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NOTA INFORMATIVA:

CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE LA MUERTE DE JOSELITO EL GALLO, HE PUBLICADO UN LIBRO EN EL QUE SE RECOGEN TODAS SUS ACTUACIONES EN LA PLAZA VIEJA DE MADRID, VISTAS POR LA PRENSA.

PODÉIS ENCONTRAR MÁS INFORMACIÓN DEL MISMO, ASÍ COMO ADQUIRIRLO, EN EL SIGUIENTE LINK : https://joselitoenmadrid.com/


Este Blog nace como un homenaje a todos aquellos que, a lo largo de la Historia del Toreo, arriesgaron y en muchos casos entregaron sus vidas, tratando de dominar a la Fiera.

lunes, 24 de noviembre de 2025

MI NUEVO LIBRO SOBRE TAUROMAQUIA




Acabo de publicar un libro que he titulado "Carta a Rafael El Gallo". Lo podéis adquirir, junto con el de Juan Salazar, titulado "Enrique Vargas, MINUTO. Descubriendo una vida", en la siguiente dirección:

www.letrasdealmagre.com


También los podéis adquirir en la LIBRERÍA RODRÍGUEZ, situada en la Plaza de Toros de las Ventas de Madrid.


https: // www.libreriarodriguez.com / libros/ carta-a-rafael-el-gallo/ 9788496773523/


Os envío también los vínculos con los que podéis comprar el resto de mis libros, en los que reflejo todas las actuaciones en Madrid de Rafael El Gallo, de Joselito El Gallo y de Juan Belmonte:


https://www.libreriarodriguez.com/libros/rafael-el-gallo-en-madridtodas-sus-actuaciones-1899-1935-vistas-por-la-prensa/62162/


https://www.libreriarodriguez.com/libros/joselito-el-gallo-en-la-plaza-vieja-de-madrid-todas-sus-actuaciones-1912-1920-vistas-por-la-prensa-prologo-de-gonzalo-j-bienvenida/61199/


https://www.libreriarodriguez.com/libros/belmonte-en-madrid-todas-sus-actuaciones-1913-1935-vistas-por-la-prensa-prologo-de-juan-salazar-epilogo-de-gonzalo-j-bienvenida/62005/


Os envío el inicio de mi último libro, "Carta a Rafael El Gallo":


EL POR QUÉ DE MI CARTA

 

Creo no incurrir en ninguna exageración si afirmo que como ya he comentado anteriormente gran parte de los últimos años de mi vida los he dedicado al estudio de la figura y del toreo de Rafael El Gallo.

Tardé demasiado en darme cuenta de que se trataba de un capítulo de mi vida que se estaba prolongando desmesuradamente. De un capítulo que necesitaba cerrar, sobre todo desde el momento en que tome conciencia de que lo que había comenzado como un simple juego llevaba camino de convertirse en una inquietante obsesión (si es que ya no lo era), que estaba colonizando, de manera invasiva, áreas cada vez más amplias de mi pensamiento. ¡Qué difícil resulta contigo, Rafael, comportarse con moderación y cordura!

El problema era que, tras tantos años de una relación tan intensa –y tras descartar, desde un principio, una despedida brusca–no resultaba nada fácil dar con una fórmula que permitiera una separación amistosa, ayuna de cualquier rencor que pudiera enturbiar de por vida el aprecio que siempre tuve, y que deseaba seguir manteniendo, hacia Rafael.

De improviso, y de la manera más inesperada, encontré el camino. Fue –¡Quién me lo iba a decir!– un precioso ensayo de un amigo sobre los primeros años de Albert Camus el que me mostró la senda a seguir. Más concretamente fueron aquellos pasajes en los que el autor, a su manera, se dirige a Camus, los que me impulsaron a tomar la decisión, hasta ese momento impensable, de plantear mi amigable separación de Rafael en forma de carta, de una carta de despedida.

La carta, como me temía, me ha salido un tanto larga. Mis temores al respecto –que visto lo visto, estaban plenamente fundados– eran dobles: por un lado que, dada la fascinación que siempre irradió su figura, despedirse de Rafael no iba a resultar tarea fácil, y más para alguien que llevaba tanto tiempo a su vera; y por otro –era un hecho más que probado– que todo lo relacionado con Rafael (y mi carta no iba a ser una excepción) tendía, de manera inevitable, a la desmesura

 

 

CARTA A RAFAEL EL GALLO

 

Querido Rafael,

Antes que nada, querría pedirte disculpas por el exceso de confianza que supone por mi parte el tutearte a lo largo de esta carta. En mi descargo te diré que las muchas horas que llevo merodeando en torno a tu figura y a tu toreo, junto con la llaneza y la campechanía que siempre te acompañaron, hicieron que, con el paso del tiempo, acabaras siendo para mí uno más de la familia.

Hay otro rasgo que habla muy bien de ti– que me animó a entrar en contacto contigo. Se trata de que nunca te erigiste en juez de nadie, incluidos tus compañeros de profesión, y de que en tu gran corazón, a pesar de su tamaño, nunca hubo sitio para rencor alguno. Esto me dio la tranquilidad necesaria para abordar contigo ciertos temas espinosos, sabiendo de antemano que tu afamada bonhomía te iba a permitir encajarlos con absoluta naturalidad.

Te escribo desde Valencia, desde tu amada Valencia  ¡Ay Valencia de mi alma!, llegaste a exclamar. Una Valencia a la que como una muestra más de tu cariño llamaste «la Sevilla del Mediterráneo», quizás porque aquí siempre te sentiste como en tu propia casa.

Una Valencia con la que mantuviste un auténtico idilio; Idilio que dado el apasionado temperamento de su público, por un lado, y tu ineptitud para mantenerte alejado de los descalabros durante largo tiempo, por otro me atrevería a calificar, si esto es posible en un idilio, de borrascoso. Un idilio, pues,  salpicado de sonados desencuentros, en los que tu querida plaza, como tantas otras, fue un clamor, al grito unísono de: ¡que se vaya! ¡que se vaya!

Esa Valencia que, a la postre, todo te perdonó y a la que, en pago a su generosidad, obsequiaste con algunas de tus mejores faenas, hasta el punto de que en tu época circuló entre los aficionados el dicho de que: «El que quiera ver torear a Rafael que se venga a Valencia». Esa Valencia que en su ferviente anhelo por hacerte uno de los suyos, necesitó despojarte del ostentoso apelativo de «divino calvo» antes de revestirte con el mucho más accesible y más huertano de «pelat».


sábado, 22 de noviembre de 2025

UN ENSAYO SOBRE TOREO Y FLAMENCO

 


                          TOREO Y FLAMENCO


“He de insistir, sin ánimo de molestar a nadie, sobre el hecho de que sea precisamente lo nuestro aquello que se nos aparece como más misterioso e incomprensible”

                           Antonio Machado, por boca de Juan de Mairena

 

“Muchas veces la verdadera elegancia española está en el pueblo, y en él tenemos que buscarla los artistas”.

                                                                       Luis Cernuda

 

“El cante, el baile, las corridas de toros españolas, son artes mágicas del vuelo, sin huella y trazo que señalen su ruta para repetirse…, dándonos la fórmula barroca de lo español más vivo y verdadero con su mejor y más depurada elegancia”

                                                                     José Bergamín

 

“Lorca no tiene que esforzarse conscientemente en ser popular, ya que el arte popular de Andalucía es el más sofisticado y vital de Europa”

                                                           Julian Pitt-Rivers

 

 

 

 

 

Toreo y Flamenco. ¡Ahí es nada! Para mí, sin lugar a dudas, las dos manifestaciones artísticas, genuinamente españolas, aunque con valor universal, más importantes, y que han constituido materias de reflexión estética y de creación poética de numerosos artistas, tanto españoles como no españoles.

Tanto la una como la otra participan de un feroz individualismo, y hacen gala así de una de las características más notables del humanismo español. Sin embargo, se trata de manifestaciones de creación colectiva, de fenómenos inversos al despotismo ilustrado del siglo XVIII, que implicaba una imposición cultural de arriba abajo, y no una atracción de abajo arriba, como ocurre en este caso.

Y en ambas es patente su origen popular. (En el caso del toreo, está claro que me estoy refiriendo al toreo a pie). “Aquí todo lo importante lo ha hecho el pueblo” diría Ortega y Gasset en su libro “La España invertebrada”, y del pueblo proceden ambas.

Siempre he creído ver en su origen una visceral reacción del pueblo español, una reivindicación de lo propio, frente al afrancesamiento generalizado de las élites ilustradas, a lo largo del siglo XVIII, tras la llegada de los Borbones a España. De hecho, tanto flamenco como toreo se consolidan en el siglo XVIII.

No olvidemos que flamenco y toreo han sufrido, a lo largo del tiempo, el desprecio, cuando no la hostilidad, de amplios sectores de la sociedad española, incluyendo parte de los intelectuales, que nunca entendieron, quizá porque en el fondo nada había que entender, la grandeza de estas dos expresiones artísticas.

 

En efecto. No hay nada que entender en una verónica de Gitanillo de Triana o en una siguiriya de Manuel Torre. Hay, simplemente, que tener el atrevimiento y el tipo de sensibilidad necesaria para dejarse estremecer con los “sonidos negros” de ese lance o de ese cante.

Esta expresión, acuñada por Federico García Lorca, corresponde en realidad al mítico cantaor Manuel Torre, quien un día, escuchando el Nocturno del Generalife de Manuel de Falla, le dijo al poeta granadino: “Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende”. Diremos de paso que Lorca se refería a este cantaor jerezano como el hombre de mayor cultura en la sangre que había conocido.

En este acontecimiento, por cierto, se pone de manifiesto uno de los rasgos más característicos y diferenciadores de la cultura española, que no es otro que la gran fascinación que lo popular ha ejercido sobre lo culto, a lo largo de los siglos.

Bastaría con señalar la gran influencia que el romancero y la poesía popular andaluza tuvieron en poetas como Gustavo Adolfo Bécquer y Federico García Lorca.

Hay que decir que se torea y se canta bien incorporando dos sentires de compleja asimilación conjunta: la serenidad y el trance. El sentimiento hunde sus más profundas raíces entre el cálculo y el espanto, entre la precisión y el pasmo, justo en la mínima distancia que media entre el control mental y el arrebato.

Para poder elevar una simple técnica a la categoría de un arte vivo, deben aunarse en perfecto e infrecuente maridaje ambas cualidades: la técnica y el sentir. No olvidemos, que según el profesor Mario Perniola, la cultura española del siglo XX atribuye al sentir un papel fundamental en la experiencia humana.

 

 

¿Dónde hunde sus raíces este matiz peculiar de la sensibilidad española señalado por Perniola? Siguiendo al pensador italiano, podemos afirmar que encuentran su origen en la antigua escuela filosófica del estoicismo romano, que tiene en Séneca su expresión más radical.

José Bergamín, en palabras de Francisco López Izquierdo, supo entender con enorme agudeza la coexistencia de esos dos aspectos contrapuestos de la sensibilidad en las remotas raíces de la cultura española.

“La referencia a los desplantes… el ahí queda eso me parece el paradigma del alma-hecha-gesto de los españoles”, escribe Sánchez Ferlosio. Y quizá sean los toros y el flamenco, dos disciplinas íntimamente emparentadas en lo relativo a la gestualidad y al lenguaje corporal, los dos últimos reductos donde esos gestos, perdidos y en gran medida añorados, procedentes de nuestras oscuras raíces culturales, encuentran sus ámbitos de expresión.

Quizá el toreo y el flamenco, como artes anacrónicos que son, no sean más que eso: un repertorio de gestos perdidos en el tiempo. 

José Bergamín, en La música callada del toreo, escribe: “El ahí queda eso del toreo, como del baile y cante flamencos, gitanos o no, cuando alcanza por los ojos para los oídos, y viceversa, a quedarse quietos, extasiados, inmortalizados en su efímera aparición imperecedera… Ahí quedó eso. ¿Pues en dónde quedó sino en nuestro recuerdo vivo, que es personal e intransferible? Todo lo demás fue ruido”

 Y remacha este autor en el mismo libro:

Las artes hice mágicas volando, nos dejó dicho con ese maravilloso verso Lope de Vega. Las artes mágicas del vuelo: el cante, el baile, las corridas de toros españolas… son artes mágicas del vuelo, sin huella o trazo literal que señalen su ruta para repetirse: artes puramente analfabetas… Por eso se dieron y se dan en España… Éxtasis del vuelo son estas mágicas virtudes del cante y baile; inquietud y sosiego juntos; que en el arte birlibirloque de torear se nos expresan o exprimen tan apuradamente, dándonos la fórmula barroca de lo español más vivo y verdadero con su mejor y más depurada elegancia”

En gran medida, la excelencia del toreo y del flamenco proviene de la desmesurada, y en cierto modo misteriosa, capacidad que poseen ambas de provocar en el espectador sacudidas de emoción que, en las contadas ocasiones en las que aparece el duende, lo transportan hacia insondables territorios donde lo racional se difumina, desbordado por sentimientos que superan y anulan toda lógica.

 La experiencia de esa emoción estética no siempre se vive en soledad, sino en compañía, pues esa emoción es, en muchos casos, simultánea a la del propio artista que la desencadena. Y si el destino nos es propicio, y el duende tiene a bien hacer su aparición, las palabras enmudecen y, al margen de nuestra voluntad, como por encanto, nos hallaremos inmersos en uno de esos inefables momentos en los que los flamencos se rasgan la camisa y a los toreros les asalta un llanto incontenible, sobrepasados ambos por una maraña de sensaciones absolutamente incontrolables. “A cada pase que daba se me saltaban las lágrimas”, decía el genial Rafael el Gallo, recordando una de sus faenas. 

 No en vano, como Terremoto y Cataclismo se refieren a Juan Belmonte los cronistas de su época, y Terremoto de Jerez es el sobrenombre artístico de Fernando Fernández Monge, uno de los más grandes cantaores de la Historia del Flamenco.

El toreo, es visto por Antonio Pradel, como “un arte efímero del tiempo justo”. Esta definición podemos hacerla extensiva al flamenco. Se canta y se torea justo a tiempo, justo a compás, ni antes ni después: antes siempre será demasiado pronto, y después siempre será demasiado tarde. Justo en ese leve resquicio se juegan toreo y flamenco lo fundamental.

Así pues, matador y cantaor, para ser considerados como artistas, han de ser maestros consumados en la medida del tiempo. Ambos deben estar en posesión de un íntimo conocimiento del tiempo, muchas veces intuitivo y, por tanto, de difícil asimilación; de lo contrario nunca llegarán a ser auténticas figuras en lo suyo.

Otro rasgo común al flamenco y al toreo es la enorme importancia que en ambas se le otorga al recuerdo. Ese recuerdo que lucha denodadamente por recuperar y prolongar las efímeras sensaciones vividas, la magia del visto y no visto, por el que Bergamín denominó al toreo arte de birlibirloque. “Lo que se recuerda, vive”, comenta la protagonista de la película Nomadland.

“Lo que nos queda es lo que no nos queda”, nos dijo Calderón en un angustioso soneto barroco.

“Lo fugitivo permanece y dura”, escribe en uno de sus versos Francisco de Quevedo.

 En no pocas ocasiones, en la extenuante búsqueda de la inspiración, y en un intento desesperado de alguien en quien apoyarse, se torea y se canta acordándose de… Y es que estamos ante artes que se definen por la memoria y el tiempo y que cobran todo su sentido desde el momento en que los leemos a la luz de un pasado que siempre está vigente.

Y hablando de recuerdos, me viene a la memoria la tarde en la que Alejandro Talavante, gran aficionado al flamenco, acompañó su faena de muleta con el tarareo de algunos cantes. No pude evitar, al verlo totalmente abandonado ante la cara del toro, poner en su garganta unas inolvidables soleares de la cantaora Mercedes Fernández Vargas, conocida artísticamente como La Serneta: “Tengo el gusto tan colmao / cuando me encuentro a tu vera / que si me dieran la muerte / creo que no la sintiera”.

La muerte, siempre la muerte, acudiendo puntual a la cita, tanto en el flamenco como en los toros, como corresponde a dos modos de expresión que comparten, en su permanente meditatio mortis, un sentimiento trágico de la vida. Sentimiento, por otra parte, profundamente arraigado en el barroco español.

 

                                Manuel Hernández

                                   Valencia, 01 de marzo de 2021

sábado, 4 de enero de 2025

CÚCHARES, ¿PRECURSOR DE RAFAEL EL GALLO?

 

CÚCHARES ¿UN PRECURSOR DE RAFAEL?

En mi libro sobre “Joselito El Gallo en la plaza vieja de Madrid” me atreví a calificar a Joselito como el nuevo Guerrita, tras comprobar que toda una serie de comentarios sobre el toreo de Guerrita eran aplicables, sin sufrir la más mínima modificación,  al toreo de Joselito.

En el caso de Cúchares y Rafael la equiparación no es tan patente pues hay algunos aspectos que claramente los diferencian (Rafael, a diferencia de Cúchares, apenas hace uso de la mano derecha en su toreo de muleta y las espantás de Rafael no aparecen en ningún momento en Cúchares), pero sí que me atrevería a considerar a  Cúchares el precursor de Rafael El Gallo, pues muchas de las consideraciones vertidas sobre Cúchares y sobre su toreo encajarían perfectamente en Rafael, sobre todo en su faceta de torero heterodoxo.

Y ahora, intentando justificar mi afirmación anterior, permitidme el siguiente juego: voy a ir desgranando toda una serie de aspectos de Rafael y de su toreo y los voy a refrendar con los comentarios, reproducidos literalmente (de ahí las comillas), referidos no ya a Rafael sino a Cúchares (intentando aligerar voy a omitir las fuentes) :

SU BIOGRAFÍA

·       “Nace en Madrid; sus padres se trasladan pronto a Sevilla y fue considerado el prototipo del toreo sevillano” // “Por haber sido trasladado en edad tempranísima a Sevilla, cuna de toda su familia, y haber sido allí criado y educado, debe considerársele como sevillano”.

·       “Hijo de torero… emparentado por todos los cuatro costados con gente de arte y viendo siempre torear, no podía ni debía ser otra cosa que torero”.

SU PRECOCIDAD

·       “Niño precoz, conocedor de todos los secretos de la lidia y muerte de reses bravas sin haber salido de la infancia”.

 

CIERTOS RASGOS DE SU CARÁCTER

·       “Simpático, ingenioso, dotado de gran inventiva” // “Vivaz y oportuno en las respuestas”.

·       “Desprendido, tiraba de su bolsillo para ayudar as los más necesitados” // “Inclinado a hacer obras de caridad y filantrópicas” //”Benévolo hasta la debilidad con sus inferiores y dependientes, inclinado a la protección de los desvalidos, accesible a todas las exigencias” // “Su conducta desprendida y ejemplar, siempre que se necesitó su concurso, merece un elogio”.

·       “Su esplendidez no consintió que al final de su vida dispusiera de la fortuna a que era acreedor su trabajo”.

 

SU ESPÍRITU BURLÓN

·       “Hay quien afirma que Cúchares se burla, se mofa del toro, del toreo, de la lidia tradicional”

·       “Entre los adornos que prodigaba se contaban el quitar al toro las banderillas una a una”.

 

 

 

 

 

SU ESPECIAL CONEXIÓN CON LOS PÚBLICOS

·       “El sólo en la lidia pretendía divertirse y divertir al público, y a fe que lo conseguía”

·       “El vulgo, a quienes en la plaza les gusta ver a un torero hacer monadas con las reses, aplaudían indudablemente a Cúchares, porque éste era juguetón, mañoso y divertido” // “Desempeñando el niño su aventura con la extremada complacencia de los espectadores”

·       “Gran conocedor de las características de los toros, también era experto en las reacciones colectivas de los tendidos” //”Lidiaba con salero y habilidad a los toros y a los públicos, como gran conocedor que era de las querencias de los bichos y de las manías de las gentes” // “Aparte de tener cualidades, entendía perfectamente a su público”.

 

EL DIVORCIO ENTRE CRÍTICOS Y PÚBLICO

·       ”Los aficionados más críticos le reprochaban lo que entonces se llamaban monerías”

·       “La faena de Cúchares, que en la plaza causa maravilla, subleva a los más estrictos, que no ve en sus adornos sino vanidad torera… En los círculos más devotos de la lidia severa, la gracia e inventiva del gran torero son juzgadas impurezas, mientras la alegría que siente y transmite al torear, el gusto de torear expresado en sonrisa, es contemplada como una ofensa al arte”.

 

 

 

SU INTUICIÓN Y SU INTELIGENCIA

·       “El éxito de Cúchares se debe a su excepcional intuición ante los toros, la alegría de su toreo y la variedad de su repertorio de capa y muleta”

·       “Su inteligencia para conocer y prevenir las intenciones de los toros era la parte principal”.

 

SU IMPROVISACIÓN

·       “Era perpetua improvisación…..”.

 

SU VARIEDAD EN LOS QUITES

·       “Desenvuelto como pocos alrededor de los toros, activo y eficaz en los quites” // “En su toreo, además de una gran variedad de quites….” // “Variedad portentosa de quites….” // “Sus quites eran siempre en caliente, con un capote vivo, encendido, trabando al toro y cegándolo con el elegante estrépito de sus filigranas”.

 

SU TOREO BARROCO

·       “De Baltasar Gracián tiene Cúchares varios rasgos que pertenecen al Barroco español: la sustitución de la belleza clásica, que él distorsiona, por un arte acumulativo que pretende impresionar los sentidos y la imaginación. Con la capa y la muleta tendía a la exageración y a lo desmedido, como si se tratara de cubrir por completo y dorar un retablo… El señor Curro abusaba de los contrastes, del movimiento, del rebuscamiento, afectación y artificiosidad. Son modos barrocos que se mencionan en los manuales de literatura”.

 

SU TENDENCIA AL ADORNO

·       “Abrió ancho cauce a la exuberancia ornamental” // “Era un prodigio en cuanto a los adornos, desplantes, improvisaciones y gracias delante del toreo, tanto en la capa como con la muleta” // “Los adornos, galleos, lances de navarra y toda la vistosidad de su capa eran, para sus adversarios, un conjunto de monerías” // “… con plétora de adornos” // “Disfrutaba inventando adornos”.

·       “Desbordaba de imaginación y adornos y se le veía divertirse con los toros cuando a él le gustaban”.

 

SU TOREO DELANTE DE LA CABEZA DEL TORO

·       “Una gran parte de sus jugueteos con los toros venían a reducirse en puridad a correr delante de la cabeza” // “En los lances por la cara del toro tenía sus mejores éxitos”.

 

SU ARTE

·       “Es un lidiador de arte “ // “Aprovecha todas las circunstancias de la lidia para lucir su arte” // “Llenó con su arte  una época del toreo” // “Continuará intentando su fuerza de arte hasta en el momento de liar”.

 

SU TOREO COMO UN JUEGO

·       “Es posible que para Curro fuese un juego andar entre los toros”.

 

SU INSPIRACIÓN

·       “En él se veían las consecuencias de una enseñanza clásica y la feliz inspiración del privilegiado instinto” // “Combinaba en su toreo la enseñanza clásica con la inspiración” // “Innovador genial, alegre, revolucionario, inspirado creador”.

 

SU TENDENCIA A LA HETERODOXIA

·       “Un diestro más bullidor que profundo, más divertido que ortodoxo con las enseñanzas de Pedro Romero” // “Era del todo anárquico e independiente respecto a las normas tradicionales del toreo” // “Lo que hacía en el ruedo era saltarse a la torera reglas, cánones y técnicas, atropellándolos todos a impulsos de su inspiración momentánea” // “Pese a los elogios de sus maestros (de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, Pedro Romero y José Cándido), desarrolla luego en los ruedos un torero tan personal, peculiar e intransferible, e incluso tan opuesto al que éstos pudieron enseñarle” // “Un revolucionario, un antagonista de las reglas antiguas y olvidadas que se proponía preservar y recuperar la Escuela” // “Abandonó el fortín de las reglas para hacer su descubierta… en el campo ilegal de lo nuevo, que se opone a lo convencional” 

·       “Cúchares entendió como nadie que no había que tomar en serio la “cartilla” en la que algunos querían encerrar el toreo… Sabía Cúchares que a la Academia hay que entrar, pero para salir”

·       “… convirtiéndose en la primera figura del toreo heterodoxo”.

 

SU TOREO SIN HUELLAS

·       “Tenía un toreo especial, peculiar suyo, que como no se fundaba en ningún precepto y él no lo sabía explicar, era imposible transmitirlo a nadie”.

 

SU TAUROMAQUIA ÚNICA

·       “Creó un arte taurino propio, personal, de orden privativo” 

·       “Asimiló perfectamente las enseñanzas clásicas y luego hizo lo que quiso, inventó su propia tauromaquia” // “Modificó las suertes tradicionales con arreglo a su personalidad”

·       “No se pareció a nadie y demostró hasta la saciedad que no hay escuelas que valgan cuando se trata de burlar las inciertas acometidas de un toro”

·       “No copiaba nada de lo que veía practicar a sus contemporáneos” // “Nada de cuanto habíamos visto practicar a los diestros antiguos constituía el toreo de Cúchares: ni el modo de pasar a los toros, ni el modo de matarlos, ni sus lances de capa se parecían a lo antiguo, a lo tradicional, y hasta el no ser cogido nunca era una diversidad de lo acaecido hasta entonces”

 

LO SUYO ¿ERA TOREO?

·       “Falta saber si lo que había hecho Cúchares con los toros era torear” // “Ejecutó cosas que estaban al margen del arte de torear”

·       “Sorprendente y salerosa vistosidad. Su estilo resultaba divertidísimo para el público, que no podía apreciar si había oro u oropel en aquella variedad constante de suertes, lances, quiebros, jugueteos….”.

·        

SUS PROBLEMAS CON LA ESPADA

 

·       “Al llegar el momento de la verdad solía echarlo todo a perder” // “En la muerte de los toros dejó algo que desear” // “Ha pasado a la posteridad con el sello de mal matador”

·       “Los públicos le perdonaban sus frecuentes marrullerías, sobre todo a la hora de matar, debido a su popularidad”

 

SUS ESTOCADAS CORTAS

·       “Cuando daba una estocada corta, pero que él conocía que era de muerte….”

 

SU DILATADA CARRERA

·       “Su carrera, muy dilatada, se prolongó por espacio de veintiocho años”

 

SUS POCAS COGIDAS

·       “Supo ejercer su profesión sin exponer un alamar, como gran figura cerca de 30 años sin sufrir una sola cornada” // “No se sabe de ningún toro que le lastimara” // “Hasta el no ser cogido nunca era una diversidad de lo acaecido hasta entonces” // “Pese a su habilidad, sufrió algunas cogidas; pero en relación con el enorme número de toros que hubo de matar, es reducidísimo el número de estos accidentes, y muy digna de notarse la mínima importancia de ellos”.

 

 

SU INGENIO

·       “A mí deme usted un sastre que esté 20 años cosiendo con la misma aguja y que no se pinche”

·       “Hija, no creas que todos los toreros son como tu padre, que dice que güelve y güelve”

·       “Señá María (su mujer), que esté lista la puchera, que güervo en cuanto se acabe la corrida

 

Y HASTA SU DESCARO

·       “Con los toros hay que diquelar mucho para co

gerlos desprevenidos”

·       “Con los bichos que buscan dar una desazón, enjamás se acuerda uno del arte para matarlos”

·       “Un aficionado le pidió que matase en la clásica suerte de recibir (que apenas practicaba). Se le oyó responder: Yo prefiero recibir parné

·       “Curro, reciba usted este torito, a lo que Cúchares contestó: Ca, hombre; lo que yo recibo es el parné”

·       “De todas las suertes del toreo, la suerte más importante es que no le coja a uno el toro”

viernes, 3 de enero de 2025

RAFAEL, EL SOSTÉN DE SU FAMILIA

 

Toreabas en Valladolid el 1 de agosto de 1897. Ya tu padre se encontraba muy enfermo y allí te llegaría el telegrama en el que te comunicaban su fallecimiento el 2 de agosto, como consecuencia de un aneurisma y de la dilatación de la arteria aorta. Te encontrabas muy lejos, no por culpa de Sevilla, pues tu sabes mejor que nadie que “Sevilla está donde tiene que estar”, y eso te impidió llegar a su entierro, que se celebró el 3 de agosto. Sí que estuviste presente en los funerales, celebrados en la iglesia de San Lorenzo el día siguiente. ¿Acaso rememoraste que unos meses antes, el 8 de marzo, con su salud ya muy deteriorada, aún te echo una mano en la becerrada de tu presentación en Valencia?

 

Apenas habías cumplido quince años y te convertías en el sostén de la familia que formaban tu madre y tus cinco hermanos. La generosidad y esplendidez de Fernando Gallo hizo, que a pesar de haber ganado importantes cantidades de dinero (toreó 104 tardes en Madrid), pasara los últimos años de su vida con 500 pesetas mensuales y que a su muerte os dejara, según El Toreo, en “un estado de relativa pobreza”. Y para agravar más la situación, todo hace pensar que la petición postrera por parte de Fernando a Guerrita (la gran figura del toreo en esos momentos) solicitando su ayuda, nunca fue atendida.

Ya tu padre había depositado en ti y en tu capote todas sus esperanzas, cuando en su lecho de muerte le dice a su mujer: “Mientras mi hijo Rafael pueda tener un capote en las manos, no os quedáis sin comer ninguno”

Y ahora no te ofendas, Rafael, pero al verte convertido en “el sostén de la familia”, una vez conocida tu trayectoria posterior –lo cual no deja de ser una artimaña ventajista por mi parte- mi primera reacción fue la de llevarme las manos a la cabeza, sin poder evitar una sonrisa, entre socarrona y escéptica. Claro que -tratando de refutar mis temores- también entra dentro de lo posible el que a esa edad tan temprana todavía no hubieras “aprendido” el arte de despilfarrar los dineros, en el que es bien sabido que llegaste a ser un consumado maestro.

miércoles, 28 de agosto de 2024

¿ARTISTA MÁS QUE TORERO?

 «La faena de muleta al segundo fue propia de una bailarina en candelero… muchas monerías ful y nada verdad que se ajuste a las reglas del toreo» 

                                                  García. Arte Taurino, 04/08/1913


«Rafael el Gallo es el torero de las simpatías y el que más torea sin torear, como nadie sabe hacerlo »

                                       Castoreño El Mercantil Valenciano, 31/07/1926


«¿Se ha podido averiguar todavía si lo que él le hace al toro, es o no torearlo? En Valencia dicen que sí, y por ello -es decir, porque no sabían hacerlo- los toreros de su promoción como Ricardo Bombita, Machaquito y Vicente Pastor tuvieron que irse a casa […] Las improvisaciones coruscantes de Rafael tomáronse como creación de un arte digno de ser incorporado a la tauromaquia moderna […] Y eso, amigos, no es torear. Que conste»

                                                  Riaño, El Pueblo, 15/06/1926


Entre todos los cronistas valencianos, quizá sea Riaño, en sus crónicas de El Pueblo, el que más se significó a la hora de cuestionar el toreo de Rafael, como queda de manifiesto en la crónica anterior.

Hay un comentario, una reflexión más bien, de Gregorio Corrochano, en una de sus crónicas que, desde el momento en que lo leí, quizás porque siempre me atrajo su carácter enigmático, revolotea en mi mente, de manera un tanto obsesiva, cada vez que me acerco al toreo de Rafael. En él, el cronista se atreve a insinuar que, en ocasiones, en el toreo de El Gallo, el artista eclipsa al torero: «Ejecuta el toreo por el arte, poniendo tal cantidad de arte y tan poca de toreo, que hay momentos muchos, en que el toreo no existe y el arte lo suple».

¿Hubo faena? ¿Hubo toreo?, se preguntan los cronistas, al rememorar alguna sus desconcertantes, por singulares, faenas; y las citas de las crónicas de los periódicos valencianos, del inicio del punto, son una buena muestra de ello. No, responden, en el sentido clásico del término, pues ni el toro llegó a pasar en ningún momento, ni hubo un solo pase como mandan los cánones.

Y es que El Gallo, para el que el toreo clásico no tenía secretos -le habían sido transmitidos más por herencia que por aprendizaje-,se adentraba con frecuencia en episodios de amnesia, en los que, como si de un desafío a los cánones se tratara, parecía disfrutar ignorando todo lo aprendido. He llegado a pensar que no se ha valorado suficientemente la importancia del olvido a la hora de intentar descifrar ciertos rasgos enigmáticos del toreo de Rafael. En ocasiones, puestos a olvidar, hasta se le llegó a olvidar que tenía que matar al toro.

Lo que sí hubo, tienen que reconocer, y a raudales, delante de la cara del toro, fue un fabuloso despliegue de su ilimitada fantasía que, alejándose del clasicismo, embelesó al público con todo su repertorio de adornos, desplantes y filigranas. Todo ello sazonado con una serie de aspectos de su toreo, que nunca le abandonaron, incluso en sus tardes más aciagas: la naturalidad, la elegancia, la variedad, la pinturería, la pajolera gracia, la salsa gitana  y la belleza; siempre la belleza impregnándolo todo.

Y es en esos momentos, en los que afloraba su modo arbitrario de interpretar el toreo, su irrefrenable tendencia a la heterodoxia, en los que, sin renunciar nunca a su torería, se dedicó a ir desgranando, ante los atónitos espectadores, toda una serie de insospechadas improvisaciones; pues la repetición siempre fue para Rafael El Gallo una especie de condena que se resistió a cumplir y de la que huyó horrorizado, como si de una maldición se tratara. 

Y al gran repentizador que siempre fue Rafael, me devolvieron, de manera insospechada, las hermosas palabras de la escritora Fina García Marruz referidas a Quevedo: «Repetir le parece atentar contra la vida, la siempre naciente, mercadear, hurtarle, ser menos que la belleza del fuego, la tierra, el aire».




sábado, 17 de agosto de 2024

... Y DE SU TOREO ARTÍSTICO

                                                ... Y DE SU TOREO ARTÍSTICO


«Rafael Gómez es el torero del porvenir, el único que siente el arte en su verdadera acepción» 

                                          Latigillo. Las Provincias, 09/04/1900


«Rafael es el único torero que aprovecha todos los momentos para dar sensación de arte» 

                                         Un maleta. El Pueblo, 26/07/1904


«Gallo es inimitable y artístico hasta lo sublime cuando está bien» 

                                   Aguaíyo. Diario de Valencia, 30/07/1914


¿Quién nos iba a decir -claro que con El Gallo todo es posible- que la vitola de un puro - uno de esos puros que, junto con los cafés, fueron sus más fieles compañeros-, nos iba a proporcionar uno de sus retratos más certeros: «Elaborado expresamente para el derrochador de arte y de fortuna. D. R. Gómez El Gallo»

Un hombre tan pródigo como él, no pudo por menos que dilapidar aquello que más le sobraba: el arte y los dineros. «El arte incopiable del que hace derroche cuando le da por sentarse a horcajadas sobre la luna» (Don Ventura. Los Toreros en 1916). 


En Rafael El Gallo -y sólo por esto merecería ocupar un lugar preeminente en la historia del toreo- aparecen ya definidos de manera precisa todos los rasgos asociados a lo que más tarde se dio en llamar «toreros de arte»: su rosario de auroras y de ocasos; su horror al término medio, su aversión a la lucha,  su indolencia, su duende, sus deficiencias con la espada, su desenfado a la hora de mostrar su miedo, su gran sentido plástico, su toreo de brazos… y hasta su cohorte de partidarios acérrimos. «En todos los instantes Rafael es el arte, que ha encarnado en su ser… Es el suyo el gesto de la inspiración artística» (José Silva y Aramburu).

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Una de las frases más recurrentes en las crónicas referidas a Rafael es: «realizó una faena artística», que es tanto como decir «una faena bella».  Toda su vida anduvo enfrascado en la búsqueda de la belleza, y hasta llegó a decirse de él, que toreaba sólo por amor al toreo bello. Atrapar la belleza pudo ser el sentido último de su toreo. Claro que, dada su afamada indolencia, no lo veo yendo en pos de la belleza; más bien tendría que ser la belleza la que, incapaz de escapar a su hechizo, acudiera presurosa a su encuentro.

¿Y si fuera el encuentro -que tendría más de encontronazo traumático que de cita apacible- con esa Belleza, con la belleza con mayúsculas que emana del toreo de Rafael, el que, como si de una experiencia mística se tratara, iba a dejar conmocionados, hasta el punto de hacerlos enmudecer, a los perplejos espectadores; y con ellos a sus comentaristas?


«Y no detallo más porque me encanté y salí del arrobamiento al fallecer el bovino» 

                                                Un maleta. El Pueblo, 27/04/1914


«Aquello no hay quien lo describa. Se necesitan muchos pares de hipérboles para trasladar al papel tan monumental trabajo. Recuerdo como una visión…»

                                             Latiguillo. Las Provincias, 29/07/1914


¡No hay palabras!, hermosa frase, con la que proclamamos, entre impotentes y gozosos, la inefabilidad de su toreo; al igual que lo haríamos ante un verso de San Juan de la Cruz, el Descendimiento de Van der Weyden, o una siguiriya de Manuel Torre.


Rafael,-y seguimos a vueltas con la belleza- a pesar de que en sus primeros años alternó con toreros como Bombita, Machaquito, y Vicente Pastor, esforzados gladiadores de un toreo heroico, cuyas faenas se cuentan por hazañas (como bien lo atestigua su cuerpo cosido a cornadas), nunca pretendió emular su toreo épico y siempre optó por encontrar refugio en el arte, es decir, en la lírica: «A cada pase que pegaba se me caía una lágrima» nos confiesa Rafael, anticipándose a la famosa expresión belmontina de que «se torea como se es».

Y hablando de lírica, estamos ante un torero en el que el dominio - que a lo largo de la historia siempre estuvo asociado a un ejercicio de poderío violento que acababa por quebrantar al toro- tuvo, en su caso, más de caricia que de hostigamiento. 

«Para torear hay que acariciar», llegó a decir el maestro. Todo un tratado de tauromaquia condensado en una frase, que ya apunta a un irreversible cambio de rumbo en la concepción del toreo, que tuvo en Rafael uno de sus más preclaros precursores.


Años antes de que Belmonte reivindicara el toreo como una actividad espiritual -para muchos sigue siendo el pionero- ya Rafael hizo del toreo una actividad artística, y por ende, una actividad espiritual. Y en una época de primacía de la épica, desplazó, me atrevería a decir que incluso de una manera descarada, y quien sabe si para siempre, el fiel de la balanza hacia la estética.


Nos encontramos, sin duda alguna, ante un hito crucial en la historia del toreo; ante una auténtica revolución, -quién se lo iba a decir al bueno de Rafael- que no ha sido suficientemente puesta en valor; quizás porque El Gallo, a diferencia del reflexivo Belmonte, aunque proclive a las sentencias, nunca fue dado a ningún tipo de cavilación y de análisis de su toreo, ni del toreo en general.

Su toreo nunca estuvo acompañado de libreto explicativo alguno, tal vez porque siempre supo, o al menos intuyó, que -como diría el poeta Claudio Rodríguez de la poesía- no es el torero, sino su toreo, el que tiene que hablar. 


jueves, 25 de julio de 2024

...Y DEL IRRESISTIBLE ENCANTO DE SU PERSONA

 ...Y DEL IRRESISTIBLE ENCANTO DE SU PERSONA


«Lo que en otros no es nada, en él, por una gracia innata, resulta bonito»

                                   Un maleta. El Pueblo, 26/07/1914


«Como torea con tanta gracia, nos pareció bueno todo cuanto hizo»

                         Castoreño El Mercantil Valenciano, 31/07/1926


«Él lo representa todo y nada, porque nada es en la torería, pero es más que nadie […] El arte de Rafael es Rafael mismo […] ¡Grande que es uno, Rafael! Más y mejor que la misma torería»

                                 Patillitas. Las Provincias, 31/07/1926


«Ha sido el de Rafael, más que el triunfo del torero, el triunfo del hombre; un triunfo de la simpatía»

                                      Recorte. La Libertad, 31/07/1926



Hay dos comentarios, iluminadores como siempre, de Ramón Gaya, con los que quiero iniciar este punto. Uno referido a Pastora Imperio: «Me di cuenta en seguida de que estaba delante de algo irrepetible [...] comprendí que no se trataba de hacer, sino de ser. Pastora es irrepetible, no en la medida que es irrepetible algo, sino alguien»;  y el otro a Manolete: «De Manolete puede decirse lo mismo que de Pastora, pues su genio no parecía residir en lo que hacía, sino sencillamente en lo que era»

Sin ser su destinatario, siempre he creído que también podrían aplicarse, sin sufrir modificación alguna, a Rafael El Gallo. Pues también en él, las cotas a las que se elevaba su toreo habrían resultado inalcanzables sin la magia que irradiaba su persona. 


También los cronistas valencianos, en los extractos de sus crónicas que figuran al inicio de este punto, ahora sí, referidos a Rafael, apuntan en la misma dirección.


Soy de la opinión, y perdonad mi atrevimiento, de que muchas de las cosas que él improvisaba delante de la cara del toro, muchos de los desplantes y los adornos que llegaron a formar parte importante de su toreo, y que tanto entusiasmaron a los públicos, en las manos de alguien que no hubiera estado ungido con la gracia y el duende de Rafael, sin su hipnótica personalidad, hubieran podido pasar a formar parte del toreo bufo.

Y quizás en el atractivo y la sugestión que siempre emanaron de su persona, se encuentren las claves con las que explicar que fuera El Gallo uno de los toreros cuya ausencia más ha pesado en el ánimo de las gentes.


En Rafael, el enorme vacío que provocó su ausencia sólo pudo paliarse, al menos en parte, con los vívidos recuerdos de sus faenas perdurables. A Rafael se le espera porque se le recuerda. «Es un torero que de tal manera ha sabido hacerse esperar, que todavía se le espera», escribe Gregorio Corrochano. Una vez más aparece el recuerdo en el toreo, en un desesperado intento de eternizar lo efímero.


Y siguiendo con el tema de la ausencia en Rafael, de nuevo acudo a mi admirado Ramón Gaya, en otro comentario sobre Pastora Imperio: «Al marcharse de escena sentí como si de pronto me quedara solo, abandonado, despojado […] Y calculando los pasos que faltaban para desaparecer sufría la emoción de esa hermosura dolorosa, tensa, atirantada, que sólo puede darnos lo que sucede en el tiempo: la música, el baile, los toros».


 Y en este sentido podríamos considerar a El Gallo el patriarca, el pionero, el que inauguró la senda por la que más tarde transitaron toreros del corte de Gitanilllo de Triana, Cagancho, Rafael de Paula o Curro Romero. Toreros de arte a los que, al igual de lo que sucedió con Rafael, por mucho que tardara en llegar su epifanía, siempre se les esperó.