Campanas están gritando
que han traído de París
a un churumbel de dos cuartas
que ya se sueña Albaicín.
Cinco hadas le faldan, cinco;
Una, dos, tres, cuatro,
cinco comadres le fajan
En cinco varas cañí.
Cómo rueda el angelito
ciñéndose el serpentín
de algodón de faraones
perfumado de Coty.
Ay que ojos abre Agustina,
Mónica de este Agustín,
viendo entrar en su aposento
a aquellas cinco gachis.
Esa que pisa menudo
es la morena Judit,
que curó un día a Holofernes
cierta jaqueca sutil.
A esa otra le dicen reina
Cleopatra la bari,
áspid de cráneos rapados,
Meridiano de nariz.
Por allí viene una india
entre ébano y marfil
que a Rabindranaz Tagore
le inspiró Gutanjalí.
De Grecia llega una Gracia,
y de la Arabia feliz,
paraíso de profetas
y de potros una huri.
Dicen las cinco sibilas
en torno al botón de alfil,
la punta del minarete
le izará ronco muecín.
Bailará-brazos de azogue-
el fandango del candil
tocará en piano de plata
mazurcas de Borodín.
Toreará como los ángeles
por San Marcos y San Gil
le robará a su padrino
veronés, prusia y carmín.
Déjame apuntar la hora
con lápiz azul turquí
que estos milagros, Pastora,
no se suelen repetir.
Son las cuatro de la tarde
del veintisiete de abril
del año del armisticio
y siglo de gran follín.
Por la plaza de Valencia
una brisa de zafir
vuela de negro bonete
la pluma del alguacil.
El último convidado
llega tarde, pero al fin,
Rafael como un pez nuevo,
plata del Misisipí.
¿Tú le has visto?-No le he visto
pero que aroma de jazmín,
o aquí ha nacido un torero,
o se ha muerto un serafín.
Gerardo Diego. "Las sibilas y el arcángel"
Fernando Claramunt, en La mirada del torero, escribe sobre el retrato de Rafael Albaicin pintado por Zuloaga:
"En 1939 Zuloaga viste a su ahijado, novillero en ciernes, con ropa de torear que se llevaba un siglo antes. Elegida por el pintor, que no por el retratado; por motivos más pictóricos que taurinos....................La actitud del cuerpo, la elegante languidez y el modo aristocrático de sostener el capote de paseo............muestran que nos hallamos ante un "saber estar" auténtico. El vestido de luces que envuelve, no sin arrugas, a este joven de tez cetrina, deja de ser disfraz de guardarropía. No importa que el difunto fuese mayor. Las formas, la composición, el juego de colores, las luces y las sombras del vestido, los pliegues de la capa, el misterio del fondo, traducen la sensibilidad del retratista y el rango del retratado...............El lienzo, la figura de cuerpo entero, situada "en tres cuartos", es uno de los preferidos del propio pintor................Aparece en la postura o colocación más común que suelen escoger los retratistas. Un cierto perfil y un cierto frente ofrecen buen número de datos sobre la personalidad del modelo. No importa que sólo veamos la oreja izquierda con tal de comprender que la mirada del torero, que es lo que cuenta, es mirada ausente. En realidad Albaicin se está mirando los adentros de la personalidad............El de Albaicín es un pensamiento dirigido, si no disparado, hacia adentro........................¿De donde viene la indudable sensación de fragilidad, de personaje vulnerable marcado por las estrellas con un sino doliente? Parece llegado a este mundo para expresar, a través de su arte decadente y bellísimo, íntimos sentimientos de pena y de melacolía. No tanto la queja colectiva y ancestral de la raza gitana, ésa también, sino un "doloroso sentir" individual que prefigura su biografía............Sensación persistente de desamparo, de hallarse a merced de un destino inesquivable................Es un modelo de adolescente urbano que se ofrece pasivo y permite al retratista evocar hasta donde quiera un mundo que pertenece a un pasado accesible a una elite de estudiosos...................El pintor, al retratar a su modelo de verde veronés y plata antigua, condiciona para siempre en el futuro torero una concepción artística ornamental, de platero y orfebre. Dado a la magia, Rafael Albaicín, al conjuro de este lienzo, será un torero con los colores del Veronés..................Los matadores, gitanos o no, del siglo diecinueve y aun de antes, fueron gente totalmente opuesta a nuestro modelo. Son los mismísimos antípodas de Rafael Albaicín "
La madre, Agustina "La Albaicina", gitana, fue modelo de pintores, como Romero de Torres, López Mezquita, Manuel Benedito y Zuloaga. El futuro matador de toros aparece, siendo todavía un niño, en brazos de su madre en el famoso cuadro Cuerda de presos de López Mezquita.
Casado en agosto de 1939, tuvo en 1943 una hija, María García García, conocida en los tablaos como "María Albaicín", que en 1964 se casaría con el matador de toros Joaquín Bernadó.
En el libro La mirada del torero, de Fernando Claramunt, podemos leer: "El maridaje del toreo y el cante es un milagro de los que llevan sangre de reyes en la palma de la mano. A veces en la misma familia e incluso en un mismo individuo coexisten las dos vocaciones. La siguiriya gitana se renueva, sin dejar de ser antigua, en los tablaos cuando ya no quedan botillerías y se oye o se sueña, no todas las tardes de toros, sino sólo en las excepcionales tocadas por la inspiración. Lo sabe el poeta Carlos Murciano:
"Lo que hacía cantando
señor tío José,
lo hizo toreando Rafael de Paula
y lloró después."
Recibió excelente educación, incluida la musical. Zuloaga apadrinó sus primeros pasos en el toreo. Desde 1939 practica en tentaderos, asombrando la suavidad y armonía de su toreo. Becerrista muy bien vestido de luces, impresiona por su porte y prosopopeya.
"Los primeros tanteos taurinos de Ignacio Rafael García Escudero, -nos comenta Fernando Claramunt en su libro Retratos con dignidad: La mirada del torero- se inician en 1939..............Al primer tentadero, en El Escorial, lo llevan Sebastián Miranda y Juan Belmonte. Después, recomendado por Zuloaga y José María de Cossío, acude a las dehesas salmantinas de don Alipio y don Antonio Pérez Tabernero. En 1940 le organizan una becerrada en la plaza de Las Ventas, en Madrid, alternando con Antonio Márquez y Domingo Ortega. En 1941 actúa sin picadores, ya con traje de luces. Se presenta con caballos en Alicante, el 1 de marzo de 1942, donde había causado sensación en su presentación como becerrista. Vistió aquella vez un traje de color lila con alamares de seda blanca, que llevó a bendecir por la mañana a la iglesia de San Nicolás. Por la tarde lanceó de capa con un empaque sin precedentes. A la mitad de una verónica, se le salió una zapatilla. El diestro, sin inmutarse, hizo una leve seña al banderillero local Ramón Muntaner, que estaba en un burladero. El peón se acercó y, con una rodilla en tierra, calzó a su maestro a pocos pasos del becerrote. A continuación "Albaicín" siguió toreando por verónicas como si no hubiera pasado nada.................Tomó la alternativa en Madrid el 17 de octubre de 1943, siendo su padrino Cagancho, que le cedió la muerte de Huevero, de la divisa de don Ignacio Sánchez, y actuando de testigo Rafael Vega de los Reyes Gitanillo de Triana. Tres calés con duende en la puerta de cuadrillas, para bien de la Fiesta. Desde ese momento, como matador de toros, entre 1943 a 1950 suma un total de 51 corridas. Ni una más"
Se retiró la temporada de 1950, habiendo toreado un total de 51 corridas.
Falleció el 3 de septiembre de 1981, tras sufrir un infarto de miocardio en el pueblo de Guadarrama, donde vivía modestamente, huidizo y alejado de la popularidad de otros tiempos.
"Don Indalecio", en La Tauromaquia en el siglo XX. Segundo cuaderno. En el número 4 de Cuadernos Taurinos, dentro de la colección Grana y Oro, pgs. 38 y 39, escribe:
"Es gitano,
pianista, habla idiomas, pretende innovar el traje de luces, y de vez en
cuando, con el toro de los milagros, se para y torea con desmayo. Ni más ni
menos en el toreo………Tomó la alternativa en Madrid, sin haberlo hecho antes como
novillero, el 17 de octubre de 1943, de manos de su hermano de raza Joaquín
Rodríguez (Cagancho). Después de esta
fecha ha toreado pocas corridas cada año, y menos éxitos, sin que hasta la
fecha haya dado su vida torera por acabada. Una cosa, indudablemente, quedará
de él para la posteridad: los retratos que le hizo Ignacio Zuloaga."
En el libro Todas las suertes por sus maestros, de José Luis Ramón, encontramos este comentario del propio Rafael Albaicín aparecido en El Ruedo del 5 de julio de 1945:
"El adorno en el toreo, como en la mujer, como en todo lo que es bello en la vida, pertenece a la categoría de "superfluo necesario". El adorno es el complemento y la gracia de la verdad. Ésta, a veces, puede mostrarse desnuda y ser bella sin adornos. Pero el adorno, sin la verdad, no es nada................Lo primero es torear en ese cauce hondo y dramático que marcan en el arte el pase natural y el de pecho"
En el libro La mirada del torero, de Fernando Claramunt, leemos:
"Muy pocas corridas y una huella muy profunda, sin imitadores, en la historia del toreo ¿Cómo explicarlo? No lo entenderían los que van con un palillo entre los dientes, los mascachicles compulsivos ni los roedores de pipas, que ya existían, aunque no tantos como ahora............Mientras toreaba Rafael Albaicín se escuchaba música de Bach; hacía el paseíllo a los acordes del "Aria para la Suite en re". Se abría de capa con el fondo de la "Danza de los Espíritus Celestes" del Orfeo de Glück. Sus faenas de muleta transcurrían entre los Preludios de Liszt y los Estudios de Chopin. Era evidente que aquello no podía durar ni estaba hecho para todo el mundo.................La grave cogida sufrida el 13 de junio de 1948, en la plaza de Carabanchel, donde alterna con Cagancho y Gitanillo de Triana a petición del público, dejó muy mermadas las facultades físicas de Rafael Albaicín e influyó en su ánimo, que nunca fue de gladiador aguerrido................De tan exquisito que era, no quiso dejar un charco demasiado grande....................Rafael Albaicín hablaba inglés y francés con fluidez, tocaba el piano y el violín, componía música y dibujaba. No rebasó las diez corridas por temporada, salvo en el verano de 1945, siguiendo a pies juntillas el principio de que lo excelso y la cantidad son incompatibles. Pareció que con su retirada de los ruedos terminaba para siempre aquel estilismo tildado de "decadente" y "mórbido". Hasta que muchos años más tarde un gitano de Jerez, Rafael de Paula, resucita y desempolva los tópicos de la languidez y el desmayo de la raza calé. Ensayistas y poetas vuelcan su inspiración para cantar las excelencias del toreo gitano y las sacudidas misteriosas del espíritu, producidas por el "duende"................El toreo de Rafael Albaicín requería música clásica, solistas de violín y de piano. Quienes hablen del "duende" gitano sin tener en cuenta la existencia de Rafael Albaicín, no saben de lo que están hablando. La llegada, casi sobrenatural, del "duende es un fenómeno que desborda las explicaciones psicológicas y socio-culturales. Más que un concepto, es una experiencia emocional, sumamente irracional, resistente a ser definida. Su presencia, por fugaz que sea, sobrecoge y puede trastornar con su fuerte voluptuosidad las mentes mejor asentadas"
"Mientras escribo estas líneas en el otoño de 1998, converso con Ángel Luis Bienvenida, compañero de cartel en tardes felices para los dos, cuando ambos eran novilleros. Ángel Luis lo recuerda, al cabo de muchos años, con admiración y amistad. Corrobora el "tempo" musical y anímico caracterizado por la lentitud, la elegancia espiritual y una distinguida forma de timidez incurable: "Puedes contar en tu libro, de parte mía, que Rafael Albaicín tocaba el piano, y muy bien, antes de la corrida. Música de Chopin sobre todo. Decía que era para inspirarse. Aunque a algunos les cueste creerlo, es la pura verdad"
Néstor Luján, en su Historia del Toreo, escribe:
"Albaicín es la última y más literaria consecuencia de la época que estamos estudiando, o sea la que va de 1940 a 1947...........Rafael Albaicín procede de una familia gitana de rancia estirpe artística...........Albaicín pinta, toca el violín y el piano, habla inglés y francés, escribe música. Es un producto alambicado y esnob del intelectualismo gitano y del refinamiento del torero de hoy. Su posición mental casa perfectamente con la estética taurina que priva. Albaicín no ha conseguido en su vida torera ni una sola faena completa; como torero, no cuenta apenas; en cambio, ha elaborado unos pases de un paladeo plástico inolvidable. Vestido suntuosamente, con trajes ideados por él mismo, extraños, bellamente raros, Albaicín se rebuscaba a sí mismo para producir un puro deleite plástico. Ha tenido una visión literaria, falsa y litúrgica de la Fiesta..........Si, como apunto Garcia Lorca, el toreo es la fiesta lujosa y barroca de la muerte, Albaícín quiere oficiarla con la máxima sensualidad, con el juego más decadente y poético. Y por eso, como adorno barroco, lánguido y triste de Manolete, tiene su puesto de epígono en la Tauromaquia. Él cierra toda una época, en el paladeo estético de cada suerte, en el lujo estéril y afeminado de su ballet con el toro"
"Albaicín es la última y más literaria consecuencia de la época que estamos estudiando, o sea la que va de 1940 a 1947...........Rafael Albaicín procede de una familia gitana de rancia estirpe artística...........Albaicín pinta, toca el violín y el piano, habla inglés y francés, escribe música. Es un producto alambicado y esnob del intelectualismo gitano y del refinamiento del torero de hoy. Su posición mental casa perfectamente con la estética taurina que priva. Albaicín no ha conseguido en su vida torera ni una sola faena completa; como torero, no cuenta apenas; en cambio, ha elaborado unos pases de un paladeo plástico inolvidable. Vestido suntuosamente, con trajes ideados por él mismo, extraños, bellamente raros, Albaicín se rebuscaba a sí mismo para producir un puro deleite plástico. Ha tenido una visión literaria, falsa y litúrgica de la Fiesta..........Si, como apunto Garcia Lorca, el toreo es la fiesta lujosa y barroca de la muerte, Albaícín quiere oficiarla con la máxima sensualidad, con el juego más decadente y poético. Y por eso, como adorno barroco, lánguido y triste de Manolete, tiene su puesto de epígono en la Tauromaquia. Él cierra toda una época, en el paladeo estético de cada suerte, en el lujo estéril y afeminado de su ballet con el toro"
Cossío escribe:
"Ha sido Rafael Albaicín un torero temperamental, de una extraordinaria personalidad. No ha sido torero de dominio ni de lucha; de ahí la desigualdad en muchas de sus actuaciones. El toreo de Albaicín no era para todas las reses, ya que precisaba el toro de embestida suave para lucir en todo su esplendor"
Fernando Claramunt, en su Historia gráfica de la Tauromaquia, escribe:
"Rafael Albaicín ponía el alma gitana en las manos, casi a ras de tierra. Como era pianista exquisito, en cada lance tenía tiempo de ir tarareando alguna sonata clásica y sólo al final, con el último compás de su música interior, se decidía a rematar el lance. A veces se arrodillaba de espaldas al toro. Era tan religioso Albaicín y de tan lánguida gitanería que se nos dormía en esa piadosa postura y los aficionados temíamos que el toro no fuese gitano ni pío....................................Además de su empaque, estaba aquel toreo de manos bajas, capote casi horizontal, en verónicas larguísimas rematadas con media de verdadero desmayo gitano. Con la muleta, muy reposado en pases por alto y en naturales más bellos que profundos...................Cuando alternó con Cagancho y Rafael Vega de los Reyes, cada uno tenía una personalidad bien diferente. Más frágil y "decadente", con menos mando, más sutil y evanescente de puro soñado e irreal, el toreo de Rafael Albaicin......................Se le ha comparado con el gitano Rafael de Paula. Albaicín era más espiritual, ensimismado, casi místico. Nada de palmas por bulerías....................No tuvo el enigmático Rafael Albaicín desastres rotundos. No le salían bien las cosas y eso era todo. Sus tardes inspiradas eran de una belleza mística, recoleta y tranquila. Sin demasiados oles ni gritos. Para ser vividas con unción. Música de violín y laúdes, todo lo más"
Carlos de Larra, más conocido como "Curro Meloja", en su libro Grandes maestros de la Tauromaquia, escribe:
"Ha sido Rafael Albaicín un torero temperamental, de una extraordinaria personalidad. No ha sido torero de dominio ni de lucha; de ahí la desigualdad en muchas de sus actuaciones. El toreo de Albaicín no era para todas las reses, ya que precisaba el toro de embestida suave para lucir en todo su esplendor"
Fernando Claramunt, en su Historia gráfica de la Tauromaquia, escribe:
"Rafael Albaicín ponía el alma gitana en las manos, casi a ras de tierra. Como era pianista exquisito, en cada lance tenía tiempo de ir tarareando alguna sonata clásica y sólo al final, con el último compás de su música interior, se decidía a rematar el lance. A veces se arrodillaba de espaldas al toro. Era tan religioso Albaicín y de tan lánguida gitanería que se nos dormía en esa piadosa postura y los aficionados temíamos que el toro no fuese gitano ni pío....................................Además de su empaque, estaba aquel toreo de manos bajas, capote casi horizontal, en verónicas larguísimas rematadas con media de verdadero desmayo gitano. Con la muleta, muy reposado en pases por alto y en naturales más bellos que profundos...................Cuando alternó con Cagancho y Rafael Vega de los Reyes, cada uno tenía una personalidad bien diferente. Más frágil y "decadente", con menos mando, más sutil y evanescente de puro soñado e irreal, el toreo de Rafael Albaicin......................Se le ha comparado con el gitano Rafael de Paula. Albaicín era más espiritual, ensimismado, casi místico. Nada de palmas por bulerías....................No tuvo el enigmático Rafael Albaicín desastres rotundos. No le salían bien las cosas y eso era todo. Sus tardes inspiradas eran de una belleza mística, recoleta y tranquila. Sin demasiados oles ni gritos. Para ser vividas con unción. Música de violín y laúdes, todo lo más"
Carlos de Larra, más conocido como "Curro Meloja", en su libro Grandes maestros de la Tauromaquia, escribe:
“Rafael Albaicín.
Gitano de raza……..Ahijado del famoso pintor Ignacio
Zuloaga………Fue su padrino el instrumento de que el Destino se valió para que
su designio se cumpliera. Quiso el gran pintor trazar por su mano el retrato
del ahijado, y tuvo el capricho –o el presentimiento- de copiarle en traje de
luces. Y el gitanillo, soñador e inquieto, en la forzada inmovilidad de las
“poses” echó a volar su espíritu por los espacios de la fantasía, y en ellos se
encontró con Faraón, que, levantando un dedo le decía al oído que “los malos
mengues le trajelarían” si no salía por el mundo matando toros así vestido.
Rafael no había cogido nunca un capotillo y estaba seguro de que los toros le
iban a dar miedo; pero fatalista, como buen calé, se resignó a obedecer al
Sino, que le hablaba por el dedo de Faraón. Y se proclamó torero “desde ya”.
Empezó por estilizar sus trajes sobre figurines que él se dibujó en gráfica
traducción de su íntimo y repentino modo de sentir el toreo, como arte de puras
estilizaciones plásticas. Su padrino le recomendó a unos ganaderos de
Salamanca. Allí se enfrentó con las primeras becerritas, y vio enseguida que
toreando pasaba miedo, pero podía crear arte: su ilusión. Y entonces se sintió
plenamente artista……………En 1944 toreó bastante, demostrando progresos en su
técnica torera, sin por ello perder –a Dios gracias- las características de su
toreo intuitivo, extraño y rebelde a toda regla establecida, sin otra norma ni
finalidad que plasmar la belleza más original. Precisamente la originalidad –en
su heterodoxia- es lo que da interés destacadísimo a la figura de este gitano
estilizado, torero sui géneris, que huye con más temor de la vulgaridad que de
los propios toros, a los que va burlando por el mundo, con creaciones de arte
sorprendente, superando el mandato de Faraón”
«No mantenía Rafael Ortega la cabeza donosamente semierguida, como Curro Romero, ni la hacía girar, sonriendo, garbosamente, sobre el cuello, como Bienvenida, ni la inclinaba graciosamente, como Paula, sobre la clavícula contraria, sino que la doblaba de frente hasta clavar la barbilla contra el esternón, y tan engrupado el torso sobre el toro que los hombros y la cerviz venían a quedar casi a la altura de la moña y la montera; muy abierto el compás, desbraguetado, encimado, recargando, largando en el embarque todo el trapo y dejándolo arrastrar, barrer, casi una cuarta por la arena bajo el húmedo hocico resoplante del animal embebecido».
Rafael Sánchez Ferlosio
"En mi concepto lo más puro es dar medio pecho, con el compás abierto lo justo -ni mucho ni poco- para cargar la suerte apoyando el peso sobre la pierna contraria...............Hay que colocarse a la distancia adecuada, la que el toro requiera en cada momento, pues unos exigen que te pongas cerca y otros, en cambio, necesitan que te vayas más largo. En esa distancia hay que traerle enganchado, citando con la voz y con la muleta, echar la pierna adelante para cargar la suerte, muy despacio y, una vez prendido, finalmente rematar el pase detrás. No hay que llevarse la muleta al costado, porque entonces lo que le pegas es medio pase.......................Para torear al natural, el palillo de la muleta debe agarrarse dos dedos más atrás del centro. Cogiéndola todavía más atrás, el torero tiene más espacio para echar al toro hacia fuera..............Toreando al natural, la mano que no torea debe caer relajadamente al costado, sin que la espada ayude nunca a la muleta. Sólo cuando hace viento es admisible que el torero se ayude con la espada toreando al natural"
´
El propio Rafael Ortega, en el libro Todas las suertes por sus maestros, de José Luis Ramón, escribe:
"Yo siempre he entendido la ejecución de la suerte de matar de la siguiente manera: hay que perfilarse de costado entre los dos pitones (la distancia dependerá del toro, aunque debe ser entre dos y tres metros), para luego tirarse de frente, echarle la muleta muy abajo, a la pezuña, y arrancar con la mano derecha puesta en el corazón. No hay que ponerse con la mano estirada, ni llevársela hacia atrás, porque al entrar más con el hombro que con el brazo se pierde un tiempo precioso. Siempre se ha dicho que la mano izquierda es la que mata, y es verdad, porque una vez que se echa delante hay que traerse al toro toreado, como si se tratase de un pecho de pecho. Las manos deben hacer un cruce, pues mientras una va hacia atrás llevando al toro sometido, la otra avanza hacia delante buscando su muerte...................Para recibir, deben ejecutarse los siguientes tiempos: hay que adelantar la pierna izquierda y la muleta, para citar; a continuación, ya con el toro arrancado, arrastrar hacia atrás la pierna para llevarla a morir al mismo sitio del que salió, llevar al toro toreado con la mano izquierda y, al mismo tiempo, meter la espada. El torero no debe dar nunca ningún paso hacia delante, porque la estocada se desvirtúa y pierde todo su valor.................Para matar un toro bien, lo primero que hay que hacer es torearle bien, someterle, porque todos los toros, en algún momento de su lidia, siempre piden la muerte. No importa que tengan más pases, al toro hay que matarlo cuando sin hablarte, te dice : "mátame"....................La inmensa mayoría de los toros deben matarse en la suerte natural, que es cuando el torero sale por dentro y el toro por fuera de las tablas. La suerte contraria, en la que se da salida al toro hacia la barrera, debe emplearse con los animales mansos, para aprovechar su querencia. Las manos del toro deben estar juntas, aunque la colocación de los remos traseros tiene menos importancia, porque no influye en la ejecución de la suerte"
"El toreo no tiene sentido si no matar tú mismo al toro. Es como la rúbrica de una carta, que si no la firmas, no es tuya"
Rafael Ortega
Rafael Ortega Domínguez nació en San Fernando (Cádiz) nació el 4 de julio de 1921. Llamado por sus paisanos "el Tesoro de la Isla". Su padre, Don Baldomero, fue torero de fiestas populares, como la del toro del aguardiente. El hermano de su padre, Rafael, conocido como Cuco de Cádiz, fue banderillero de postín. Será él el que instruya a Rafael en las cosas de los toros. Comenzó su aprendizaje en el matadero de Cádiz, lugar en el que tiene especial cuidado en obsevar el comportamiento de las reses; conocimiento que se será de utilidad en el futuro.
Debutó con picadores el 11 de agosto de 1946 en Ceuta, donde estaba prestando el servicio militar.
El 17 de agosto de 1947 se presenta en Barcelona con poca fortuna y logra debutar con caballos en La Maestranza de Sevilla el 19 de octubre de ese mismo año, también con poco que contar. No obstante, sus buenos procedimientos le permiten entrar en el cartel de un festival benéfico que se llevó a cabo el 16 de noviembre en el propio albero maestrante.
Al año siguiente, el 4 de abril de 1948, reaparece vestido de luces en El Baratillo, flanqueado por Frasquito y Sergio del Castillo, a efecto de lidiar y matar a estoque novillos de Guerra y Díaz Garro. Al respecto, el crítico taurino Juan Posada escribe:
"...........Rafael Ortega debió hacerse cargo del resto de la novillada, al retirarse Frasquito a la enfermería aquejado de un leve corte en la mano al matar su primer novillo (Sergio del Castillo también resultó herido)...........El isleño dio un recital de buen toreo que paso desapercibido para la masa, aunque no para los auténticos aficionados...........Ortega lidió cuatro novillos, cortó orejas después de matar perfectamente a sus enemigos, ante la indiferencia de la mayoría"
Se presentó en Madrid de novillero el 14 de agosto de 1949 para lidiar novillos de la Viuda de Arribas, junto con Trujillano y Manuel Santos Cabrero. Convence a la cátedra y eso le vale volver a actuar el 21 de agosto y los días 22 y 25 de septiembre de ese mismo año.
Tomó la alternativa en Madrid, el 1 de octubre de 1949, de manos de Manuel González, actuando como testigo Manuel dos Santos. El ganado fue de don Felipe Bartolomé y el toro de la cesión se llamaba Cordobés. Cortó una oreja del primero y otra del sexto, saliendo a hombros por la Puerta Grande. Esta sería la primera de una decena de salidas a hombros de Rafael Ortega en la plaza de Las Ventas.
En julio de 1950 recibe una cornada de consideración en el muslo izquierdo, en la plaza de Granada, y un més después, en Pamplona, un toro de Fermín Bohórquez, le infiere una cornada en el muslo derecho y otra en el vientre, que hace temer por la vida del diestro.
El 12 de agosto de 1952 realiza una faena de portentosos naturales a un Pablo Romero en Málaga.
Confirmó la alternativa en la plaza de México el 23 de noviembre de 1952, siendo Carlos Arruza su padrino y Rafael Rodríguez, El Volcán de Aguascalientes, el testigo. El toro de la confirmación se llamaba Pulidor, de la ganadería de Coaxamalucan. Es esta la única actuación del diestro en Ciudad de México.
El 22 de mayo de 1954, en la plaza de Las Ventas, es la tarde de la faena a Mariscal, de la ganadería de Clemente Tassara. Faena de la que Fernando Achúcarro dijo:
"Componía con el toro una figura tocada por esa luz dinámica en la que la roca puede volverse liviana como la tela, y la tela puede cobrar peso de roca, la luz inconfundible del barroco"
El 24 de junio de 1954, en Las Ventas, mata en solitario seis toros de Antonio Pérez, de San Fernando. Al final de la lidia del tercer toro, las cuadrillas izarán a hombros al maestro y le darán la vuelta al ruedo, y al final del festejo, con tres orejas en su haber, saldrá a hombros por la Puerta Grande.
El 20 de abril de 1956 cortará el rabo del toro Espejito, del legendario hierro de Miura. En 1957 cortará las orejas a un toro de Juan Pedro Domecq en El Baratillo, y en plena sinfonía triunfal decide dejar los ruedos en 1960.
Reaparece vestido de luces el año 1966 en El Puerto de Santa María. El 19 de abril de 1967 hará lo propio en Sevilla y cortará la oreja a un toro de doña María Pallarés.
El 1 de octubre de 1968 es herido de gravedad en Barcelona, por el toro Capuchino del hierro Hoyo de la Gitana este percance hará que Rafael Ortega ya no vista más el terno de seda y alamares. Su postrera actuación fue en el año 1985, en Jérez de la Frontera, en un festival benéfico. Ese mismo año asumirá la dirección de la Escuela Taurina de Cádiz, con sede en la plaza del Puerto de Santa María, cargo que ocuparía hasta su muerte.
Se retiró definitivamente tras la temporada de 1968. Fue precisamente en la temporada 67/68 cuando cuajó, en la Feria de San Isidro, compartiendo cartel con Curro Romero y Sánchez Bejarano, el día del Corpus, una de las faenas imborrables que han tenido lugar en la Monumental de las Ventas, que realizó a un toro de Miguel Higuero.
Falleció en El Puerto de Santa María (Cádiz) el 18 de diciembre de 1997, tras una larga enfermedad.
"Don Indalecio", en La Tauromaquia en el siglo XX. Segundo cuaderno. En el número 4 de Cuadernos Taurinos, dentro de la colección Grana y Oro, pgs. 69 y 101, escribe:
"Unos triunfos
madrileños le lograron la alternativa en esa misma plaza el 2 de octubre de
1949, de manos de Manuel González………Cuando empezaba a extender los triunfos por
fuera de Madrid, en una corrida de la feria de San Fermín, en Pamplona, en
1950, un toro estuvo a punto de finalizar su vida. Tiempo perdido lo hecho
hasta entonces. Y en 1951, nuevos percances llenan de guijarros su camino
profesional, dejándole con pocas esperanzas de ocupar un puesto entre los
mejores. (…….......) Modesto,
valiente, muy castigado por los toros, pero carente de personalidad. En las
grandes ferias no se acuerdan de él. Y eso que el hombre no tiene mala prensa,
no."
Cossío escribe
"El mérito principal de este matador de toros ha sido haber permanecido en la brecha de la profesión sin desmayo ni concesiones, sin haber variado el estilo valeroso de su toreo ni rectificado sus procedimientos de la mejor ley en la suerte de matar. Su personalidad indiscutible es la de matador de toros. En época tan poco propicia para la estimación de esta suerte ha logrado consideración excepcional y ha sostenido su cartel con tan arriesgado e injustamente poco estimado recurso"
Antonio Díaz Cañabate, tras presenciar una faena de Rafael Ortega en Madrid, escribe:
".......ahíncado en lo difícil, que es torear sin trampa y por supuesto sin cartón, el cartón de los brinquitos, pasitos, pisaditas de gorrión, vueltecitas y espalditas. ¡Caracoles con la sencillez, y qué pocos la alcanzan!. Me satisfizo mucho la actuación de Rafael Ortega, que con hombría mata y con arte torea"
Juan Posada escribe:
"Ortega fue la representación moderna y el heredero cabal de los toreros gaditanos que hicieron posible la transformación del arte de torear. El valor, común en ellos, le fue endógeno; la constancia y la dureza de carácter, evidentes, y la aplicación de las normas clásicas, imprescindible para hacer su excelente toreo. Tenemos pues, el prototipo de torero ideal, desde un punto de vista entendido y ortodoxo, desgraciadamente nacido a destiempo, ya que le tocó vivir una época en la que las influencias exóticas confundieron a los nuevos aficionados, manteniéndoles en estado de indecisión hasta hace bien poco tiempo......"
"Al mencionar a Rafael Ortega es imprescindible hablar de la suerte de matar, que él elevó al mayor rango en época que sólo importaba que el toro cayera pronto.......................Su forma de cargar la suerte, cruzar y echarse encima del morrillo debería ser ejemplo. La mayoría lo hacen a paso de banderilla. Cuartean y multiplican los pasos hasta llegar al embroque........................Existen fotografías de Manolete, Rafael Ortega, Paco Camino en las que se observa que el matador llega con la empuñadura al morrillo cuando el toro no ha movido aún las patas delanteras"
Daniel Medina de la Serna escribe sobre la tarde de su confirmación:
"Ortega era sobrino del banderillero Cuco de Cádiz; era un torero de los pies a la cabeza, recio y sin florituras, que sabía cargar la suerte, torear enorme a la verónica y causaba gusto verlo irse tras la espada para cuajar unos volapiés monumentales; en la conciencia del "doctor" Gaona debe quedar el remordimiento de no habérnoslo puesto otras tardes"
Carlos Abella, en su libro De Manolete a José Tomás, escribe:
"Rafael Ortega: la pureza y al autenticidad vestida de
luces. El segundo de los toreros
clásicos de este tiempo (tras Antonio Ordóñez) es Rafael Ortega………..Las
crónicas de la época valoran siempre su reciedumbre y pureza en el uso de la
espada, pero otros –distraídos con otros diestros de menor autenticidad- le
reprochaban tosquedad y cierta torpeza. Dada su calidad y valor, no sorprende
que pese a las muchas cogidas sufridas, desde 1953 a 1960 toree con
idéntica verdad y pureza a todos los toros………..Muy castigado por los toros y
creyendo haber cumplido con dignidad su etapa como matador de toros, Rafael
Ortega opta por retirarse, dejando en el recuerdo de los buenos aficionados la
autenticidad de su toreo, expresado tanto con el capote como con la muleta, y
la sinceridad de su estilo de estoqueador. Pero quienes entonces formaban
opinión, se empeñaron en valorar más sus virtudes con la espada que con los
demás engaños, lamentando con injusta reiteración su aspecto físico y su
prematura calvicie. Cierto es que Rafael Ortega exhibió desde sus comienzos una
apariencia gruesa y un escaso pelo rubio; pero cierto es también que en cuanto
se ponía delante de un toro era capaz de componer la figura, de cargar la
suerte y de mostrar un toreo puro y sincero, como pocos los han hecho en la
historia del toreo……….Ha sido Rafael Ortega un torero sustentado en un sólido
valor, puesto a prueba con injusta reiteración, dotado para interpretar el
toreo sin trampas ni demagogias. Su secreto, como el de los grandes toreros, no
era otro que cargar la suerte, adelantar los engaños y hacer descansar el peso
del cuerpo y de su torería en la pierna contraria, aquella que fuerza y mide la
salida del toro. De ahí la multiplicidad de percances y de ahí también que
quien no torea así puede estar años en activo porque su riesgo es menor...............Su bagaje de éxitos en las dos primeras plazas del toreo es de difícil comparación”
Filiberto Mira en su libro Medio siglo de toreo en La Maestranza, escribe:
"Quizás de faltara garbo o estética a su estructura física. Era calvo, regordete, achaparrado y................le sobraron cualidades a lo impecable de su muy torera hondura. Debe pasar a la historia -por fueros de justicia- como uno de los toreros mas verdaderos de la mediación del siglo XX"
José Luis Suárez-Guanes, en el ABC digital de 19 de diciembre de 1997, escribe:
"Su fama de extraordinario estoqueador -mata estupendamente al volapié y recibe a muchos toros- ocultan su extraordinario sentido del toreo y su porte clásico, en el que se conjugan las normas belmontinas de adelantar los engaños, con la ligazón que aportó el toreo manoletista. Solamente una mala administración y, quizá que le falló la suerte en corridas claves, con matadores importantes, le impidió llegar al puesto que merecía de primera figura, tal como les pasó a Manolo Vázquez y a Antoñete, otros dos grandes toreros de su tiempo"
Jorge Laverón, en su Historia del Toreo, escribe:
“Rafael Ortega. Fue modelo de clasicismo y de arte. De hondura y
sentimiento……….Las cornadas y la edad pudieron con su arte………..Rafael Ortega fue un torero de vocación
tardía………..Rubio, con poco pelo, obeso, no daba la talla. Sin embargo, fue un
toreo de valor sólido, a prueba de cornadas, todas ellas muy graves. Torero
purísimo con el capote y la muleta. Con el estoque, posiblemente el
mejor…………..En Madrid toreó 32 corridas, cortó 23 orejas y salió seis veces a
hombros por la puerta grande………..En Sevilla toreó 25 corridas y cortó 19 orejas
y dos rabos. No fue nunca un torero de masas, pero sí gozó del culto de las
mejores aficiones. Valgan estas palabras de su compañero, el gran maestro Antoñete: El torero que más me ha impresionado ha sido Manolete. El que más me ha
gustado, Rafael Ortega, a quien considero, además, el más completo, el que ha
toreado con mayor pureza”
José Luis Suárez-Guanes, en su libro Madrid. Cátedra del toreo, escribe:
José Luis Suárez-Guanes, en su libro Madrid. Cátedra del toreo, escribe:
“1967. Madrid se reencuentra
con Rafael Ortega, aquel torero de la Isla , que lanzó de novillero
y que fue uno de los favoritos de Las Ventas en la década de los cincuenta. No
tiene el rubio Ortega suerte con los
toros de Pablo Romero, que le
corresponden el día del Santo Labrador; pero el 25 de mayo brinda a los
aficionados una faena honda, pura, recia, maciza, en la que se conjugan los
valores de la escuela rondeña con la ligazón del mejor toreo de la posguerra.
Con toros de Miguel Higuero, Ortega corta las dos orejas del bovino
extremeño y se pone en vanguardia, una vanguardia que sólo rompe una tremenda
cornada en Barcelona, que le vuelve a apartar del toreo”
En la revista taurina de internet La Gaceta Taurina de Enero de 1998 encontramos el siguiente comentario:
"Rafael Ortega es un torero de un depurado corte clásico. Siempre cita en rectitud del toro, veroniquea con las manos bajas, embarcando las embestidas, cargando las suertes y ganándole terreno al toro. Es un muletero dominador, que cita con la pierna con la pierna de salida adelante, dando el pecho. Conoce y entiende las distancias, lo que le permite ligar los muletazos y al rematar con el forzado de pecho, echa al toro hacia adentro, obligándole y demostrando que puede con los toros. Al estoquear, procura hacerlo en la suerte natural, con la muleta bien liada, la que echa a los belfos del toro para dejarse ir sobre el morrillo. También gustaba de ejecutar la suerte de recibir, la que hacia con gran pureza.....................En suma, Rafael Ortega es el prototipo del torero clásico, del torero que practica con maestría y sentimiento lo que Pepe-Hillo y Paquiro escribieran en sus tratados del arte de lidiar toros; es decir, Rafael Ortega ha sido más que un gran estoqueador, sitio en el que la mayoría de los críticos de su tiempo, parecen haber querido encasillarse injustamente...........................En suma, Rafael Ortega Domínguez ha sido víctima de la injusticia de las apariencias, pues del gran estoqueador que demostró ser, se valió la memoria colectiva para intentar ocultar su verdadera estatura de grande de la fiesta. Mas el sol no se tapa con un dedo y ahora, aunque a toro pasado, se intenta reconocerle lo que en realidad ha sido. "
Entresacamos alguno de los párrafos del artículo que Joaquín Vidal escribió en la edición de El País del 19 de diciembre de 1997, bajo el título de El Toreo Puro:
"Rafael Ortega tenía una concepción del toreo sin parigual, con una pureza interpretativa difícil de superar. La desaplegaba lo mismo con capote que con muleta, aunque en estas suertes era donde calaba mayor hondura.
Hubo faenas de Rafael Ortega que los aficionados no han podido olvidar. Entre las mejores cabría situar la que cuajó a un toro de Miguel Higuero el día del Corpus en la plaza de Las Ventas. Ortega, que tenía ya 46 años y se le había acentuado la propensión a la obesidad, en cuanto se puso a torear parecía el mismísimo Apolo. A los pocos pases ya se había echado la muleta a la izquierda, la adelantaba ofreciendo el medio-pecho, se traía al toro embebido en sus vuelos, cargaba la suerte, ligaba los pases. A cada muletazo restallaban los olés como el rugido del volcán y, al rematarlos, el tendido era un manicomio........
En realidad toda la trayectoria profesional de Rafael Ortega estuvo marcada por la fortuna esquiva, por la arbitrariedad y por el infortunio. Sufrió cornadas tremendas pero no tanto a causa de la mala suerte sino precisamente por la pureza de su toreo..............Ha sido Rafael Ortega el mejor matador desde la posguerra acá -¡más de medio siglo!- y este merecido título, que le valía para sentirse orgulloso, paradójicamente le perjudicó, pues restaba importancia a la calidad de su toreo. A veces los criterios son así de limitados y planos, y se convierten en tópicos.............«También los pinchaba, ¿verdad, maestro?», le comentamos -solo por enredar-, y se reía, y reconocía que «naturalmente». Sin embargo es justo añadir que cada uno de aquellos pinchazos de Rafael Ortega se coreaba con ovaciones. Pinchando o cobrando la estocada, la ejecución del volapié o de la suerte de recibir tenían en Rafael Ortega la misma pureza que cuando toreaba al natural.
El diestro más completo del último medio siglo. Un auténtico torero de época: eso fue Rafael Ortega"
Mucho más crítico se muestra Domingo Delgado de la Cámara, en su libro Revisión del toreo:
"Rafael Ortega tuvo muchísimo más éxito entre la crítica que entre el público................De Rafael Ortega conocíamos los juicios laudatorios de casi todos los críticos y su libro El toreo puro. Rafael Ortega estaba envuelto por una capa de santidad y olor a incienso. Hasta que un mal día el demonio puso en mis manos la cinta de Achúcarro le dedica.................A pesar del tono grandilocuente y laudatorio del comentarista, sufrí una tremenda desilusión. Había una distancia muy grande entre sus afirmaciones en El toreo puro y lo que verdaderamente hacía. En las imágenes Rafael Ortega hacía lo que censuraba a los demás toreros. No se puede comparar ni con Antonio Ordóñez ni con Antoñete. Aprecio en Rafael Ortega buen oficio, pero nada más. Pureza, poca. También me decepcionó con la espada. Rafael Ortega fue tremendamente efectivo con el estoque. Mataba todo lo que se le pusiera por delante. Pero no era un artista de la suerte de matar. Paco Camino con la espada en la mano está a años luz de Rafael Ortega..............En resumen, Rafael Ortega fue un buen torero, con muy buen oficio y un estoque muy certero, pero de ahí a todo lo que se ha dicho de él hay un trecho muy grande. Esta vez, como siempre, el gran público también tuvo razón"
Cossío, en su obra Los Toros, escribe:
"Matador de toros nacido en Madrid el 10 de junio de 1920. Es el mayor de los hijos de Domingo González Mateos (Dominguín)..............Viste el traje de luces por primera vez en Linares en 1939. En Madrid se presentó como novillero el 1 de septiembre de 1940..........Tomó la alternativa en Barcelona el 7 de junio de 1942. Se la otorgó Cagancho, acompañándoles Morenito de Talavera. El toro cedido era de la ganadería de Domingo Ortega, y se llamaba Discípulo. Confirmó su categoría en Madrid el 23 del mismo mes. Es Nicanor Villalta quien le cede los trastos y les acompañó el citado Morenito.........No era Domingo un torero de gran clase o adornado, pero sí muy buen conocedor de las condiciones de los toros -para lo que le servía su inteligencia natural, muy aguda- y, sobre todo, un matador seguro y de excelente estilo...........Participó cada vez más en los negocios de la empresa de su padre, y su ilusión torera, si acaso la tuvo muy intensa alguna vez, se va desvaneciendo............Se quitó la vida en Guayaquil el 13 de octubre de 1975"
Mucho más crítico se muestra Domingo Delgado de la Cámara, en su libro Revisión del toreo:
"Rafael Ortega tuvo muchísimo más éxito entre la crítica que entre el público................De Rafael Ortega conocíamos los juicios laudatorios de casi todos los críticos y su libro El toreo puro. Rafael Ortega estaba envuelto por una capa de santidad y olor a incienso. Hasta que un mal día el demonio puso en mis manos la cinta de Achúcarro le dedica.................A pesar del tono grandilocuente y laudatorio del comentarista, sufrí una tremenda desilusión. Había una distancia muy grande entre sus afirmaciones en El toreo puro y lo que verdaderamente hacía. En las imágenes Rafael Ortega hacía lo que censuraba a los demás toreros. No se puede comparar ni con Antonio Ordóñez ni con Antoñete. Aprecio en Rafael Ortega buen oficio, pero nada más. Pureza, poca. También me decepcionó con la espada. Rafael Ortega fue tremendamente efectivo con el estoque. Mataba todo lo que se le pusiera por delante. Pero no era un artista de la suerte de matar. Paco Camino con la espada en la mano está a años luz de Rafael Ortega..............En resumen, Rafael Ortega fue un buen torero, con muy buen oficio y un estoque muy certero, pero de ahí a todo lo que se ha dicho de él hay un trecho muy grande. Esta vez, como siempre, el gran público también tuvo razón"
Cossío, en su obra Los Toros, escribe:
"Matador de toros nacido en Madrid el 10 de junio de 1920. Es el mayor de los hijos de Domingo González Mateos (Dominguín)..............Viste el traje de luces por primera vez en Linares en 1939. En Madrid se presentó como novillero el 1 de septiembre de 1940..........Tomó la alternativa en Barcelona el 7 de junio de 1942. Se la otorgó Cagancho, acompañándoles Morenito de Talavera. El toro cedido era de la ganadería de Domingo Ortega, y se llamaba Discípulo. Confirmó su categoría en Madrid el 23 del mismo mes. Es Nicanor Villalta quien le cede los trastos y les acompañó el citado Morenito.........No era Domingo un torero de gran clase o adornado, pero sí muy buen conocedor de las condiciones de los toros -para lo que le servía su inteligencia natural, muy aguda- y, sobre todo, un matador seguro y de excelente estilo...........Participó cada vez más en los negocios de la empresa de su padre, y su ilusión torera, si acaso la tuvo muy intensa alguna vez, se va desvaneciendo............Se quitó la vida en Guayaquil el 13 de octubre de 1975"
Cossío, en su obra Los Toros, escribe:
"Matador de toros nacido en Madrid el 15 de marzo de 1921. Es el segundo de los hijos de Domingo González Mateos (Dominguín)..........Tomó la alternativa el 15 de mayo de 1944 en Madrid, otorgándosela Antonio Bienvenida y acompañándoles Morenito de Talavera. El toro se llamaba Berreón. Para 1947, Luis Miguel, que está en su apogeo, y Pepe, cada vez más animoso y decidido, encuentran facilidades para formar cartel en todas las plazas. Pepe Dominguín ha sido un torero bullidor y enterado, con personalidad indudable, pero muy lejana del garbo y las maneras de los toreroreos andaluces. La tuvo bien definida en la suerte de banderillas, que prodigaba y siempre con fortuna. Era un gran banderillero, seguro y brillante, notabilísimo en sus pares de poder a poder, en los que sus facultades físicas ponían a contribución todas sus posibilidades para ganar a los toros la cara desahogadamente y adornarse a la salida de los pares, al parecer, más comprometidos y prietos"
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