...Y DEL IRRESISTIBLE ENCANTO DE SU PERSONA
«Lo que en otros no es nada, en él, por una gracia innata, resulta bonito»
Un maleta. El Pueblo, 26/07/1914
«Como torea con tanta gracia, nos pareció bueno todo cuanto hizo»
Castoreño El Mercantil Valenciano, 31/07/1926
«Él lo representa todo y nada, porque nada es en la torería, pero es más que nadie […] El arte de Rafael es Rafael mismo […] ¡Grande que es uno, Rafael! Más y mejor que la misma torería»
Patillitas. Las Provincias, 31/07/1926
«Ha sido el de Rafael, más que el triunfo del torero, el triunfo del hombre; un triunfo de la simpatía»
Recorte. La Libertad, 31/07/1926
Hay dos comentarios, iluminadores como siempre, de Ramón Gaya, con los que quiero iniciar este punto. Uno referido a Pastora Imperio: «Me di cuenta en seguida de que estaba delante de algo irrepetible [...] comprendí que no se trataba de hacer, sino de ser. Pastora es irrepetible, no en la medida que es irrepetible algo, sino alguien»; y el otro a Manolete: «De Manolete puede decirse lo mismo que de Pastora, pues su genio no parecía residir en lo que hacía, sino sencillamente en lo que era»
Sin ser su destinatario, siempre he creído que también podrían aplicarse, sin sufrir modificación alguna, a Rafael El Gallo. Pues también en él, las cotas a las que se elevaba su toreo habrían resultado inalcanzables sin la magia que irradiaba su persona.
También los cronistas valencianos, en los extractos de sus crónicas que figuran al inicio de este punto, ahora sí, referidos a Rafael, apuntan en la misma dirección.
Soy de la opinión, y perdonad mi atrevimiento, de que muchas de las cosas que él improvisaba delante de la cara del toro, muchos de los desplantes y los adornos que llegaron a formar parte importante de su toreo, y que tanto entusiasmaron a los públicos, en las manos de alguien que no hubiera estado ungido con la gracia y el duende de Rafael, sin su hipnótica personalidad, hubieran podido pasar a formar parte del toreo bufo.
Y quizás en el atractivo y la sugestión que siempre emanaron de su persona, se encuentren las claves con las que explicar que fuera El Gallo uno de los toreros cuya ausencia más ha pesado en el ánimo de las gentes.
En Rafael, el enorme vacío que provocó su ausencia sólo pudo paliarse, al menos en parte, con los vívidos recuerdos de sus faenas perdurables. A Rafael se le espera porque se le recuerda. «Es un torero que de tal manera ha sabido hacerse esperar, que todavía se le espera», escribe Gregorio Corrochano. Una vez más aparece el recuerdo en el toreo, en un desesperado intento de eternizar lo efímero.
Y siguiendo con el tema de la ausencia en Rafael, de nuevo acudo a mi admirado Ramón Gaya, en otro comentario sobre Pastora Imperio: «Al marcharse de escena sentí como si de pronto me quedara solo, abandonado, despojado […] Y calculando los pasos que faltaban para desaparecer sufría la emoción de esa hermosura dolorosa, tensa, atirantada, que sólo puede darnos lo que sucede en el tiempo: la música, el baile, los toros».
Y en este sentido podríamos considerar a El Gallo el patriarca, el pionero, el que inauguró la senda por la que más tarde transitaron toreros del corte de Gitanilllo de Triana, Cagancho, Rafael de Paula o Curro Romero. Toreros de arte a los que, al igual de lo que sucedió con Rafael, por mucho que tardara en llegar su epifanía, siempre se les esperó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario