En el libro Todas las suertes por sus maestros, de José Luis Ramón, el propio Niño de la Capea comenta:
"La media verónica con los pies juntos tiene que reflejar un total y absoluto dominio sobre el toro...........Hay que calcular el momento exacto en que el toro, debido a que poco a poco pierde gas y agresividad, y sobre todo a que ya embiste al ritmo que el torero le impone, necesita que se remate la serie de cinco o seis lances, que es cuando se debe ejecutar la media verónica..............En esta media, comparándola con la que se ejecuta con el compás abierto, se imprime un recorrido más corto, pero tambíen más lento...................La primera vez que vi ejecutar esta media fue a Manolete, tanto en fotos como en película. Esa forma de rematar me impactó. Manolete las daba, quizá llevado de la forma de embestir del toro de entonces, un poco más violentitas..............Recuerdo de una manera muy especial una media verónica: la que le dia al toro Manchadito, de Javier Garfias, al que corté un rabo en la plaza de México"
Pedro Gutiérrez Moya, Niño de la Capea, nació en el barrio de Chamberí, de Salamanca, el 17 de septiembre de 1952. Fue alumno en una escuela taurina, cercana al modesto domicilio de sus padres, titulada La Capea, de donde tomó su apodo. Debutó con caballos en 1970.
Tomó la alternativa el 19 de junio de 1972 en Bilbao, al cederle Paco Camino, en presencia de Francisco Rivera (Paquirri), la muerte del toro Mireto, de la divisa de Lisardo Sánchez, al que cortaría las dos orejas.
La confirmación de la alternativa en Madrid tuvo lugar el 21 de mayo de 1973, apadrinada por Sebastián Palomo (Linares), con Paquirri como testigo de la ceremonia, con toros de Atanasio Fernández. El que abrió plaza atendía por Girón. Salió a hombros por la Puerta Grande.
Uno de sus grandes triunfos tuvo lugar el 22 de mayo de 1979 en Las Ventas, saliendo a hombros por la Puerta Grande tras cortar las dos orejas de un ejemplar del hierro de Baltasar Ibán.
En España, uno de sus momentos cumbres fue la tarde del 28 de junio de 1988, en la corrida de la Prensa, encerrado con seis victorinos. Pasó la lidia de los cuatro primeros, como él dijo, calentando motores y en el quinto y sexto consiguió tres orejas y salida en hombros.
En 1993 anuncia que ésa será su última temporada. Pero marcha a México para despedirse de aquella afición el 5 de febrero de 1995, cortando orejas y rabo. Con carácter excepcional, todavía se viste una sola vez de luces para dar la alternativa a su amigo Javier Conde, tal y como se lo había prometido. Fue el 16 de abril de ese mismo año de 1995.
Cossío escribe:
"Muletero dominador, de un temple singular, que parece realizar con aparente facilidad las suertes más difíciles y arriesgadas, y estoqueador seguro que ha ejecutado reiteradamente la difícil tarea de matar recibiendo, su nombre ha sido pieza obligada en cualquier cartel de las ferias de mayor prestigio y responsabilidad"
"Muletero dominador, de un temple singular, que parece realizar con aparente facilidad las suertes más difíciles y arriesgadas, y estoqueador seguro que ha ejecutado reiteradamente la difícil tarea de matar recibiendo, su nombre ha sido pieza obligada en cualquier cartel de las ferias de mayor prestigio y responsabilidad"
Juan Antonio Polo, en su obra El Toreo Contemporáneo, escribe:
"El caso de El Niño de la Capea es singular. Dotado de una notable intuición y alcanzado un gran oficio apenas despachó sus primeras novilladas picadas, su mayor preocupación inicial venía constituida -al menos esa impresión daba desde el tendido- por imitar en todo los modos y las formas de Paco Camino, diestro al que recordaba en su aspecto físico y al que copió hasta en su forma de vestir. Todo ello, unido a la mecánica vertiginosidad con que realizaba las suertes -fueron famosos sus llamados zapatillazos-, vulgarízó su toreo, carente de personalidad, e hizo que sus actuaciones no fueran tomadas por los aficionados más cabales en la consideración que quizá merecieran...................Sin embargo pasados los años, el Capea supo moderar sus prisas, asentar su ánimo y descubrir el secreto del temple, circunstancia a la que no fue ajeno el conocimiento del toro mejicano y los grandes triunfos obtenidos en la capital de dicho país. A su regreso se mostró un torero distinto, tan seguro lidiador como siempre, pero sabiendo imprimir a sus lances y muletazos una cadencia y un sabor de los que hasta entonces carecían. Incluso con la espada, que siempre manejó con soltura, depuró su estilo y sorprendió de vez en cuando a los públicos con magníficas estocadas en la suerte de recibir"
Carlos Abella, en su libro De Manolete a José Tomás, escribe:
"Pedro Moya había demostrado ser un excelente torero, un gran profesional, una figura que por méritos propios ocupaba un lugar de privilegio entre los toreros de su época, pero al que se le reprochaba su excesiva facilidad, la celeridad con la que interpretaba las suertes y el haber llegado a sentir el toreo de forma un tanto mecánica, haciéndolo todo bien, pero con una cierta falta de reposo....................Como su admirado Paco Camino, El Capea tuvo la facilidad de los elegidos, y gracias a su valor y a su excelente técnica pudo lidiar con éxito casi todos los toros a los que se enfrentaba una y otra tarde durante tantas temporadas seguidas.........................El 28 de junio de 1988 se encierra con seis toros de Victorino Martín en Las Ventas....................El toreo demostró su gran oficio y su facilidad para lidiar los toros, con los que anduvo sobrado...................Al quinto de la tarde, de nombre Cumbrerillo, le hizo una gran faena......................Frente al tendido 9 le dio cuatro naturales de antología, que provocaron el fervor de la gente, por la quietud y temple con los que el toreo de Salamanca llevó al toro al costado y lo vació en el pase de pecho. El faenón, emocionante y de gran intensidad, tuvo el epílogo adecuado en la inevitable voltereta.....................Después de matarlo de una gran estocada, el público solicitó las dos orejas, con las que El Capea paseó el ruedo, feliz.................Al término de la corrida fue paseado a hombros y llevado por la Puerta Grande hasta la calle Alcalá......................La tauromaquia de Pedro Moya se ha basado en una verónica clásica, de amplio vuelo de capote, rematada con una también clásica media. En quites ha recurrido a unas chicuelinas muy del estilo de las de Camino, de manos a la altura de la cadera y siempre ajustadas; su muleta ha tenido clasicismo en los pases fundamentales, cargando siempre la suerte, pero sin exagerar; ha dominado el toreo de poder y sometimiento en unos sólidos trincherazos y las dobladas al inicio y al final de la faena, y ha hecho suyo y sello propio el precioso "pase de las flores", que ha utilizado tanto como adorno estético como pase idóneo para ligar. Y con la espada, salvo en su última etapa, ha sido un seguro y eficaz estoqueador al volapié, y ha recurrido con frecuencia a la suerte de citar a recibir. Pero todo este conjunto ha estado presidido por una estética muy clásica, una facilidad lidiadora para "ver" los toros y un temple que le ha permitido traer y llevar los toros con una velocidad que con los años fue reduciéndose...........................Es El Capea el torero al que yo he visto más y mejor "tirar" de los toros................Es pues, con Camino y Ponce, de los toreros que yo más he tenido la sensación de que toreaba, es decir, que llevaba al toro "por donde no quería ir"
Jorge Laverón, en su Historia del Toreo, escribe:
Domingo Delgado de la Cámara, en su libro Revisión del toreo, escribe:
"El Niño de la Capea. Lo confieso: este stajanovista del toreo jamás fue santo de mi devoción................Capea ha tenido dos cualidades: era muy listo y , además, muy ambicioso.................Desde el principio Capea tuvo una virtud: supo bien ligar los muletazos dejando puesta la muleta en la cara de los toros. Esto hizo que sus faenas fueran un todo.............En lo demás Capea no gustaba a los aficionados..............Se criticaban sus zapatillazos y su rapidez. Toreo vertiginoso sin ninguna cadencia. No se valoraba su capacidad para torear y ligar faena a casi todos los toros. Como tampoco se valoraba su casta, que le hacía salir triunfante de todos sus compromisos..............Si Capea no me gustaba, era por una cuestión puramente estilística. Siempre me pareció un imitador de Paco Camino. Pero, claro, sin su clase y su facilidad..................En Méjico descubrió el secreto del temple...............Después llegaron tardes importantísimas en Madrid, como las de los mansos de Sepúlveda de 1985 y 1986. Empezaron a llamarle maestro. A mí, aun reconociendo el avance experimentado en su toreo y su indudable poderío, no terminaba de convencerme. En esta etapa seguía siendo un torero sin clase y, además, muy convencional. Y los toreros sin clase, para arrebatar y entusiasmar, tienen que estar por encima de lo convencional, por ejemplo El Cordobés....................En resumen, Capea, siendo un buen conocedor del oficio, fue un tipo listo que se benefició de un momento taurino sin estrellas en el firmamento. Un buen profesional, pero de ahí a llamarla maestro va un trecho"
"El caso de El Niño de la Capea es singular. Dotado de una notable intuición y alcanzado un gran oficio apenas despachó sus primeras novilladas picadas, su mayor preocupación inicial venía constituida -al menos esa impresión daba desde el tendido- por imitar en todo los modos y las formas de Paco Camino, diestro al que recordaba en su aspecto físico y al que copió hasta en su forma de vestir. Todo ello, unido a la mecánica vertiginosidad con que realizaba las suertes -fueron famosos sus llamados zapatillazos-, vulgarízó su toreo, carente de personalidad, e hizo que sus actuaciones no fueran tomadas por los aficionados más cabales en la consideración que quizá merecieran...................Sin embargo pasados los años, el Capea supo moderar sus prisas, asentar su ánimo y descubrir el secreto del temple, circunstancia a la que no fue ajeno el conocimiento del toro mejicano y los grandes triunfos obtenidos en la capital de dicho país. A su regreso se mostró un torero distinto, tan seguro lidiador como siempre, pero sabiendo imprimir a sus lances y muletazos una cadencia y un sabor de los que hasta entonces carecían. Incluso con la espada, que siempre manejó con soltura, depuró su estilo y sorprendió de vez en cuando a los públicos con magníficas estocadas en la suerte de recibir"
Carlos Abella, en su libro De Manolete a José Tomás, escribe:
"Pedro Moya había demostrado ser un excelente torero, un gran profesional, una figura que por méritos propios ocupaba un lugar de privilegio entre los toreros de su época, pero al que se le reprochaba su excesiva facilidad, la celeridad con la que interpretaba las suertes y el haber llegado a sentir el toreo de forma un tanto mecánica, haciéndolo todo bien, pero con una cierta falta de reposo....................Como su admirado Paco Camino, El Capea tuvo la facilidad de los elegidos, y gracias a su valor y a su excelente técnica pudo lidiar con éxito casi todos los toros a los que se enfrentaba una y otra tarde durante tantas temporadas seguidas.........................El 28 de junio de 1988 se encierra con seis toros de Victorino Martín en Las Ventas....................El toreo demostró su gran oficio y su facilidad para lidiar los toros, con los que anduvo sobrado...................Al quinto de la tarde, de nombre Cumbrerillo, le hizo una gran faena......................Frente al tendido 9 le dio cuatro naturales de antología, que provocaron el fervor de la gente, por la quietud y temple con los que el toreo de Salamanca llevó al toro al costado y lo vació en el pase de pecho. El faenón, emocionante y de gran intensidad, tuvo el epílogo adecuado en la inevitable voltereta.....................Después de matarlo de una gran estocada, el público solicitó las dos orejas, con las que El Capea paseó el ruedo, feliz.................Al término de la corrida fue paseado a hombros y llevado por la Puerta Grande hasta la calle Alcalá......................La tauromaquia de Pedro Moya se ha basado en una verónica clásica, de amplio vuelo de capote, rematada con una también clásica media. En quites ha recurrido a unas chicuelinas muy del estilo de las de Camino, de manos a la altura de la cadera y siempre ajustadas; su muleta ha tenido clasicismo en los pases fundamentales, cargando siempre la suerte, pero sin exagerar; ha dominado el toreo de poder y sometimiento en unos sólidos trincherazos y las dobladas al inicio y al final de la faena, y ha hecho suyo y sello propio el precioso "pase de las flores", que ha utilizado tanto como adorno estético como pase idóneo para ligar. Y con la espada, salvo en su última etapa, ha sido un seguro y eficaz estoqueador al volapié, y ha recurrido con frecuencia a la suerte de citar a recibir. Pero todo este conjunto ha estado presidido por una estética muy clásica, una facilidad lidiadora para "ver" los toros y un temple que le ha permitido traer y llevar los toros con una velocidad que con los años fue reduciéndose...........................Es El Capea el torero al que yo he visto más y mejor "tirar" de los toros................Es pues, con Camino y Ponce, de los toreros que yo más he tenido la sensación de que toreaba, es decir, que llevaba al toro "por donde no quería ir"
Jorge Laverón, en su Historia del Toreo, escribe:
“Pedro Moya, Niño de la Capea. Ha sido un torero poderoso, valiente y técnico, que acabó su carrera cuajado en un maestro portentoso y que, limadas las aristas de sus comienzos –un tanto ligero y un tanto basto- , toreó con finura y arte. Capea, por encima de todo, fue un torero inteligente, el más nítido heredero de Paco Camino……………Acabó en cabeza del escalafón los años 1973, 1975, 1976, 1978, 1979 y 1981…………En Madrid toreó 37 corridas y cortó 23 orejas, saliendo cinco tardes en hombros por la Puerta Grande. Su mayor éxito fue con el toro Cumbreño, de Manolo González, en 1985. Tras Manolete y Paco Camino ha sido el torero español con más cartel en México”
Domingo Delgado de la Cámara, en su libro Revisión del toreo, escribe:
"El Niño de la Capea. Lo confieso: este stajanovista del toreo jamás fue santo de mi devoción................Capea ha tenido dos cualidades: era muy listo y , además, muy ambicioso.................Desde el principio Capea tuvo una virtud: supo bien ligar los muletazos dejando puesta la muleta en la cara de los toros. Esto hizo que sus faenas fueran un todo.............En lo demás Capea no gustaba a los aficionados..............Se criticaban sus zapatillazos y su rapidez. Toreo vertiginoso sin ninguna cadencia. No se valoraba su capacidad para torear y ligar faena a casi todos los toros. Como tampoco se valoraba su casta, que le hacía salir triunfante de todos sus compromisos..............Si Capea no me gustaba, era por una cuestión puramente estilística. Siempre me pareció un imitador de Paco Camino. Pero, claro, sin su clase y su facilidad..................En Méjico descubrió el secreto del temple...............Después llegaron tardes importantísimas en Madrid, como las de los mansos de Sepúlveda de 1985 y 1986. Empezaron a llamarle maestro. A mí, aun reconociendo el avance experimentado en su toreo y su indudable poderío, no terminaba de convencerme. En esta etapa seguía siendo un torero sin clase y, además, muy convencional. Y los toreros sin clase, para arrebatar y entusiasmar, tienen que estar por encima de lo convencional, por ejemplo El Cordobés....................En resumen, Capea, siendo un buen conocedor del oficio, fue un tipo listo que se benefició de un momento taurino sin estrellas en el firmamento. Un buen profesional, pero de ahí a llamarla maestro va un trecho"
En Taurología.com podemos leer: "Cuando comenzaba, en los mentideros taurinos, tan falaces las más de las veces, se hizo popular el dicho de que estábamos "ante un calco de Paco Camino", quizás porque militaba en la misma Casa taurina, con todo lo que eso conlleva; pero el torero, que casta siempre ha tenido, incluso antes de que le saliera la barba, no se recataba en decirle a más de un empresario contumaz que "acabará pagando más por el calco que por el original". El Niño de la Capea, miren ustedes por donde, acabó teniendo la razón. Pasó vertiginosamente desde su etapa de niño prodigio a la de joven maestro, con tesón y con un oficio que parecía haber inventado, de tanto como lo dominaba. Luego, en su camino se cruzó el toro mejicano y profundizó en dos conceptos inigualables: el temple y la despaciosidad. Si antes era ya un profesional en todo regla, luego fue además un torero que vivía el arte en su mejor concepción. Sin arabescos, ni retóricas. Pero haciendo realidad la definición del viejo maestro: "Creando Arte mientras llevaba al toro por donde no quería ir".
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