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miércoles, 6 de junio de 2012

JULIO ROBLES. Retratos y Faenas imaginadas
















Avelino Julio Robles Hernández nació en Fontiveros (Ávila) el 4 de diciembre de 1951. Él siempre se consideró salmantino dese su niñez, vivida en el campo charro junto a las ganaderías bravas.

Viste su primer traje de luces en Villavieja de Yeltes el 28 de agosto de 1968. El 10 de mayo de 1970 hace su presentación con picadores en Lérida.

Tomó la alternativa en la plaza Monumental de Barcelona el 9 de julio de 1972, de manos de Diego Puerta, quien le cedió la muerte del toro Clarinero, de la divisa de Juan María Pérez Tabernero, con Paco Camino de testigo. 

Confirmó la alternativa en Madrid el 22 de mayo de 1973, apadrinado por Antonio Bienvenida, con Sebastián Palomo (Linares)  de testigo de la cesión de la muerte de Pernote.

Uno de los triunfos de mayor trascendencia de su vida torera tuvo lugar el 10 de julio de 1983 en Madrid, cuando le sacaron a hombros por la Puerta Grande tras cortar dos orejas de un ejemplar de la ganadería de Puerto de San Lorenzo.

En  Madrid salió tres veces por la Puerta Grande.

El 13 de agosto de 1990 fue cogido gravemente por el toro Timador, un burraco de Cayetano Muñoz, en el cuarto lance de capa, en la plaza de Béziers, provocándole una tetraplejia. Ese día vistió su último traje de luces, azul ultramar y oro.

Falleció el 14 de enero de 2001 en un hospital de Salamanca a la edad de 49 años.

"Es uno de los toreros más puros -comenta Fernando Claramunt en su Historia del Arte del Toreo- en el manejo de la capa y la muleta. Figura indiscutible, sufre a veces estados de apatía que, sin llegar a la mandanga de otros compañeros, le disminuyen inexplicablemente el número de actuaciones"

Cossío escribe:

"No le fue fácil llegar a las cotas conquistadas, pero nunca le falló ni el deseo de superación ni un pundonor muy destacable. Inmejorable en el primer tercio, poseyó una de las capas más brillantes de la actual torería; sus reposadas faenas de muleta e incluso, en ocasiones, la forma de practicar la suerte suprema tenían cualidades sobresalientes"


En el Cossío, volumen XI, dice J.J. Bonifaz: "Se encuentra este diestro en plena forma dentro de una madurez extraordinaria..............Inmejorable en el primer tercio, posee una de las capas más brillantes en la actual torería, sus reposadas faenas de muleta e incluso en ocasiones la forma de practicar la suerte suprema tienen calidades sobresalientes"

Juan Antonio Polo, en su obra El Toreo Contemporáneo, escribe:

"En cuanto al hoy postrado Julio Robles, que tardó varios años en alcanzar la consideración de figura, destacó inicialmente gracias a su variado y espectacular capote, aun cuando la hondura de su bien templada muleta le permitiera la realización de faenas importantes. A su buen cartel de Barcelona y Salamanca -donde mantuvo, con ventaja, una reñida competencia con el Capea- añadió sus reiterados éxitos en Las Ventas, que le abrieron el camino de las grandes ferias. Robles fue un torero dominador y artista, un punto abúlico -lo que le hizo algo irregular-, pero capaz de cuajar faenas completísimas en sus momentos de inspiración"




Jorge Laverón, en su Historia del Toreo, escribe:

Julio Robles. De la irregularidad de sus comienzos pasó a ser un torero regular, en la línea de El Viti, y cuando gozaba de una espléndida madurez un toro le partió en dos. En Madrid toreó 60 corridas, cortó 21 orejas y salió tres veces por la Puerta Grande


Carlos Abella, en su libro De Manolete a José Tomás, escribe:




“Julio Robles: torero de clase. Uno de los mejores intérpretes del toreo clásico, al que Robles supo dar su personal sello, especialmente en el toreo a la verónica, del que fue un purísimo y hondo intérprete………….Dotado de un acusada personalidad, Robles fue un extraordinario torero con el capote y ha sido de los últimos grandes intérpretes de la verónica, lance que ejecutaba con gran clasicismo, cargando la suerte, y cuya serie solía rematar con una media, abrochando el capote en la cadera. Ha sido también variado en quites, alternado las gaoneras con las chicuelinas, estas últimas ejecutadas con gran quietud en el cite y embroque, y girando lo imprescindible par darles mayor emoción. Torero de gran técnica, ha sido un muletero muy clásico que supo dar a todos los pases su sello personal. Sus pases de pecho eran de una extraordinaria plástica, pues sabía enrocarse al toro con gran torería. Robles ha toreado muy bien al natural, por la finura y cadencia de su temple, y todo su toreo ha tenido un aroma de clase, dentro de un inevitable tono de austeridad castellana. Ha dominado el trincherazo con sabor campero y supo siempre adornarse con afarolados y molinetes de sabor. En sus últimos tiempos adquirió la regularidad precisa, y de la mano de Victoriano Valencia superó su inicial abulia. Nunca le vi en apuros con un toro, prueba indudable de su valor y capacidad lidiadora. Como matador, aunque dominaba muy bien el volapié, abusó del bajonazo”




Domingo Delgado de la Cámara, en su libro Revisión del toreo, escribe:

"Julio Robles ha sido un superclase. Quizás el torero más clásico de su generación, incluso por delante del mismísimo José María Manzanares. Manzanares cuajó antes y tuvo un temple que Robles no tuvo. Pero Robles tuvo más clase, o más arte, llámenlo como quieran....................El toreo a la verónica de Julio Robles ha sido sensacional. Sin duda, Robles ha sido quien mejor ha toreado de capa de toda su generación. Además, al principio de su carrera tenía variedad con el percal. Recuerdo aquellos galleos de frente por detrás que después dejó de prodigar para centrarse en un extraordinario toreo a la verónica. Quizá toreara con un capote algo rígido y rapidillo. Pero componía la figura tan bien y su juego de brazos era tan bueno, que se puede afirmar que Julio Robles, sin llegar a la excelsitud de un Antonio Ordóñez o de un Rafael de Paula, ha sido de los mejores toreando a la verónica. Esa misma clase y elegancia la desplegaba toreando con la muleta. Tenía una perfecta composición de la figura, muy elegante, sin llegar nunca a la afectación. Toreaba con empaque y gusto soberbio. Sólo un lunar en su quehacer: una cierta tendencia a torear con rapidez. Por eso mismo le gustaban los toros alegres de pronta embestida. A lo toros aplomados le costaba más entenderlos. Si hubiera tenido el temple de un José María Manzanares, hubiera sido sin duda el mejor torero de aquella generación que surgió en los setenta, pues clase tuvo tanta como Manzanares o más"


Joaquín Vidal, en la crónica publicada en El País sobre la corrida celebrada en Pamplona el 10 de julio de 1986, con toros de Cebada Gago, escribe:

"Julio Robles se sacudió la desgana que a veces de deprime y toreó como los ángeles..........A su primero le cuajó una faena de técnica depurada, embarcando la pronta y larga embestida. Al quinto le lanceó a la verónica con primor, ganando terreno, y luego le hizo el faenón.............La empezó torerísima, por ayudados hondos, y la siguió por naturales y redondos. No es nuevo: los naturales y redondos son materia prima de cualquier faena. Sin embargo, Robles, redescubría estos pases fundamentales, los ennoblecía, y hasta los interpretaba en distintas versiones, ora la suerte cargada, ora abierto el compás- que no es lo mismo-, ora juntas las zapatillas. Abrochaba las tandas con los de pecho, ceñidos, echándose todo el toro por delante. Y las ligaba. Julio Robles, en vena de inspiración astral, lo ligaba todo, incluso los muletazos de recurso y adorno.
El triunfo llegó a ser de escándalo. Hubo pasajes del faenón que provocaron el delirio. Los mozos de las peñas suspendían el yantar para corear olés, y algunos se quedaban petrificados de asombro, sin advertir que les escurría mansamente el aceitillo del ajoarriero por la sotabarba, cuando el diestro astral desgranaba fuljentes perlas toreras. Finalmente hubo triunfo, mas no de escándalo, porque el diestro se obstinó en matar mal, o los embrujos siderales le abandonaron en la suerte suprema. Claro que su toreo, el faenón, las desgranadas perlas, ahí quedaron, para la historia buena de les sanfermines"


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