Páginas

viernes, 12 de julio de 2024

RAFAEL EL GALLO. ¿MATAR?, ¿PARA QUÉ HABLAR DE ELLO?

                                           ¿MATAR?, ¿PARA QUÉ HABLAR DE ELLO?


«A un bombista que tenía a mi izquierda, le oí gritar infinidad de veces, cuando Rafael iba a matar: ¡Que pinche en las orejas, en el rabo, donde le dé la gana! El que hace una faena  de muleta tan colosal, tiene derecho a meter el estoque en cualquier sitio»

                                    Latiguillo. Las Provincias, 18/10/1912. 


«¿Qué cómo entró a herir? Que importa. Si lo mata de un tiro, no por eso se borra el triunfo»

                         Almanzor. El Mercantil Valenciano, 27/04/1914

 

«Matando, ¿para qué hablar de ello? Cuando se torea así el público lo tolera todo»

                                Don Carpio. Palmas y Pitos 25/05/1914. 



Con Rafael todo tiende a la desmesura, a la hipérbole. Y los extractos de las crónicas anteriores, todas ellas de corridas celebradas en la plaza de Valencia, dan buena cuenta de ello. 


Es como si lo extremado de su toreo se propagara, de manera incontenible, tanto a los cronistas que lo juzgan como a los públicos que lo presencian. Y en esta desenfrenada carrera hacia el radicalismo, da la impresión de que la Plaza de Valencia, comparativamente hablando, no solo no se queda rezagada, sino que más bien se lleva la palma.


Y esos cronistas y esos públicos, una vez que han sido conducidos, por esa extraña alucinación que Rafael ejerce sobre ellos, a un estado de enajenación, de éxtasis, no tienen reparo alguno en repudiar todo tipo de norma, por sagrada que ésta haya sido en la tauromaquia: “Lo toleran todo” y justifican, sin el menor embarazo, que «tras una faena de muleta tan colosal, tiene derecho a meter el estoque en cualquier sitio», o que «después de una faena así, pudo incluso matarle de un tiro»


Los extractos de esas crónicas dan cuenta de un hecho muy sorprendente, sobre todo tratándose de una época en la que la suerte suprema se supone que todavía gozaba de un importante status. Y es que está plenamente aceptado, tanto por parte de los públicos como de los cronistas, que, en determinados casos, las excelencias que pueda llegar a alcanzar la faena de muleta, en modo alguno pueden ser mancilladas por los fallos que tengan lugar a la hora de ejecutar la suerte de matar, por importantes que estos sean.


Permitidme, para finalizar este punto, aventurar una digresión personal, y tal vez por ello, un tanto atrevida: hoy en día, entre el final de la faena de muleta y el inicio de la suerte de matar, se ha hecho patente un brusco corte. Y me atrevo a decir, que muchos de nosotros, alguna vez, hemos tenido el deseo inconfesable, de que esa interrupción no se acabara nunca y de que el matador, ¡vaya incongruencia!, no tuviera que entrar a matar, no fuera a ser que su gran faena de muleta se viera fatalmente malograda por la espada.

 

De aquí, y perdonad mi pesimismo, a llegar a considerar la suerte de matar como algo prescindible en la tauromaquia, sólo hay un paso 


No hay comentarios:

Publicar un comentario