pero Belmonte, por suerte, era feo. Contrahecho. De una contrahechura favorable al toreo: brazos largos, cintura flexible, espalda cargada y mentón prominente que acentuaban y dramatizaban la expresión...............Así que, aunque Belmonte toreaba poco, muy poco, quiero decir poquísimo de sus muchos toros y con poquísimos pases, lo poco que hacía valía mucho....................Belmonte no es decreto, es secreto. Su fuerza de atracción estaba en su misterio. Desde la sombra de su tez hasta la sombra de su toreo. Jamás fue un torero brillante, sino sombrío; calidad de resonancias mucho más profundas"


  • "Estoy plenamente de acuerdo con quienes piensan que el mejor Belmonte, el realmente fecundo, fue el de sus primeros tiempos, el aventurado y convulsivo. En el orden taurino y el humano, Belmonte, muerto de hambre y ahíto de ensueños en el Altozano de Triana, está lleno de angustia popular, lleno de gracia"


  • "No puede haber una escuela de Belmonte, como no puede haber una escuela de Alonso Quijano. En ellos lo que valía era la divina locura y el dolorido sentir. Dos productos del alma que no pueden embotellarse"


José Alameda, en su libro "El hilo del toreo", escribe:



  • "Con el capote, a la verónica, es el mejor que he visto. Toreaba con gran temple y muy parado pero, sobre todo, no abandonaba el lance, sino que lo contiuaba hasta rematarlo, con una rotación de muñeca en su final, como después se ha empleado con la muleta, pero con el capote todavía no; sólo él. De esta manera, los brazos quedaban en posición de recibir al toro en el siguiente lance y la ligazón era perfecta. Su media verónica tenía una intensidad, una belleza rítmica y una coordinación entre el hombre, su instrumento -el capote- y su materia viva -el toro-, que nadie ha logrado igualar...............Lo hizo Belmonte y no se enteraron............Todos los veroniqueadores que vinieron después concibieron y realizaron la suerte aislada, pensando solo en afinarla pláticamente"


  • "Voy a decirlo de una vez...............: la verónica de Belmonte ha sido superior a todas, por una razón definitiva: la forma de rematarla, aunque no era propiamente remate, que significa cierre, sino conducción del lance hasta el límite natural de su desarrollo orgánico, de modo tal que el momento de cumplirse -no de cerrarse- se confundía con el nacimiento del siguiente..............Nadie ha ligado así el toreo, con tal hondura................La verónica, yo diría las verónicas de Belmonte, porque eran pluralidad dentro de la unidad, enriquecida por la hondísima relación, hacía su efecto, claro está: el sentimiento del ritmo, la emotividad profunda de aquel toreo amarrado, trabado, en que el artista parecía prisionero de sí mismo..................Belmonte ha sido el mejor con el capote, por su temple y por su manera única de ligar, de enlazar las suertes"


  • "La convicción de que Belmonte no alcanzaba el mismo nivel con la muleta que con el capote la tuve desde el principio..................Sólo en un aspecto hay paridad entre el toreo de capa de Belmonte y su toreo de muleta: la conservación del terreno en que él estableció el toreo............Podríamos añadir también que en la conservación del acento propio, de su personalidad, que no se desdibujaba..................Belmonte fue al final lo mismo que al principio, un genio del toreo de capa, para el cual el toreo de muleta, en el fondo, era comparativamente un complemento...........Si Belmonte no hubiera sido más que lo que fue con la muleta, no hubiera sido Belmonte. Hubiera sido, por supuesto, una figura del toreo, por el terreno en que puso..................Belmonte fue Belmonte por su genio con el capote.............La faena de muleta de su predecesor El Espartero se dice que no tiene más que dos pases, el natural y el cambio (el de pecho)..............Anticipación de la faena de Belmonte..............En verdad, tal era la base de la faena de Juan, aparte de algunos ayudados por alto, con hondura y barriendo los lomos................Lo que venía después, como agregado, en algunas ocasiones, eran suertes a las que Belmonte recurría sin que tuvieran que ver con su toreo serio y dramático, como la confesión de que, convicto de su cortedad, echaba mano de cualquier cosa, de lo que tenía más cerca. Lo que tenía más cerca era Rafael El Gallo. Y Belmonte le tomó su pase afarolado. Un adorno banal, un pase que a nada conduce, ni nada significa.............¿Qué tenía que hacer, digo yo, aquella bagatela del afarolado en medio de la faena de Belmonte? ¿Qué conexión de estilo guardaba con el fondo de su toreo? ¿Qué finalidad perseguía?.........¡Como no fuera la de llenar tiempo y dar un poco más de cuerpo a la faena!..........Y luego aquel molinete, un molinete medio en cuclillas, entre el costillar y el rabo del toro, tan antiestético y más fácil que el salto de la rana de El Cordobés...............Si estamos hablando en serio del toreo como arte -y creo que a Belmonte hay que tomarlo en serio-, los problemas de la unidad de estilo y de un mínimo de congruencia estética son legítimos y diríase que era él quien no se tomaba en serio a sí mismo, con la incrustación de tales bagatelas"


  • "Belmonte no toreó en redondo, sino por excepción. Era un muletero de contextura cambiada o contraria..............Alguna vez y por excepción lo hizo..............A este respecto, José María de Cossío, refiriéndose a la corrida de Beneficiencia de 1915 en Madrid, dice: "Fue una faena cumbre, en la que por rarísimo acaso en su vida taurina, toreó al natural en redondo". Y luego, en el juicio que cierra su biografía,  insiste: "Raramente toreó en redondo al natural....."...........Su toreo era opuesto a ese sentimiento del arte. Su concepto, su sistema, eran precisamente los opuestos: el toreo cambiado o contrario"

"En 1925 vi a Belmonte en Madrid.............Me impresionó hondamente con el capote. Su reposo, su temple, su modo de ligar las verónicas. Me pareció lo mejor que hasta entonces había visto..............Con la muleta, no. Salvo sus primeros pases por alto, de parecida tensión. Pero me desconcertó su pase natural. Lo ejecutaba hacia afuera, muy sesgado. Y solo dio uno...............Pregunté a los mayores que me acompañaban: "¿Ese es el pase natural de Belmonte?", "Ese es........." (me quedé perplejo)..............Sobre todo, una vez terminada la faena, no entendía cómo de la suprema creación que era su toreo de capa insuperable (y aún hoy no superado), podía el mismo artista pasar a una labor de muleta tan corta. Faltaba el toreo en redondo y, faltando eso, sentí como un vacío,que me dejó sumido en una profunda confusión. Aquello no era lo que yo estaba acostumbrado a considerar una gran faena...............Belmonte no dio ningún otro pase natural.............Y los restantes fueron ayudados, preferentemente por alto. La faena resultó brevísima..............Pensé que acaso estábamos ya en otra época, aunque los demás no lo supieran, o no lo dijeran"


  • "La calidad del toreo de Juan Belmonte era excepcionalmente distinta......Por una parte vulnera aparentemente todas las reglas, y por otra, impresiona por sus exiguas condiciones físicas, que parecen sacudidas por una misteriosa fuerza dramática". Todo ello enamoró a los artistas e intelectuales. La frase que Valle-Inclán solía repetir al diestro: "No te falta más que morir en la plaza" es un buen resumen de lo que estos artistas pensaban y sentían del torero de Belmonte."



El mismo José Alameda, en su libro "Los arquitectos del toreo moderno", Capítulo II, escribe:



  • "Los toreros antiguos daban muletazos desligados, dejando casi siempre ir suelto al toro. Incluso era frecuente que uno o varios peones se colocasen a la salida, ya para avisar al toro, ya para cortarle el viaje y hacer que volviera hacia el matador. Cuando, por excepción, un diestro lograba que el toro no se le saliese de la muleta, se le alababa en las crónicas porque había “sujetado mucho”. Este era el verbo: “sujetar”, o sea, no dejarlo ir. Lógicamente, todo se hacía en línea recta, en forma que, por comparación con el toreo de hoy, era de elemental simpleza……………..El hecho de que en viejos tratados existieran ya descripciones de otras formas, inclusive de un rudimentario toreo en redondo, no invalida nuestra tesis, puesto que aquéllas eran normas ideales, para casos de suma excepción, una especie de posibilidades teóricas, que en realidad no estaban en el uso del toreo y que, por tanto, mal podían caracterizar a la época…………….De hecho, en aquellos tiempos, no existía más que lo que los andaluces llaman, con frase gráfica, “toreo de p’acá y p’allá” ………………..Hasta que llega Belmonte. Y, al sujetar siempre, es decir, al torear ceñido y llevando al toro embebido en el engaño, se encuentra con que, en el último tiempo del pase, el enemigo empieza a revolverse y describe una curva. Entiéndase bien: no a volver después de consumado el pase, sino a revolverse en el pase mismo, curvándose en el último tiempo de él. Esta es la diferencia esencial………………El toro, por sí mismo, le estaba señalando a Belmonte el camino del toreo en redondo. Pero Belmonte no lo vio; o, mejor dicho, no lo sintió. El no concebía otra faena que la ya conocida, el toreo en la línea natural, sin cambio de terrenos, tal y como siempre se había venido practicando…………….Hubo, pues, una contradicción interna en el toreo de Belmonte. Concebía y desarrollaba su faena, como los demás, en la línea de los terrenos naturales, en rectitud; pero, como sujetaba más que ninguno, el pase, que en los demás era recto, a él le resultaba curvo. De ahí que, para conservarse en el terreno natural, tuviera que recurrir a cruzarse mucho, a buscar al toro hacia el pitón contrario. Al ir atravesándose una y otra vez, había ocasiones en que, con sólo tres muletazos, el toro describía un ocho por la arena……………Belmonte desplazaba al toro y tenía que desplazarse él continuamente. Por su reposo de movimientos y su temple, daba sin embargo la impresión de algo relativamente estático, sobre todo en contraste con los toreros anteriores, mucho más movidos. Pero el hecho es que, aunque armoniosamente, Belmonte caminaba siempre. De ahí, aquel arrastrar de su pierna, tan característico. Mal hubiera podido tener que arrastrarla, de haberse quedado en su posición primitiva, sin desplazamiento……………..El problema del toreo de Belmonte fue la lucha, no resuelta, entre la recta de la intención general y la curva de cada pase en particular. Belmonte fue un torero de transición, un torero problemático. Le puso al toreo una premisa histórica, pero no sacó la consecuencia. Sólo por obra de su genio personal, pudo mantener aquellos muletazos revolucionarios dentro del marco de la faena tradicional. Había, entre su concepto y sus medios, entre su forma y su fondo, entre su instrumento y sus finalidades, una inadaptación, que lo mantuvo en constante y dramático desequilibrio. Por eso es la suya una figura tan sugestiva, tan “interesante”, tan literaria. De ahí, la humana angustia, aquella impresión de mártir que dio siempre Belmonte y de ahí, su encanto, la rara fascinación que ejercía sobre las multitudes…………….La contradicción interna del toreo de Belmonte habría de resolverla un torero mucho menos literario que él, pero de influencia decisiva: Manuel Jiménez, Chicuelo"


  • "En el capítulo anterior hemos visto lo que hizo Belmonte. Veamos, ahora, lo que dejó por hacer……………..Es cierto que Belmonte redujo las distancias y ciñó el toreo, pero no cambió su planteamiento. Toreó más cerca y templado que sus predecesores, pero, en cuanto a la concepción de la faena, igual que ellos. En efecto, su faena se desarrollaba invariablemente en la línea de los terrenos naturales, con varios pases por alto, algún pase natural, ligado con el de pecho, no con otro u otros naturales en redondo, y de añadidura, algún desplante, molinete, o pase de farol. Era una faena semejante, en su arquitectura y planteamiento, a la de Gallito, Gaona, Bombita, o Guerrita…………..Lo que hizo Belmonte fue ceñir el toreo. Pero fuera de eso, nada más. Nada más de distinto, de creador, de “histórico”. Porque su temple era “suyo”, es decir, no comunicable, no traspasable: lo contrario de una norma que pueda servir para todos. En el temple residió su mayor grandeza, que le permitió sin duda dar aquel paso de avance, pero precisamente porque su temple era en sentido estricto “inimitable” –condición personal pura- no podía constituir una aportación al curso del toreo. Las aportaciones históricas son únicamente las “heredables”
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"Y en cuanto a Rafael Alberti, preguntado sobre su opinión de Juan Belmonte, manifestaría "que le conoció y trató algo a través de su amistad con Ignacio Sánchez Mejías, y en casa de éste, y que por cierto le pareció un hombre muy culto......, y que fue como torero muy auténtico, que cambió la forma de torear que entonces se estilaba y removió al público y a los entendidos, que le pareció un personaje admirable, y que de él brotaba pura sensibilidad".

Rafael Alberti a Ian Gibson, en su libro "Pasión y muerte de Federico García Lorca".

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Federico Alcázar, en su Tauromaquia moderna, publicado en 1936, escribe:

  • "Al reducir Belmonte los terrenos Y pisar el del toro en su zona más peligrosa-la del pitón contrario-la suerte se redujo también, haciéndose mas prieta y ceñida.Y los brazos, en vez de levantarse extendidos hacia fuera, se replegaron bajos hacia dentro, dando la sensación de que los codos permanecían pegados al cuerpo, cuando en realidad continuaban sueltos y con su airoso y natural juego. Lo que hicieron fué reducir el espacio entre el toro y el torero y dotar la suerte de más emoción y plasticidad. Y el toreo cambió su tradicional fisonomía. Desde la época de los Romeros se venia toreando por alto y en línea recta. Belmonte invierte los términos y empieza a torear por bajo y casi en curva. Esta es una de las innovaciones mas radicales que se han operado en el toreo."
  • "Belmonte le pisó el terreno al toro, y, lo que es más grave y trascendental para las normas tradicionales, se cruzó al pitón contrario, y allí engendró la suerte, desatendiendo los preceptos clásicos, que aconsejaban torear en línea recta. A partir de este instante, la fórmula a la que venia ateniéndose cerca de siglo y medio de toreo, y que se consideraba inalterable, pierde su mayor virtud y eficacia […] Para un torero anterior a Belmonte engendrar las suertes en el pitón contrario hubiera sido no sólo una imprudencia y hasta una temeridad, sino lo que es más grave, una corrupción del principio normativo que manda no atravesarse con los toros. Ahí están las advertencias de Pepe-Hillo en las que se considera herético el cruzar las suertes, por estimar que todo torero que se cruza con el toro tiene necesariamente que cuartear la suerte para buscar la línea natural del embroque. En cambio Belmonte y con Belmonte los cultivadores de su estilo y hasta los de la escuela opuesta, torean atravesados y en curva. Se dirá que ésta es la regla del verdadero toreo. El verdadero para ellos, porque hay toreros y aficionados que estiman que ésta no es la ortodoxia del arte."
  • “Ortega y Gasset, al hablar de Belmonte me dijo, entre otras cosas, que había tenido la virtud de todos los genios, pero también su más grave defecto, y es que preocupado en darle al toreo intensidad, limitó su extensión, haciéndole monocorde. Y el mal no se advirtió en él por tener a su lado a “Gallito” –que era la variedad dentro de la uniformidad-, sino en los que le sucedieron. Preocupados en imitar a Belmonte en aquella suerte que había sellado su personalidad torera, despojaron la fiesta, y señaladamente el primer tercio, de toda su rica y espléndida variedad de suertes y matices. Sólo Lalanda y “Chicuelo” –hay que hacerles justicia- intentaron turbar la menguada monotonía de la verónica, a que se había reducido toda la lidia del primer tercio.”
  • “El ¿problema? (de Belmonte) no estriba en que toree más o menos perfecto, pues los estilos son susceptibles de desarrollo y perfección, sino en que como él torea no ha toreado nadie. ¿Está claro? Nadie. Aquí radica su gloria. Más que un innovador ha sido un auténtico y legítimo creador. Creador de la forma torera más bella que conocieron los tiempos. Todo, lo demás es adjetivo. Lo substancial es la creación.”

Federico Alcázar en El Imparcial del  30 de Junio de 1925, escribe:
  • "Belmonte valiente, es una figura episódica en la historia......Pero Belmonte artista, es el innovador, es el genio, es la cumbre, es la figura más excelsa y representativa del toreo en lo que tiene de arte.........Si Belmonte no hubiese tenido nada mas que valor, no pasaría de ser hoy una segunda edición del Espartero y Reverte; pero el arte le hizo distinto a todos y más grande y más excelso que ninguno."

Federico Alcázar diferentes crónicas publicadas en Mundo Gráfico escribe:
  • "Juan es mejor artista; José (Joselito), mejor torero. Belmonte torea con más gracia y temple. Gallito, con más ciencia y más conciencia. ¿Quién vale más? Para los que ven el toreo como actividad puramente artística, Belmonte; para los que lo ven como un problema de dominio, Joselito; para los que lo miramos en toda su integridad, los dos.
  • "La generación de toreros posterior a Joselito y Belmonte ha seguido, en su totalidad, las huellas de trianero.......De Joselito, en cambio, no se ha preocupado nadie. Han esperado el bravo para imitar a Belmonte, y no se han acordado de Gallito cuando  ha salido el manso.......Prefieren imitar a Belmonte,  sin acordarse de Joselito......Ante el bravo todo es arte, gracia, línea,  etc.; ante el manso, miedo, desconcierto, ignorancia, torpeza. La desigualdad es tan grande, que sólo ha podido salvarla el genio creador de Belmonte. Los demás lo han intentado, pero no han podido lograrlo. Es un error creer que el buen torero sólo se ve con el toro bravo. Tan interesante como torear bien un bravo es saber torear un manso, y tanto mérito tiene la belleza como la eficacia. Además que el toreo está fundado en las dos, y no en uno solo, como pretende la torería actual."
  • "El estilo propiamente dicho sólo patrimonio de la personalidad, y toreros con personalidad ha habido tan pocos.......El único que verdaderamente tiene personalidad y, por lo tanto, estilo, en el más puro y elevado concepto de la palabra, es Belmonte.....Por eso todos los toreros actuales son hijos espirituales o artísticos de Belmonte."
  • "Belmonte ha aportado al Toreo dos elementos capitales y substantivos: la "línea" y el "temple".....Hasta el advenimiento de Belmonte, la "línea" y el "temple" eran elementos ignorados y desconocidos.......En Belmonte,  esto ha sido tan esencial, que no puede concebirse su toreo sin estos dos caracteres fundamentales.....Tengo la viva sospecha de que el mismo Belmonte ignora la trascendencia y la significación de su arte........Belmonte, en sus primitivas verónicas, y más tarde, Joselito, introdujeron una innovación. El tercer tiempo  lo dividieron en dos: mandar y recoger.........Al ejecutar el último tiempo, no se limitaron a mandar únicamente, sino que, con un ligero movimiento  de muñeca, recogieron al toro, para obligarle a pasar por el  mismo camino que lo había hecho anteriormente. De esta forma, toro y torero conservaban siempre su terreno."
  • "Con Belmonte se comete la imperdonable ligereza de clasificarlo y catalogarlo entre las principales figuras del toreo. Error tremendo. El es solo en su arte, intangible en su grandeza. Su patrón es él mismo. Clásico y romántico, rondeño y sevillano, muy antiguo y muy moderno, todo a un tiempo mismo. No hay en su toreo continuidad histórica. Carece de antecedente. Sólo el arte de Montes le llega en algunas de sus derivaciones técnicas. Todo lo que hay en su estilo de íntimo, de espontáneo, de original, es creación de su genio, obra de su temperamento. Su arte contiene la máxima plasticidad y la emoción máxima."


Federico Alcázar nos habló en una preciosa crónica de la gran afición de Belmonte:
  • "¡Verdad! ¿Cómo poner en tela de juicio la vocación de quien atravesaba el río a nado, allá en sus tiempos mozos, para penetrar en la dehesa de Tablada, en busca del ganado destinado al matadero, y torear en cueros y a la luz de la luna?.
Lo que a Belmonte no le gustaba era parlar de lo que sí le gustaba hacer. ¿Para qué?"

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Alhamar, en el semanario Estampa del 23 de Octubre de 1928, escribe:


  • "Mientras los otros diestros toreaban con cuerpo y brazos sueltos, sobre las piernas, y se despegaban los toros en quiebros amplísimos, él tuvo la clarividencia de presentar, con el capote adelantado, un solo punto de referencia al cual había de acudir forzosamente el toro. Y lo más personal era que giraba el engaño muy poco para defenderse, pasándose todo el toro por delante, de uno a otro costado; y lo maravilloso, la serie de lances siguientes, ejecutados sin enmienda de terreno, que hacía cada verónica más ajustada, bella y emocionante.





  • Tenía la conciencia de su defensa en no dudar del frente único que presentaba a las reses, y, relegaba su cuerpo al olvido. Algo tan nuevo como sublime."
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"Para bien o para mal, porque todo es discutible, Belmonte cambió la lidia que estaba vigente en su época. Hasta Belmonte el torero se ponía en su sitio, llegaba el toro y te quitabas tú o te quitaba el toro. A partir de Belmonte no te quitas tú. [...] Fué el primer torero que empezó a torear con los brazos. Antes de él se toreaba sobre los pies y a partir de él se hace con los brazos, inaugurando una estética nueva, la del toreo contemporáneo....Pasó con Picasso en la pintura y con Belmonte en el toreo. Él cambió el toreo para siempre, como Picasso el arte. [...] Su figura ha superado el olvido que han sufrido otros toreros de esa época, porque su toreo es el que ha prevalecido......Para el imaginario popular, está mucho más vivo que Joselito. Y hay otra cosa clara, lo sepan o no lo sepan, los toreros que han venido después han seguido su modelo y su concepción estética. Después de Picasso ya no se pinta igual y después de Belmonte no se torea igual."




                                                                      Amorós, Andrés

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"Belmonte es el torero. Figura representativa y esencia de la fiesta española. Pobre e ignorado, persigue con su arte la fama y la fortuna; enriquecido y famoso, busca en su arte la satisfacción del propio espíritu; ayer, el esfuerzo; hoy, el regalo; antes toreaba para vivir; ahora no puede vivir sin torear, y antes y ahora, esta imposición de la vida entre los garfios de la muerte. Sí; Belmonte es el torero. Los otros son lidiadores de reses bravas; pero el torero, todo el arte vistoso, dominador y emotivo, y toda la tragedia lo es él. [....] He aquí el secreto del triunfo, no sólo en el toreo, sino en todas las artes: templar. Ni excederse, ni reducirse; ni permitir que la idea rebelde huya, ni dejarse atropellar por ella. Lo justo, lo preciso, lo exacto. ¿De qué le sirve al artista la inspiración desbordada? Pero si la sujeta, si la domina, si la administra en las debidas proporciones y logra establecer el equilibrio entre la fuerza creadora y la forma de expresión del pensamiento, la obra artística será perfecta.
Belmonte, al descubrir su secreto, descubre el de todas las grandes figuras del Arte en sus distintas manifestaciones. El es un torero prodigioso porque su capote sabe templar [....] Yo ofrezco al genio de la tauromaquia el tributo de mis exaltadas admiraciones. Y se lo rindo sinceramente, fervorosamente, de todo corazón, si es que algo de éste me han dejado sus emocionantes medias verónicas, que son, entre las curvas astas de la bestia acometedora, como macabros paréntesis en la vida."


Aznar, Joaquín en el prólogo del libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa. (1928)

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"Juan Belmonte, sin conocerlo, me interesaba. Cuando me asomé a la plaza sentí una honda emoción. El circo estaba rebosante. La Fiesta tiene sus contras, pero es bonita. Desde el primer momento puse la mirada en Belmonte. Le vi arrimarse a la barrera, frente por frente del toril, y esperar la salida del toro. En el momento de salir el toro, Belmonte se pasó la palma de la mano fuertemente por los labios. Este gesto nervioso me pintó un carácter"

                                                                       Azorín (José Martínez Ruiz)

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"Belmonte creaba, creaba siempre. Una media verónica suya no podía ser de otro torero, pero ninguna era igual a otra de él mismo. Errará quien diga que Juan creó un estilo de torear propio; su arte estuvo siempre muy por encima de modos y de formas. [....] Hasta Juan Belmonte el toreo había sido lucha defensiva del hombre con una fiera, a la que era preciso abatir a fuerza de habilidad y majeza. A partir de él los valores artísticos adquieren importancia y tienen más categoría que los conocimientos técnicos y los alardes de valor. Belmonte es un torero valiente, pero está por encima, muy por encima, de los valientes. No; no sabremos encasillar como torero a Belmonte posiblemente porque, como queda dicho, fue mucho más que un torero inconmensurable; porque fue el toreo mismo."


                                                      Benjamín Ventura Salobreña, Barico

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José Becerra y Álvarez, en El Consultor Taurino de 1913, escribe:


  • "Belmonte es un caso que en el toreo se da con escasa frecuencia. Desconocido a principios de la temporada taurina de 1912 , termina ésta siendo el novillero de mayor popularidad y fuste..........Consigue en ese tiempo, lo que a otros costó años y años y duras pruebas.........Pisa la arena del circo sevillano el diestro trianero cuando aún ardían los entusiasmos que despertara en la afición las faenas que en repetidas tardes ejecutara el menor de los "Gallitos".
  • Se presenta humilde, desconocido. Figura poco airosa, de indumentaria modestísima, no eran ciertamente en aquella tarde las más apropiadas para predisponer a su favor, y sin embargo, pronto rompe el hielo de la indiferencia y a las exclamaciones de asombro que arrancaron los primeros lances de capa del trianero, sucédense continuas manifestaciones de entusiasmo, al ver cómo la figura del torero adquiría proporciones extraordinarias, cuando con capote y muleta hacía gala de un arte verdaderamente clásico e insuperable.
  • Y vinieron nuevas tardes y nuevos triunfos para el torero que ya "con partido" y adueñado del público, siguió manifestándose como el más genuino representante de la escuela rondeña, que había pisado la plaza de Sevilla hacía muchos años.
  • Los que constantemente han venido afirmando que para ser torero de altura se necesita largo aprendizaje al lado de sabios maestros, tienen en Belmonte el más rotundo mentís.


¿De quién aprendió a torear este torero en la forma en que lo hace? De ninguno. Es el suyo un estilo propio. En la media verónica tiene parecido con las del famoso "Espartero" y en los lances de verónica con los del no menos famoso Antonio Montes, pero superiores a los de aquel otro infortunado trianero, porque Belmonte no abre el compás y para y se ciñe tanto como lo hacía el valiente Montes en sus tardes espléndidas."

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El historiador francés Bartolomé Bennassar, en su libro Historia de la Tauromaquia, escribe:


  • "Juan Belmonte, el mayor revolucionario del toreo. Hasta Belmonte, la técnica se basaba en la esquiva y exigía unas facultades físicas notables, sobre todo, juego de piernas...............Belmonte carecía de los recursos físicos para la esquiva continua y, en eso primeros años, fue cogido a menudo por los toros, aunque sin gravedad. Sirviéndose de la longitud de sus brazos, decidió adueñarse del terreno y sustituir el toreo de piernas por el de brazos, obligando, así, a los toros a hacer lo que no querían, imponiéndoles idas y venidas alrededor de su cuerpo, casi absolutamente inmóvil, y buscando constantemente el temple, es decir, la adecuación entre el movimiento del engaño y la velocidad de la embestida del toro. 
  • Controlando y reduciendo esta velocidad, podía proporcionar al pase lentitud y duración. Juan Belmonte se lo explicó a Luis Bollain: "Yo concebí el toreo como la antítesis de la lucha, de la brusquedad, de la violencia, de la rapidez. Yo -ese "yo" artístico que todos llevamos dentro y que en unos de exterioriza y que en otro queda "sin editar"- sentí el toreo como cadencia, ritmo, suavidad, lentitud........Y así lo hice siempre que los toros me dejaron. Puedo decir, sin jactancia, que muchas, muchísimas veces, cité, más que con el capote o la muleta, con la llama viva de mi concepción del arte, y que, citando así, toreé despacio y limpio a toros fuertes y rápidos. Cuando el acierto y la inspiración fueron mis acompañantes, el lento andar del engaño que mis manos movían regulaban la velocidad del toro. Era, pues, éste el que se ponía a mi son y no yo al suyo". No se puede ser más claro.

  • . Se comprende, así, perfectamente, que los intelectuales, con la única notable excepción de José Bergamín, hayan tomado partido por Belmonte. Valle-Inclán, Pérez de Ayala Romero de Torres veían en Belmonte al innovador, al creador de un nuevo lenguaje que elevaba la tauromaquia a la categoría de un verdadero arte............De hecho, Auguste Lafront lo ha explicado perfectamente: gracias a Belmonte la tauromaquia alcanzó "la universalidad de un arte plástica", accesible  a gentes de todos los países, sin necesidad de tener ascendencia hispánica, lo mismo a Ernest Hemingway que a Jean Cocteau, a Orson Welles que a Michel Leiris. Belmonte, en sus grandes tardes, ligaba los pases en el mismo terreno, lo que no quiere decir que repitiera, mecánicamente, los mismo pases, como hacen hoy en día los toreros mediocres; el acoso del hombre a la fiera se prolongaba, así, hasta la angustia, hasta que el torero se liberaba por fin, mandando al animal lejos de él, al rematar la serie. Pero Lafront tiene razón al añadir: "El reverso de su gloria es el de haber acelerado, indirectamente, la decadencia del ganado, incitando a los ganaderos a generalizar, para sus imitadores, la cría de toros faltos de poder y de sentido"


  • "Hasta Belmonte, el toreo se fundamentó en la esquiva, la estrategia de los débiles. A partir de Belmonte, el hombre decidió adueñarse del terreno y ser él quien ordene las trayectorias del animal. Sólo lo puede conseguir, de una manera duradera y definitiva, transformando el comportamiento de los toros, cuya agresividad se ve reducida por las selecciones, sin que desaparezca del todo, ni muchísimo menos. Esta evolución, ¿no es el signo de un dominio creciente del hombre sobre la naturaleza? Pero este dominio es incompleto: la naturaleza se venga cuando el toro inflige una herida o mata"
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B. B. S. en el semanario El Ruedo, escribe:



  • "Juan Belmonte creaba, creaba siempre. Una media verónica de Belmonte no podía ser de otro torero, pero ninguna era igual a otra suya [....] Si despojásemos al toreo del arte, de la poesía, quedaría reducido a un episodio sangriento y brutal. Juan no menospreció nunca el aliento poético y procuró que el público, su público, percibiera este don en su constante quehacer artístico.
  • Hasta Juan Belmonte, el toreo había sido lucha defensiva del hombre con una fiera, a la que había de abatir a fuerza de habilidad y majeza. A partir de Juan, los valores estéticos y artísticos adquieren importancia y tienen más categoría que los conocimientos técnicos y los alardes de valor. Belmonte es un torero valiente, pero está por encima, muy por encima, de los valientes. No; no sabremos encasillar como torero a Belmonte, posiblemente porque su personalidad escapa a toda definición; posiblemente porque, como queda dicho, Belmonte fue mucho más que un torero inconmensurable; porque fue el toreo mismo."
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El escritor y poeta José Bergamín, en su libro La claridad del toreo, escribe:


  • "Creo que en Juan Belmonte, figura torera, dentro y fuera del ruedo, se cumple uno de los ejemplos humanos de vida y de verdad -españolismo, andalucismo, como en la pintura de Picasso, en la música de Falla, en la poesía de Antonio Machado -mayores y mejores que he conocido"


En su libro El arte de birlibirloque, se declara abiertamente partidario del toreo de Joselito y muy crítico con la manera de entender el toreo de Belmonte, situándolo en las antípodas del toreo de Joselito:



  • "La sonrisa suicida del Espartero se hizo en Belmonte mueca desgarrada y doliente; y el toreo de torso esparterino, contorsión angustiosa y grotesca. Lo que Espartero profetizaba trágicamente, Belmonte, caricaturesco, lo cumplía: el toreo sin pies ni cabeza...........................Lo más lamentable de Belmonte es que toreó siempre a la funerala: muy despacio y torcido..........................A consecuencia de la decadencia malsana y enfermiza que engendró el belmontismo, todo en las corridas de toros se hizo monótono, pesado, torpe, lánguido: sin curvas y sin rapidez; sin variación. Belmonte fué un rencoroso Lutero empeñado en verificar moralmente, tramposamente, lo que es mentira, burla, gracia, el arte de birlibirloque de torear..................................El protestantismo belmontista ha ennegrecido sombríamente el toreo, apagando tristemente sus luces con el oscuro capirote de la tontería moral...........................El capote y la muleta de Belmonte eran rígidos, duros, sin flexibilidad ni gracia; porque para la trampa le servían como si fueran de cartón"


El propio Bergamín, escribiría más tarde:



  • "Al hablar tenía Juan Belmonte un tartamudeo leve que daba a sus frases un sentido corto y ceñido, como si torease. Hablaba por medias verónicas y recortes. Y hasta a veces, hablando, molineteaba. Yo no lo sabía cuando escribí mi Arte de Birbilorque, refiriéndome a sus pasos cortos para acercarse al toro, que había "inventado un modo tartamudo de torear, como Azorín de escribir". Su modo de expresarse en el toreo, ciñéndose a su sentimiento propio, en una palabra, su estilo, era éste, que podía parecernos cortado o entrecortado por la emoción. El definió admirablemente este estilo suyo personalísimo. [....] Así hablaba Juan Belmonte. Para quien el estilo era sentimiento. Como para Joselito era inteligencia, gracia.....Y como para Rafael el Gallo era estética, sensibilidad. Por eso afirmaba Belmonte, toreando, la espiritualidad del toreo. Afirmaba siempre el toreo como arte y juego "de ejercicio espiritual". A un joven aprendiz de torero que le preguntaba poco tiempo antes de su fin (estoico fin consecuente con su vida entera) lo que tenía que hacer para torear bien, le aconsejaba: "Si quieres torear bien, olvídate que tienes cuerpo"

  • "Así hablaba, como toreaba, como vivía, como sentía y pensaba, este excepcionalísimo, extraordinario torero que fue Juan Belmonte."

A propósito de su muerte, el escritor José Bergamín, en su libro La claridad del toreo, escribe:


  • "No se suicidaba el toreo Juan Belmonte: mató a la muerte en él. A esa muerte con la que estuvo peleando a solas toda su vida. "Torear -decía- es hacer todo lo contrario que quiere el toro". Vivir fue para él hacer todo lo contrario que quiere la muerte"

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Luis Bollaín, escritor y amigo íntimo de Belmonte, escribe:


  • "La opinión general cuelga a Belmonte el título de "revolucionario", porque se dice que Juan sustituyó el toreo de pierna por el toreo de brazo. Pero nada de esto es revolucionario, más bien culminación de lo que, imperfectamente, iniciaran los primeros padres de la torería [....] Lo que pasó es que el torero clásico movió los brazos pero también los pies. Hasta que llegó Belmonte; y Juan, bien asentado sobre la trilogía técnica de "parar", "templar" y "mandar"....ello hizo innecesario el desplazamiento de los pies. Belmonte ciertamente, clavó en los ruedos el toreo de brazos perfeccionando el hacer de los diestros del siglo XIX."


  • "Belmonte cambió la "estética" no por intentar ponerse bonito ante el toro, sino que su colocación surgió de lo que llevaba dentro de sí. Parando, templando y mandando e impregnando este hacer de pasión y sentimiento, tenía que brotar espontáneamente la belleza escultural"


  • "En cuanto a la bravura del toreo, antes de Juan los ganaderos preparaban al animal para aguantar el primer tercio de la lidia, y a partir de Juan, suavizando su poderío, llevarlo a todos los tercios de la misma.....y como el público lo que quiere ver es el toreo de Belmonte, es indispensable un tipo de bravura adaptable a este deseo, apto para el toreo. Y esto es revolucionar la bravura."


  • "Para él el toreo es pasión y además sentimiento y erotismo. Por eso al igual que no concibe que se puedan bailar ni cantar soleares con los ojos abiertos, enlaza los pases ejecutados en trance con el orgasmo sexual"



  • "Belmonte es el torero más trascendente de la historia, porque simboliza la personificación del toreo con mayúsculas y en eternidad"
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José Antonio Caballero, en su libro "Juan Belmonte: transformador del toreo. (1918)", escribe:



  • "El popular y valiente diestro Juan Belmonte puede llamarse, sin hipérbole, el revolucionario, el transformador del arte de torear. [.....] Belmonte, torero, vino a romper moldes viejos de que los públicos estaban ahitos. Belmonte, artista, es único, es.....Belmonte. [....] El modo de ser torero de Juan Belmonte no tiene precedentes. Su toreo al natural no lo ejecutó nadie, ni antes ni después, como lo hace el popular Terremoto cuando la bravura y la nobleza de sus enemigos le dejan hueco para ello. [...] Arte y valor, pues, se aunaron, se fundieron en Belmonte,  como en crisol de oro, y la amalgama dió por resultado un torero excepcional, que concluyó con convencionalismos, que se salió del camino trillado, que trajo nueva savia al arte de Montes [...] Ningún diestro despertó los entusiasmos que Belmonte [...] Joselito representa la sabiduría; Belmonte el clasicismo [...] Alguien ha llamado el pase natural de Belmonte, pase sobrenatural, y nada con más verdad dicho. Sobrenatural, extraordinario, puesto que se sale de los límites de lo conocido, es ver la figura del espada trianero llevar a la res embebida, hipnotizada, en el pico de su muleta excelsa, haciéndola girar en semicírculo con precisión matemática."



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Cristóbal de Castro, en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa.




  • "En el toreo moderno hay que poner aparte a Belmonte. Este torero extraordinario ha conseguido realizar a la perfección lo que es torear, es decir, parar, templar y mandar con un arte insuperable y una justeza, que los toros pasan rozando los alamares del traje, dando, por tanto, la sensación de  arte y peligro, que es lo que caracteriza la fiesta de toros."



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Fernando Claramunt, en su "Historia gráfica de la Tauromaquia", escribe:


  • "La revolución que todo el mundo comenta en 1913 es la de Juan Belmonte. Novillero desconocido, sin antecedentes taurinos, que ha brotado en la lucha por la vida, desde las más humildes capas de aquella España [...] Han bastado unas escasas actuaciones, con vestidos de torear alquilados, para lanzar a la fama un torero nuevo. En Valencia y Sevilla encuentra los primeros partidarios. Encarna el arquetipo del pobre y desvalido, blanco de todas las adversidades, dispuesto a dar su vida en el ruedo. Los toros se ocupan de confirmar esa imagen. Entre los pitones anda; por el suelo pasa más tiempo que de pie. "El que quiera verlo, que se dé prisa", ha sentenciado el Guerra. Sus primeras novilladas son acontecimientos, cuyos ecos retumban fuera de la plaza. La Revolución, el Terremoto, el Pasmo de Triana. Expresiones hiperbólicas que sugieren imágenes de convulsión, sacudimiento, ruptura, alteración, desorden del cuerpo y del espíritu [...] Había llegado la hora del Expresionismo [...] En Arte, el movimiento expresionista es anuncio de revolución, de crítica radical de valores establecidos [...] La proximidad de lo erótico y el juego, erótico también, con la muerte, está en la esencia de la estética belmontina. Todo ello contado con novedad y tensión muscular capaz de llegar a la contorsión y a la deformidad en el molinete, en la media verónica o en el desplante histérico-epiléptico del Belmonte novilleril, electrizador de la multitud"
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Fernando Gillis, Claridades, en el libro "Juan Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa, escribe:

  • "Juan Belmonte torea ahora igual que antes, en los mismos terrenos y con aquel reposo y aquella gallardía que tanto emocionara y sorprendiera. Toreo tan sin piernas, tan verdad, que el propio Rafael Guerra, representante del toreo de truco y adornista, no lo podía comprender.
  • Lo que ha hecho el tiempo en el toreo de Belmonte ha sido estilizarlo, definirlo, fijar sus normas (maneras, taurinamente hablando) de un modo concluyente:  llegar, aguantar, parar y mandar, entendiendo por esta última modalidad el llevar el  toro toreado, lo que se llama desde esta época temple.
  • En ella es donde más imitadores fracasaron; entendieron la frase, no en su sentido verdadero: llevar siempre el engaño a la velocidad del enemigo, sino torear despacio, y se encontraban en las acometidas de las reses con que o salían tropezados y daban el lance en el vacío.
Lo que ha hecho culminar el éxito tan seguro y tan definitivo ha sido el llegar al terreno del  toro en  todos los momentos de la lidia. 

  • En Bilbao me dijo a mí Belmonte: 
-Saldrá un día un torero que toree bien el noventa y nueve por ciento de los toros. Uno que tenga valor para pisarles a todos sus terrenos. He ahí un secreto......Andando el tiempo, Juan Belmonte ha llevado a la práctica su idea y realizado lo que él soñara entonces: torear todos los toros a su estilo.
Ya lo saben los toreros del día: el secreto del  formidable mito del diestro de Triana está, aparte de su arte peculiarísimo y de su dignidad profesional, en llegar a los toros.
¡Vayan saliendo los valientes!



En el epílogo del libro "El Sabio y el Fenómeno" en la temporada de 1914, escrito por El Bachiller González de Rivera y Triquitraque, el escritor taurino "Claridades", escribe:


  • “Joselito y Belmonte, siendo los dos toreros excepcionales cada uno en su estilo (el buen estilo para mí es el del segundo) no pueden entablar juntos una competencia efectiva, porque los dos son dos toreros de clase diametralmente opuesta. El uno es la cantidad, el otro la calidad, el uno representó el toreo de adorno, el otro el de pureza en la ejecución de las suertes. Uno es el toreo de placidez, el otro el de emoción. […..] Belmonte torea más a ley, con mejor estilo que Joselito; éste ejecuta más suertes del toreo, conoce más el terreno que pisa que aquél. [……] El que quiera ver la fiesta plácidamente, regocijándose con suertes vistosas, con bonitos juegos de muleta y banderillas; el que no sienta verdaderamente la fiesta sino por lo que tiene de alegre y bullidora y riente, se irá con Joselito. [……] El que guste de la emoción, de todo sport de peligro, el que admire la destreza serenamente trágica del torero que se juegue la vida, el que se deleite y sepa conocer la pureza de toda suerte realizada, se irá con Juan Belmonte. […..] En la etapa del toro actual, desde Guerrita a nuestros días, dentro de ese toreo de piernas y de adornos, que ha constituido hasta ahora la cúspide del toreo moderno, Joselito es un glorioso sucesor. Belmonte un innovador peligroso. [……] Joselito es el muchacho aplicado y listo que a fuerza de estudios y de constancia llega a dominar la técnica de su arte; es un técnico admirable a quien le falta en parte esa lucecita interior que constituye la inspiración. [……] Belmonte es un iniciado, un torero todo inspiración y corazón. [……  Preguntadle al Trianero el modo de realizar sus suertes prodigiosas y os dirá que él mismo no lo sabe: hacedle igual pregunta a Joselito y os explicará con precisión matemática como se debe realizar una suerte para no ser cogido. [……] Joselito busca el adorno, se enmienda con gran vista hasta en el lance al natural. Belmonte lleva al toro toreado hasta en el capotazo de farol, suerte hasta ahora nada más que de adorno.”

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César Jalón, Clarito, en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa, escribe:


  • "La emoción de este singular torero, logrado en terrenos hasta los cuales sólo había llegado el lidiador para desplantarse, nunca para ejecutar, y la belleza estética del hombre, erguido en el plano superior que le concede la naturaleza y ejerciendo su soberanía con la fiera, paso a paso, palmo a palmo, con el refinamiento de un déspota, llegan hasta lo hondo de la sensibilidad del espectador. Y vibran los públicos con vigor inusitado. [...] El estremece la entraña del público y desborda el frenesí [...] Su obra intermitente comienza a ser continua. A la emoción y al arte les ayudan ya la seguridad y el dominio. Sus faenas de muleta forman ahora un todo definido y preciso [....] Nadie ha toreado tan cerca, tan despacio, con semejante hilación.
  • Belmonte es el inventor que ha sobrevivido a su invento y que lo explica recreándose en su propia creación, como los divos se escuchan en sus romanzas favoritas. Su época está lograda. Es la época del toreo en el terreno del toro, de la media verónica belmontina, del pase natural bien centrado, y de la estocada, fin obligado, impuesto por los clásicos, de toda labor torera. [....] No es un Pedro Romero.....Tampoco un Lagartijo......Pero a Belmonte, tan mal formado físicamente, el peligro lo transfigura y ennoblece. Y en el instante de ejecutar, es bello; bella son la figura y la manera, belleza que a una y otra les transfunde su arte. [....] 
  • Probablemente, si Joselito, el atlético, viviese, él sería a estas horas el torero de la época. ¡Ah, pero de "la época de Belmonte"!, de este Belmonte sin piernas, de brazos portentosos."

César JalónClarito en su libro Grandezas y miserias del toreo, escribe:


  • "............Montes (Antonio) sin embargo, no ha podido influir en Belmonte, con quien, bien mirado, no tiene otra semejanza que el aspecto físico, y no en orden a las facciones, sino a su expresión y  contextura. Belmonte, probablemente, no se ha fijado en nadie. Ha visto a todos y a ninguno. Porque alienta en él todo el egotismo del genio. Su técnica es toda intuición...................La primera impresión -escribíamos en el libro de Juan Belmonte- que causa el trianero en los públicos no es distinta de la que produjeron con su arrojo Espartero y Reverte, y aun el mismo Emilio Bomba de los años 95,96 y  97. Es el acreditado fenómeno, y, por tanto, conmovedor y pasajero en que fue siempre fecundo el huerto del sevillanismo. Pero bien pronto se dibuja por encima de la figura del valiente la silueta del artista"

  • "Triunfa Belmonte. Se imponen sus normas. Algunas de las virtudes que en El arte de Birlibirloque se señalan como virtudes clásicas -ligereza, agilidad, rapidez-, descienden al rango de vicios. Y el apuntado como vicio más nocivo, el de la lentitud, se eleva, por el imperio de la nueva escuela a la categoría de principio fundamental. Ya, el que no toree despacio, no será torero. Si el destino hubiese sido menos cruel con Gallito, el Súmum birlibirloquesco torearía ahora despacio. En lo más elemental, en la primera asignatura del toreo -el toreo de capa- despacio toreaba ya. Y despacio -¡oh, templadísimos pases en redondo al toro de Santacoloma en Madrid!- ajustándose al nuevo ritmo, toreaba también luego, el que, predestinado a suceder a Gallito -el diestro valenciano Manolo Granero- se encontró prematuramente con la muerte----------------------El mérito extraordinario de este torero excepcional (Belmonte) no ha sido exclusivamente el torear despacio, sino el de graduar el de graduar el impulso del enemigo y el de tantear con una intuición privilegiada el terreno y la distancia propicios a la acometividad de la res. Templar no quiere decir torear invariablemente despacio, sino procurarle a cada suerte y en cada momento la mayor lentitud "compatible" con el temperamento del toro. Es buscarle el temple a la suerte en relación con el toro, como a un metal en relación con el fuego"


César Jalón, Clarito, en sus Memorias de Clarito, escribe:


  • "Cuando mis estudios -lo leído, lo escuchado y lo visto- me sazonaron el juicio, rectifiqué comprendiendo a Costillares, mejor que a Pedro Romero, como el más grande torero de la prehistoria; a Paquiro, de la edad antigua; a Lagartijo, de la edad media, y de la edad moderna, a Belmonte"

  • "-Ese precepto de la mano baja para recoger los toros y, embebiéndolos, subrayar el mando hacia su salida -aventuro en la charla del hotel provinciano un día de corrida-, parece que lo anticipó el capote de Fuentes, a quien se tiene por el primero en desemparejar las manos para el toreo de capa.
Belmonte tartamudea:
-No.....he.......visto nunca a Antonio Fuentes.
-De esa lenta y ceñida media verónica, rúbrica de los lances de usted -porque toda la vida traté a Belmonte de usted y de tú a Joselito- y asimismo de sus templados lances de capa, cuentan haber rasgos precursores en el capote de Montes, con los pies quietos, a primeros de siglo.
Y él insiste:
-Tam......poco he visto nunca a Antonio Montes"


  • "Ha muerto Joselito. Desamparado Belmonte, agobiado por su orfandad, no tardará en irse del palenque. Volverá luego, al decir de muchos más duro, más ducho, más maestro. Grande error: él no será más, sino que los toros -rebajados so el peto y puya nueva y rebajada su sangre- serán menos. Como él mismo había dicho, refiriéndose a la antigua suerte de varas, "el temple de la muleta depende mucho del temple del palo", y ahora, en su nueva etapa, el peto templa más que el palo y más a menudo.......................Contra lo propalado, principalmente por escritores y aficionados que no le vieron entonces, su mejor época fue la primera y no la de los años subsiguientes a la reaparición...............Por varios años, eso desde luego, cosechará lauros sin cuento y brillarán en lo alto su personalidad incomparable y su inextinguible valor..................Pero su edad de oro, originaria de la edad de oro del arte torero, ha finado al finar del gemelo en grandeza que fue su sustentáculo y su único par. El uno resultaba más grande junto o enfrente del otro"
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Maximiliano Clavo “Corinto y Oro", en su libro Se fueron Bomba y Machaco. Otra época del toreo, Pgs. 189-208, Editado en Madrid en 1914, escribe:


  • "Al surgir en el tauromaquia, Juan Belmonte ha puesto una valla entre el estilo de hoy y el de mañana. Me parece que esta es la frase justa………Belmonte, el artista Belmonte, es ÚNICO, hoy por hoy. Es un personaje del arte de Paquiro que constituye una epopeya. Es la primera fecha de una época nueva de la fiesta nacional……..Voy a recordar al lector la impresión que Belmonte me produjo cuando con Posada se presentó en la plaza madrileña y yo le vi por primera vez en marzo de 1913……..El nene Belmonte empieza a justificar su tronío: cinco verónicas, quieta la planta, rígida la figura, cargando la suerte suavemente, y como remate un faro, echándose el capote a la espalda cuando tenía los pitones en el bolsillo del chaleco………Belmonte, espada y muleta en ristre, se presenta a debutar como matador, y realiza una labor verdaderamente primorosa, en la que el arte, el gusto, la estética y el valor se fusionan….., pases naturales, como los escribieron Cayetano Sanz, el GorditoLagartijo y otros catedráticos; altos, de pecho, cambiados, de molinete……Belmonte se nos muestra con el alfanje artista deficiente…..Borrón al capítulo de la espada; pero ¿es una exageración si digo que hoy ha entrado en Madrid un torero enorme?
  • ......Su estilo es único, porque Belmonte no se parece a nadie más que a él mismo…..Es un caso aislado, una cosa extraordinaria……Bombita ha dicho: “Yo no he sido fenómeno; tampoco los he conocido en mi época. He hecho lo que he visto hacer a otros, que era buenísimo, sin llegar a lo monstruoso. Belmonte hace con los toros lo que yo no he visto hacer a ningún torero”…….Belmonte es un diestro que se juega la vida toreando de capa……La arriesga porque aguanta la acometida con una quietud tétrica, porque apenas carga la suerte…., porque no se enmienda, porque le da al toro todas las ventajas, porque, generalmente, lejos de perder terreo, como los demás, es él el que se lo gana al toro……Por eso los lances de Belmonte ponen frío en el corazón. ¡Ese farol echándose el capote a la espalda antes de que el toro llegue a la jurisdicción del diestro! ¡Esa media verónica, sacándose materialmente a la bestia del abdomen!.......¡Y sus faenas de muleta! ¡Esos pases naturales dejando llegar a la bestia hasta el mismo cuerpo del hombre, para obligarla luego a que tome la muleta y llevar al bruto embebido en los vuelos de la franela, quieto y erguido! ¡Esos pases de pecho y por alto, esperando inmóvil a que el toro meta la cabeza en la tela para levantar ésta y correrla suavemente por los lomos del animal, hasta sacarla por la cola! ¡Esos molinetes iniciados en el preciso instante de derrotar el toro y dando una vuelta completa alrededor del asta, descubriendo el cuerpo en el momento culminante del peligro!.......Los que se atreven a discutir a Belmonte lo fundan en estos dos inconvenientes: que es un diestro que mata poco y no banderillea, y que es un torero que puede acabarse pronto. ¡Bendito San Marcos, que teorías!"


Maximiliano Clavo “Corinto y Oro", en Nuevo Mundo del 13 de Septiembre de 1918, escribe:

  • "Joselito es la cátedra; Belmonte es la intuición......El éxito de "Maravilla" y "Terremoto" ha sido la consecuencia afortunada de un pugilato constante entre la maestría y la intuición. Todo es cálculo en José; todo es espontaneidad en Juan. Aquél se ha hecho y éste surgió. En el toreo y en sus amores José hace lo que puede convenirle, porque reflexiona, pesa y mide, y Belmonte hace lo que le parece o lo que quiere, gane o pierda."


Maximiliano Clavo “Corinto y Oro", en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa (1928), escribe:


  • ".....Pero quedará su espiritu. [....] Cuando está en la plaza, lidia al toro manso y torea al bravo: se ve que es un maestro de la tauromaquia. Cuando apareció en la fiesta, vino precedido de una detonación y con ímpetu de genio. Cuando desaparece, lo genial sigue subsistiendo en él, pero una técnica depurada ha vencido a la improvisación. En ninguna época se dió caso semejante [....] Por eso este torero, este extraordinario torero, es artista, es maestro y es héroe. [....] Por ello hoy tenemos tan buenos toreros y hoy se torea como no se toreó jamás. Puede que en determinados instantes algunos toreros sobrepasen a Belmonte en audacia: en maestría, no; en dignidad profesional, no; en equilibrio, no. [....] Ausente Juan de los circos taurinos, su espíritu perdurará siempre que un torero toree y que un torero se arrime. En la corrida donde se vea torear y matar bien y arrimarse a los toros, el espectador asociará siempre la bondad del espectáculo al recuerdo de Juan Belmonte, cuyo espíritu presidirá siempre las corridas donde se aplaudan rasgos de maestría, de estética y de pundonor."
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Gregorio Corrochano escribe:

  • "El toreo de Belmonte sorprendía....por inexplicable; inquietaba por imposible; dolía verle torear. A Goya le faltó en su Tauromaquia la cara de las multitudes viendo torear a Belmonte."

  • "Las faenas de Belmonte se sienten más que se ven; impresionan,  es una cosa de fondo, de vibración. Las de Gallito se miran con gusto, agradan, no violentan, no crispan. El toreo de Belmonte es una cosa de tragedia irrepresentable. El de Gallito es más lírico; se le puede poner música. Después del de Belmonte, la fotografía de una mujer de un palco la representaría con los ojos muy abiertos,  la mirada extraviada y la boca rasgada. Después del de Gallito, la mujer tendría la misma sonrisa que en aquel retrato que se hizo cuando la pusieron de largo."
  • "Belmonte, como no supo correr, tuvo que fiar a los brazos lo que le negaban las piernas. Por eso Belmonte no pudo limitarse a que los toros pasaran; tenía, además, que dejarles en el sitio preciso, lo que resolvió el mando de su toreo. Lo más extraordinario de Belmonte en el manejo de la muleta, no son los pases, sino los remates de los pases, ese momento en que el toro vuelve y el torero -este torero- sigue toreando. Esta modalidad, que es la cumbre del toreo de Belmonte, es la que no queda, la que no practican sus discípulos."
  • "El secreto del toreo de Belmonte está en la perfección de los remates. Remata lo que inicia. Es decir, está toreando hasta el último instante. Torea. Esto tiene una fuerza comparativa con la manera de hacer hoy el toreo, que tiene su fundamento, salvo raras excepciones, en dejar pasar el toro. Y no es lo mismo, aunque pueda parecer los mismo, llevar al toro toreado, enganchado, prendido hasta el final, que marcarle la salida"
  • "En el toreo de capa, desde jugar los brazos con naturalidad, se ha ido dando en el vicio de bajar las manos, y bajarlas más, hasta desnaturalizar la posición, y hasta codillear, y hasta dejarse el toro en la pierna y tener que enmendarse entre lance y lance. Si es verdad que ese toreo de manos bajas es el que se debe hacer, ¿por qué entusiasma el toreo de capa de Belmonte? Belmonte no baja las manos, Belmonte juega los brazos con naturalidad, y para dar la salida al toro, para despedirle, para mandarle, levanta los brazos. Porque no se puede mandar al toro codilleando y dejando las manos en la rodilla. Para mandar y despedir el toro a su jurisdicción, hay que despegar y levantar un poco las manos a la salida. Porque, o se manda el toro y el torero espera, que es el verdadero torero, o se deja el toro lánguidamente en la rodilla y tiene que irse el torero a recuperar un terreno y una distancia que perdió............En resumen: al toro hay que llevarle toreado hasta dejarle en su sitio. Este es todo el secreto del toreo y todo el secreto de Belmonte."
  • "Belmonte despide al toro y a menos que se le quede no tiene que correr a enmendarse. En el toreo debe ser el toro el que vaya y venga y el torero debe moverse lo menos posible. ¿Que para esto hay que levantar un poco los brazos para mandar a los toros al final de los lances? Naturalmente. Como que en esto de las manos bajas se ha llegado a viciar la figura y a viciar el toreo, y las manos no han de llevarse altas ni bajas, sino con naturalidad, que es como se debe torear."
  • "Belmonte es en todo un estilista; tiene personalidad propia y nunca es vulgar ni chabacano........Belmonte, torero, es tan sencillo, tan natural, tan simple, que a esto debe la pureza de su estilo, la elegancia........Esa misma sencillez dió lugar a una gran injusticia, a decir que Belmonte era un torero muy corto, y esto no es verdad. Belmonte no es un torero abigarrado, no complicado, ni profuso. Belmonte no aturde, no marea, no lleva el toreo por mil derivaciones heterogéneas y laberínticas donde el espectador se pierde. A esto suelen llamar torero largo, y con este sentido del toreo, resulta Belmonte torero corto........Belmonte, con toda su sencillez, es uno de los toreros más completos que hemos tenido......Belmonte lo hace todo y lo hace maravillosamente. Lo único que no hace es banderillear, y no lo hace porque para esto se necesitan unas condiciones físicas de que carece."
  •  "Gallito conoce todas las suertes, pero como una derivación de su conocimiento de las reses. Ésta es la clave de su toreo; el toro. Belmonte se inclina de salida a la perfección de las suertes. No utiliza otra regla, que más que regla es un estilo, que la de llevar al toro toreado; por intuición o por imperativo fisiológico, al faltarle facultades, tenía por única defensa su toreo. Se daba la maravilla de que cuanto mejor toreaba, más seguro estaba, más alejaba el peligro, porque mandaba más; del toro suelto, sin dominar, sin ir toreado, era del que no se podía defender Belmonte, porque no tenía piernas para enmendarse. Al no poderse enmendar, enmendó el toreo. Acaso todo el toreo de Belmonte es una razón fisiológica.........................al no poder enmendarse con las piernas, enmienda al toro con los brazos; y de esta falta de condiciones físicas, suplida con el valor, hace su toreo sorprendente.........................Entonces empieza a hablarse del temple. La teoría del temple puede decirse que es belmontina, tan reiteradamente la practica...................Desde que Belmonte vino al toreo, el temple fue lo que definió su estilo. Todos sus toros iban toreados con tanta precisión, que le permitieron hacer cosas asombrosas y hasta inexplicables..................Éste fue el secreto del toreo de Belmonte; mucho temple en la mano, mucho temple en el ánimo...........................................Si Belmonte empezó desentendiéndose de las reglas (del toreo), tanto rodó por los morrillos de los toros -de aquellos toros que tenían morrillo-, que las reglas que desdeñó y no quiso aprender se le entraron sin querer por la sangre. A Belmonte empiezan a respetarle los toros y él a adaptar su toreo personal, suyo, a las normas preceptivas de la tauromaquia. Y el que empezó a torear porque sí, sin echar cuentas, las echó luego muy largas y muy exactas, sin perder su personalidad"

  • "Esos pases naturales (de Belmonte), largos, lentos, rematados llevando al toro hilvanado en los vuelos de la muleta, echarán del ruedo el medio pase"
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José María de Cossío, en su obra, "Los Toros", escribe sobre el toreo de Belmonte:

  • "A Belmonte no le interesa la lidia en lo que tiene de graduada pugna con un animal, al que hay que dominar, ni aún siquiera le preocupa sacar el mayor rendimiento artístico de cada momento de su transcurrir. El toreo queda reducido a las tres o cuatro suertes que desde el principio le interesan, que son, en verdad, básicas, pero no las únicas fundamentales, y aun de ellas le importa la manera de realizarlas, en las que, ciertamente, logra una personalidad única.
  • Claro es que en esta concepción del toreo se salva lo que para él es fundamental, o sea, el estilo, pero es a expensas del concepto tradicional de la lidia, que en modo alguno puede considerarse caducado, ni siquiera en esta época en que la uniforme y mesurada bravura de los toros lograda por los ganaderos ha hecho posible el arte belmontino. Pero precisamente la personalidad arrolladora del trianero ha impuesto una manera, un patrón de toreo que, contra todos sus propósitos, ha llevado a lo contrario de lo que él trataba de exaltar: su exceso de personalidad, su estilo singularísimo, ha absorbido las posibilidades de acento personal en los diestros que han sentido su influencia, y el toreo ha venido a caer en una monotonía que sólo podría salvar una vuelta o retorno a las preocupaciones por la lidia que una variedad en el carácter de la bravura de los toros haría precisa. 
  • Así pues, salvándose, como se salva en la gloria taurina más indiscutible, la personalidad magnífica de Belmonte, ha de reconocerse que su influencia en el toreo ha sido contradictoria. Cierto que ha mejorado, aunque en una sola dirección, el estilo de torear; pero ha sido a expensas de principios fundamentales de la lidia y aún más de la variedad que hacía posible el ideal de arte del propio diestro. 
  • Genialmente, parece que se propuso lograr el mayor efecto de belleza plástica con el exponente patético más exaltado. [....] La plástica del toreo no es una plástica estática, sino dinámica, y en el ritmo de este dinamismo creo que está el verdadero secreto del estilo de Belmonte. La lentitud con que practicaba las suertes, el temple con que las llevaba a cabo era admirable y nadie le ha superado en este aspecto. Su gran triunfo consistió en influir en este aspecto  de su arte de modo extraordinario en Joselito, que en los últimos años de su vida llegó a emular a Juan, toreando, asimismo, con temple incomparable. 
  • Es un deber el de proclamar su personalidad excelsa de torero, renovador del estilo de ejecutar las suertes, al par que reconocer su influencia. Y ciertamente, si sus imitadores han renunciado a salvar sus propias personalidades y sólo pueden aspirar a miméticamente representar el arte único de Juan, no es temerario afirmar que el arte taurino, para los que así lo conciben, se encuentra en un callejón sin salida, del que sólo podría salvarle, y ello lo reconoce el propio Juan, una desigualdad en los estilos de embestir de los toros que obligara a volver a cánones de lidia que nunca debieron olvidarse y que a Juan Belmonte nunca interesaron. Juan Belmonte merece que se agoten todos los adjetivos en su loor; pero su escuela, su influencia, en realidad su concepción de la lidia, no pueden aceptarse sin discusión"
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Carlos de Larra, más conocido como “Curro Meloja”, en su libro Grandes maestros de la Tauromaquia, escribe:


  • “Pues en el Toreo, señores, Juan Belmonte ha sido……….la luz eléctrica. Los aficionados de la antigüedad sólo conocieron la luz del candil  -la luz de Montes, luego, el petróleo de “Lagartijo” y después el gas de Rafael Guerra; pero hasta Juan Belmonte nadie les descubrió la luz diáfana y maravillosa que había de alumbrar el Toreo para siempre, aunque el descubridor fuera acogido con asombro, con dudas y……..¡con espanto! Aquel mozuelo enclenque cargado de espaldas, con piernas “de trapo”, mentón saliente, “tan pequeñazo, tan desinificante”, que avanzaba hacia el toro con aire de cansancio o de sacrificio y que cuando la fiera se le arrancaba “para comérsele” clavaba los pies en la arena, tensaba los músculos de sus remos febles, enarcaba su pecho hasta tocar con la barbilla, y se erguía, majestuoso, desafiando a los pitones y dejando que se le acercaran hasta casi rozarle, para despedirlos y volverlos a atraer una y otra vez, “sin enmendarse”, con el lento y tranquilo juego de su capotillo o de su muleta…….aquello tenía que ser arte endemoniado, cosa de brujería –“Así” no se puede torear, decían los aficionados sesudos y ortodoxos……..Pero lo cierto es que desde entonces ya no se puede torear más que “así”. Y es que Belmonte impuso para siempre unos cánones desconocidos rompiendo moldes y terrenos, derrocando reglas, asentando el toreo sobre una nuevas bases: parar, templar y mandar……………Competencia, seis años, con “Joselito”. Época de Oro del Toreo. Muerto José, sigue Juan su senda de caminante solitario, rey y señor de todos los caminos. Se retira dos veces; vuelve a los toros. Y vuelve más torero; matador, al final, seguro y perfecto; siempre genial y revolucionario………….”Así” no se puede torear. Pero Belmonte torea así ahora, como toreaba así antes. ¡Arte del demonio! ¡Luz eléctrica!”

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Domingo Delgado de la Cámara, en su libro Revisión del toreo, escribe:


"La novedosa estética de Juan es atrayente y tan bella que será la que impere como referente en el toreo del siglo XX. Hasta tal punto será importante la estética de Belmonte, que aquella revolución se convertirá, diez años después de aparecer, en exponente del máximo clasicismo.................Ser el gran esteta del toreo supone ya una fantástica proeza. Belmonte fue, es y será importantísimo, pues él es el autor de las actuales formas. Ahora bien, lo de la revolución técnica belmontina conviene desmentirlo.............Gloria a Belmonte como esteta del toreo. Como técnico, no. Los logros técnicos que se le han atribuido a Belmonte son en realidad de Manolete..............Juan Belmonte supuso un paso adelante en la consecución de la quietud. Un paso muy importante, pero no definitivo. Todavía había mucho baile. Para quietud, la de Manolete...............Juan Belmonte fue una persona de una inteligencia extraordinaria.............Y esa misma inteligencia le permitió absorber como una esponja las enseñanzas de Joselito y, ahora sí, poner en práctica su estética particular.............Él se esfuerza por relativizar los exagerados florilegios de sus partidarios...............Nunca se creyó su propia historia, ni pensó que él era el revolucionario de la Fiesta. Decía: "Esos amigos generosos que formaron el llamado belmontismo".................Juan Belmonte tuvo también sus predecesores: El Espartero y Antonio Montes intentaron un toreo en esa misma línea. No lo consiguieron. A los dos les mató un toro......................Suerte análoga hubiera corrido Belmonte de no haber sido por la buena fortuna que le acompaño en sus principios, cuando tanto le cogían los toros, y por su inteligencia para aprender.......................Aunque a Belmonte le ayudara un antiguo banderillero de la cuadrilla de Antonio Montes, Juan en sus principios fue autodidacta. Toreaba así porque le surgía espontáneamente, y punto................El desmedramiento físico de Juan y su torpeza consiguiente, le forzaban fatídicamente a hacer ese torero, pero no era un torero buscado conscientemente por él...............Belmonte llamó la atención pronto. Los toreros que están siempre al borde del precipicio suelen llamar la atención.....................Debo decir que Belmonte toreaba muy arcaicamente.............Lo de la "revolución" es cosa de sus exégetas. Él nunca pretendió revolucionar nada. Tan osada afirmación se demuestra con los siguientes datos: Con el capote toreaba con las manos muy altas, tal y como hacían los anteriores. Jamás toreó en redondo, ni siquiera en su última época. Realizaba las faenas a la antigua usanza, es decir, dando un muletazo por cada pitón. Usaba la mano izquierda con la misma tacañería que sus predecesores: sólo ante toros excepcionales y en un número de pases muy limitado.....................Otro tema muy interesante es la tan traída y llevada quietud de Juan Belmonte. Es un tópico comúnmente aceptado por todos que antes de Juan se toreaba en movimiento, y después de él con quietud......................Belmonte es un paso adelante en el camino para conseguir la quietud. Sin él pretenderlo, forzado por sus limitaciones físicas, no podía quitarse con la celeridad con la que se quitaban los demás...............Belmonte se quedaba más quieto que sus contemporáneos, pero no quieto totalmente.....................Lo que distinguió a Belmonte de todos los toreros anteriores a él fue su personalísima estética. En esto sí que es distinto y revolucionario.................Juan Belmonte sólo tiene una importante aportación técnica...................el cruzarse con los toros. En este requisito técnico descansa todo el edificio belmontino. Aquí está el quid de la cuestión. Éste es el secreto de la supervivencia de Belmonte, y no una quietud más o menos impostada...................Belmonte, después de volar mil veces, comprobó que había un sitio al que era muy difícil llegar, pero que si se conseguía llegar, el toro se desplazaba lejos y no hacía por él. Ese lugar estaba en el pitón contrario; había que irse ahí para desplazar a los toros. Por eso Juan sobrevivió en el toreo............Al desplazar al toro, podía permitirse una parsimonia imposible para quien no estuviera cruzado. He aquí el logro técnico de Belmonte. Se había descubierto la teoría del toreo cambiado o contrario.....................Belmonte es el padre del toreo contrario, toreo de concepto defensivo. Juan tuvo que buscar esta seguridad para librarse de las palizas que le propinaban los toros.............Pero su estética, basada en el compás abierto y el pecho por delante, era tan magnífica que lo desmanteló todo. Juan Belmonte es el canon estético del toreo. La estética más bella jamás soñada.............Pero Belmonte no fue, ni mucho menos, un virtuoso del temple. Prueba de ello es que los toros violentos le arrebataron el engaño muchas veces. Juan no tenía una habilidad especial para adaptar la velocidad del engaño a la velocidad del toro. Faltaban veinticinco años para que surgieran los virtuosos del temple"

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Antonio Díaz Cañabate, escribió: 


  • "Conozco tres de los retratos que hizo Zuloaga al gran torero. Los tres reflejan lo que Juan poseyó, como torero, más acusadamente: el patetismo. Aquel patetismo, tan suyo, que comunicaba al público como de corazón a corazón se transmite el amor, la pasión, flecha que lo traspasa y deja huella indeleble."



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Don José María de Cossío -gallista excelso- escribió de Belmonte:

"Genialmente parece que Juan se propuso lograr el mayor efecto de belleza plástica con el exponente patético más exaltado y de valor más dramático

  • "Si yo fuese escultor y quisiera reproducir, en toda su artística brutalidad, la lucha del hombre con el toro, escogería por modelo a Belmonte. Nadie como él para componer el trágico y hermoso grupo, en que fiera y hombre se juntan, buscando ella, con los ojos en llama y la testuz prevenida al derrote, el corazón del lidiador; recogiendo éste sobre el pecho la capa, al objeto de "empapar" la cabeza del toro y sortear su envite, mientras roza el cuerno los alamares de la chaquetilla reprieta.

En ese trance, en ese alarde de bravura y destreza, ningún torero aventaja a Belmonte. Ninguno como él sacude los nervios, haciéndolos vibrar a un tiempo de placer y de horror. Es un segundo, durante el cual la muerte se cierne sobre el hombre, azotándola con los vuelos del capote de seda la aparta de sí, con un gallardo y desdeñoso ademán de los brazos. [....] En tales momentos, ningún torero, absolutamente ninguno de los conocidos por mí, ha desafiado con tanta bravura a la muerte y la ha vencido con tanto arte."


  Joaquín Dicenta, (En el prólogo del libro "Juan Belmonte: su vida y su arte", de Francisco Gómez Hidalgo)

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Juan Pedro Domecq, en su libro Del toreo a la bravura, escribe:



  • "Quien más influyó a Joselito en su trayectoria taurina fue Juan Belmonte. Belmonte no viene de una familia taurina, ni siquiera aficionada a los toros, y por ello no está impregado de los conocimientos de la Tauromaquia de su época. A Chaves Nogales, su biógrafo, le dirá que él torea "con su espíritu, con su alma". Lo verdaderamente cierto es que cuando Belmonte, como novillero, se puso delante del toro, no intentó burlar su acometida como se había estado haciendo hasta ese momento; simplemente se quedó quieto y dejó que el toro pasara, acompañándolo con los vuelos del capote y la muleta. Esta nueva forma de colocarse ante el toro le supuso sufrir cogidas con enorme frecuencia, pero él insistió en su concepto de toreo, y cuando éste cuajaba, provocaba la catarsis en el público"
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Don Indalecio, en La Tauromaquia en el siglo XX, primer cuaderno. En el número 3 de Cuadernos Taurinos, dentro de la colección Grana y Oro, pgs. 71 a 73, escribe:




  • "Sus primeros pasos en la profesión fueron desgraciados, y hasta estuvo tentado de abandonarla, a consecuencia de un fracaso ante sus paisanos. Pero el viejo banderillero, José María Calderón y Cea, que había ido con Antonio Montes, le vio, creyó en él, y de unas novilladas económicas en Valencia, vino el revuelo; con la confirmación en Sevilla, en 1912, de aquel estrépito valenciano………..Las cosas extraordinarias que realizaba Juan, no vistas por nadie, su verónica, su pase natural, la media verónica enroscándose los novillos a la cintura, los terrenos que pisaba, levantaron un clamor entre los aficionados viejos y jóvenes. Lo hicieron en seguido héroe popular; también se lo apropiaron los selectos intelectuales, y el Terremoto, el Pasmo de TrianaBelmonte, el misterioso, se elevó al lugar más alto, siquiera los aficionados chapados a la antigua entendieran al verle tomar la alternativa el 16 de octubre de 1913, que llegaba a ella con muy poco bagaje general…………..En la competencia con Joselito, la gente se ponía de su parte por ser el más débil. Y tenía razón. A José le había concedido la Naturaleza todos sus dones para enfrentarse con los toros. Podía con ellos. En cambio, Juan, parecía que a los toros les pedía humildemente permiso para hacerles sus cosas maravillosas…………Los aficionados señalaron a Juan Belmonte como la víctima que se veía caer como fruto maduro. Y lo que es el porvenir: fue a Joselito, el sabio, a quien venció un toro, a la vez que Juan llegaba a torear más corridas que nadie hasta entonces; se quedó como sobreviviente de la contienda, con idas y vueltas en su profesión, que le permitían pisar los ruedos cada vez más seguro y más inteligente……….Con Juan Belmonte llegó al toreo eso del “temple” tan traído y llevado muchas veces sin saber con qué cuchara se come. Porque muchos entienden que torear con temple es torear con lentitud, con suavidad, cuando de lo que se trata es de equilibrar el movimiento del engaño con la fuerza de la embestida. Llevar toreado al enemigo, puede decirse para mayor claridad…………En alguna ocasión, la figura de Belmonte torero se transforma en mito………..La admiración por Juan Belmonte es justa, salvo detalles. Y bien merece la admiración un lidiador que trajo cosas muy grandes a la Fiesta, y tuvo gestos como aquel de Sevilla en sus primeros tiempos. Estaba herido, se rumoreó que no torearía en la feria, y menos aquella corrida, aquel corridón de Miura. Y Belmonte se presentó en su tierra, exclusivamente para vérselas con los toros de la divisa encarnada y verde. ¡Y los toreó! ¡Pues no faltaba más! ¿Quién se había pensado que era Juan Belmonte?"
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Luis UriarteDon Luis, en su libro "Figurones taurómacos", editado en ¿190.?, escribe:

  • "Belmonte el impar. [...] Belmonte ha sublimado el  diálogo inicial de la verónica, revelando a los fieles de la ley vieja, la buena nueva, la doctrina de la verdad. Belmonte es un prisionero de su propio, magnífico arte. En todo instante se le exige la línea clásica, la composición del grupo escultórico, prodigio de armonía por él instaurado [...] A Belmonte no le concibe el público encogido o despatarrado, presto al salto o a la huída, en esa actitud torpe, miedosa, desairada y fea que hoy apenas consiente a otros toreros y antes incluso celebraba y aplaudía. Quien le haya visto una sola vez en su manera típica de tomar de a un toro -aroma nuevo e inconfundible de la vieja suerte taurina -, ¿logrará desprenderse del regusto de su arte? [....] La faena belmontina es el canón estético del arte taurino. No puede darse nada tan perfecto, pues difícilmente logran acordarse con tal justeza la bravura del toro y el corazón del torero [...] Todo medido, ponderado, preciso, sin un tanteo estéril, sin una incertidumbre, sin un vano en la total armonía de la faena. Arte genial, clasicismo rondeño y alegría sevillana, poesía pura y de la de los más subidos quilates[...] El trianero, como ápice de su arte, es hoy impar. [....] Porque Juan Belmonte posee la ciencia del toreo, el arte del toreo y el corazón indomable, generoso y caliente del héroe popular, que, sin miedo del dolor y de la sangre, sobre la arena dramática de los cosos y ante el desacordado bullicio de la gente común, sabe ofrecerles en síntesis clara, despaciosas, serenas, en prodigios de suavidad, de temple y de mando. Por eso, en la historia del toreo, Belmonte es impar."
Luis Uriarte, Don Luis, escribió sobre Belmonte en Toros y Toreros de 1920:


  • "Al morir su compañero Joselito, y por la fuerza de las circunstancias, quedó el amo del  toreo, sin que de momento existiera ningún lidiador con poder bastante para restarle influencia. Otros vinieron y más otros vendrán......Dejémoslo; baste decir que Belmonte carece del temperamento que se precisa para ganar cierta clase de batallas: él tiene bastante con preocuparse de sus cosas, que no son precisamente las de los toros, en los cuales no piensa más que cuando pisa las arenillas del ruedo.

En conjunto, ha sido bastante buena la campaña que ha realizado, principalmente a partir de la trágica muerte de Joselito. Cualquiera diría que Belmonte ha puesto especial empeño este año en arrimarse a los toros, como si hubiera querido probar una vez más que no le infunde pavor el espectro macabro de La Enemiga..
Entre sus mayores triunfos debe ser anotado el que logró el 20 de Junio en Madrid, fecha que merecer ser grabada con letras de oro en los anales belmontinos."


El mismo Don Luis, escribe así sobre Juan Belmonte en Toros y Toreros de 1921:


  • "Al morir Joselito quedó de amo del toreo; pero no ha tardado en ceder el puesto, como era de presumir, a quienes han venido con más afición, con menos fama y dinero, con más afición y con menos temperamento para resignarse a perder batallas sin preocuparse de la pelea ni siquiera en el ruedo.........De regreso de Perú, comenzó a torear en Sevilla, y , a la segunda corrida, un toro de Santa Coloma le causó en la boca la herida que tan mal a traer le trajo durante la temporada.

Este percance influyó mas de la cuenta en el ánimo de Belmonte, que dió en la flor, diríase mejor en las espinas, de no arrimarse al toro sino en muy contadas ocasiones, entre las cuales se cuentan las concernientes a la feria de Valencia y la corrida de la Prensa matritense, el 12 de Julio, fecha en la que cortó una oreja de las mejor ganadas en la plaza cortesana. [...] En Lima, en la corrida del 20 de febrero estoqueó, por única vez en su vida, seis toros él solo, de la hacienda del Olivar."

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En el libro  "El Sabio y el Fenómeno" en la temporada de 1914, escrito por El Bachiller González de Rivera y Triquitraque,encontramos estos comentarios de "Don Miquis" sobre Joselito y Belmonte:

  • “A mi juicio, en el toreo de Joselito domina la belleza, mientras en el de Belmonte impera la bondad. El clasicismo en éste; el modernismo en aquél. […..]  Joselito, artista consumado. Juanito, artista genial. El primero generaliza; el segundo especializa. El Sabio ejecuta como técnico perfecto. El Fenómeno, se inspira y crea. Aquél aprovecha todas las ventajas; éste desafía las desventajas y las vence.[…..] Gallito Chico es un torero lleno de saber, conocedor completo del arte, que atrae y seduce con sus filigranas exquisitas. Belmonte asusta con su arrojo y asombra con su arte. […..] La belleza en la ejecución, llega en Gallito a los límites de lo sublime, sin traspasarlos. La verdad y la bondad del trabajo de Belmonte, entran de lleno en la esfera del heroísmo. [-----] Gallito, como técnico, es más completo aún, si se me aprieta, que aquel maravilloso maestro llamado Rafael Guerra. […..] Belmonte ha logrado, con su toreo de brazos y de cintura, librar las acometidas de las fieras de un modo y en un terreno, donde antes NADIE se atrevió a torear. […..] Tal es el secreto a voces de sus triunfos y el fundamento de su sobrenombre.”
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Pepe de la Loma, Don Modesto, conocido belmontista, escribe en El Liberal, sobre el toreo de capa de un novel banderillero llamado Juan Belmonte:


  • "Cinco verónicas sin enmendarse. Se dice y no se cree. Cuando lo sepa Guerrita, exclama seguramente: Eso sí que no lo hemos hecho ni Lagartijo ni acá (acá es él). Ayer Belmonte, que es con el capote en la mano el mayor fenómeno que ha pisado la arena del redondel, dio al cuarto toro cinco verónicas sin enmendarse, archimonumentales las cinco, pero tres de ellas, por el lado derecho, indescriptibles, inverosímiles. Es lo más grande que se ha realizado en la plaza de Madrid desde el día de su inauguración, que fue por el año 1874.............Toda la faena de Belmonte en la novillada de ayer, se reduce a cinco lances de capa en el segundo toro...........y a seis verónicas en el cuarto"



Don Modesto, en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa (1928), escribe: 


  • "Belmonte es un fenómeno, algo sobrenatural, que en estos momentos viene al arte de los toros para hacer una honda revolución. He visto a Belmonte, con sus piernas de trapo y su extraña contextura, capear, muletear y matar tres novillos-cada uno en su estilo- y me atrevo a asegurarte que este enorme torero se halla más allá del bien y del mal, sitio reservado a los grandes genios únicamente.

Del mismo Don Modesto es este comentario sobre el toreo del Belmonte novillero:



  • "Cómo torea Belmonte con capote y muleta, toreo fino, clásico, de oro puro, huérfano de tranquillos y martingalas, toreo de verdad, dando al enemigo todas las ventajas para dominarlo a fuerza de inteligencia y de valor, no se había toreado nunca. Ni Lagartijo el Grande, ni Fuentes. Con las cartas boca arriba, sin trampa ni cartón. Muleta como la de Belmonte no ha habido, ni hay, y es posible que no se vuelva a ver otra"

Y seguimos con los comentarios de Don Modesto:



  • "He cogido los mejores tiempos del toreo, cuando ocupaban la cabecera Lagartijo y Frascuelo. He visto torear y desarrollarse al Guerra, Espartero, Bomba, Machaco y los Gallos. Belmonte hace todo lo bueno que éstos, pero mucho mejor todavía. Apretándose más con el enemigo, se lo pasea cien veces por el pecho; lleva la cabeza del toro empapada en los vuelillos de la bandera; los pies atornillados al suelo, juega únicamente los brazos y da la salida justa para dejar al toro en el terreno. Ejecuta el pase natural girando el cuerpo sobre los talones, y desdobla el brazo lenta y elegantemente, como si la fiera fuese amarrada con un hilo irrompible del engaño.......................Declaro que como torea Belmonte con capa y muleta, toreo fino, clásico, de oro puro, huérfano de tranquillos y martingalillas, dando al enemigo las ventajas para dominarlo a fuerza de inteligencia y valor, no ha toreado nunca nadie. No necesita las piernas; le basta el poder mágico de sus brazos. Es feo, cargado de espaldas, patizambo, de mentón alargado y caído................Un crítico valenciano había dicho: "va sobre alambres, tiene un hombro más alto que otro. Se gasta una boca como para tragarse de un bostezo todos los miles de espectadores, y su mirada, inteligente, tan triste que el pobre chico pide permiso para caminar por el ruedo".............Pero, señores, hecho por el mismo Dios, cuando se abre de capa o despliega su muleta prodigiosa, recuerda a su Divina Providencia"

Don Modesto, en El Liberal del 17 de octubre de 1913, escribe acerca de la actuación de Juan Belmonte la tarde de su alternativa:





  •  " ¡Ya es matador de toros Juanito Belmonte! [....] Esa su manera de torear de capa y ese su modo de jugar la muleta, todo ello en lucha franca, cara a cara con el bruto, que "le lame" cien veces los alamares de la taleguilla, ni tiene ni ha tenido igual en la lidia de los toros. Es un asombro; es un caso increíble si no se viera. Es un fenómeno.

  Los rutinarios, los tradicionalistas, los enamorados del ayer, ponen el grito en el cielo cuando se nombra a Lagartijo y Frascuelo hablando del ayer.

  -¡Es un profanación!

  -¡Es un sacrilegio!

  -¡Es una herejía!

  Yo confieso que no me acuerdo de Rafael ni Salvador cuando veo torear de capa a Belmonte. ¿Para qué? ¡Cómo me he de acordar de Juan Pérez o de Pedro López oyendo una obra colosal de Wagner!

  Ni hay herejía, ni hay sacrilegio, ni hay profanación.

  Al hablar de Belmonte toreando de capa, no se puede uno acordar de nadie. Porque torea como nadie. [....] Belmonte torea de capa como no ha toreado nadie. Y tanto es así, que los buenos toreros de hoy dicen que, como torea Belmonte no se puede torear. Que es lo mismo que decir que el trianero torea como no se ha toreado nunca.

  Que habrá otros toreros que entretengan y diviertan más porque son más largos de conocimientos y pueden lucir en cualquier momento de la lidia, eso es indudable.

  Pero torero que toreando de capa o de muleta llegue al fondo del espíritu del espectador y le emocione y le asombre y le estupefacte, eso uno solo. Uno hoy. Juan Belmonte."

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Alejandro Pérez LugínDon Pío, conocido antibelmontista, escribe en La Tribuna, sobre una novillada de Belmonte en Barcelona:



"De todo aquello que decían no he visto nada, fuera de tres lances que dio a su primer toro, en los que paró y aguantó mucho, pero sin mandar nada...............Con la muleta..........yo creía que iba a encontrarme un torero parado, con afición al toreo natural...........Y me he encontrado con un torero efectista, de los profesionales del pase de trinchera............Pases de guardabarrera, trinchera, pecho con la derecha, dos molinetes con ambas manos, y ni un natural"

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José Díaz de Quijano, Don Quijote, escribe:


  • "¿Quién era aquél fenómeno? ¿Qué iba a ser aquello? Se podía prever..............el rumbo que desde aquel momento iba a tomar el toreo; la transformación total del arte, del estilo, de la estética taurina............."
  • "Todos los años llega la tarde en que Belmonte hace una faena tan prodigiosa -la faena del año- con que borra a todos y se borra a sí mismo......., la faena que queda, que se recuerda luego, toda la vida, con un denominativo o una fecha: la del 2 de mayo, la de la Beneficencia, la del Montepío..........Faenas que al presenciarlas duelen y dejan al espectador echo un guiñapo.............porque son como un cataclismo, algo bárbaro y divino, de una grandiosidad y una belleza nuevas en tauromaquia"
El mismo Don Quijote, en La Fiesta Brava del 4 de Octubre de 1935, escribe:

"Ha tenido que torear Belmonte en Madrid (se refiere a la última corrida que toreó Belmonte en Madrid) para que, en el fondo, y hasta en la superficie, todos, tirios y troyanos, hayan tenido que reconocer que Belmonte sigue siendo Belmonte......Y yo quiero insistir en mi afirmación consciente de que su arte -a pesar de cuantas herejías se venían diciendo- no sólo no ha sido superado por los toreros posteriores a él, sino que no han hecho más que viciarlo y desvirtuarlo, y que si ha influído en el toreo, con la revolución que sus normasa y su nueva estética implicó, sigue siendo algo único y aparte, absolutamente distinto del de los otros.....No se ha adelantado un paso desde él.....¡Único y solo!"

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Ventura Bagués, Don Ventura, escribe así sobre Belmonte en Toros y Toreos de 1919:

  • "Es indudable que por este célebre diestro sienten las muchedumbres apasionamientos maternos; pocos toreros como Belmonte han hallado a  los públicos predispuestos siempre al aplauso férvido en su favor.
Belmonte era, al empezar la temporada, el interés, la expectación. ¿Qué haría el popularísimo torero después de casado y tras un año de ausencia de los ruedos españoles?
Pues Belmonte ha afirmado más, si más cabía,  su personalidad artística; ha obtenido triunfos reservados a los elegidos, ha dado frecuentemente esa nota de emoción que labró su destino y ha matado muchos toros con una seguridad y un limpio estilo que ya dejó manifestar en la temporada de 1917.
Ha adquirido una gran soltura ante los toros sin perder el sello propio, característico, en su modo  de ejecutar; da a sus faenas con el capote y la muleta ese temple maravilloso que es en este artista un tesoro divino, merecedor de una estrofa como la que Rubén Darío cantó a la juventud, y tal es la seguridad que hoy tiene para andar ante los toros, que este año le ha permitido torear un número de corridas al que nunca llegó torero alguno en una temporada. 
  • Si Belmonte toreara más con la mano izquierda y no recurriera con tanta frecuencia a esos arrodillamientos en actitud pasiva que a nada conducen, y que tanto ha prodigado este año, ni a esos descoyuntamientos del cuerpo sacando la cadera, ni a otros procedimientos para buscar el aplauso de la galería, se lo agradecerían mucho  los buenos aficionados.


  • Los que saboreamos el verdadero arte somos avaros de toda emoción estética (no de la trágica, a la que no necesita acogerse Belmonte para triunfar), y ante toreros de sus aptitudes buscamos lo que solamente ellos nos pueden ofrecer, lo  que sólo pueden dar los artistas excepcionales."
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M. Serrano García-Vao Dulzuras escribe así sobre los inicios como novillero de Juan Belmonte en Toros y Toreros de 1912: 


  • "Absolutamente desconocido al comenzar la temporada, pues este mozo de Triana había toreado dos corridas sin picadores en Sevilla y alguna que otra en pueblos de poca importancia, alternando esto con el trabajo en las obras de Tablada, colocado por el antiguo banderillero Calderón, cuando le dió el naipe por dedicarse de lleno al toreo, para lo que saltó a Valencia y en la plaza de la ciudad de las flores tomó parte en una novillada económica que se dió el 26 de Mayo con España, "Barquerito" y él. Su trabajo gustó extraordinariamente y lo repitieron en los días 22 y 30 de Junio.
Alguien escribió a Sevilla y parece que dijo: "¿No se han enterado ahí de que hay un muchacho que se llama Belmonte, que es de Triana, y que va a armar una revolución?
El caso fué que el 21 de Julio debutó en la plaza sevillana con ganado de Tovar y acompañado de "Larita" y Posadas. El éxito de aquel día fué enorme y levantó una polvareda grande, a pesar de estar aquellos días el público sevillano loco con las faenas de Joselito "El Gallo". [....] No le hemos visto y por cuenta propia nada podemos decir, pero sin duda alguna tiene algo que no es muy común cuando tal alboroto ha armado."

Manuel Serrano, DULZURAS escribe en Toros y Toreos de 1913:


  • "Belmonte. El otro doctor de este año fué el discutidísimo Juan Belmonte [....] Tiene, sí, dos o tres cosas que le hemos visto hacer como nadie, y son la verónica, el pase natural, el pase de pecho, el recorte en los quites y un pase de molinete, que es muy suyo. Con esto gana ovaciones todos los días cuando le salga el toro que se deje torear a gusto. De lo demás no le hemos visto nada ni regular siquiera.






  • Es un especialista del toreo, y en esa especialidad hace lo que nadie; pero el ser jefe de cuadrilla requiere mayor número de conocimientos y por hoy no los tiene Juan Belmonte [....] Como matador de toros le juzgaremos el año próximo, pues lo que ha hecho en la corrida de su doctorado no puede tomarse en serio."
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Durabat en el semanario La Lidia del 26 de Julio de 1915, escribe:


  • "Este muchacho enteco y muy niño tiene un gran rival. ¡Su corazón! ¿Competir?. ¡Con nadie!. Torea para él, lo mismo en un tentadero que en la plaza. Lo mismo si alterna con Joselito que con el último novillero.........Haciendo lo de todos ha conseguido llamen naturales de Belmonte y no de otros los que él da. Verónicas de Belmonte, las suyas; medias verónicas las de su estilo, las que nadie puede igualar, y valiente, decidido, pundonoroso, pisando un terreno ignorado por casi todos hasta ahora, sólo con su bravura se ha colocado en un puesto que nadie le disputará; convence y subyuga a cuantos le ven, y sabe se funden y laten en la plaza todos los corazones con el suyo, ante su gran arte, su inmenso arte de la emoción."
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José Fernández Coello de Portugal, escribe en su libro "Belmonte en 1917":


  • "Un año memorable. Realmente así se puede llamar a la temporada a que Juan Belmonte ha dado fin el día veintiuno en Barcelona, obteniendo un gran éxito. [...] Ya no se sabe qué admirar más en él, si el torero de purísimo y hermoso estilo rondeño que se hace con la res de tanto consentirla, o el valiente y fino estoqueador que sabe bajar la muleta a la hora suprema, y, doblando el cuerpo sobre los pitones, dejar colosales estocadas de las que los toros ruedan sin puntilla, y en las que no se sabe qué admirar más, si la forma de propinarla o la inmejorable colocación. [....] Puede decirse, sin género de duda alguna, que en Belmonte tiene un paladín: los amigos de la emoción, los amantes del volapié, los entusiastas del dominio de los toros por el saber, y los que, como  yo, quieren y reverencian el puro estilo rondeño"

José Fernández Coello de Portugal, en su obra "Belmonte: 1919", escribe:
  • "¿Quién es Belmonte......? Preguntáselo a las multitudes, que, enardecidas por el supremo arte de un lidiador, que se burla de la muerte, jugando constantemente con ella, les hace experimentar la borrachera de sangre y valor propias de la fiesta; ellas os dirán que es un torero de estilo rondeño puro, que reune las arrogancias del Espartero y el dominio del coloso de Córdoba (Guerrita); os añadirán que su personalidad, dentro del toreo, es grandísima, porque con su toreo clásico representa la fiesta nacional en toda su plenitud; porque él, sacando del panteón del olvido los pases naturales, los dió como jamás nadie pudo imaginarse [...] Con la capa, en sus verónicas y clásicas medias verónicas, entusiasma por la manera de ejecutarlas [....] Con la muleta domina al toro, y en sus pases naturales, de pecho y ayudados, sabe armonizar el are con el castigo que precisa darle al toro, y luego, en la suprema hora, cuando dejándose caer poco a poco, resbalando sobre el costillar, se nos reveala como un enorme matador.

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Wenceslao Fernández Flórez, en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa, escribe:


  • ¡Compañero y amigo! [...] Casi todos los amigos de Belmonte son artistas, hombres de cultura, de valer. Escuchamos con curiosidad a este ejemplar desconcertante, intentando bucear en su espíritu[...] Tú no eres un torero. Tú podías estar haciendo crónicas y artículos en cualquier periódico de Madrid [...] En el fondo de nuestro corazón te hemos reconocido; en el fondo de nuestro corazón te guardaremos el secreto. Lees libros, compras cuadros, no llevas coleta, no hablas con nadie de toros. Cada ocho días te vistes con el traje fulgurante, te ves acometido por una fiera y la tienes que matar, ¡sabe Dios con cuánto dolor de tu alma! Esto es todo [...] Bien hecho, ignorado colega. Es verdad que alguna que otra vez te hiere un toro. [...] Querido e inédito colega Belmonte, has hecho bien [...] Si tú tienes, es verdad, un espíritu enamorado de lo bello, has acertado en la elección del camino que te puede llevar a la satisfacción de tus nobles gestos. En España es preciso proceder así. Sin embargo, no  se te ocurra presentarte a nadie como profesional de la torería. Tú, en ese aspecto de vestido, de costumbre, de expresión, apenas si te llamas Juan. ¿Cómo te vas a llamar Belmonte?"




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"Hace mucho tiempo que la muerte había empezado en Juan Belmonte su torva labor de azada. Se leía en el hieratismo de su perfil, más mineral y más mito de sí mismo que nunca y en una cierta tristeza impávida en lo hondo de los ojos. [....] La jornada última en la finca amada (Gómez Cardeña), sobre el caballo amado, solo- lejos los afectos, los amigos y la familia-, fué el más sencillo y también el más hermoso canto del cisne de un arte impar. Morir en la Plaza era el final apetecido por la exaltada dramaturgia valleinclanesca. Pero Juan Belmonte, para esta muerte en la Plaza, entre los toros, quiso la sencillez, la  soledad, el cara a cara de su verdad desnuda, como en las faenas solitarias a los toros de Tablada, que cantara Gerardo Diego:

"La arrebolada en sus rubores luna / se asoma, presidenta, a su baranda. / Un toro y Juan Belmonte."



Celestino Fernández OrtizEl Ruedo del 12 de Abril de 1962.


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"Retírese usted, Juan Belmonte!.......Porque si el arte es un "camino de perfección, un anhelo se superación, la vida de un artista termina cuando su obra está cumplida, culminada, perfecta. Y todo lo que venga después es redundancia o decadencia.
Juan Belmonte está en ese momento de su vida. Su obra artística, que primero fué una llama de revelación, un soplo de gracia en el espíritu de un hombre, que luego se transformó en una lucha de enseñanza y proselitismo, ha llegado ya a a su punto culminante, a su vértice de madurez y perfección.
En el arte típico de Juan Belmonte no tiene que hacer nada ya ni el propio Juan Belmonte. A pocos hombres concede el Destino esta gracia de ver su obra culminada, perfecta. Belmonte fué creador y ha fundado escuela. ¿A qué más puede aspirar en lo humano un hombre que nace artista?.......La obra está culminada. No hay nada más que hacer"

Juan Ferragut, en la crónica de la última corrida de Belmonte toreada en Madrid, publicada en Mundo Gráfico del 25 de Septiembre de 1935.

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  • "El toreo de Belmonte, ese toreo que aguanta la acometida con una quietud tétrica, toreo que carga lo necesario la suerte, porque no da más salida que la estricta para que el pitón pase de un lado a otro rozando la ropa del que lidia, porque no se enmienda, porque le da al adversario todas las ventajas, porque lejos de perder terreno como los demás él es el que se lo gana de lance en lance al toro. [....] Por eso, y nada más que por eso, los lances de Belmonte ponen frío el corazón. ¡Ese farol echándose el capote a la espalda antes de que el toro llegue a la jurisdicción del diestro!.....¡Esa media verónica enroscándose materialmente la fiera a la cintura!.......El pase natural de Belmonte es natural en toda la magnífica acepción de la palabra. Desde que se inicia hasta que termina. Ni se fuerza la figura, que gira gallarda y solemne al mismo compás que el toro avanza; ni se acelera el juego del brazo, que va estirándose a medida que el animal se embebe en la muleta y sigue el rumbo......Esos molinetes iniciados en el preciso instante de derrotar el toro y dando una vuelta alrededor de las astas, descubriendo el cuerpo en el momento culminante del peligro. [....] No sólo se puede torear como torea Belmonte, sino que no se puede torear de otra manera."

                                          José Garcia Becerra 

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  • "Juan Belmonte era el "señor", el hombre de pro, el "héroe" doblado del discreto. [....] He visto  en otros "dignidad" como la suya, pero no mayor. Jamás vi "soldado" menos "fanfarrón". No alardeaba de sus hazañas porque el verdadero mílite las está viendo en los ojos de quienes le escuchan. De su labio, un poco "austriaco", acentuadas con algo que no era tartamudeo sino una especie de "pizzicato" titubeante, salían la cortesía, la sentencia andaluza o la aseveración sin "vuelta de hoja".


Emilio Garcia Gómez

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  • "El tipo menos hipócrita. Para mí el torero es el tipo menos hipócrita de la España actual. Es lo que es sin engañar a nadie, sometido a todos los peligros de la grave franqueza, fatalmente sincero. 
Belmonte se destaca en el toreo, encarnando arquetipalmente ese tipo humano, y soy su admirador desde la primera vez que toreó en Madrid, que daba sus quites con el cendal que cortó a la bruma del río en la ribera del Guadalquivir, una de aquellas noches de luna, en que toreaba toros negros con lomos plateados en las plazuelas de las dehesas. 
Con figura de rey, en que se acentúan los rasgos de su dinastía -como en un Carlos II o un Hamlet- se ha portado siempre con gesto egregio de retrato. Sólo Carreño hubiera logrado por completo esa crudeza de la carne, majada en albas de miedo y osadía, y ese desgaire del rostro en que las facciones adquieren todo el desplome dramático y voluntarioso del llegar al límite de la superación, cuando ya está cuajado el tipo de estirpe y tiempo, y se mira en el último espejo [....]
Belmonte nos ha dado la impresión suma de mártir y vencedor, dignificándose en ese gesto de Arlequín roto con que se descoyunta, descomponiendo  toda altivez y haciéndose pelele del manteo de gloria sobre el escenario del ballet del toreo.
Belmonte nunca ha querido coquetear y disfrazar la verdad descompuesta del funambulismo de muerte que es la corrida, y ha hecho los arremuescos de su arte con la figura del ahorcado que convenía al  espectáculo."


     Ramón Gómez de la Serna, en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa.

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  • "La función plástica de todos los tercios de la lidia, la revolución de los terrenos y las distancias, la profundización de todas las suertes. Las expresiones personales, el espectáculo convertido en arte. ¿Quién lo consigue? Un genio: Juan Belmonte".


González Climent.


  • "Tenemos que partir que el toreo es un arte muy joven en relación con las demás artes.....Júzguese que fue Juan Belmonte quien, de forma definitiva, convirtió el espectáculo taurino en arte. Esto es: un contemporáneo."

González Climent, en su obra Flamencología.

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El escritor mejicano Xavier González Fisher, en el artículo titulado La dialéctica y los toros, aparecido en la revista Gaceta Taurina de junio de 1997, escribe:


  • "Será Joselito quien retome las ideas de Guerrita en forma intuitiva, pues en primer término, continuará la tradición iniciada por el de Córdoba en cuanto a la posibilidad de escoger ciertos toros para sus actuaciones, y así como el Califa prefirió a los de Saltillo y Veragua, veremos que el de Gelves tirará mejor con los de Colmenar, en concreto, los de Vicente Martínez. Pero en lo sustancial, veremos que practica el toreo en redondo, sobre todo por naturales, continuando con una tradición que de momento pareció perdida en las manos de su hermano Rafael y de BombitaMachaquito y Pastor..............................Por su parte Juan Belmonte...................sería la contraparte de Joselito, pues su toreo no se apoyaría en unas facultades físicas privilegiadas, pero aportaría a la tauromaquia el hecho de torear a la verónica ya no llevando la manos altas al final del lance, sino echando al toro para atrás y procurando recuperar solo el terreno necesario para ligar el siguiente lance. Tanto influyó su forma de torear con la capa, que cinco verónicas que ligó sin enmendar en Madrid son leyenda todavía hoy, ochenta y dos años después. Con la muleta, era un frascuelista puro, torero que fue calificado por "Don Pío" como: ".......torero efectista, de los profesionales del pase de trinchera.....", es decir, como un torero que solo buscaba la igualada para tirarse a matar"





  • "Enlazando el lenguaje de Hegel con el de Spengler, podemos decir que el toreo de Joselito era "faústico", es decir, abierto, expansivo, derivado de la seguridad que da el conocimiento de las condiciones de los toros y en cuanto a procedimientos, continuador de la síntesis guerrista, que en esas fechas ya era la TESIS de una nueva tríada dialéctica que buscaría llegar al absoluto; Belmonte, podríamos decir que era "mágico", es decir, cerrado, misterioso, que apoyaba su toreo en un profundo sentimiento, que le hacía parecer patético, es decir, la ANTÍTESIS de José."
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  • "He tenido la suerte de conocer y tratar a dos genios.Uno fue Einstein. El otro, Juan Belmonte"
  • "Belmonte acabará por morir pronto, porque anda siempre a dos pasos de la tragedia, y no podrá echar a nadie la culpa de lo que suceda."


                                                            Ernest Hemingway

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  • "La filosofía del caso Belmonte [...] La fidelidad de Juan Belmonte a los toros constituye, para mí, uno de los espectáculos ejemplares de la vida española en los últimos tiempos. No cabe duda de que Juan Belmonte ha llegado a amar su arte en sí mismo, como fin y no como medio de triunfo y de riqueza.

Desde el principio sintetizó los evidentes riesgos del toreo y transformó la debilidad de sus piernas en excelencia. No pudiendo huir del toro, se acercó a él, y sumó en maestría de brazos el ímpetu que habría necesitado para esquivar las cornadas. Antitorero, mejor dicho, antiflamenco en la calle, en el trance de torear se transfigura. Cambia su color y el ritmo de su cuerpo. El mismo rostro adquiere en el pragmatismo un acento terrible. Y esa impresión de peligro compatible con la maestría, de peligro buscado, de peligro en cuyo desenlace no ha de influir la casualidad, es lo que ha aportado al toreo y lo que le hace diferente y superior a todos los otros. Belmonte no burla al toro: lo vence. No ha habido hombre más torero y que menos lo parezca. Este amor de lo substantivo y este desdén de lo adjetivo lo retratan como su valor, como su modestia. Es; luego no necesita parecer. Ha elegido la mejor parte. [....] Se ha dicho que Belmonte volvió a torear por necesidad. Sin duda es mentira. Yo, que nada sé de su persona, estoy seguro de que tornó a los toros porque la paz y la riqueza le daban un gusto tibio de la vida. Habituado ya al sabor fuerte del peligro, del triunfo y del temor al fracaso, la existencia burguesa tenía que ser para él fofa. Y al volver, hombre maduro ya, a los ruedos por amor de emociones, volvió intensificado, con esos arrebatos pasionales que adquieren en el hombre, fuera ya de la juventud, las pasiones que encienden el alma.
Ningún novillero ávido ha toreado con su fervor. Para el novillero inconsciente, detrás de los toros estaba la fortuna, la victoria; para Belmonte, detrás de los toros no hay nada, sino olvido y vejez."




     Alfonso Hernández Catá, en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa.

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  • "Ha tenido cogidas: una de ellas muy mala.

Es amigo de Tapia y de Pérez de Ayala.
Le encanta hablar de letras con los intelectuales.
...............................................

A este hombre, que ha causado tanto y tanto alboroto,
le tachan de fenómeno, y dicen la verdad,
porque es, según opina toda la humanidad,
un fenómeno sísmico: léase Terremoto.
El español castizo le venera y admira,
una corte sumisa lleva siempre detrás.
Todas las temporadas dice que se retira.
Y, en vez de retirarse, se arrima mucho más."


                                       Enrique Jardiel Poncela

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  • "En la historia de la lidia hay dos grupos de toreros: uno lo constituye, en solitario, Juan Belmonte, y en el otro se agrupan todas las demás figuras. Ninguno en la historia de la fiesta la ha cambiado tan de raíz. Los toreros de hoy y hasta los toros son lo que son por lo que fue Belmonte. Tanto viene, sí, de tan poco"


Federico Jiménez Losantos. Artículo titulado "Juan Belmonte, el torero que no podía morir"

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Heriberto Lanfranchi escribe sobre la actuación de Belmonte en la plaza El Toreo de México, el 9 de noviembre de 1913, con toros de San Diego de los Padres:


  • "J. Belmonte causó sensación con su extraordinario toreo, sobre todo el de capa, y fue ovacionado de continuo............Al toro de su presentación en México..........lo muleteó brevemente (siete pases: uno con la derecha, un ayudado, dos de pecho, dos molinetes extraordinarios y otro de pecho) con mucho temple y metido entre los pitones, lo que provocó que mucha gente gritara de entusiasmo, y lo mató de un pinchazo y media atravesada ,que no gustó a los puristas"


El mismo Heriberto Lanfranchi escribe sobre la actuación de Belmonte en la misma plaza, el 16 de noviembre de 1913:






  • "J. Belmonte...........recibió al segundo con cinco verónicas, los pies clavados en la arena, y solo moviendo los brazos y la cintura, y dos medias verónicas colosales, que pusieron al público de pie en los tendidos. Hizo superior faena de muleta, dando cuatro naturales ligados que armaron la revolución........."
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 Jorge Laverón, en su "Historia del Toreo", escribe:

  • “Su manera de torear produjo verdadero estupor…………..El toreo de Juan Belmonte rompe con las normas del toreo definitivamente, aumenta el riesgo de las suertes en lugar de disminuirlo. A partir de Belmonte el toreo se basa en la quietud de piernas y en el juego de brazos. En dominar al toro con gracia, con belleza, y sobre todo con temple, con lentitud. A partir de Belmonte, como a partir de Guerrita, cuya culminación fue Joselito, el toreo sólo sigue los cánones establecidos por el revolucionario trianero”
                                   
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Néstor Luján, en su Historia del Toreo, escribe:


  •  "Cuando Belmonte, en la biografía escrita por Chaves Nogales, dice: Para mí lo más importante en la lidia es el acento personal que en ella pone el lidiador. Es decir, el estilo, da con esto la clave de lo que será el toreo belmontino y el espectáculo moderno................"Se han acabado los toros", dijo el Guerra, a la muerte de Joselito el Gallo, y tuvo, proféticamente, toda la razón..................Otra cosa nacía en su lugar, y era un nuevo arte del toreo. Al toro le hizo Belmonte dos cosas para acabar con él como protagonista de la Fiesta: reducir el espacio, a la vez que multiplicaba el tiempo de las suertes; y agarrar por la mazorca del cuerno, por primera vez, a un toro berrendo de Miura. Esto es conceder importancia primordial a la visión estética de la Fiesta y despreciar al toro como elemento vitalísimo. Hoy lo vitalísimo es el arte, el estilo............................La calidad artística de Belmonte es excepcional.............era excepcionalmente distinta. Tenía, como cualidades fundamentales y sorprendentes: heterodoxia y su directa impresionabilidad..................Por una parte, vulnera aparentemente todas las reglas, y por otra, impresiona por sus exiguas condiciones físicas, que parecen sacudidas por una misteriosa fuerza dramática........................Desde el punto de vista tradicional del toreo, Belmonte significa el fin de la Fiesta. Desde el punto de vista estético, representa el triunfo del sentido plástico por encima de la orgía dinámica del toreo"



"El toreo de Belmonte era indócil, personalísimo y soberbio a toda disciplina, y consiguió un éxito total de crítica y público. Sus lances eran como relámpagos, intensos, aunque muy apretados y muy lentos"

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Manuel Machado, (22/XI/44). Texto recogido en El Ruedo del 19 de Noviembre de 1974.:
  • "Belmonte acabó con el toreo. Y conste que yo he sido belmontista acérrimo. Hizo su revolución y el toreo empezó entonces su crisis que llega y culmina en nuestros días. Cambió los terrenos. Fue una revolución, y como causante de ella es admirable. Por eso formé yo en sus filas. Pero las consecuencias han sido fatales [....] Belmonte se metió en el terreno del toro y ese es su mérito y.......esa es la desgracia del aficionado. El toro tiene su terreno. El torero, el suyo. Y cada uno tiene que hacer lo que le corresponda sin invadir la jurisdicción del otro. Belmonte no respetó las leyes, lo clásico del toreo, y vino la revolución. Y ahora,  ¿qué pasa? Que cualquier novillero se mete en el terreno del toro, porque Belmonte descubrió que se podía entrar en la zona vedada. Y ocurre que los toreros ya no pisan su terreno y, por tanto, se pierde la verdad, lo clásico......Porque lo difícil no es meterse entre los cuernos del toro y darle trescientos ocho pases, sino esperarle, embarcarle, aguantarle y darle la salida. El toro por su sitio; el torero, por el suyo......"

                   
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  • "La estética emocional del toreo la percibí a través del arte de Juan Belmonte"

                                                     Gregorio Marañón.

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Marcelino Alvarez (Marcelo) escribe sobre la fallida competencia entre Joselito y Belmonte  en Toreros y Toros de 1916:


  • "Surgió un asunto durante las vacaciones invernales de interés general, de trascendencia, de importancia. Asunto que nació después de una lucha entre dos toreros de fama, que apasionó grandemente al mundo de la afición. La unión de Gallito y Belmonte, unión que en letras de grandes caracteres quiere decir: "Basta de competencias". El plato sugestivo de la emoción por la lucha se trocó en salsa suave, sin picante que estimula.

Cayó mal esta unión, porque el público quiere que los toreros buenos se aprieten para que salgan a relucir las bellezas de su arte; no acepta arreglos que le perjudican, porque esos arreglos restan siempre intensidad, valor a las combinaciones, a los buenos carteles. José y Juan, en competencia, llenarían siempre las plazas, porque con la competencia llega el toreo a su mayor desenvolvimiento.
El arreglo cayó sobre la cabeza de los aficionados como jarro de agua fría. Esa unión, ese acuerdo de caminar unidos sin lucha, restó valor, méritos al cartel de los excelentes toreros, y sus figuras hermandas no tuvieron ya el brillo y la intensidad que antes tuvieran. [...] Y como para llegar el fin propuesto estorbaba el cornúpeto con la edad en la boca, se le levantó un templo al becerro, becerro de oro."

Marcelo se detiene después en el toreo de Belmonte:


  • "Es un gran torero Belmonte, un especialista del arte; pero le tropiezan los toros muchas tardes [....] Yo digo, con los respetos debidos, que Belmonte no tiene escuela rondeña más que en determinados momentos, porque torea con la derecha más que con la izquierda, y porque tiene en el desarrollo de la ejecución infinitas alegrías, molinetes, trincherillas, etc., etc., que los del fielato no le dejan entrar en Ronda.

Es verdad que para mucho cuando para, pero más que por escuela es por falta de piernas. "Rondeño" será el toreo de capa de Belmonte, ¿pero Gallito, toreando, no manda, no para, no recoge en los vuelos?. Sin embargo, su toreo es el de la escuela sevillana.



Las escuelas del toreo no existen en su pureza, están mistificadas. Hoy practican las dos escuelas las figuras del arte."

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Enrique de Mesa,  en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa, escribe:

  • “Ni Lagartijo, ni Guerrita, ni Cayetano Sanz……” ¿Quién no se acuerda del revuelo que levantaron hace pocos años estas palabras de Don Modesto?.......Belmonte, en eso de torear a la verónica, puede presumir como si fuera el arcángel San Gabriel vestido de luces……¿Pues que me dice usted, amigo, de sus medias verónicas? ¿Y sus pases naturales, y los de pecho, y los de molinete? Y ponga usted, además, que les echa mucho valor a los toros…….Claro que no es completo; pero esas verónicas…….El ha remozado el toreo de capa, y hogaño todos los lidiadores tienden a imitarle……….Don Modesto panegirizó a las mil maravillas el rasgo característico del toreo de Belmonte: “El señor que aguanta y se estrecha cinco veces con un toro grande y con pitones, sin enmendar el terreno, fiándolo todo al juego exclusivo de los brazos, puede llamar de tú al mismísimo Lagartijo…….”……..¡¡¡¡Cinco verónicas, sin enmendarse!!!!  ¿Pero esto es posible? Sí señor. Ayer, a las seis, minuto más o menos, en el ruedo de Madrid y hacia los tercios del 8…..¿Pero eso será un fenómeno?    ¡Usted verá!”

             

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  • "Yo reitero una vez más que Juan Belmonte fue el creador y fundador del temple, fruto de su sensibilidad artística, de lo que al principio del tercer milenio entendemos por lo que es el toreo con mayúscula. Efectivamente es el toreo fruto del temple de un trianero que poseyó una descomunal  fuerza en su espíritu y practicó con más sensibilidad que nadie el arte de la emoción. Yo le vi en el campo y en festivales, y admiré su genial estilo que, ciertamente, enardecía, subyugaba y exaltaba hasta el paroxismo."


Filiberto Mira

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  • "No era sólo un genio del toreo y la principal figura de su historia. Era un hombre de una calidad humana incomparable. Inteligente, intuitivo, sencillo y sincero. No conocia la envidia ni la maldad. Y era amigo de sus amigos y de quienes no lo eran. Todo lo que hacía tenía una fuerza dramática y poética al mismo tiempo. Su ayuda a Rafael el Gallo, en los últimos años, era algo emocionante, y la modestia con que Juan ocultaba esa protección decisiva para que no le pudiese ni agradecer su gesto, resultaba impresionante."

                                                            Edgar Neville

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Luis F. Odría, en su libro "El arte del toreo y los secretos de la lidia":.
  • “Quién inventó, con un sentido moderno, el toreo de cerca? Juan Belmonte, De siempre ha habido diestros que se arrimaran más que otros, con arreglo a su temperamento, pero Belmonte creó una nueva técnica de torear, según la cual le fue absolutamente necesario arrimarse, para sacar al toro con los brazos, ya que el torero no podía zafarse del embroque a fuerza de piernas. Sabido es que el famoso trianero carecía de facultades físicas para burlar con las piernas, en un momento dado, las embestidas del toro. Dicen que fue una miseria física. Entonces, por instinto, y por cálculo aprendió a arrimarse  a doblar al toro, sin apartarse un decímetro de los cuernos, con el fin de sacar al bicho con sólo un leve movimiento de brazos y de debilitarlo al pasarlo por naturales en un círculo cerrado…………En la medida en que el toro se revuelve en un círculo estrecho, así se relaja, o “descuajaringa”, como decían los antiguos. Juan Belmonte comprobó que al provocar la arrancada del toro desde una distancia mínima, le quitaba más ímpetu a los bureles; todo consistía en mover suavemente el capotillo. En una fracción de segundo los cuernos habían pasado al torero sin tocarle. Ahora bien, había que cuidar de que el bicho no se alejara, de ahí la tendencia moderna a ligar las faenas de muleta, con el fin de que un pase siguiera a otro sin que se modificara sensiblemente la distancia mínima entre el torero y el astado. Esta distancia, o terreno de mando, permitía al lidiador no perder el dominio sobre el bicho…………..”Tirar” del bicho era siempre menos peligroso que “aguantarlo”, o esperar sus tarascadas………………..Juan Belmonte se arrimó tanto, que formaba un grupo casi fundido con el toro. Nadie, ni “Manolete”, ni Arruza, ni “Chicuelo II” se arrimaron a los toros más que el trianero, por la sencilla razón de que ya no era posible apretarse más. La teoría de Belmonte determinó la lidia de cerca actual. Pronto aprendieron los toreros que cuando se provocaba la arrancada a pocos centímetros de las astas, el cuerpo del lidiador quedaba libre de ellas en una fracción de segundo………….La quintaesencia de ese toreo belmontino, a mi juicio, es la media verónica, en que Juan le daba la salida al bicho exactamente debajo de las axilas. Claro está que lo difícil es mantenerse sereno, mover las muñecas, guardar la mínima distancia entre los cuernos y el pecho del lidiador, sin estremecerse ni alterarse y sacar al bicho –o pasarlo- con limpieza................................Pero viene Belmonte con su nueva modalidad artística, y al cambiar el rumbo del toreo, modifica la técnica tradicional del mismo. Desaparece la denominación tenida por clásica, y surge una nueva estructura, por aparecer un nuevo elemento fundamental en el arte: el templeEl temple queda incorporado a la nueva técnica, porque al acoplarse a las reses y graduar su velocidad, surge la templanza de las suertes, como característica esencial del nuevo estilo. Y con el temple, el mando, pues “templar” quiere decir llevar toreado al toro, y al toro que se le lleva toreado, se manda en él. Y surge también un nuevo concepto del dominio”
“En los últimos años de Belmonte, cuando se cuajó en maestro, sus faenas eran breves, ligadas, ceñidas, -ceñidas de tiempo y de toreo- el toro moría donde le daba el primer pase. No sé si hoy les parecería poco, pero entonces parecía mucho, porque eran un estilo y una técnica impecables. Todavía recuerda la afición la tarde de su retirada en Madrid”



El escritor peruano Luis F. Odría, en su libro El arte del toreo y los secretos de la lidia, escribe:


  • "Ya que hablamos del toreo clásico (Q.E.P.D.) quiero añadir en un breve estudio, las modalidades de estilo de esas dos figuras cumbres de la torería: Juan Belmonte y García y José Gómez Ortega “Gallito”.

“Joselito es la diversión; Belmonte la emoción”.

“Joselito hacía correr el tiempo más de prisa; Belmonte lo suspendía, lo paralizaba”.

“Joselito se conformó con ser ejecutante; Belmonte revolucionó el toreo creando una nueva modalidad”

“Joselito fue un colorista; Belmonte un clásico”

“Joselito respetó la teoría del pasado; Belmonte creó una nueva teoría”

“Joselito defendió los terrenos del toreo; Belmonte invadió los del toro”

“Joselito se dedicó al toreo por tendencia natural y hereditaria: Belmonte por encargo de la Providencia

“Joselito era un torero largo y de atractiva variedad; Belmonte era un matador completo y de inigualable calidad”

“Joselito consideró el toreo como una competencia de habilidad; Belmonte como una trágica ceremonia”


En conclusión:

“Joselito era la tranquilidad personificada, que rayaba hasta la indiferencia; era frío, calculador e indiferente”

“Belmonte era fogoso, apasionado y temerario; y de una vehemencia tal, que era capaz de ofrendar su vida por cualquier nimiedad”



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Santi Ortiz, en su libro Los lances que cambiaron la Fiesta, escribe:


  • "¡El amor propio de José! Siempre presto a saltar tanto en la calle como en la plaz. ¡Ay, José!.......El complementario de Juan; la otra cara rutilante de la moneda de la época más apasionada y apasionante del toreo. El polo natural opuesto a la heterodoxia belmontina. A José, hijo, sobrino y hermano de toreros, le salieron los dientes toreando y viendo torear; a Juan "lidiando" clientas en la quincallería paterna. José, provisto del respeto de su apodo familiar, desarrolla su carrera desde "dentro de la alambrá"; Juan, desde fuera, como furtivo nocturno o gastando fondillos en las tapias de los tentaderos. José ejerce desde siempre de paladín de la tradición; Juan encarna al saboteador de reglas y preceptos. Uno guardará las formas en el menor detalle, vestirá de corto y "olerá" a torero hasta en pijama; el otro vestirá a la inglesa, fumará en pipa y llegará al sacrílego tijeretazo que le cercene la coleta -seña, entonces, de identidad y actividad torera- cuando estaba en su máximo apogeo y sin pensamiento alguno de retirarse. 
  • José es un torero largo; Juan, intenso. A Joselito el toreo le entra por la cabeza; a Belmonte, desde las raíces de la tierra. José domina, Juan siente....................José es apolíneo, Juan dionisíaco; aquel es la luz, este las tinieblas. El ying y el yang que dirían en China. Sin embargo, su extensa y rica competencia, a ambos enriquece. La tradición se aviene al arte nuevo; la revolución aprende de las normas. José se acerca a Juan y este a José. Y entrambos elevan el toreo a su más alta cúspide a través de una competencia que desgajará a España en dos mitades, en dos banderías irreconciliables..............que desbordará la pasión extramuros de las plazas de toros: gallistas y belmontistas, sus espadas en alto -y nunca mejor dicho-, mantendrá en versión corregida y aumentada la pugna entre frascuelistas y lagartijeros de la primera época dorada del toreo.
  • No deja de ser un sarcasmo cruel del destino que fuera José, el domador de toros, el cerebro más preclaro de la historia, aquel de quien decían que para cogerlo había que tirarle un pitón, el que muriera víctima de los toros en plena juventud, mientras que Juan, presunta víctima inmolada en aras del toreo nuevo, el de "quien quiera verlo que se dé prisa", tuviera que apretar el gatillo con su mano septuagenaria para irse de este mundo. A veces pienso que es como si los toros también hubieran tomado partido en el asunto y optado finalmente por el nuevo arte que Juan trajo a la Fiesta. Porque Bailaor, al cornear a Gallito en Talavera, acaba con el único nexo capaz de conjugar la tradición evolutiva de la lidia y las revolucionarias formas que irrrumpen con Belmonte. Las demás coletas doctoradas quedan tan lejos del arte belmontino que la encrucijada que representa Juan para la Fiesta se resuelve del toro: el único camino a seguir es el que señala Belmonte con sus modos y formas. Las tablas de la ley taurina colocan como inexcusables mandamientos la canónica terna de infinitivos: parar, templar y mandar. El toreo como goce estético tomará vuelo por sí solo, los estoques se retirarán a un segundo plano, y el estilismo comenzará a brotar suave pero firme. Los pilares del toreo moderno han quedado asentados"
  • "Si Paquiro cambia la forma, el fondo del toreo lo cambia, lo trastoca en su esencia, Juan Belmonte. El toreo de Belmonte es una especie de Rubicón por el que irremisiblemente debe cruzar el arte de la lidia sin posible retorno. Es imposible conectar lo que acontece a una y otra orilla de este río revolucionario. Solo un puente pudo tenderse sobre tan profunda sima, mas un toro lo mandó a la tumba un 16 de mayo en Talavera. Con la llegada de Belmonte, el cimiento mismo del arte -preceptiva y estética incluidas- se desgaja en dos partes que se revelan irreconciliables. Es la oposición sustancial entre el lagartijero "O te quitas tú o te quita el toro", principio fundamental de la lidia de antes de Juan, y el "Ni me quito yo ni el toro me quita", de Juan en adelante. Es evidente que no hay regla, procedimiento o aptitud capaces de satisfacer a un tiempo estas dos conepciones antagónicas del toreo. Tanto es así que a los toreros de la época anterior no les cabe en la montera el toreo que quiere practicar Juan. Cuando su cataclismo se inicia, ya Guerrita -figura en la que se aglutina todo el esplendor taurómaco del siglo XIX- lanza su célebre frase "El que quiera ir a verlo (por Belmonte) que se dé prisa" ¿Por qué? "Porque así no se puede torear" Para el "Segundo Califa", Juan era un loco abocado a orlar de luto los anales de la Fiesta; a su decir: "er Dermonte ese, es carne de toro"
  • "La gran aportación de Belmonte fue concebir el toreo como una gimnasia espiritual, como exteriorización de una fuerza interior que recurre al toro y a la lidia para manifestarse. De esa concepción íntima y sensual derivarán como consecuencia: el toreo de brazos, olvidado de las piernas -"Si las piernas hicieran falta para torear, el toreo, en vez de ser un arte, sería un deporte, y yo sería un fracasado", diría en su día Juan-, y el temple. Es ella la que convierte definitivamente el toreo en arte; la que de paso arrebata la supremacía a la estocada , desviando la atención de los públicos hacia el toreo en sí mismo. Con Belmonte se consolida la incipiente osadía de Cúchares de librar a la muleta de su servidumbre del estoque, elevando a sujeto lo que solo era complemento; porque Belmonte no solo libera la muleta, sino el toreo entero, que ya puede gozarse a sí mismo con una intrínseca finalidad estética emancipado del baremo que ha venido evaluándolo desde la perspectiva de "preparatorio para la muerte"
  • ".......lo que en Cúchares fue pinturería, artificio, donaire y jocosa claridad, en Belmonte es tiniebla, misterio, angustia; es su drama de las noches de Tablada convertido en metáfora de la angustia del ser humano. En ese Juan heroico de sus inicios no hay técnica; hay un aullido ancestral que se cuela en el corazón de los espectadores.................por eso su irrupción causa asombro, pasmo, estupor entre los públicos. Su feble figurilla contrahecha se transfigura heroica delante de las reses. La febril locura que asoma por sus ojos de iluminado, su quietud, su apropiación de los terrenos del toro, que él invade a desprecio de los principios y reglas entonces en vigor, el patetismo que impregna a su toreo candencioso, angustioso a veces, asfixiante otras, le confieren personalidad de loco admirable al tiempo que presunta víctima de los toros"
  • "........el temple no constituye un apartado del toreo belmontino; el temple es algo íntimamente disuelto en él, algo consustancial a su existencia, que está en todas partes y en ninguna. Por lo tanto, en su concepción, no es algo externo que venga impuesto por las condiciones del toro, sino por el sentimiento y la inspiración que en cada momento asistan al torero...........que lo lleve dentro. El temple en Belmonte, y a partir de él, no es ya un mero acompasar embestida y engaño a fin de que el lance o muletazo salga limpio, exige además que esa concordancia de movimientos se realice a ritmo lento y que tal lentitud venga obligada por el torero, capaz en su soberanía artística de imponer a la impetuosa o dulce embestida del toro la cadencia que le sale del alma............En Belmonte, y desde Belmonte el temple arranca de su sentimiento íntimo, de ese yo artístico que al decir de Juan le hizo citar en muchas ocasiones, más que con el capote o la muleta, con la llama viva de su concepción del arte para torear despacio y limpio a toros fuertes y rápidos....................Para Belmonte, el temple era algo inefable de lo que a veces se sentía poseído, mientras que en otras lo buscaba desesperadamente sin encontrarlo por parte alguna.................¡Misterios del toreo!"
  • "Belmonte se alzó triunfador del toro y de sí mismo, pero -y aquí viene lo verdaderamente importante para entender su tirón popular- no desde una posición de superdotado para el arte -nada más lejos del gallardo héroe que su grotesca figura de "galápago"-, sino desde un plano de inferioridad que conmueve a las masas. No es un dios apolíneo que suscite admirativa envidia; de primeras da la impresión de ser un pobre diablo peor dotado físicamente para el toreo que la mayor parte de los que ocupaban los tendidos para verle. Más bien parece un hombre aparentemente inferior, que mueve a lástima; un ser postergado por la sociedad y condenado por ella de antemano a ocupar su puesto miserable en las últimas sentinas de la misma. De ahi el tremendo impacto de su metamorfosis triunfal. Es David venciendo tarde a tarde a Goliat"


El mismo Santi Ortiz, en su libro "Juan Belmonte, a un siglo de su alternativa", escribe:

  • "El cataclismo de su tauromaquia derrumba y pulveriza el edificio del toreo decimonónico [....] Belmonte y la Guerra del 14 marcan una infranqueable línea divisoria [....] Belmonte, para la Tauromaquia, y la Guerra para la Historia, constituyen dos abismos que desconectan lo que acontece antes y después [....] Suponen la ruptura drástica con todo lo pretérito."
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Enrique Minguet Pensamientos, escribe así sobre el toreo de Juan Belmonte en el Anuario Taurino de 1914:

  • "La temporada de 1914 fué excelente para este buen torero. El célebre diestro de Triana toreó cuantas corridas pudo, y en casi todas ellas hizo ostentación de su toreo clásico, puro y neto. Aquí en Madrid actúo en varias, y alcanzó verdadero éxito, merece a su valentía sin límites de ningún género.

Toreando de capa escuchó las mayores ovaciones que se dieron a torero alguno, pues cierto es que la ejecución de la verónica la lleva a la práctica del modo más perfecto que se ha conocido: por eso los públicos le otorgaron sus mayores aplausos; con la muleta logró también éxito enorme; toreando por naturales se muestra artístico y valiente; en los molinetes causa verdadera emoción, y, en suma, toda la labor de este célebre diestro es tan arriesgada y clásica, que no en balde consiguió fama inmensa y merecida.
Este torero, que en los comienzos de su carrera se mostraba algo torpe en el momento de herir, parece ser que adelantó mucho y encontró, como suele decirse, la muerte de los toros. [.....]
Los admiradores de Juan Belmonte forman legión; es uno de los toreros que mayor número de prosélitos tuvo [....] Juan Belmonte el Único le llaman muchos, y yo con ellos así opino también, pues creó que las poquitas cosas que el trianero hace con los toros no hubo nadie que las realizase desde que existe el arte de lidiar reses bravas.
Joselito y Belmonte son las dos figuras de mayor relieve en la actualidad: el primero amo y señor, poseedor de todos los secretos que encierra el difícil arte que cultiva; el segundo, artista único en lo poco que hace.
Joselito y Belmonte.

¡Bravo por los dos!"

Enrique Minguet Pensamientos escribe así sobre Juan Belmonte en el Anuario Taurino  de 1917:

  • "Este año de 1917 pude decirse que ha sido el mejor que ha tenido desde que viste el traje de luces. Un año de éxito completo. Difícil es, toreando tan cerca como torea Juan, que los toros no le tropiecen, pues siendo cosa dificil, ese caso se vió en la última temporada, echando fuera toda ella a pleno éxito.

Es mucho torero este enorme lidiador de Triana.
En todas las corridas se le vió actuar con una seguridad tal, en todas las fiestas se aprecia en su labor el arte puro y recto, escuchando ovaciones sin fin.
Belmonte está ya agotado. Estas eran las palabras que algunos decían a comienzos de la temporada. Sí, sí, agotado. Ahí le tienen ustedes, él estará agotado, pero él echó la temporada fuera, sin tener un solo percance y escuchando los mayores aplausos.
Antes, para obtener el éxito, Belmonte necesitaba que le saliese su toro, ahora no, en todos los toros demuestra lo que es, y en todos los toros, por lo general, logra hacer un trabajo adecuado a su categoría.

El  año de 1917 ha sido uno de los años de mayor éxito para este lidiador clásico."

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Ramón Pérez de Ayala, en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa, escribe:

  • "Taurifilismo y belmontismo. [...] Soy aficionado (era, más que soy) a las corridas de toros, porque presentía que la tauromaquia llegaría, al cabo, a merecer categoría de una de las Bellas Artes; esto es, a poder ser considerada como una imagen de la vida con su ética y su estética. Para ello, era menester que en el arte de lidiar reses bravas en coso se produjese un artista máximo, de no menor jerarquía que los otros artistas máximos en las otras Bellas Artes [...] Había que tener fe en el santo advenimiento y aguardar la llegada del Mesías, que cancelase la antigua ley de crueldad y barbarie (imperante en la vieja tauromaquia) y promulgase la nueva ley de gracia. [...] 

Y llegó Belmonte, el artista máximo, el redentor que salvó y purificó las corridas de toros de toda fealdad y repugnancia, que parecían serles consustantivas, hasta elevarlas a puro concepto estético, sin privarlas de emotividad, antes añadiéndosela prodigiosamente. A extranjeros y extranjeras de la más fina sensibilidad les oí declarar que viendo torear a Belmonte habían gozado del deleite de una pura y exaltada contemplación artística, sin mezcla de linaje alguno de sensación depresiva o disgustante.
Por último; los adversarios de las corridas de toros deben ser también belmontistas. Porque después de Belmonte ya no puede haber toreros (todos ellos son sombras pálidas o grotescas, ecos incorpóreos). Y no habiendo toreros, claro está que no puede haber corridas de toros.
Belmonte ha sido un fenónemo característico de la plenitud -y en consecuencia, el acabamiento- de los tiempos taurinos."

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Texto de Juan Antonio Pérez Mateos en su libro "El toreo, una visión inédita":



  • Joselito, héroe ortodoxo, clásico, lejano de la heterodoxia de su gran rival Juan Belmonte, aventurero y anárquico, genial, inconsciente, revolucionario, los dos polarizan los sentimientos diametralmente opuestos de la tribu, ambos levantan sobre el cráter de los olés y las verónicas la época más brillante y competitiva del toreo........Se es belmontista porque su forma de interpretar el toreo es muy distinta a la concepción que del mismo tiene JoselitoBelmonte, además, es un héroe por excelencia: tiene, junto a Joselito, todas las características del mismo y, por si fuera poco, es un innovador, un gran revolucionario
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Juan Posadas, toreo y escritor taurino, en su ensayo "Gloria y miseria del belmontismo" escribe:


  • "Su estilo ya nació clásico por excelencia a fuer de heterodoxo, y por consiguiente fue el gran renovador de los conceptos taurinos, rígidos e inamovibles hasta su aparición [...] Su limitado pero suficiente concepto de la lidia está basado en la experiencia proporcionada por los bóvidos de media casta, burlados en las nocturnidades de Tablada, que forzaban a tenerlos fijos al capote a causa de su tendencia a la huída......Esa necesidad de mantener el engaño ante los ojos de los animales, de andarles hacia el pitón contrario para cortarles la escapada, describir una curva en el lance y mantenerse cerca de ellos con el fin de no perderlos de vista, todo ello, hicieron posible, años después, la eclosión del más racional y lógico al par bello, estético y emotivo toreo de todos los tiempos: el toreo de la emoción."


El mismo Juan Posadas escribe:

  •  "Belmonte, incapaz de ofrecer la copia de la realidad natural del arte de torear con fundamento técnico, como Joselito, se apoya en su interior. Proclama sus sentimientos a través del toreo. Expresión pura, muestra la nueva forma de decir el arte de lidiar..............Fascina, como todas las manifestaciones artísticas acogidas al expresionismo................Al toreo de Juan Belmonte se le debe aplicar la frase "llegó a desplazar el centro de gravedad de las artes" (en este caso, el arte torero)....................Belmonte, el Picasso del toreo, convirtió a los toreros en artistas....................Su aparición incorporó el toreo a los movimientos vanguardistas de principios del siglo XX......................Oposición al intachable clasicismo de Gallito, tan puro que sólo él podía reflejarlo ante el toro..................Se afirma que Juan Belmonte fue el innovador del toreo. Así es, aunque poco habría logrado sin la perfección normativa de Joselito.....................Los éxitos de Belmonte, en el ruedo y en las taquillas, desterraron la Fiesta enérgica y dura de antaño. La diversión, concepto desconocido en los cosos, sustituyó a la tensión emotiva. Alertados, los ganaderos aceleran el proceso iniciado para suavizar el fiero carácter del toro. Comprenden que el toreo del futuro está en el que practica Juan. Y que para realizarlo asiduamente y llenar las plazas se necesitan reses templadas. En menos de veinte años, la lidia será historia...........................Hasta Belmonte, los toreros se limitaban a pelear, a lidiar a los toros. A partir de Belmonte, comenzaron a crear arte con ellos................Desde entonces así ha sido y será. ¿Para bien? ¿Para mal? Simplemente, para continuar la evolución"
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Antonio G. Ramírez, en La Fiesta Brava del 22 de Noviembre de 1935, escribe:

"El arte de Juan Belmonte.......No pretendo a estas fechas descubrir a Juan Belmonte; solamente deseo hacer justicia ........El toreo de capa que practica es de una belleza y un temple imponderables. Se ha dicho que al veroniquear alza demasiado los brazos. Exacto. Para mi gusto es mejor el toreo en el que vaya el capote más bajo, siempre que no sea demasiado....Pero en cambio hallamos en los lances de Belmonte excepcionales cualidades muy por encima del toreo actual y que son: temple, toreo de frente y sobre todo el ritmo con que lleva toreada a la res, que hace ligar un lance con otro. (De los toreros de la actual época, a mi juicio, el más parecido toreando de capa fué Gitanillo de Triana. Tenía el temple y estilo de Juan, aunque no su dominio y facilidad).
Sin embargo, donde encuentro más acusada su personalidad es con la muleta. ¡Justas y emocionantes, eficaces y portentosas faenas de muleta! Qúe maravilla, que en un metro de terreno, lo mismo al bravo que al manso, los toreaba y allí mismo los estoqueaba. ¡Asombroso!.
A propósito para lo último me dejé su media verónica......Impecable, emocionante, única. ¡Un portento de maravilla!. Allá, en épocas venideras se hablará de ella lo mismo que del lienzo de la Purísima de Murillo, el cuadro de la Maja de Goya.....¡Una joya del arte taurómaco!"

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Bruno del Amo (Recortes) y Marcelino Alvarez (Marcelo) escriben sobre así sobre Juan Belmonte en Toros y Toreros de 1914:


  • "Adquirió celebridad por su forma de torear de capa, ceñido y clásico en muchos momentos de la lidia; estilo que entre los aficionados despertó grandes entusiasmos, colocándolo a una altura inverosímil........Con la capa y muleta, buenísimo si el toro acude bien al engaño, deficiente en toros difíciles, por carecer de dominio.......Es torero Belmonte muy discutido, pero aunque corto de repertorio, ejecuta a veces con extraordinaria brillantez, en forma inimitable. [....] El matador ha sido deficiente en conjunto. Los toros lo han tropezado muchas veces."


Bruno del Amo (Recortes) y Marcelino Alvarez (Marcelo) escriben sobre así sobre Juan Belmonte en Toros y Toreros de 1915:


  • "En la temporada que finó ha dado menos notas brillantes con capa y muleta que la anterior de 1914; en cambio, ha estado más seguro con el estoque, más pronto........Vemos con gran satisfacción que progresa en el Arte, pues no solo ha matado muy bien algunos toros, sino que está más seguro en el ruedo y los bichos no le echan mano con la frecuencia que en sus comienzos. La temporada la comenzó con brío y la terminó algo apático y un tanto distanciado."
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El gran aficionado Mariano de la Riestra, en su libro La fiesta de los toros, escribe:

  • "El año de 1913 es el de su consagración. La afición, entre admirada y sorprendida, presencia algo inconcebible: el terreno que señorea el toro es hollado por un torero con mando y temple que pisa tierra hasta entonces vedada. Abatidas las lindes, el hombre, el lidiador, sabe que desde aquel momento su espacio se ensancha cuanto reduce el del toro"



  • "De Belmonte diré que fue muy valiente; que concibió y puso en práctica un toreo adecuado a sus escasas facultades; que la clase y la forma de lidiar sorprendió por el terreno en que lo verificaba y porque, indudablemente, aminoraba la importancia de las cogidas; que no se estacionó, sino que siempre fue a mejor. La desaparición de Joselito, y con él de su competencia, no le restó ánimos. Sobrepuesto a la impresión, superó su calidad de matador, durándole menos los toros y cobrando estocadas perfectas de ejecución. Que tuvo y conserva una afición sin límites, y que es creador de escuela, porqué obligó a los demás a imitar sus modos y maneras. 


  • El mismo Joselito, tan grande como fue, le debe mucho, pues perfeccionó su forma de hacer al asimilar la de Belmonte; cuando murió, su toreo de capa estaba influenciado por el estilo belmontino. Juan es, en resumen, un revolucionario (un fenómeno le llamó Don Modesto) del arte de torear. No fue mi preferido, porque mis preferencias se llaman Lagartijo, Guerrita y el mismo José, y doy más importancia a la lidia de un toro difícil que a los preciosismos que admiten los fáciles; pero estimo que, en su estilo y como innovador, ha sido el mejor, aparte su valentía de buena ley. No lucía en la lidia de los toros de los demás, porque sus facultades no se lo permitían; pero supo siempre estar bien colocado. Su forma de torear de capa, hoy anticuada y que tanto llamó la atención, el pase ayudado por alto, el de pecho y el molinete en el terreno que él los daba y alguna estocada en la segunda etapa, pasarán al libro de oro de la historia taurina"
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Rafael Ríos Mozo, en su Tauromaquia fundamental, escribe sobre la actuación de Belmonte el 21 de Julio de 1912 en Sevilla:


  • "Realmente, en los primeros momentos de la corrida -es decir, en los quites a los toros de sus predecesores en el cartel- la actuación de Juan fue lamentable, ya que cada vez que se acercaba al toro éste le quitaba el capote. Se preveía el ridículo más espantoso en sus enemigos, cuando surgió el genio, ese genio que cuando se lleva dentro tira por tierra todas las previsiones.....................Todas las miradas estaban fijas en el torero novel, quien con absoluto desprecio de los terrenos había citado el tercer novillo, en un lugar y de un modo que "no se podía torear". Pero en el momento del embroque, cuando todos esperaban la cogida, surgieron unos brazos largos, desmesuradamente largos, que sin ayuda de las piernas (¡flojas piernas belmontinas!) desviaron la ruta del bicho y quedó clavada en el anillo maestrante la verónica de Juan Belmonte. Fue una serie de lances en los que los brazos jugaban de modo portentoso, llevando al toro embebido en la tela de una forma inconcebible. Aquello no era ni el toreo de Lagartijo, ni del Guerra, ni del propio Joselito..............Aquello era, sencillamente, el lance belmontiano en toda su extensión, el lance al que luego han tenido que ajustarse todos los toreros que, con mayor o menor fortuna, quieren vestir el traje de luces con dignidad..............Si a Joselito se le comparó con LagartijoBelmonte no podía admitir parangón con nadie. Era él, él solo el que creaba la verdad inmanente del toreo...................Juan, tanto con el capote como con la muleta, había hecho inútil y antigua la frase de Lagartijo: "Cita al toro, y, cuando éste se arranca, o te quitas tú o te quita el toro". Belmonte citaba al toro, no se quitaba él y quitaba al toro de su camino [....] Apenas rodó el último novillo, levantó en hombros a Belmonte, lo sacó por la Puerta del Príncipe, y así lo llevó por el puente a su casa de la calle Pureza, que estaba en un modestísimo patio de vecinos. Y desde entonces............, desde entonces el toreo no puede ser más que así"


Rafael Ríos Mozoen su Tauromaquia fundamental, escribe sobre la actuación de Belmonte el 2 de Mayo de 1914 en Madrid: 


  • "El 2 de mayo de 1914 se enfrenta por vez primera en Madrid con Joselito, acompañándoles Rafael el Gallo, con toros de Contreras. En los cinco primeros toros todo fue bien para los diestros de la Alameda de Hércules y mal para Belmonte, que estuvo torpe, inhibido, completamente a merced de su primer enemigo. Pero salió el sexto, a esa hora crepuscular en que siempre haría sus grandes faenas, y aquello fue el acabóse. Juan expuso ante la cátedra madrileña la esencia más pura del toreo eterno............"Así no se podría torear", sentenciaría El Guerra con tono pontifical. Y en verdad que lo que ocurría es que ya no se podía torear más que así"


Rafael Ríos Mozo, en su Tauromaquia fundamental, escribe sobre la actuación de Belmonte el 25 de Abril de 1915 en Madrid: 


  • "El 25 de abril de 1915, en la corrida de la Beneficencia obtiene Juan un triunfo clamoroso, sobre todo por su manera de ligar cuatro naturales seguidos con uno de pecho, que han quedado para la historia como "los cuatro naturales de Beneficencia"..............Sobre esto de ligar naturales en serie hay que hacer una aclaración. Aquellos de Beneficencia fueron los primeros y quizás los únicos que diera Juan seguidos en su vida. El, lo que hacía era mucho más difícil, pues consistía en ligar un natural con uno de pecho, otro natural con otro de pecho, etc. Siendo muy gloriosos esos cuatro pases de Beneficencia, es mucho más meritorio el estilo que Juan empleaba normalmente..................En una ocasión hablando con Pepe Luis Vázquez, le planteé el problema del natural aislado de Belmonte en contraposición al de las series. La contestación del diestro de San Bernardo fue la siguiente: "Eso que hace Juan es lo que quisiéramos hacer todos los toreros"


Rafael Ríos Mozo, en su Tauromaquia fundamental, escribe sobre la actuación de Belmonte el 21 de Julio de 1917, en Madrid:


  • "Se acercaba la fecha del 21 de julio de 1917, corrida del Montepío de Toreros, en que tenía que alternar, con ganado de Concha y Sierra, con Gaona y José.....................Hizo el paseíllo en la plaza de Madrid, entre la figura elegante del mejicano Rodolfo Gaona y la estilizada y torera de José Gómez Gallito. Ovación imponente para sus compañeros y pitos para él por sus últimas actuaciones en Madrid. Luego, hora y media de clamorosos aplausos a Gaona y Joselito e indiferencia para Juan, que en su primer toro no había podido hacer nada. En este ambiente salió el sexto de Concha y Sierra. Se abrió la capa y dio una serie de verónicas que produjeron las primeras ovaciones a él dedicadas. Ovaciones que continuaron cuando Gaona dio su clásico lance de frente por detrás y cuando Joselito instrumentó una tanda de verónicas que hizo que la plaza crujiera ante aquel tercio de quites. Nueva vara y Juan, pensando en lo que había hecho unas noches antes en Tablada, le dio al toro media verónica que él consideraba como la mejor que había ejecutado en su vida y cerró el quite con un farol tan perfecto que aquello parecía cosa de sueño. De nuevo entró Gaona con su clásico lance, pero ya el recuerdo de aquella media verónica no había quien lo borrara..................Después de unos pases maravillosos de su cuadrilla, principalmente uno de MagritasBelmonte echó las dos rodillas al suelo y...............no recuerda más; no recuerda más que una multitud enardecida le tomaba en hombros y le daba vueltas y vueltas al ruedo sin acordarse siquiera de pedir la oreja. ¿Y qué importancia daba una oreja más o menos si aquello había sido algo que no se olvida nunca?.................."Después de esto nada, no hay nada más allá"- escribiría en su crónica un gallista tan caracterizado como Don Gregorio Corrochano.................."Un momento así vale por todas las amarguras de la vida de un torero", -refiere Belmonte en la obra de Chaves Nogales"
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Natalio Rivas en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa, escribe:

  • "Belmonte es un torero excepcional, único y sin ejemplo. [....] Creador de un estilo propio e inconfundible, señala en el arte una época sin precedentes [...] En sus manos ha tomado la capa y la muleta una nueva vida y hasta ahora insospechada. Las mismas suertes ejecutadas por sus predecesores, se han transformado al ser iluminadas por los resplandores de su genio. [....] El pase natural, practicado por este torero singularísimo, resulta tan ceñido, reposado y tranquilo y corre la mano  con tal suavidad y perfección, que más parece regido por cálculos matemáticos que por inspiración artística [...] El de pecho, reviste en sus manos aspectos de belleza trágica que escalofría y asombra [...] En la  verónica es un verdadero prodigio [....] Como matador....se arranca muy cerca, entra derecho, pausado y ceñido; cruza a toda ley, vacía con destreza y dobla la cintura para herir con valor extraordinario.

Y lo mismo con la espada que con la capa y la muleta, pisa terrenos inverosímiles [....] Actúa en lugares tan cercanos al toro, que nadie osó invadir, porque ha llegado a realizar el milagro de prolongar la jurisdicción del torero y penetrar en la del toro hasta un extremo tan excepcional que hay momentos en que se confunde con él. [....] ¿Y por qué ha podido llegar Belmonte a la cumbre y el apogeo que no alcanzó ningún otro? Yo estimo que ha logrado llegar al ideal porque ha puesto al servicio de sus intuiciones artísticas todas aquellas máximas del severo y clásico toreo de Ronda, condensadas en las enseñanzas del famoso Pedro Romero. [...] Esas son las bases del toreo de Belmonte, y por eso ha llegado a ser una figura tan grande dentro del arte taurino y un verdadero reformador de todo lo que hasta aquí se practicó por otros diestros que gozaron renombre. [....] Belmonte es el más grande torero que he conocido."


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Joaquín Romero Murube, escribe:


"La Edad de Oro del toreo está en la trilogía "Gallo", "Gallito" y Belmonte, trinidad taurina sublime. El elemento mágico lo representa Rafael "el divino calvo"; el elemento divino, junto a los dioses, "Joselito", y el elemento humano Juan Belmonte, quien contendía, victoriosamente, con los gigantes y los dioses.
En estas tres figuras se concentra la creación del mundo del toreo moderno. Pero hay que reconocer que la revolución artística y social en el toreo llega con Belmonte. Él es el origen del toreo moderno. Belmonte como torero, fue un hombre que tuvo que contender con gigantes y con dioses. Y venció. Sí. Y triunfó. En el toreo de Juan hubo un acorde que la gente ha olvidado -que lo plasmó Benlliure- y es el de la fusión constante del hombre y el toro, el lidiador que se busca y se crece y se transfigura y domina desde dentro al toro, creando un espectáculo de terrible y continuada embriaguez victoriosa, puro arte, que ha desaparecido por completo de los ruedos actuales."

                                                  
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Robert Ryan, en su libro El Tercio de muerte, escribe:



  • "Lo que en el espada antiguo era un alarde, el de echar fuera del ruedo a su gente, en Juan viene a ser una necesidad, porque es él el que comprende la faena de muleta como soledad..................Juan, en el pase natural, tuvo la inspiración de dejar la tela de la muleta a su natural caída, vertical y desarrugada...........y de mantenerla así durante la ejecución.............Cogía la muleta con dedos de artista, delicadamente.............A la tela de la muleta la dejaba caer Belmonte verticalmente en el cite en la suerte natural; la presentaba al toro adelantada hacia su mirada como si fuera un espejo..................El pase natural de Belmonte es el primero que en todos los tiempos de la ejecución, desde el cite a la reunión, hasta rematar la suerte, la muleta se contempla igual, verticalmente, a su caída natural............Al mismo verbo torear lo redefine Belmonte, al introducir en el pase el concepto de llevar al toro toreado con la muleta"


  • "Belmonte paraba y no se iba de la suerte, mantenía la quietud de sus pies, en razón de su interpretación personal del verbo templar................Porque el temple de Juan es un golpe de genio...................El secreto de su temple se hallaba en la continuidad de los pases, cuya lentitud iba en aumento, porque Juan pulsaba hasta el respirar del toro...............En su pase natural ligado con el de pecho, Juan conduce el toreo a una dimensión distinta.................que concibe la embestida como un medio de expresión"


  • "Fue Belmonte un torero de los llamados cortos de repertorio; ejecutaba el pase natural y el de pecho con ambas manos, alguna vez el de pecho rodilla en tierra, el pase ayudado por alto, a media altura y por bajo, los pases de molinete con la mano derecha y el molinete invertido con la izquierda, el pase afarolado con la mano derecha, el pase de trinchera, los pases de tanteo, los pases de castigo rodilla en tierra. Y fue el que hizo drama de la nada del desplante.....................No fue un torero que inventara suertes, ni creativo en la faena en el sentido de un Cúchares o Rafael el Gallo; fue un creador en un sentido más amplio, más rotundo, más hondo...................Dio profundidad a las suertes más clásicas de muleta , al deshacer su antigua brevedad en el tiempo y en el espacio"


  • "Así era el paseo muleteril característico a la madurez belmontina: pasos breves parados alternativamente en el pase natural y el de pecho, con el descanso de un pase de molinete o afarolado, con la bravura de un desplante para respirar antes de la estocada, quizá, antes de continuar el paseo por alto con pases ayudados....................Era aquel paseo, junto con su toreo en redondo, el que supuso la restauración definitiva, como base de la misma, del pase natural y el de pecho a la faena de muleta"


  • "En la mano derecha de Juan Belmonte el molinete se moderniza, pasa a una jerarquía superior, porque el acentúa no el giro, sino el pase.................La ejecución belmontina desnuda el molinete de su antigua razón de ser, el adorno, doblando la trayectoria de la embestida angustiosamente hacia el castigo: un castigo repetido, acentuado, por Joselito el Gallo y después por Domingo Ortega...............Mas, en la mayoría de los toreros, el molinete conserva, a pies juntos, su antigua calidad de juego"

El mismo Robert Ryan, en su libro El toreo de capa, escribe:



  • "El toreo, definido por Juan Belmonte, es cadencia, ritmo, suavidad, lentitud; y lo es hasta en aquellos ásperos momentos en que el empleo de esas cualidades podría parecer un contrasentido. Porque salen toros destemplados, toros de incierto ritmo; ante ninguno el torero ha de traicionar su propio temple"

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Nicolás Salas, historiador y autor de la obra "Sevilla en tiempos de Joselito y Belmonte", escribe:


  • "Si Joselito fué la técnica taurina clásica, ortodoxa, llevada a un perfección ejecutiva sin precedentes, reforzada por su propia personalidad, Belmonte fue la antítesis, la apertura a nuevos cánones formales la renovación que sorprendió a todos y ganaba adeptos a diario; dos maestros indiscutibles.



  • "La tauromaquia de Juan Belmonte tuvo su base en los terrenos, en el sitio de riesgo que ocupó, así como en la forma de torear con los brazos y las muñecas, parando, templando y mandando con los pies clavados en el suelo. Luego se resumiría en la famosa frase "del toreo de brazos y pies quietos".
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Adolfo Sánchez Carrere, en "Juan Belmonte García: el coloso de la emoción. (1925)": 
  • "¿Cómo es posible -nos preguntamos "in mente"- que este hombre desmedrado, en el ruedo sea capaz de dominar a una fiera? Y así es, sin embargo.
Su valor incomparable y su arte inconfundible, en supremo consorcio, realizan el milagro.
Juan, con sus lances temerarios e inverosímiles vino a revolucionar el toreo, creando una nueva escuela de mérito positivo, y de peligro indudable.........
El trajo la emoción máxima a la fiesta, toreando donde nadie y como nadie había jamás toreado; es decir, "metiéndose en el toro", pisando casi siempre su terreno.....
Por eso consiguió llegar a donde ha llegado sin que su fama decaiga, ni su crédito mengüe."



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Felipe Sassone en La Lidia del 1 de Septiembre de 1914, comentando el libro del gallista Don Pío ", Kikirikí", escribe:


  • "El trianero no es un infeliz. Aparte del natural y la media verónica -ésta sobre todo, no metiéndose él en los costillares, sin trayéndose al toro detrás como por arte de magia, prendido en los vuelos del capote, que no lo mejora ni lo iguala nadie -, aparte eso, digo, el muchacho, si fué una improvisación, ha respondido a ella con un valor inmenso y va ganando día por día en habilidad y en dominio. El que ejecutó la faena del 2 de Mayo en Madrid, el que toreó a los Miuras en la feria de Sevilla - ¡tan estiradito, tan quieto, templando y mandando como un profesor- puede ceñirse la faja dignamente junto al más clásico y junto al más largo de los toreros. Belmonte no es clásico, no; Belmonte no puede aún con el toro pegajoso, seco, pronto, pero tiene un estilo suyo, personal.........va a buscar al toro derecho, donde el toro esté y, metiéndole el corazón y la muleta en los mismos hocicos, tira de la fiera no sólo con valor, sino con sabiduría de torero. ¿Que los peones le rodean? Es que no pueden contenerse, Don Pío. Es que, si cuando los Gallos torean todos se retiran, seguros, para deleitarse con la imponderable finura y maestría que ponen en su labor; cuando Belmonte se arrima, todos acuden temblando por la vida de aquel muchacho endeble y engarabatado, que se yergue y se agiganta ante los buidos pitones, dándole un susto al miedo, y obligando, no a cuatro porfiados, ni a dos videntes, sino a todo el público a ponerse de pie y a aplaudir con las manos nerviosas y el corazón en la boca."



Felipe Sassone, en su libro Casta de Toreros, escribe:


  • "A los pocos días me deleitó en Madrid la maravilla de Joselito Gómez, Gallito III. Es la palabra: me deleitó, no me asustó (como Belmonte). Entonces no sufrí ni un momento: allí el hombre era señor, y la bestia, esclava. Joselito toreaba porque sabía y el toro no tenía más remedio que dejarse torear...........El toreo que yo había aprendido, que a mí me habían explicado, era así: fuerte, poderoso, gallardo, seguro, autoritario y dominador. Aquel mocito alto, espigado, esbelto, ágil, armonioso, elástico, calculador, que tenía piernas de caballista, era el discóbolo heleno vestido de luces.........No había toro que se le resistiese. Porque a Joselito lo mató un toro, es verdad; pero no le dominó ni le afligió ninguno.........Como para mí el toreo  no es una religión, sino una ciencia y un arte, y Belmonte me parecía un milagro, mi torero fué Joselito, que era más que el milagro, porque era la sabiduría..............José era el conquistador; pero Belmonte era el héroe, y a nuestro público español, derrotista por temperamento, le molestaba la facilidad del vencedor seguro, y prefería las piernas de trapo de Belmonte a las piernas de acero de Gallito. ¿Y yo? ¿Qué pensaba yo, qué sentía? Yo sabía torear y admiraba a Belmonte sin comprenderlo. Me gustaba verle torear; pero no aprobaba su toreo. Me gustaba lo imposible, y me asombraba y me divertía ver que pudiera hacer lo que yo pensaba que no se podía hacer. ¡Y no me convencía! Yo tenía un espíritu de discípulo, y Joselito era el único profesor. Si yo hubiera tenido hijos con vocación de toreros, les dijera, mirad a Belmonte, admirad a Belmonte; pero no toreeis jamás como Belmonte"
  • "Ahora que José y Juan brillaron juntos, a una altura por nadie alcanzada; todo el tiempo, todas las temporadas, todo lo que duró la vida del primero. Conviene no olvidarlo. Nunca el toreo llegó a más. Un trasiego de sus respectivos vinos de arte se estableció entre estos dos grandes vasos comunicantes de la Tauromaquia, y estaba tan bien la mezcla, que Juan era más grande cuando se parecía a José, y José era más grande cuando se parecía a Juan. Este había hecho difícil lo fácil; aquél había hecho fácil lo difícil. Por eso, cuando el toro Bailaor, en la plaza de Talavera de la Reina, manso e incierto, en una arrancada suelta, se tropezó con la vida de Joselito sin saber que iba a romperla -si lo hubiese sabido hubiera preferido morirse antes-, y cuando Belmonte, triste sin el estímulo del rival, se fué de la profesión, se convirtieron en un imposible para los demás la facilidad y la dificultad de los que fueron hasta hoy primeras figuras del toreo de todos los tiempos."
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Roque Solares Tacubac, anagrama del doctor Carlos Cuesta Baquero, quien aparte de haber sido cirujano de la propia plaza El Toreo, fue siempre crítico de reconocida solvencia moral y taurina, se refiere a esta misma actuación:



  • "Comenzó la faena con un pase ayudado que a mí no me entusiasmó............Pero después............¡vaya que sí me solivianté! y aplaudí frenéticamente como lo merecía la hazaña: cuatro pases naturales girando el diestro sobre los talones............Esto, hecho así, con tanta finura, hacía muchos años que no lo había visto y casi lo tenía olvidado. No lo había visto desde que, en mis mocedades, miré al señor don Fernando Gómez, El Gallo, en la plaza de toros de Colón y aun atrévome a confesar que estos cuatro muletazos al natural tuvieron mayor mérito que los que daba el señor Fernando, porque en estos hubo más enjundia, esto es, más valor, porque el toro estaba a menos distancia del cuerpo del diestro"
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Antonio Soto, en su libro "Belmonte: sus grandes temporadas (1918)", escribe:


  • "Para nosotros Belmonte es el único revolucionario que ha existido en el toreo. Las figuras que en este arte se han destacado con relieve propio lograron "convencer" con una mayor perfección en lo que ya era conocido. Ninguno sorprendió a las muchedumbres, ninguno les causó la sensación admirativa que les produjera la aparición en los ruedos del artista que nos ocupa. Y era lógico que así sucediera porque le vieron ejecutar con facilidad maravillosa lo que venía señalándose como imposible.

De ahí que los mismos asombrados, los que durante la corrida no podían sustraerse al entusiasmo, rectificándose a sí mismos, repitiesen después de la fiesta: "no puede ser; así es imposible torear; esto durará poco".



  • “Los puristas no quieren aceptar el nuevo toreo que practica Belmonte. Asi, por ejemplo, F. Bleu escribe: Se me ocurren pocas cosas para juzgar a Belmonte. ¿Se atreverían ustedes a justipreciar los méritos y los defectos de un cantante afónico, de un orador tartamudo? Pues tampoco se puede hacer un juicio cabal de un lidiador de toros si carece de la corpulencia, de la fuerza, de las facultades, de la salud, que son imprescindibles en el ejercicio de la profesión más necesitada de vigor físico. Me hace el efecto de un mal novillero con momentos de torero cuajado y definitivo. Un especialista en dos o tres suertes y un perfecto chapucero en todo lo restante”
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Guillermo Sureda, en su libro Tauromagia, escribe:


  • "Y el propio Belmonte, en definitiva el creador del temple en el toreo, añade: "Puedo decir, sin jactancia, que muchas, muchísimas veces cité, más que con el capote o con la muleta, con la llama viva de mi concepción del arte; y que, citando así, toreé despacio y limpio a toros fuertes y rápidos. Cuando el acierto y la inspiración fueron mis acompañantes, el lento andar del engaño que mis manos movían regulaba la velocidad del toro. Era, pues, éste el que se ponía a mi son, y no yo al suyo". Y Ramón Pérez de Ayala, escribió en su libro Política y toros: "Belmonte es la emoción. Todo en él es pausado, casi estático. El recuerdo de su arte, perdurable. Suspende el tiempo. Un solo pase de él dura una eternidad. Esto es lo que los técnicos denominan torear templado. Sin comentarios"



  • "Antes de Juan Belmonte, el toreo era esencialmente dinámico; después de Belmonte, el toreo es, en lo fundamental, estático. Al revuelo de pies de los toreros prebelmontinos ha sucedido la quietud actual, que Manolete llevá a la más alta cima e introdujo definitivamente en el toreo. Lo que antes era movimiento, es decir, toreo de pies; ahora es toreo de cintura, de brazos, de muñeca................Toda la evolución taurina radica en ese cambio"



  • "¡Y estamos en 1925! Entonces, Belmonte torea mejor que nunca, convertido ya, por obra y gracia de su contacto con su rival Joselito, en lidiador, es decir, en torero de arte y en torero de cabeza, en torero que torea bien y en torero que sabe torear: en un torero completo....................Pero no sería justo si no dijera que para el propio Belmonte su mejor época no fue esta segunda, sino la primera, y así lo dice bien claro en el libro de Luis Bollaín titulado La Tauromaquia de Juan Belmonte: "Yo voto por los tiempos iniciales del belmontismo -los heroicos-, porque tengo la firme convicción de que fue entonces cuando mejor toreé". Convicción que, por otra parte, comparten también algunos excelentes aficionados que vivieron ambas épocas"


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Benedicto Torralba de Damas, en su libro Filosofía del toreo, editado en 1932, en las páginas 182-187, escribe:
  


  • "Belmonte arruinó aquel simplicísimo concepto del toreo: Torear es quitarse cuando viene el toro, para evitar que el toro le quite a uno. Este concepto, vaciado por Lagartijo en un molde sentencioso de buen cordobés, es insostenible………..En la cátedra experimental del coso, Juan Belmonte se ha cansado de enseñarnos que torear es esto: citar, aguantar, empapar en el engaño, mandar en el viaje y marcar la salida natural de la suerte. ¡Casi nada!.......Citar y no aguantar es el toreo del miedo; citar y aguantar, cuando no se sabe mandar, es el toreo del suicidio; citar, aguantar y mandar a medias con el toro, es el toreo usual; citar, aguantar y mandar es el toreo de los maestros. El toreo de Belmonte es el toreo de los maestros, pero en un grado máximo de perfección y ennoblecido por un no sé qué de altísima belleza. Por un no sé qué. Ni el análisis técnico, ni la hipérbole vulgar y gráfica pueden señalarnos el elemento, el rasgo fundamental del toreo belmontino. Los que no hayan visto torear al trianero, aunque llegaren a leer toda la literatura referente a él, no tendrán conocimiento exacto de cómo toreaba……….
  • Belmonte es el continuador y purificador de la escuela rondeña. Quiere decirse que es el espíritu mismo del Toreo encarnado en una criatura. Y como para hacer más tangible esta verdad, la Naturaleza dio a Belmonte, no un cuerpo de atleta, de gladiador, sino un pretexto de cuerpo, lo que bastase para que el milagro de aquel espíritu pudiese manifestarse a los sentidos del hombre……….La insignificancia corporal de Belmonte ha sido en su toreo un elemento estético de importancia, porque hacía resaltar la inferioridad física del hombre respecto a la fiera y el triunfo de la inteligencia y de la inspiración sobre la fuerza bruta, es decir, la esencia misma del toreo.

  • ……..El arte de Belmonte ha sido emocionante no por lo arriesgado, sino por lo preciso. Un diestro que se limite a jugar con la Muerte entre los cuernos de una bestia y en cuyas faenas el azar lo sea todo, no emociona sino a los hombres de espíritu ineducado, incapaces para comprender las bellezas de la lidia. Un suicida, como se dice en la jerga taurina, no es un toreo……..Jamás fue ese el toreo de Belmonte. Los que se apresuraron a decir: “Es un suicida”, demostraron los escasos alcances de su visión crítica………Hablando con propiedad, no puede decirse, que haya sido un innovador del toreo, sino un revelador del toreo. No ha enseñado: Es mejor torear así, sino: Se torea así………El efecto más trascendental de la actuación gloriosa de Belmonte ha sido la depuración del gusto del público………Si no damos a la palabra heredero un sentido restringido, podremos afirmar que todos los toreros son herederos de Belmonte, porque todos ellos han recibido de él aquella revelación."
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Tomas Orts Ramos, Uno al Sesgo y Ventura Bagués, Don Ventura, escriben en Toros y Toreros de 1924:


  • "Juan Belmonte volvió este año a los  ruedos, pero no vestido con traje de luces sino como caballista rejoneador. Los anuncios que algún tiempo antes se hicieron sobre su reaparición, para actuar en la forma que es común a los matadores de toros, no se confirmaron. Salió a las plazas a recoger una vez más las manifestaciones de entusiasmo de los públicos, pero fué en la forma expresada. [....] En el mes de Octubre marchó a Perú y en Lima reapareció el día 23 de Noviembre, toreando  en la forma que quisiéramos verlo aquí.

A ver si la próxima temporada nos depara esta satisfacción."



Uno al Sesgo y Don Ventura escriben en Toros y Toreros de 1925:


  • "La reaparición de este famoso torero contribuyó mucho a que la temporada taurina en España produjera interés.
Ha hecho una campaña limitada a un corto número de corridas, aunque no tanto como se pensó en un principio, y es que los éxitos logrados favorecieron su repetición en algunas plazas. El plan trazado con don Eduardo Pagés, organizador de este ciclo de corridas toreadas por Belmonte, fué el de limitar a 20 sus actuaciones, pero han sido algunas más.
Ha realizado faenas que han producido justo entusiasmo y se ha mostrado a los públicos no sólo luciendo su arte inconfundible, sino realzando su estilo con un sello de firmeza y seguridad que parecía como si sus lances de capa y sus pases de muleta nacieran ya entonados.
Con el tiempo, dijérase que el arte de Belmonte ha ganado en mesura y contingencia, pareciendo ahora más solemne, más reposado, más puro, con haberlo sido tanto desde un principio.
La brillante campaña realizada permite suponer que en la temporada próxima continuará ofreciendo a los públicos las bellezas de su arte."

Uno al Sesgo y Don Ventura escriben en Toros y Toreros de 1926:


  • "Justo es reconocer que las bellezas de su arte han sido mejoradas este año en tercio y quinto, pues además de ofrecernos Belmonte su arte inconfundible y único, ha demostrado una seguridad y un dominio ante las reses que no tuvo en la época de su mayor auge [...] Ahora es cuando se dan en él, junto con expresión de toda su vigorosa y recia personalidad, a nada comparable, aquellas otras aptitudes que, cada una por sí sola, bastaría para otorgarle el título jerarca del toreo.

Domina hoy Juan a los toros como nunca, y, además -fuerza es reconocerlo- está como estoqueador a una altura a la que no han llegado muchos que pasaron por especialistas de la estocada. [...] Si en calidad ha sido una campaña digna de los mayores elogios, en cantidad ha rebosado los vaticinios que se hacían, teniendo en cuenta el límite que pone a sus actuaciones desde su reaparición."

Uno al Sesgo y Don Ventura, escriben en Toros y Toreros de 1927:


  • "No recordamos de torero alguno que haya realizado campaña tan brillante como la que Belmonte realizó durante la última temporada.

Ha salido a éxito por corrida, y de tal magnitud han sido sus triunfos, que los públicos, en su entusiasmo delirante al aclamarle, le han pedido una tarde y otra que no se retirara de la vida activa del toreo. [....] El Belmonte de hoy no es el Belmonte de ayer; es otra personalidad distinta que seduce y atrae tanto o más que la que le abrió las puertas de la celebridad; al renovarse, ha impregnado su arte de mesura y continencia; sus normas son más dóciles y serenas; todas sus faenas están llenas de valentía, como antes, pero también de firmeza, de una seguridad de cosa lograda [...] Esa transformación se debe al vigoroso y enérgico temperamento del artista, y así se explica que éste venga polarizando en torno a su nombre todo el prestigio y toda la fama imaginables.
Todo el año se ha estado hablando de su probable retirada al terminar el último  curso taurino; pero él no suelta prenda y procura evitar toda conversación sobre su despedida a plazo fijo."




Uno al Sesgo, escribe en Toros y Toreros de 1934:


  • "Por tercera o cuarta vez, no lo sé ahora mismo de manera exacta, ha vuelto Juan a vestir de luces, impelido una vez más, según parece, por su irrefrenable afición. [....] Con la valentía pundonorosa del artista que sabe medir su responsabilidad por su prestigio, ha salido todas las tardes dispuesto a arrimarse todo lo que fuera preciso para que su personal estilo luciera y casi puede afirmarse que ha contado sus actuaciones por éxitos, por buenos éxitos, para que no haya lugar a equívocos.

Ni mejor ni peor que cuando se fué la última vez, con las características genuinamente belmontinas de su toreo de su segunda manera, tan influída por el arte de Joselito, aunque no haya llegado a los alardes de dominio de aquel coloso -que según el consolador Evangelio belmontino de los belmontistas "no dominaba, cansaba a los toros"- , sólo en los casos de tropezar con enemigos codiciosos, de mucho temperamento, muy bravos, en una palabra, se ha podido notar la diferencia de su trasteo que él  ha suplido con el valor de que antes se ha hecho mención. No ha sabido ni podido "cansarlos"

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Abraham Valdelomar escribió: 




  • "Una de las razones poderosas por la cual Belmonte es el "torero de la emoción", es la de que guarda maravillosamente esta armonía sin la cual no puede haber emoción completa sino parcial. Es inexplicable -oigo decir con frecuencia- porque Belmonte haciendo los mismos lances, emociona más que todos los toreros del mundo"
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  • “Pequeño, feo, desgarbado, y si me apura mucho, ridículo. Pues bien, coloquemos a Juan ante el toro, ante la muerte y Juan se convierte en la misma estatua de Apolo”
       
Valle Inclán. Recogido en el libro El toreo. Una visión inédita, de Juan Antonio Pérez Mateos.


  • "Ya que Juan Belmonte se encuentra entre nosotros, hemos juzgado necesario obsequiarle con una comida fraternal en los jardines del Retiro. Fraternal, porque las Artes todas son hermanas mellizas, de tal manera que capote, garapuyos, muletas y estoques, cuando los sustentas manos como las de Juan Belmonte y dan forma sensible y depurada a un corazón heroico como el suyo, no son instrumentos de más baja jerarquía estética que plumas, pinceles y buriles, antes los aventajan, porque el género de belleza que crean es sublime por momentánea, y si bien el artista de cualquier condición que sea, se supone que otorga por entero su vida en la propia obra, sólo el torero hace plena abdicación y holocausto de ella."



Texto de la convocatoria del banquete celebrado en honor a Belmonte, en el restaurante Ideal del Retiro de Madrid el 28 de Junio de 1913, por parte de una serie de intelectuales (Valle Inclán, Pérez de Ayala, Romero de Torres, Sebastián Miranda, Enrique Mesa....) amigos del torero. El texto es atribuido a Valle Inclán, quizá con la colaboración de Pérez de Ayala.

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Antonio de la Villa, en su obra "Belmonte: el nuevo arte de torear"


  • "Belmonte o el pundonor. [....] Belmonte. Belmonte, que en la plenitud del poder, de la fortuna y de la gloria, prodiga siempre el pundonor torero, con la maestría del caudillo y la bizarría del héroe. [....] Él más que nadie podría simular, sin peligro y con provecho. Sin embargo, todos simulan, menos él. Todos atienden a rehuir esfuerzos y riesgos menos él. Mientras la turba de donceles, astutos y jactanciosos viven el guiño y el impudor, como las cocotas, este artista genial, sincero y clásico se juega la vida en cada toro. Su lección alta y valerosa se expande de los circos a la calle, adquiriendo categoría de ejemplo social. La estética de su toreo -lealtad, destreza, elegancia- se torna en ética de conducta: pundonor. El el profesional pundonoroso en el país de los profesionales mixtificadores, haraganes y chapuceros."

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  • "La vida de Belmonte fue una pasión en pie. Belmonte atropelló la razón y con ese atropello puso del revés el toreo. Juan Belmonte tenía el don de llevar la contraria al toro y a la historia. De ahí su rotunda definición del arte de torear: "Es llevar al toro por donde no quiere ir"


  • "El sintió al toreo como una filosofía, como una conducta, como un código a la vez moral y estético.


  • "Belmonte resumió en su toreo y en su persona, una misma armonía de contrarios, que siendo de la misma naturaleza  mística e insurgente de Bergamín, tardó en ser captada por este eternamente insumiso y trasterrado."


                                                         Javier Villán

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  • "En el toreo, su Arte, no es más que la quintaesencia de su propia técnica"


                                                                     Francis Wolf

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Vicente Zabala sentencia:


  • "Juan Belmonte ha sido una de las figuras más importantes de este siglo XX que agoniza. 

  • "Belmonte reúne la emoción y el arte, el dominio y la seguridad, así como la plástica de un sevillanismo incuestionable, con todo lo macizo del toreo rondeño, y por si fuera poco equivocó a los pontífices que le consideraban "episódico", cuando de su verdadera grandeza se desprende que fue trascendental".
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Antonio Zozaya, en el libro "Belmonte: el nuevo arte de torear", de Antonio de la Villa., escribe:
  • "Enemigo resuelto de la llamada fiesta de toros, casi la desconozco en la actualidad [....] No he visto en mi vida a Juan Belmonte. Según las noticias habladas e impresas que a mí me llegan, es artista hábil y valeroso. [...] Nacer pobre y sin protectores y llegar a ser, por propio esfuerzo, la figura más popular de una nación y el ídolo de las muchedumbres, no es tan fácil como parece y ello basta para confesar que quien tal hazaña realiza puede vanagloriarse de haber alcanzado la conjunción del genio con el heroismo. Belmonte merece mi admiración y mi respeto más sincero.
  • "Hay mucha grandeza en jugarse la vida sereno, erguido, risueño, viendo pasar, amenazadoras y ensangrentadas junto al pecho, las astas de la res [...] Sin ver a Belmonte, lo admiro y, cuando se arrostra el peligro más inminente para salvar la vida de uno de sus hermanos, plegada al brazo la roja y flotante percalina, y el contento en el semblante juvenil, no puedo menos de sentir el escalofrío del entusiasmo, ni más ni menos que los millares de espectadores que premian su arrojo y su arte insuperable con vítores y palmas."
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          En el Anuario Taurino de 1914 aparece este comentario: En su primera temporada como espada de alternativa ha recorrido las plazas de España; es imposible dar la impresión exacta de lo que es este diestro. Con la capa y la muleta, buenísimo con el toro que acude bien al engaño, deficiente con los toros difíciles, por carecer de dominio”






“En el Anuario Taurino de 1927 aparece este comentario: El Belmonte de hoy no es el Belmonte de ayer; es otra personalidad distinta, que seduce y atrae tanto más que lo que le abrió las puertas de la celebridad. Al renovarse ha impregnado su arte de mesura y continencia; sus normas son más serenas; sus faenas están llenas de valentía, como antes, pero también de firmeza, de seguridad……………Juan Belmonte fue influido por los cánones clásicos que Joselito había llevado a su culminación”
      
                                                            




























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