....Y DE SU GRAN CAPACIDAD DE SEDUCCIÓN
«Este calvo, infame con el estoque en la mano y de una figura encorvada refractaria a toda sensación de arte, se yergue de tal manera, crece en grado tan superlativo cuando extiende el percal o el trapo rojo que subyuga, atrae de forma tal que, cual movidas por resorte, hace juntar las manos y aplaudir hasta quedar enrojecidas»
Un maleta. El Pueblo, 18/10/1912
«Yo no sé qué extraña influencia ejerce este hombre sobre los públicos, a los que su arte llega más que el de otros toreros, también artistas»
Patillitas. Las Provincias, 30/07/1913
«Después de esto debiera haberse terminado la corrida»
Chopeti. El Toreo, 11/05/1914
«Después de aquello lo más indicado es que el presidente levantara la sesión. ¿Qué más podían hacer los otros infelices pigmeos que superase lo de Rafael el magno?»
Latiguillo. Las Provincias, 27/04/1914
Extractos de las crónicas de la faena realizada por Rafael El Gallo al toro Nazareno, de Medina Garvey, en la corrida de la despedida de Enrique Vargas Minuto del público valenciano, celebrada el 26 de abril de 1914.
Siempre he visto en Rafael El Gallo, como hombre y como torero, al elegido, al favorito, al que contó con el incondicional apoyo de las gentes, al que siempre cayó en gracia, sin ser gracioso.
Y al intentar clarificar ese trato preferente, que en el caso de Valencia alcanzó sus cotas más altas, he ido descubriendo toda una serie de aspectos que nunca le abandonaron (su irresistible encanto, su gracia señera, su duende gitano, su magnetismo… ), y que acabaron por configurar en él el gran seductor que siempre fue.
Considero que en su dilatada carrera de seductor, su conquista más preciada fueron, sin lugar a dudas, los públicos. Esos públicos, que acabaron subyugados por la fascinación, por el deslumbramiento, que siempre ejerció sobre ellos. Fascinación un tanto misteriosa (el misterio vuelve a sobrevolar la figura de Rafael), pues estamos ante algo de lo que todos hablan y nadie explica.
Algo por cierto muy característico de El Gallo, pues con él siempre queda la incómoda sensación de que son muchas más las preguntas que las certezas. «Rafael es un enigma con traje de luces, más impenetrable que el que se ofreció a la sagacidad de Edipo» (Paco Media Luna).
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