RAFAEL EL
GALLO VISTO POR ANTONIO DÍAZ CAÑABATE
Un torero: Muchas veces, oyendo hablar a Rafael
Gómez Ortega, me he preguntado: Si este hombre no llega a nacer en un ambiente
taurino ¿qué hubiera sido de su vida? Y terminé respondiéndome: torero. Rafael
el Gallo fue torero no por la fuerza
de la sangre, sino porque lo era de nacimiento […] Rafael el Gallo es el toreo puro. Nunca ha sabido
de manera cierta más que una cosa: torear […] Rafael lo ignoraba todo, menos lo
suyo, menos torear… Le decían: “Tal y tal día tienes toros”. Y se montaba en el
tren, y toreaba, y no se ocupaba de más […] Tan torero era huyendo como quedándose
quieto en aquel su majestuoso pase ayudado por alto que se denominó del
“celeste imperio” […] Rafael El Gallo
no ha necesitado en su larga vida documento de identidad alguno. Podrán
desconocerle, pero allí donde se presentaba y se presenta, todo el mundo,
¡hasta los ingleses!, dicen: “Ese es un torero” […] De su brazo va siempre
colgando un capote invisible. Se diría que en la sevillanísima calle Sierpes
espera la aparición de un toro […] Era la estampa de la antigua torería
paseándose por las calles de Sevilla […] Y allá en las tientas, el septuagenario, en cuanto distingue
una vaquilla clara lo despliega y la torea, porque nació torero […] Y por eso,
a veces, no quería matar un toro, no por nada, sino porque hubiera uno más […]
¿El final de su vida torera cuándo fue? Hace pocas horas, cuando murió… Rafael El Gallo
ha sido torero hasta el último momento
Imaginativo: Quizá y sin quizá Rafael El Gallo ha sido el torero de más fantasía, de más imaginación que he conocido.
Fantasioso: Se ha muerto un mundo. El mundo de
Rafael El Gallo, el mundo de la
fantasía, el de la torería. ¡Échele usted timbre al linaje torero de Rafael!...
Gitanos y payos andan confundidos en esta genealogía […] Las fantásticas
desigualdades se acentúan en Rafael. Y así seguirá hasta el final de su vida
torera […] Torea, cuando su fantasía le inspira. Se deja el novillo vivo,
cuando su fantasía se cubre con negruras. Así le ocurrió en Sevilla en 1901. Va
a la cárcel. ¿Quién es capaz de aprisionar la fantasía?
Soñador: Con su aire ausente, con su mirada
siempre en la lejanía de sus sueños. ¡Gran soñador Rafael El Gallo! ¡Gran soñador que hizo soñar! Como un sueño se nos
aparece en la añoranza aquella su célebre faena del 2 de mayo de 1912. Aquella
otra, del día de San Isidro del mismo año.
Inspirado: Faenas de una inspiración milagrosa […] Torea, cuando su fantasía le inspira […] Rafael El Gallo ha sido el torero más inspirado que he conocido. Su inspiración se apoyaba en dos misterios: el ángel de la gracia andaluza y el duende de la raza gitana [...] Ha muerto el último torero tocado por la gracia de la inspiración
Dominador del oficio de torear: Rafael El Gallo, en sus momentos difíciles, poseía un completo dominio de la técnica del oficio de torear
¡Qué alegría la suya…!:¡Qué alegría la suya delante del toro
con el que se confiaba, qué juego el de su muñeca, qué quiebro el de su
cintura, qué garbo el de sus pases, pases como versos de seguiriyas gitanas, y
qué valor sereno, que estocada aquélla, la del 15 de mayo, a volapié, precedida
de un pinchazo en la suerte de recibir!
Artista: Revoloteaba el ángel, rebullía el duende sin apartarse de las reglas del arte, y esta conjunción tan difícil de reunir daba por resultado la maravilla de la obra maestra, sólo capaz de producirla un gran artista cuando Dios quiere, y la Divina Providencia es parca en otorgarla [...] Su arte fue incomparable. Insisto. Lo mismo en sus ruidosos fracasos que en sus clamorosos triunfos
De sensibilidad acusada: La sensibilidad de Rafael El Gallo era muy acusada. En sus tardes malas, mucho más copiosas que las buenas, su desfallecimiento de la voluntad, sus huidas, su famosas espantás, eran auténticas, sentidas y expresadas sin disimulo, geniales, esto es, personales y constituían tan apasionantes espectáculo como el de una faena inspirada, como el de una obra maestra. Esto eran lo que se llamaban mítines de Rafael El Gallo, una obra maestra del decaimiento del ánimo.
De una personalidad genial: ¿Era el mismo torero en los desastres y en los triunfos? No. No era el mismo torero, pero sí el mismo hombre, el mismo artista dotado de una personalidad genial, única, inconfundible e inimitable, que desarrollaba lo mismo en la derrota que en la victoria [...] Rafael El Gallo divertía tanto cuando estaba mal como cuando estaba bien, porque tanto en las tardes malas como en las buenas hacía cosas geniales, personales, diferentes, inesperadas.
Sentado en una silla: Rafael se sentaba muy campante lejos del toro, lo citaba con el revuelo del ángel, con el rebullir del duende, y lo esperaba sin moverse, sentado, bien sentado en la técnica, en el conocimiento del oficio y del toro... El ángel de la gracia jugaba la muleta, el duende armonizaba la figura del torero... Pases clásicos de Rafael El Gallo, en los que vibró sin manchas la luz celestial de la inspiración, el chispazo de la fantasía, la magia de la imaginación creadora.
Puro: Pero su arte, con ser tanto, es lo de
menos. Lo benemérito, lo acreedor al reconocimiento de la afición, es su
pureza, su desinterés por lo material, su entrega a la profesión, su desdén por
la falsa y efímera vanagloria
Misterioso: “Los toros tienen, como las mujeres, su misterio”, solía repetir. Él también tenía su misterio. Nadie lo ha sabido. Quizá ni él
Sabio: Rafael El Gallo hablaba mucho solo.
Hablaba con su fantasía y cuando se le interrumpía no cortaba su monólogo:
seguía fantaseando, salvo cuando se trataba de toros. Entonces Rafael El Gallo era la sensatez misma, era como
un oráculo, era la misma sabiduría […] El juicio de Rafael sobre toros y
toreros es siempre de una ecuanimidad, de una justeza y de una clarividencia
totales. Jamás se deja impresionar
Bondadoso: La bondad de Rafael es tan pura como acendrada su
vocación torera. Su corrección de maneras corre pareja con su cortesía al
hablar. Pocos serán los que le hayan oído ensañarse con alguien o con algo.
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