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lunes, 23 de enero de 2012

PEPE-HILLO




Joseph-Hillo, Joseph-Hillo,
el de la peineta grana,
que a marquesas enamoras
y en los cosos toros matas.
Joseph-Hillo, Joseph-Hillo,
no vayas hoy a la plaza,
ni en la calesa te subas
ni te relíes en la capa
que alfombra fue del chapín
de la Duquesa de Alba….


Fernando Villalón



El arte del toreo
fué maravilla
porque lo hicieron juntos
Ronda y Sevilla.

Unieron dos verdades
en una sola
con Illo y con Romero
Sevilla y Ronda.

De Sevilla era el aire
de Ronda el fuego:
y los dos se juntaron
en el toreo.

Y como se juntaron
los dos rivales
no habrá nada en el mundo
que los separe   /...

José Bergamín. Seguidillas Toreras


El Avapiés o el Barquillo,
manolas con redecilla
cortejan a Pepe-Hilo
que es la espuma de la villa

                           Emilio Carrere


Más no podré olvidar tu triste historia,
que aunque postró tu vida horrible fiera,
eterno vivirás en la memoria.

De un soneto a su muerte





“Y para terminar, estos versos recogidos por García de Bedoya:


Hombre tanto en la suerte
desgraciado,
cuanto animoso en la difícil
suerte.
¿Cuántas veces en brazos de
la muerte
te dio el espectador por
arrestado?
Lidiador, que a las fieras
presentado
con arte y gracia osabas
atreverte,
despreciando el peligro de
exponerte,
por agradar a tanto
apasionado.
¿Qué mucho que tu muerte yo
temiera
si para ti guardaba yo mi
gloria?
Escena tal, ¡oh, nunca yo la
viera!
Mas no podré olvidar tu triste
historia,
que aunque postró tu vida
horrible fiera,
eterno vivirás en la memoria.

Versos recogidos por García de Bedoya, que he encontrado en el libro Historia del Toreo, de Jorge Laverón.




EPITAFIO

"Pasajero, aquí yace sepultado
aquel famoso "Illo", aquel torero
que habiendo sido siempre celebrado,
tuvo al fin desgraciado paradero:
Detén el paso; míralo postrado.
No celebres su orgullo lisonjero;
pues toda gloria vana desfallece
y el que busca el peligro en él perece"

Versos recogidos en el libro Historia del Toreo (Pag. 56) de Fernando G. de Bedoya.









"El conocer que no obstante de estar en un siglo tan fino, que se escribe hasta de las castañuelas, no ha habido uno siquiera que hable del Toreo me ha empeñado aun más, en ser el primero, que salga a lucir sus pensamientos e ideas Tauromáticas, fundadas en la sabia experiencia"

"Advertencia primera: Para llamar con más comodidad, lucimiento y seguridad, se usará de capotes que tengan algún peso y suficiente vuelo"

"El diestro se cambia a la muerte..........cuando el toro se está llamando al pase regular (natural), y no quiere acudir; pero ve el matador que humilla bien, y entonces se cambia, y sitúa a la muerte..........."

"Para que las suertes de frente sean limpias y lucidas se situará el diestro............parando bien los pies"

"Cargar la suerte es aquella acción que hace el diestro con la capa, cuando sin menear los pies, tuerce el cuerpo de perfil hacia fuera y alarga los brazos cuanto puede"

                         Josef Delgado Illo. Fragmentos de su Tauromaquia o Arte de torear.

















LA LIDIA


















Jose Delgado Guerra, Pepe Hillo, nació en Sevilla, en el barrio del Baratillo, el 14 de marzo de 1754. Fueron sus padres Juan Antonio Delgado y Agustina Guerra, tratantes en aceites y vinos del Aljarafe (condado de Niebla), según nos asegura Velázquez y Sánchez, que no hace sino reproducir y aceptar como buena una tradición sevillana. 

Se bautizó en la iglesia del Salvador el día 17 del citado mes y año, figurando como padrinos José de Misas y su mujer Juana Rodríguez.

Con referencia al alias del popular torero sevillano, dicen el escritor don Manuel Chaves:

"Unos escritores ponen Hillo, otro Yllo y algunos Pepeíllo, en una sola palabra. En la mayoría de los carteles de la época se escribe Yllo con Y griega, y aunque en algunos impresos de entonces figura la H, úsase ésta más generalmente en escritos posteriores...............En opinión de El doctor Thebussem, verdadera autoridad en materias filológicas, el Hillo con H ni existe ni nada significa. Aun teniendo presente , como es sabido, que el alias del diestro debió de tener origen en las voces Joselillo o Joseíllo, yo escribo aquí Pepe Illo, separando convenientemente las dos palabras, pues hasta el mismo Delgado, que no sabía escribir, al poner su firma añadía una como al nombre de pila, a fin de que no se uniese con el alias. Conviene para esto fijarse que en las cartas y los demás escritos no se dice José Delgado, Pepeíllo, sino José Delgado Illo"...............El diestro lo escribía Josepp, "illo". 



En La Tauromaquia de Pepe -Illo, publicada dentro de la Biblioteca de Cultura Andaluza, he encontrado los siguientes datos biográficos, obtenidos fundamentalmente a partir de los estudios de José María Cossío, Manuel Alamo Alonso y Manuel Chaves:


"Desde la pila bautismal comienza José Delgado a tener relación con el toreo, ya que su padrino, José de Misas -Amisas se anunciaban en los carteles los lidiadores de esta familia-, fue un diestro de poca nombradía.

A ciencia cierta nada se sabe de los comienzos de José Delgado en el toreo. La primera vez que en relaciones de diestros vemos el nombre de este matador es en la corrida madrileña de 1769, actuando como banderillero para los espadas Juan Romero y Miguel Gálvez. En 1770 figura con la misma categoría en las corridas de Córdoba, en la que actúan como espadas Damián Gallo, Félix Palomo y Andrés de la Cruz. En 1772 aparece toreando en el Puerto de Santa María, con Juan Miguel Rodríguez y Manuel Palomo, los días 6 y 8 de septiembre, con el detalle de que banderilleó y estoqueó los últimos toros, lo cual supone que fuese a dichas fiestas en la categoría de media espada.

Contrajo matrimonio el 2 de junio de 1774 con María Salado, en la Colegial del Salvador de Sevilla.

Otra afirmación de los tratadistas antiguos que reputábamos cierta es que Juan Romero le diese la alternativa en Madrid, en 1774. Nuevas investigaciones demostraron ser errónea la referencia, pues Illo no viene a la corte como matador de toros hasta tres años más tarde de esa fecha: en 1777.

En 1775 ya se contrata en Sevilla como espada y jefe de cuadrilla, figurando como primer matador. El trabajo de José Delgado debió de ser notable, por cuanto la Maestranza se apresura a escriturarle para las corridas de 1776, en las que torea por delante de Costillares, cobra igual cantidad que éste, pero sale más beneficiado, pues el Teniente le regala toros por valor de 1.138 reales, sin que a Joaquín se le haga obsequio alguno; prueba de que el joven espada rayó a mucha mayor altura que el inventor del volapié, reputado maestro ya en aquel tiempo.

En 1777, en la plaza de Cádiz, tiene lugar el encuentro de Pepe Hillo con Pedro Romero, de donde nació una encarnizada competencia entre ambos. Aun cuando Pedro Romero, en sus cartas a su amigo don Antonio Bote y Acebedo, señala el año de 1778 como el del encuentro con Illo en la plaza de Cádiz, tenemos la certeza de que se trata de un error de su memoria.......................No se conocían los diestros cuando en dicha temporada fueron contratados por la empresa gaditana, ni en esta ciudad había toreado aún Romero. En cambio Illo tenía allí numerosos y entusiastas partidarios. Supuso el sevillano salir fácilmente vencedor en el torneo, y, dejándose llevar de sus ímpetus y abierto carácter, comunicó al maestro barbero que le servía sus grandes deseos de enfrentarse con el matador rondeño, con la gente guapa; hasta el punto de hacerle saber que había mandado decir misas en sufragio de las ánimas benditas para que el lluvioso abonase y no fuese suspendido el espectáculo............Dio la casualidad que el mismo maestro sirviese después a su contrincante, a quien dio cuenta de su conversación con Illo y los deseos que a éste animaban, lo cual no fue tomado en consideración por Pedro Romero, quien se limitó a responder: "Cuando llegue la hora, cada uno hará lo que pueda", respuesta muy en consonancia con la seriedad de su carácter.


De Cádiz pasaron ambos diestros a Sevilla. En la última corrida, el 16 de mayo, sufrió una cogida; Pedro le hizo un quite arriesgadísimo. Este mismo año es contratado Illo en unión de Costillares para torear en Madrid. Agradó su estilo, movido y alegre; su valor, sus habilidades y jugueteos con las reses; la simpatía de su persona. Prontó sumó buen número de partidarios. Alternando con Costillares no se produjeron competencias ni animosidades, pues ambos diestros se correspondieron siempre en afecto y simpatía. Terminado su compromiso con la Junta de Hospitales, se ausentó de la corte, a la que no había de volver hasta cuatro años más tarde.

Murió trágicamente en Madrid, el 11 de mayo de 1801, al ser corneado por el toro Barbudo, negro, bien armado, primero que del ganadero don José Joaquín Rodríguez se lidiaba en la plaza madrileña. Se dio el caso que ya había recibido un puntazo en la corrida matutina. El toro llegó a la muerte con poder y ligero de patas, por ser escaso el castigo recibido. Quedó en los tercios, próximo a los chiqueros, y allí comenzó Illo su faena con dos pases naturales y uno de pecho. Buscó el animal el alivio de las tablas, y el espada lo citó; pero al no arrancar, entró al volapié y desde cerca, dejando el estoque clavado hasta la mitad en el sitio contrario. No debió de cruzar bien con la muleta, siendo empitonado por la pierna izquierda, suspendido y violentamente arrojado a la arena. Quedó el diestro boca arriba, con los brazos abiertos y  sin movimiento alguno, como si el golpe le hubiera conmocionado. Ni la rápida asistencia de los compañeros ni el denuedo con que el picador Juan López intentó poner una vara, pudieron evitar que el toro recogiese al diestro caído, al que clavó el pitón izquierdo en el estómago, campaneando el cuerpo del torero. Derrotó el animal, lanzó al espacio a José Delgado, intentando nuevamente recogerlo, lo que no ocurrió por la intervención de las cuadrillas. El diestro llegó a la enfermería en período agónico, muriendo a los veinte minutos de su ingreso en la enfermería....................José Romero -dice un cronista-  tomó la muleta y estoque, y, usando del superior manejo de aquélla y de la intrepidez con que acostumbraba a recibir los toros a la muerte, se la dio a Barbudo con todo el denuedo y serenidad de espíritu en él acostumbrado y que requerian las circunstancias...............Alguien ha escrito que la corrida fue suspendida una vez estoqueado el toro causante de la tragedia; esto no es cierto; la corrida continuó hasta su fin, y cuando terminó entraron los lidiadores en la enfermería, donde contemplaron el cadáver del que fue su compañero..............En la mañana del día 13 se verificó su entierro en el atrio de la iglesia de San Ginés...............Presidieron el duelo José Romero y Antonio de los Santos. Este costeó los gastos del entierro, y Romero, las misas que se dijeron en sufragio del alma del desgraciado lidiador....................Las corridas en Madrid fueron suspendidas durante el resto del mes de mayo, reanudándose el 1º de junio"

"Pepe-Hillo -nos comenta Daniel Tapia en su Historia del Toreo- es fama que acudió la víspera de la corrida al arroyo Abroñigal, con el deseo de ver los toros que habían de lidiarse. Aun parece que advirtió al mayoral que le reservara el toro Barbudo, que al día siguiente le causaría la muerte"




En las notas aclaratorias de este mismo libro aparece el siguiente comentario:

"Algunos biógrafos de Illo le suponen inventor de la suerte de Verónica o De frente por delante. Nada dice el diestro a este respecto; en cambio, se declara inventor de la De frente por detrás..............Respetando la opinión de biógrafos y diestros, nos inclinamos a creer que lo hecho por Delgado fue remozar, perfeccionándolas, unas suertes practicadas con menos vistosidad y finura por las cuadrillas de toreros navarros y aragoneses anteriores a su época.....................Fundamos nuestra creencia en estos hechos: en la corrida de Madrid del 15 de junio de 1748...........trabajaron en competencia unas cuadrillas de toreros navarros y andaluces, viniendo con éstos el famoso Lorencillo, "los que manifestaron su destreza con gran lucimiento esforzándose en sus habilidades. Los navarros hicieron singulares suertes con sus capas, ya poniéndolas delante de las astas ya cogidas con los brazos vueltos a la espalda"..............Las suertes a que el cronista se refería no debían de ser otras que las de Verónica y De frente por detrás..................También en la quinta corrida, del 16 de mayo de 1763, se debió de torear de este modo, pues decía el cronista: "se reservaron los dos últimos toros para sólo las cuadrillas de á pie, que hicieron con ellos juegos y suertes de mucha habilidad y divertimento, como lo hacían en tiempos pasados las cuadrillas de toreros que venían de Aragón, Andalucía y Navarra para trabajar en competencia con las de Castilla"..................No creemos aventurado afirmar que fuese éste el origen de las suertes practicadas por Illo, a quien no pretendemos arrebatar la gloria, si no de inventor, por lo menos de reformador de las suertes de Verónica y De frente por detrás"



Don José de la Tixera, en carta fechada en Madrid el 13 de mayo de 1801, relata la espantosa tragedia:

"Únicamente me propondré por ahora hablar del mencionado séptimo toro, que fue el que causó el terrible sacrificio..........Solo recibió tres o cuatro varas, a las que entró siempre huyendo de los caballos...........Luego se presentó a matarle José Delgado: le dio tres pases de muleta, los dos por el orden común (o despidiéndole por su izquierda) y el restante de los que llaman al pecho..........Estando ya en la fatal de la derecha del toril, a corta distancia de él y la cabeza algo terciada a las barreras, se armó el matador para estoquearle; le tanteó, citándole o llamándole la atención a la muleta (deteniéndose y sesgándose algo más de lo regular), se arrojó al darle la estocada a toro parado, y le introdujo superficialmente como media espada por el lado contrario o izquierdo. En este propio acto le enganchó con el pitón derecho por el cañón izquierdo de los calzones y le tiró por encima de la espaldilla al suelo, cayendo boca arriba. Bien porque el golpe le hizo perder el sentido.........es lo cierto que se mantuvo en dicha forma, interin le recargó el toro con la mayor velocidad, y ensartándole con el cuerno izquierdo por la boca del estómago, le suspendió en el aire, y campaneándole en distintas posiciones, le tuvo mucho más de un minuto.........hasta que le soltó en tierra, inmóvil, y con sólo algunos espíritus de vida. Esta la perdió enteramente en poco más de un cuarto de hora, en cuyo intermedio se le suministraron todos lo socorros espirituales que son posibles a la piedad más religiosa"

García de Bedoya escribe sobre los momentos posteriores a la tragedia:

"Sólo diremos que el incidente llenó de consternación los números lidiadores que debían sus adelantos a José Delgado, los cuales quedaron sin jefe ni director y como a quienes falta uno de los elementos más importantes para la vida. Luto, disgusto, hastío e inquietud, era lo que se notaba en los discípulos de José Delgado; alabanzas, referencia de hechos grandiosos y dignos de inmortalizar a todo hombre, era lo único que se escuchaba de la boca de aquellos diestros cuando se referían a su maestro............José Romero, que formaba este año al costado izquierdo de Hillo, y con quien no estaba unido con estrechos vínculos de amistad, por las diferencias que existían entre aquél y la familia de éste, se le vio melancólico y como agobiado por un gran pesar...........Por muchos días eludió una gran parte del público su asistencia a las fiestas de toros, temeroso quizá de presenciar otro acontecimiento de idéntica naturaleza, lo cual prueba asimismo lo sensible que a éste le había sido aquella catástrofe......"


El escritor Manuel Chaves, marqués de Tablantes, en el prólogo de la Tauromaquia de Pepe Hillo editada por la Junta de Andalucía dentro de la Biblioteca de Cultura Andaluza, nos proporciona interesantes datos biográficos sobre la carrera artística de Pepe Hillo:

"Los primeros pasos de su vida no debieron ofrecer nada de particular, y sólo se sabe, aunque esto no está probado, que siendo Delgado muy niño, los autores de su vida lo colocaron en el obrador de un maestro de obra prima, en el cual indudablemente trabajó poco tiempo, puesto que en carteles de fiestas de toros celebradas en Córdoba en 1770 figura ya el diestro como medio espada y cuando sólo había cumplido diez y seis años de su edad........................Por aquel tiempo era ya bien conocido en las plazas de España el célebre inventor de la suerte de volapié, Joaquín Rodríguez Costillares...................Este diestro fue el único maestro de José Delgado, que bajo su acertada dirección estuvo en algunas provincias (algunos autores ponen en duda que Costillares ejerciera de tutor de Pepe Hillo y llegan a negar que Costillares lo incorporase a su cuadrilla), donde comenzó a llamar la atención de los públicos por su ligereza de pies, sus ganas de trabajar y distinguirse y su simpática presencia...........................En el verano de 1774 trabajó Pepe Hillo en Madrid....................Toreaba ya Delgado en 1775 como jefe de cuadrilla y primer espada, según reza en carteles auténticos y es fama que en aquel año y en el siguiente tantas fueron las proezas que ejecutó en Cádiz, Villamanrique, Puerto de Santa María, Sevilla y otros circos andaluces que hubo deseos de conocerle de nuevo en la corte de España, donde se propuso demostrar cuanto valía y de lo que capaz era.....................Acogieron los aficionados de la corte muy favorablemente a José Delgado y desde aquellos días puede decirse que comenzó para él la época de su apogeo......................Distínguese notablemente Pepe Hillo en las fiestas celebradas en Talavera de la Reina en 1777 y en la primavera del 78 trabajó por primera vez con Pedro Romero en la plaza de Cádiz (otros autores piensan que fue en 1777), comenzando allí aquella competencia famosa que los dos lidiadores mantuvieron siempre..........................En Agosto de aquel mismo año de 1778, Pepe Hillo sufrió una grave cogida en la plaza de su ciudad natal y quizá hubiérale costado la vida a no ser por Romero, que con él toreaba, y que, con gran exposición, logró distraer al toro..................En Marzo de 1793 firmó Pepe Hillo una escritura para torear en la plaza de Cádiz, y en la cual, entre otras condiciones, se pone la de que había de percibir la misma cantidad que "Pedro Romero, vecino de Ronda, cuando concurra en su compañía".............................Tras la retirada de Pedro Romero en 1799 y con Costillares muy anciano, quedó Pepe Hillo dueño casi absoluto de las plazas..................El año 1800 era Delgado en Madrid una figura popularísima y de todas las clases estimada en algo"


En las notas aclaratorias de La Tauromaquia de Pepe-Illo, editada dentro de la colección Biblioteca de la Cultura Andaluza encuentro un curioso documento sobre las corridas que el maestro toreó en Talavera de la Reina en 1777:

"De estas de Talavera se tiene noticia por el curioso contrato hallado en el archivo de aquel Ayuntamiento dice así:

"Digo Yó Josef Delgado, alias Illo, que por este me obligó á Matar y Banderillear diez y seis toros con mi cuadrilla, en la villa de Talavera de la Reina en la Plaza de Nuestra Señora del Prado los que han de pagar á doscientos reales vellón cada uno, encierrense o no se encierren, de gasto sebada para las Mulas, un carnero y un Pellejo de vino los que se matarán el día once y doce del próximo mes de Septiembre y por este me obligo con mi Persona y vienes á lo que llevó dicho arriba y por ser la verdad lo firmo en Madrid a 19 de Agosto de 1777.-Josephillo"

El mismo escritor nos proporciona interesantes datos acerca de la manera de entender el toreo de Pepe-Illo:

"Pepe-Illo en cambio (está comparando el toreo de Pepe-Illo con el de Pedro Romero) siempre estaba en movimiento durante la lidia: no dejaba de practicar ninguna suerte: por conseguir un aplauso llegaba a la temeridad; cuanto hacía otro, intentaba él ejecutarlo sin estudio previo ni cálculo de facultades: a cada toro daba distinta brega, alegraba la plaza con sus jugueteos y arriesgadas habilidades, y como poseía un valor invencible y una voluntad de hierro, a pesar de las graves heridas que le causaron los toros, cada vez que salía al circo apenas restablecido se le veía con mayor ceguedad y desprecio de la existencia pegarse a la fiera y con más brío olvidar una nueva cogida"



En el mismo libro, Manuel Chaves escribe sobre la primera corrida en la que torearon juntos Pedro Romero y Pepe-Illo en Cádiz:

"Sobre la competencia de ambos diestros en Cádiz (1777 o 1778) existen, entre otras descripciones, una carta que se dice escrita por el mismo Romero, en la cual se dan muy curiosos detalles de la lidia de aquel día. Cuando llegó la hora de dar muerte a su res el diestro sevillano (Pepe-Illo), escribe su competidor que "se fue al toro le dio un pase de muleta y echó mano al sombrero de castor que se estilaba entonces y le mató de una estocada". No quiso ser menos Pedro Romero, y cuando le llegó el momento arrojó el trapo, se quitó una peineta de las que le sujetaban la redecilla y se inclinó sobre la fiera, que cayó desplomada con el acero clavado hasta el puño.......................Entre varios pormenores curiosos, se dice en esta carta que Delgado no estuvo tan afortunado en el segundo bicho, que el presidente obligó a los lidiadores a que no abandonasen la muleta, que se produjo gran alboroto en la plaza entre los partidarios del rondeño y del sevillano y que a instancias de algunos caballeros los dos competidores se dieron allí mismo las manos y quedaron por amigos, si bien esto no había de durar mucho tiempo"


Es autor de la primera Tauromaquia, titulada "Tauromaquia o Arte de Torear. Obra utílisima para los toreros de profesión, para los aficionados, y toda clase de sugetos que gustan de Toros", editada en Cádiz en 1796 y escrita o redactada, según creencia general, por el escritor José de la Tixera, buen aficionado y amigo del diestro. Hay que tener en cuenta que Pepe Hillo apenas sabía poner su nombre en toscos caracteres, como puede verse por los documentos que todavía se conservan. Esta obrita formaba un pequeño volumen y al frente de ella aparecía un grabado con las firmas de Alcántara y Bosques representando al diestro de cuerpo entero, con un toro muerto a sus pies.

En la introducción que Salvador Ferrer Irurzun hace de esta Tauromaquia de Pepe Hillo, editada por Egartorre, he encontrado información acerca de otras obras anteriores a la citada Tauromaquia:

"La primera obra que trata este modo de burlar a las reses se contiene en un manuscrito de la Real Academia de la Historia cuyo título es "Cartilla en que se notan algunas reglas de torear a pie, en verso y prosa" y publicado por la Unión de Bibliófilos Taurinos en 1960 en el número 3 de su colección Carmena, dedicado a "Instrucciones para torear a pie (Primeras ordenaciones)". Se puede datar esta obra entre los últimos años del siglo XVII o primeros del XVIII.....................Es a mediados de esta centuria cuando se da a luz en Madrid una obra de Eugenio García Baragaña, bajo la rebuscada rúbrica "Noche phantastica, ideatico divertimento que demuestra el methodo de torear á pié", cuando ya se puede decir que ha tomado cuerpo esta modalidad de lidiar toros".............................Pero es en la última década del llamado "siglo de las luces" cuando la corrida adquiere carta de naturaleza en las líneas  maestras que hoy conocemos, como puede apreciarse en la serie de 12 láminas grabada por Antonio Carnicero (1791), lo que anima a un aficionado gaditano bajo el patrocinio e inspiración del diestro sevillano José Delgado (Illo) a escribir su Tauromaquia.............................Del éxito de la expresada obra hablan sus cinco reimpresiones en el pasado siglo y ocho españolas y dos mejicanas en el actual. Ello sin contar la de 1804, publicada en Madrid, y que es la de "Illo" corregida y adornada con treinta láminas por una mano distinta a la que dió a luz la editada en Cádiz, de la que conozco dos reproducciones facsimilares efectuadas por Turner y por Guillermo Blázquez"


En las notas aclaratorias de la Tauromaquia de Pepe-Illo de la Biblioteca de la Cultura Andaluza se dice:

".........antes que José Delgado inspirase La Tauromaquia se habian publicado obras de esta índole, como las Reglas para torear, de Enríquez de Cabrera, Valladolid-Burgos, 1652; Reglas para torear, de Rodrigo de Noveli, Madrid, 1726; La malicia, confundida, de Juan Francisco Melcon, Madrid, 1738; Noche phantastica, de García Baragaña, Madrid, 1750, y algunas más..................Cierto que todas ellas se refieren especialmente al toreo a caballo; pero también algunas dan reglas para el toreo a pie, aunque no con la extensión que lo hace La Tauromaquia.......................Illo fue el primer torero de profesión que inspiró e hizo escribir un Arte de torear, y en este prefacio de la obrita revela José Delgado su extremada jactancia de maestro en su profesión al decir que "no ha habido uno siquiera que hable del Toreo me he empeñado aun más en ser el primero que salga a lucir sus pensamientos e ideas tauromáticas, fundadas en la sabia experiencia, que en la madre legitima de sus conocimientos". Maestro lo era, en efecto; pero su inquieto temperamento, la excesiva confianza en sí mismo y el deseo vehemente de aventajar a Joaquín Rodríguez (Costillares) y, sobre todo, a Pedro Romero, sus contendientes en el coso, le llevaron con frecuencia a poner su vida en grave riesgo, olvidando las prudentes reglas establecidas por él en su obra...............Por eso, aunque en el primer capítulo de La Tauromaquia declara que "toda suerte en el Toreo tiene sus reglas fijas, que jamás faltan", fallaron tanto para él que su cuerpo se vio acribillado a cornadas y acabó su vida en las astas de un toro.......................Ciertamente las teorías de José Delgado no guardan relación con la practicado por él en las plazas, especialmente en sus buenos tiempos, cuando en plena juventud, pletórico de facultades y entusiasmo, ponía a contribución su formidable valor, arrojándose a jugueteos con las reses en su afán de superar a sus compañeros, debido a lo cual sus cogidas eran muy frecuentes, las que no amenguaban su brava condición...............En la época en que apareció La Tauromaquia (1796) era muy otro, pues los años y las heridas habían aminorado su impetuosidad al aminorar sus facultades, haciéndose más cauto y comedido en sus faenas en el ruedo"


José de la Tixera escribe sobre la última faena de Pepe Hillo, al toro Barbudo:

"Le dio tres pases de muleta, dos por el orden común (o despidiéndole por su izquierda), y el restante de los que llaman al pecho...............Estando ya en la fatal de la derecha del toril, a corta distancia de él..........se armó el matador para estoquearle..........."


Santi Ortiz, en su libro Lances que cambiaron la Fiesta, escribe sobre la muerte de Pepe-Hillo:

"Lo mató el toro Barbudo, de la divisa morada de don José Joaquín Rodríguez, de Peñaranda de Bracamonte.................A Pepe-Hillo lo cogió Barbudo en la suerte suprema. Al parecer, el toro se aquerenció en tablas en terrenos de chiqueros, y al no acudir al cite del espada que intentaba recibirle, entró éste a volapié para dejar media estocada, salir enganchado por la pierna izquierda y posteriormente companeado y arrojado a tierra. Quedó el torero boca arriba e inerte en el suelo, y allí le hundió Barbudo su pitón izquierdo en el estómago para inferirle la mortal cornada. Aquerenciado con su presa, no había forma humana de que abandonara al pobre diestro sevillano, que malherido permanecía entres sus patas. Quien al fin pudo lograrlo fue el picador Juan López, poniéndole al toro una vara a caballo levantado (en aquella época los picadores permanecían en el ruedo tras la suerte de varas, hasta el final de la lidia)"

Robert Ryan, en su libro El Tercio de muerte, escribe sobre esta última faena de Pepe Hillo:

"El lunes 11 de mayo de 1801, el toro Barbudo, de la vacada de Peñaranda de Bracamonte, el séptimo corrido por la tarde, dio una lidia cobarde en la plaza de Madrid...............Al sonar la muerte, salió a matar Josef Illo, hallando a Barbudo en la suerte contraria a la estocada, o sea, en disposición a ser pasado en la suerte natural de muleta; dada la colocación del toro, el pase era obligado..............Al término del pase primero, entró Barbudo en la suerte natural a la estocada, mas Illo no juzgó oportuno armarse a la muerte y esa decisión resultó en un pase de pecho............El tercer pase, otra vez en la suerte natural a la muleta, como el primero, era también ineludible..........Al remate del tercer pase hubo un respiro. Illo, en corto, muy cerca del toro sobre el terreno de la muerte, flameó la muleta, llamando la atención de Barbudo, lo cual indica la poca fijeza de éste, que hacía peligrosa la estocada a toro parado en la cual el diestro finó.................Los tres pases de Illo a Barbudo no componen una faena excepcional; todo lo contrario, dan la medida común de la suerte de muleta en aquel tiempo.................En el tratado de Illo, la suerte de muleta ocupa un capitulo breve, y en tan poca estima es tenida que en la lámina que adorna la edición primera, un retrato del espada triunfante, con un toro muerto a sus pies, en su mano derecha, recobrado, el estoque, en su izquierda se echa en falta la muleta, en cuya ausencia lleva Illo un reloj...........que simboliza cuán apreciada era la parquedad en el uso de la muleta y el temprano orgullo que daba al matador llegar cuanto antes a la muerte"


Fernando G. de Bedoya (1802-1860), en su libro Historia del Toreo, editado en Madrid en 1850, escribe:


"(Pag. 42)………..José Delgado, decía el célebre Montes; fue un torero de encargo, y más general que cuantos se han conocido; y no es necesario haberle visto para juzgar así de él; no hay más que fijar la vista sobre las heridas que recibió, y las suertes que se deben a su invención, y notáremos que son las más difíciles y expuestas que se conocen en el toreo; y esto no es capaz de hacerlo sino el que tuvo mucho valor y muy grandes conocimientos…………….(Pag. 44)………..Difícil nos sería explicar el método de la lidia de Hillo, puesto que siendo un torero general que poseía todas las suertes conocidas hasta entonces, y algunas otras debidas a su invención, siempre se le veía ejecutar la que más reclamaba la condición del toro, por expuesta y difícil que pareciese: es indudable que estas propiedades se encuentran rara vez en una sola persona, y de aquí la excelencia del torero………….A un voluntad de hierro unía un corazón a toda prueba; a un buen deseo agregábase el estímulo de su antagonista. Nada demuestra con más exactitud la verdad de nuestra narración, que las innumerables cogidas que tuvo y el número de heridas que recibió. ¿Cómo negar a José Delgado los conocimientos necesarios para distinguir la entidad de las suertes que practicaba? Y si esto es cierto, como no puede menos de creerse, ¿cómo comprender tantas cogidas? Ahí está demostrado su valor sin ejemplo, que no solo aventajaba a la inteligencia, sino que esta carecía por lo regular de fuerza para contenerle en los peligros………………….José Delgado (Hillo) reunía a su buen trato social, una gracia particular,  que le hacía apreciable entre sus infinitos amigos y conocidos, y aun entre muchas personas notables por su rango y jerarquía, que se disputaban la vez en tributar obsequios al torero: esta posición, ciertamente envidiable, era la que disfrutaba Pepe Hillo, con más el favor de todos los que valían en la corte de las Españas."


José Velázquez y Sánchez (1826-1880), en su obra Anales del Toreo, editada en Sevilla en 1868, escribe:



“(Pag. 92)……….José Delgado, Hillo, vino a comunicar a los adelantos del toreo una brillantez poética con su tipo de valentía heroica, inimitable gracia, y simpatía universal; compitiendo con dos rivales de la talla y el prestigio de Rodríguez y Romero, y sobrepujándolos verdaderamente en la estimación y el halago del público; ya por esa magia que distingue a ciertas naturalezas de privilegio; ya también por ese denuedo exaltado en la lidia, causa de sus frecuentes desgracias, y origen de su desastroso fin en once de Mayo de 1801 en la plaza de la villa y corte. Pepe Hillo era el Adonis de las damas, el niño mimado de la afición palaciega, y el Aquiles de la muchedumbre, más prendida del arrojo que de la inteligencia, y más favorable a la determinación osada que a la mesurada superioridad. Mientras que Costillares y Romero obtenían la sólida aceptación de los entendidos, y labraban su crédito a costa de continuas pruebas de metodizada habilidad, Delgado sobornaba al público con ese gracejo, esa soltura y esa atracción, que suplen la mitad de las condiciones necesarias para el éxito; interesando al público en sus respectivas suertes con mayor vehemencia a proporción que en expuestos lances recibía cada una de las veinticinco heridas que laceraban su cuerpo al perecer en la mencionada catástrofe de Madrid. En su escuela se educaron los espadas Antonio de los Santos, Francisco Garcés, Juan Garcés, y Manuel Correa; figurando en sus tandas de picadores Antonio Parra, Pedro de Ortega, Mateo Boza, Juan Martín, el Pelon, Juan López y Juan Misas, y habiendo perteneciendo a su cuadrilla los notables banderilleros Joaquín Díaz, Manuel Jaramillo, Manuel Sánchez, (Ojo gordo), Alonso Caraballo, y los dos hermanos Francisco y Gerónimo Maligno……………..(Pag. 147 )…….Hemos llegado en fin a uno de esos tipos extraordinarios…………(Pag. 148)……José Delgado y Gálvez nació en día diez y nueve de Setiembre de 1768 en la hacienda de Villalvilla……..siendo hijo legítimo de José y Petronila, ambos exhaustos de condición y fortuna………..Hillo que obtuvo este mote en la casa de matanza, llamó la atención de Joaquín Rodríguez (Costillares) en varias ocasiones, en que le viera torear al ganado bravo en la corraleja de las jaulas…………Garboso, audaz, sereno, ágil y emprendedor………Comenzó por dispensarle el favor de algunas lecciones……..(Pag. 149)……..Pepe quedó incorporado a la cuadrilla más notable de España, distinguido por una preferente y cariñosa estimación de su maestro……….Delgado, como Costillares, era un hijo de la ínfima plebe; criado en la rusticidad de la más crasa ignorancia; sin especie alguna de enseñanza elemental………Hombre del pueblo, el torero español es el aristócrata de la plebe………….(Pag. 150)…..Rodríguez encontró al fin en Pepe al hombre que tan ávida como infructuosamente había buscado entre los jóvenes lidiadores de su época, y desde que advirtió la ventaja que sacaba un toda clase de suertes a los peones más experimentados de su cuadrilla, y las innovaciones artificiosas que ensayaba su arrojada travesura en los distintos lances del toreo, concibió la idea de encaminarlo hacia el cumplimiento de sus votos………..Heróico, diestro, ingenioso, infatigable, Delgado no se sacia jamás de las aclamaciones del pueblo, y cuanto más vitoreado se cuenta, más comprometido se cree a redoblar sus esfuerzos para promover el entusiasmo………..Cuando Pedro Romero le advierte en la plaza mayor de Madrid el peligro de buscar al toro en el rincón del Peso Real, Hillo le mira con frío desdén, y se obstina en el trance, que tuvo tan sensible consecuencia. Engreído hasta la exaltación vertiginosa con el amor del pueblo, atiende menos a su interés individual que a enardecer a los espectadores con reiteradas pruebas de su incomparable bravura, y entre su conveniencia y su vida y su lucimiento y superioridad no hay vacilaciones en aquella alma sedienta de gloria………Todo lo que se practica por todos en la tauromaquia de su época es necesario que él lo realice, aunque suponga otro orden de método que el de su escuela……….(Pag. 151)……..Se conoce el capeo a la navarra, importado por los provincianos Legurégui y Martincho, el de tijera, oriundo de Sevilla y acreditado por los Palomos, el galleo, de origen africano, tan aplaudido en Bellón, a la verónica, en que Pedro Romero excedía a todos sus coetáneos, el quiebro, el cuarteo y el recorte con el capote al brazo para quites, encuentros y juguetes; pero Hillo no entiende cumplido su encargo en el arte si no agrega el capeo de espaldas,………….Su ardimiento y su excitación en el circo explican en Delgado, tan inteligente y tan listo en la briega, el número considerable de cornadas recibidas, que una relación de aquellos tiempos hace subir a veinticinco antes de la tragedia de Madrid en 1801………….(Pag. 152)…..José Delgado era partícipe de todos los gustos y solaces de las distintas clases del pueblo: reñía gallos de combate, sirviendo en los círculos de juez de peleas………y no había bautizo, boda ni zambra en los barrios extremos a que no se invitara a Hillo………José Delgado era la viva imagen de su época en cuanto a sus costumbres…………En Sevilla se cuenta por los ancianos que nunca iba a la plaza de toros de esta ciudad sin recibir previamente la bendición de su padre, y besarle reverente la mano. En la capilla del Baratillo pasaba la mañana en los días de lidia………, y yo he oído cantar un motete de esta devota práctica, concebido en estos términos:





“¡Qué lástima me ha dado


de ver a Hillo,


rezando en la capilla


del Baratillo!”




Para sus discípulos y subordinados era un ídolo, y esto prueba su excelente índole. Antonio de los Santos y José Romero le lloraron como a un tierno padre, y Manuel Sánchez (Ojo gordo), su banderillero, …….solía decir con vivo enternecimiento, refiriéndose a Hillo: -“No se le podía tratar sin quererlo, porque era de lo que no hay en el mundo.”..............En entierro de este héroe de nuestra fiesta nacional, presidido por los espadas José Romero y Antonio de los Santos, atrajo un concurso innumerable de personas de todas las condiciones en la capital de la monarquía, y sus mortales despojos recibieron eclesiástica sepultura en la iglesia parroquial de San Ginés; dando asunto esta dolorosa catástrofe a multitud de elegías, trobos y jácaras populares.”

 
El crítico José Sánchez de Neira dijo de Pepe Hillo que "ningún torero en ninguna época ha tenido como éste tuvo en su tiempo tanta aceptación tanta popularidad ni tanto prestigio en todas las clases de la sociedad, que le consideraban atendían y obedecían sólo por tenerle contento y oírle, y cambiar con él sus palabras"



José Sánchez de Neira, en su libro El Toreo. Gran diccionario Tauromáquico, editado en Madrid en 1879, escribe:

"José Delgado Gálvez (Hillo). Ningún toreo en ninguna época ha tenido, como éste tuvo en su tiempo, tanta aceptación, tanta popularidad, ni tanto prestigio en todas las clases de la sociedad, que le consideraban, atendían y obedecían sólo por tenerle contento y oírle, y cambiar con él sus palabras………..Su gracia personal, su lujo en el vestir, su generosidad con los desvalidos, su esplendidez con sus compañeros, y más que nada, su valor y destreza en la lid, hicieron de él, como ahora se dice, el niño mimado de su época……….No había mejor recomendación para la duquesa de B……., para la condesa de P……., para el ministro D……., o para el favorito G……,que la de Pepe Hillo, a quien nada se negaba…….Más de una vez riñeron fuertemente encopetadas señoras de alta alcurnia por los peazos del jacarandoso torero sevillano, dando escándalo en la corte……Si él correspondía o no a los deseos de las damas, cosa es no comprobada……..De cierto no se sabe más que Delgado fue buen esposo y muy amante de su mujer, a quien consideró mucho…….Lo demás……Dios lo sabe…….En una hacienda llamada Villalvilla, sita en el distrito parroquial de Espartinas, cerca de Sanlúcar la Mayor, provincia de Sevilla, nació Delgado el 19 de septiembre de 1768, siendo hijo legítimo de José, corredor de caldos, y de Petronila, que le dedicaron más tarde al oficio de zapatero…………Pronto abandonó esta ocupación por la de su asistencia al matadero, donde se le llamó Pepe Hillo desde luego, y donde aprendió a andar sorteando las reses bravas, hasta que con la protección y lecciones del célebre Costillares, se dedicó por completo al arte de torear, ingresando en la cuadrilla de dicho su maestro, que tanto le distinguió siempre………Tardó muy poco en sobresalir de todos sus compañeros, y de tal manera ejecutaba y con tanta repetición llevaba a efecto suertes, recortes, capeos y otros juguetes, a que tano se presta la escuela del movido en inquieto toreo sevillano que aprendió de su maestro, que cautivó desde luego la atención del público alto y bajo, especialmente de aquel a quien no distraía tanto el reposado y sereno modo de torear de Pedro Romero……..Cuantas ocasiones se le presentaban de lucirse las aprovechaba, sin reparar en las consecuencias que pudiera acarrearle una impremeditación; cuantas suertes hacía otro, las repetía él, aunque no las hubiese estudiado: hasta llegó a recibir en muchas ocasiones toros que había citado tres y cuatro veces, sólo porque el toro anterior había sido recibido por otro espada………..Así que, exaltado siempre su amor propio, aventurábase como nadie, y por eso fueron infinitas las cogidas que tuvo, y más de dos docenas las cornadas que recibió………Su competencia con Pedro Romero le llevó muchas veces a donde no hubiera debido ir…………….Díjose que los de Ronda no habían hecho más que perfeccionar las suertes que eran, propiamente dicho, patrimonio de los Romero……..Y se pensó y llevó a cabo la división entre éstos y los sevillanos, que toreaban haciendo más uso de los pies y de los quiebros que los rondeños……………Como el modo de torear de Pepe Hillo, lo mismo que el de su maestro Costillares, o sea el de la llamada escuela sevillana, es, si no viene acompañado del de la llamada rondeña (cosa difícil, aunque no imposible, de poseer por igual) menos seguro con toros revoltosos y de algún sentido, que con los sencillos o boyantes, ambos diestros pidieron en las corridas celebradas en 1789, cuando la jura del rey Carlos IV, que no se corrieran toros de Castilla por lo resabiados que estaban…….Pero como Romero se comprometió a matar cuantos de aquella clase ser presentasen, la superioridad quedó desde entonces en él……………Es una coincidencia rara que éste tuviese tal aversión a matar toros castellanos, y que uno de éstos fuese el que con él acabase doce años más tarde, desde que él pidió su proscripción………….El lugar de enterramiento de Pepe Hillo lo fue en el patio o atrio que da entrada a la iglesia de San Ginés por la calle del Arenal, y que vivía en la calle del Carmen, esquina a la de la Salud, paralela a la de la iglesia, y que hoy, edificada de nuevo, está señalada con el número 14 moderno………..En el año 1800, uno antes de su desastrosa muerte, dictó y publicó con su nombre un libro titulado La Tauromaquia o Arte de torear, que es mejor y más extensa de los hasta entonces publicados……..Hemos dicho que lo dictó, porque Delgado no sabía escribir, y solamente trazaba su mano firmas mal hechas que dicen: “Joseph Hillo”, y que son las que ponía en sus contratos……………..Pepe Hillo murió a los treinta y tres años………….Próximamente, en el mismo sitio en que murió Pepe Hillo, distante del toril de la plaza vieja de la puerta de Alcalá como unos seis metros, frente al tendido número 6, otro toro inutilizaba para la lidia, setenta y ocho años después, a otro simpático diestro muy querido del público madrileño, llamado Antonio Sánchez el Tato, que por fortuna, en medio de su desgracia, aunque inútil, vive hoy……………De ambas cogidas tuvo la culpa la impremeditación………¡Lástima que un temerario arrojo privase tan pronto a las lidias taurinas de tan esforzado campeón como fue José Delgado!"





Velázquez y Sánchez, que pudo recoger versiones muy próximas de su carácter, no le retrata muy halagüeñamente. He aquí sus palabras:

"Hijo de la ínfima plebe, criado en la rusticidad de la más crasa ignorancia, sin especie alguna de enseñanza elemental, desenvuelto en el trato soez de las clases menos cultas, indiscretamente franco por desconocer los límites de la expansión afectuosa, propenso a la vanidad como todo improvisado en el comercio de gentes distintas, decidor y jactancioso al estilo del vulgo andaluz, desenfrenado en sus afectos y antipatías por falta de ese hábito de vencer sus pasiones que crea un educación regular...............Concediendo de buen grado que Hillo tuvo gracejo meridional, viveza de comprensión y hasta cierto tacto en sus maneras y porte, nunca justificaría por sí el empeño de tantos hombres de supremas y ventajosas posiciones por conocerle, trabar con él amistades calurosas, constituirse en acérrimos partidarios de su escuela y contribuir con la inflamada muchedumbre a su apoteosis"

Gregorio Corrochano escribe:

 "Hay la preocupación por la muerte del toro, y se cuida de la estocada como momento fundamental. Es la era de Pedro Romero y Costillares. Pepe-Hillo, más impulsivo, más alegre, muy sevillano y con menos facultades para matar, empieza a preocuparse del toreo. Señala normas que se recogen en una Tauromaquia, y a pesar de ser el autor de las reglas de torear, que por ser reglas tienen preceptos defensivos, le mata un toro, porque no observa sus reglas; su impulso, su temperamento, su sangre, le hacen olvidarse de sus preceptos, porque en la plaza, delante del público, es difícil separar al hombre del torero. Pero los preceptos quedan, y los recoge y amplía Montes Paquiro, con la ayuda del escritor Aben-Amar"

Fernando Claramunt, en su Historia Ilustrada de la Tauromaquia, escribe:

 "El apodo procede de la forma familiar Joselillo o Joseíllo. Los hechos bien documentados de la vida del torero se resumen fácilmente: Costillares, quiso tener jóvenes discípulos que oponer a su gran rival, Pedro Romero; con Illo pudo conseguir su propósito....................Tardó algún tiempo la fama de José Delgado en trascender más arriba de Despeñaperros. Era ya un héroe popular en Cádiz, Sevilla y Córdoba, pero nadie le había visto en Madrid........................Con el famoso Pedro Romero no coincidió en los ruedos hasta la primavera de 1778, en Cádiz...............Ya estaba iniciada la rivalidad y una relación tensa, apasionada hasta la exasperación en ambos toreros...............Illo parece más jactancioso y retador antes de las corridas. Romero, más seguro y dueño de sí mismo, se permite dar consejos a su rival durante la lidia..................La competencia con Pedro Romero se reanuda en las corridas reales de 1789 con motivo de la jura de Carlos IV; la osadía del sevillano y el desprecio de los prudentes consejos de Pedro Romero hicieron que resultase herido en tan solemne ocasión. Y fue curado en el palco-balcón de la duquesa de Osuna y condesa de Benavente......................La nombradía de Pepe-Hillo se incrementa con la aparición del año de 1796 de su Tratado de Tauromaquia, redactado probablemente por don José de la Tixera, muy amigo del torero......................La verónica y la suerte de frente por detrás, la antigua aragonesa, son re-creaciones, si no verdaderas creaciones, suyas. Con Illo el toreo de capa se hace vistoso, imaginativo, alegre, gracioso, variado.................En la historia del toreo es el primer matador del que consta su inmensa popularidad. Convertido en héroe desde los comienzos de la carrera, la leyenda envuelve cada uno de sus pasos......................Toda su vida fue simpático, donoso, generosísimo, llano de trato. Altivo y retador sólo frente a sus rivales en los ruedos...................Pepe-Illo ha quedado para la posteridad como paradigma de ídolo popular, adorado por el pueblo y por la nobleza"

El mismo Fernando Claramunt, en su libro La mirada del torero, pone en boca de Goya los siguientes comentarios respecto a la muerte de Pepe Illo:

"Siento no haber mirado a tiempo la mano de ese guapo mozo sevillano apodado Illo. Habríamos leído en sus rayas que un toro de Castilla, de nombre Barbudo, venido de Peñaranda de Bracamonte, del campo de Salamanca, iba a matarlo en Madrid. Y eso que lo eligió él mismo. El pobre actuaba junto a mi amigo José Romero, el hermano de Perico (se refiere a Pedro Romero). Era un berrendo en negro que salió en séptimo lugar huyendo de la gente de a pie y de los caballos. Cobardón y malintencionado. La gran maestría de Antonio de los Santos, Joaquín Díaz y Jaramillo permitió que se le colocaran tres pares de banderillas, porque picado apenas lo fue. Y ocurrió la desgracia cerca de la puerta de los toriles, cuando el sevillano se arrojaba para dejar caer el estoque a toro parado. Ni el picador Juan López a caballo levantado pudo llevarse el toro. Mi amigo José Romero acabó con el Barbudo de dos estocadas muy bien dirigidas"

Y Fernando Claramunt sigue hablando por boca de Goya:

"Jovellanos no traga eso de los cuernos y pretende que yo sea un hombre Ilustrado. Lo dicen y lo escriben con mayúscula.....................Para mí que don Gaspar Melchor y Baltasar de Jovellanos tiene envidia de los aplausos que dedican costillaristas y romeristas a sus ídolos. Don Gaspar................tiene celos de las miradas que las duquesas le lanzan a Pepe Illo, el sevillano más garboso y atrevido que ha venido de las Andalucías. Es el más popular de los tres matadores de moda. No hay boda ni bautizo en que no sea padrino"

Nestor Luján, en su Historia del Toreo, escribe:

 "Pepe-Hillo era el torero de las suertes ruidosas, el toreo de esfuerzo,la hazaña desorbitada,el primor más extraordinario, la realización de cosas inauditas, una constante acumulación de lances imponderables, la alegría, lo alado y suave. Cree en la estética del milagro permanente, en una magia taurina donde los alardes se sucedan como por un don del cielo concedido a su toreo........................Fue el tipo de hombre fachendoso, de una jactancia pavorosa, con una seguridad en sí mismo injustificada, pues no respondía con su arte ni con sus conocimientos y condiciones físicas a su voluntad y a su incandescente sed de gloria........Topó siempre a pecho abierto con las astas que le buscaron el alma hasta veinticinco veces en cogidas graves. La última fue mortal de necesidad.......Cuantas suertes se conocían en los toros, quiso no sólo practicarlas, sino practicarlas mejor que nadie, con una palpitación sangrienta y a la vez alegre y propia".


Jorge Laverón, en su Historia del Toreo, escribe:



Pepe-Hillo en la plaza lo intenta todo y todo lo realiza. Agilidad, valor y gracia son la base de sus triunfos. Ejecuta con arte cuantas suertes practicaban los demás y a ellas añade otras de su invención, como torear con el capote a la espalda, de frente por detrás……………..Una gran aureola, no superada por torero alguno, lo rodea. Todas las clases sociales le atienden y se lo disputan. El pueblo le erige en su ídolo. Las clases altas lo contemplan con simpatía como producto ejemplar de su tiempo. Pepe-Hillo era decidido y jactancioso al estilo del vulgo andaluz, tenía gracejo meridional, viveza de comprensión y cierto tacto en sus maneras y porte. Era espléndido y desprendido, derrochador hasta de su sangre. Tuvo en su vida taurina hasta 28 cogidas, muchas de ellas, graves”


“Valgan estas palabras de su banderillero Manuel Sánchez, Ojo Gordo: No se le podía tratar sin quererle, porque era de lo que no hay en el mundo”


“El célebre Francisco Montes, Paquiro, hizo esta semblanza de Pepe-Hillo: José Delgado fue uno de los toreros más importantes de cuantos se han conocido, y no es necesario haberle visto para juzgar así de él, no hay más que fijar la vista sobre las heridas que recibió y las suertes que se deben a su invención, y notaremos que son las más difíciles y expuestas que se conocen en el toreo, y esto no es capaz de hacerlo sino el que tuvo mucho valor y muy grandes conocimientos”


Para José María de Cossío:"....la médula de su toreo, lo que hace profundísima su huella es esa concepción de las suertes accesorias como partes importantísimas de la lidia.....Para Pepe Hillo no parece la lidia de un toro el conjunto armónico y ligado de lances que ha de coronar la estocada. Su norma es sacar el mayor partido de diversión de las circunstancias de cada momento, aprovechar todas para el lucimiento de cada minuto"

Salvador Domecq, en su libro Del toreo a la bravura, escribe:

"Con un toreo más florido, recibió a lo largo de su carrera 25 cornadas, muriendo en la plaza de Madrid entre las astas de Barbudo..................Apenas sabía leer ni escribir, pero tuvo la visión de dictar el primer código taurino, de establecer las reglas dentro del ruedo basándose en la experiencia y de elevar el toreo a la categoría de "arte". De hecho, así tituló su libro: Tauromaquia o Arte de torear, todo un acierto afortunado con el que además se consolidó el toreo de a pie que venían imponiendo los toreros andaluces, frente al toreo vasco-navarro en el que se valoraba la técnica del salto, del regateo y del esquivar en definitiva al toro. El libro fue publicado en Cádiz, en 1796, y ha tenido sucesivas ediciones. Tanto a Costillares como a Pepe-Hillo se les encuadró dentro de la Escuela sevillana, más adornada en cuanto a las formas de hacer los quites a los toros y prepararlos con la muleta para la muerte, aunque esta preparación fuera también breve y la importancia fundamental de la lidia con la muleta tuviera como fin básico el matar a la res con la mayor eficiencia posible.........................Para Pedro Romero lo más importante era matar al toro, momento cumbre de la corrida, donde se medía al torero. Para Costillares, así como para Pepe-Hillo, sin embargo, la faena del torero debía ser coherente desque que el toro hacía su aparición en la plaza hasta su muerte. Estas diferentes maneras de interpretar el toreo marcaron una gran rivalidad entre ellos"

José Bergamín, en su libro El arte de birlibirloque, escribe:

"Los Principios del arte de torear que escribió Pepe-Illo tienen la permanencia perfecta de un dogma estético, o sea, todas las condiciones convencionales de una ciencia. Tratar de sustituirlos sería como tratar de inventar un nuevo sistema planetario: posible, pero incómodo; y, probablemente, equivocado"

"Pepe-Illo, dando un solo pase de muleta antes de matar bien a un toro, era el estilo seco de torear. Romero, en un supremo alarde, matándolo sin dar ninguno, era el extra-seco: mejor que mejor. Vino después el dolce stil novo: la dulcedumbre empalagosa de la faena con la muleta de gran vuelo para arropar (de arrope) al toro: el toro almibarado y pegajoso en que todo se liga; hasta que sale un toro de veras y se acabó el ligar; ¡porque menudo pajarraco es un toro, lo que se llama un toro, para ir a cazarlo con liga!"


Guillermo Sureda, en su libro Tauromagia, escribe:

"La primera competencia seria, enconada y duradera, fue la que sostuvieron José Delgado, apodado Pepe-Hillo y Pedro Romero, el portentoso torero nacido en Ronda, que mató más de dos mil quinientos toros durante su carrera profesional, sin sufrir un solo percance serio. Eran dos toreros de distinto corte y, en cierto sentido, complementarios. Pepe-Hillo fue un torero larga, alegre, dominador de fáciles recursos, espectacular, con una punta de picardía en todo cuanto ejecutaba, con un toreo desflecado y dinámico. Pedro Romero, por el contrario, era un torero serio, sobrio, reposado, con un valor recio y sostenido, lleno de contención y sabiduría. El primero no mataba bien; el segundo fue un gran estoqueador en la suerte de recibir.
En aquel tiempo se podía sostener algo que hoy, debido al eclecticismo en que han caído las escuelas del toreo, resulta imposible: Sevilla y Ronda, frente a frente. El toreo fácil, luminoso y movido, frente al quehacer reposado, desnudo de adornos y fundamental. Aplicando un esquema orsiano -y perdonen la pedantería- podríamos decir: las formas que se elevan, en competencia con la formas que pesan. O, en otro orden de cosas, el chascarrillo frente a la esencia................."



César Jalón, en su libro Grandezas y miserias del toreo, desarrolla la idea de que los adalides de la escuela sevillana (José Cándido, Pepe-Hillo, Curro Guillén , El Tato, El Espartero.........) mueren sin sucesión. Todo el mundo les aplaude; pero nadie les imita. Los alaban y no los copian. Dejan en la historia el eco de su nombre, pero no la huella de su arte. Refiriéndose a Pepe-Hillo, escribe:

"Viejo Costillares y retirado Pedro Romero, es Illo en ese momento el amo del toreo. Es el prototipo sevillano: gallardo, todo audacia, improvisación, alegría....................Gracisos recortes; difíciles cuarteos. Se le atribuye el invento del toreo "de frente por detrás"


Carlos de Larra, más conocido como "Curro Meloja", en su obra Grandes maestros de la Tauromaquia, escribe:


“He aquí el torero de más nombradía entre los muchísimo que figuran en la historia, y, desde luego, el de mayor popularidad en su época. Porque “Pepe-Illo” gozaba de carácter jaranero; dadivoso, jovial, gallardo; torero, en una palabra. Torero al tipo clásico, en el ruedo y en la calle. Su amistad se la disputaron tirios y troyanos; las mujeres le llevaban en palmitas; y todo sonreía a aquel buen mozo de garbosa y gentil apostura, verdadero héroe popular de la segunda mitad del siglo XVIII. Su trágica muerte……….dio pábulo a la que la leyenda tejiera alrededor de la figura del torero una serie interminable de coplas y romances, artículos, poesías, folletos, pinturas, obras teatrales y recientemente hasta películas, que han hecho su memoria imperecedera y su nombre inmortal………………..Por su valor, su desenvoltura, su alegría y su gracia en la arena, la afición no dudó en enfrentarle a su maestro (Costillares) –mejor torero que él- en una competencia, que tuvo su continuación en la ya más enconada y dura que durante muchos años sostuvo luego con Pedro Romero –el verdadero primer “monstruo” de la torería-, maestro formidable, pero más seco y mucho menos simpático que el sevillano, que se llevaba de calle a los públicos. Su torero colorista y vistoso dio origen a la llamada escuela sevillana, de la que fue considerado fundador…………..”Pepe-Illo” toreó numerosísimas corridas y fueron muchas las cogidas graves que sufrió a lo largo de su vida torera…………Fue la primera figura notable del toreo muerta por cornada en una plaza de toros. Su trágico fin conmovió a la afición de España entera………..Y alguna duquesa lloró sobre su cadáver…..”



En el libro Adiós, Madrid, de Andrés de Miguel y José Ramón Márquez, encuentro los siguientes comentarios:

"En esta esquina (en la confluencia de la calle de la Salud con la calle del Carmen)................estuvo la casa donde residía José Delgado, Hillo, hasta la fatal cogida del toro Barbudo, de Peñaranda de Bracamonte, que dejó muerto al diestro en la misma plaza de toros, el 11 de mayo de 1801. Una placa colocada allí por el Ayuntamiento de Madrid lo recuerda......................Hillo, José Delgado de nombre, fue el primer torero que creó la imagen de héroe popular. Despreocupado hasta la temeridad, se jugaba la vida en la plaza en dura competencia con Pedro Romero, al que la historia considera dueño de un toreo más serio y consistente .....................Fuera de la plaza, Hillo derrochaba alegría y tenía gran éxito y popularidad, a la que eran especialmente sensibles algunas damas de la Corte, en aquella monarquía castiza y taurófila. Además de crear la imagen del torero como ídolo popular y aristocrático, dio su nombre a la primera preceptiva taurina: "Tauromaquia o arte de torear", en lo que constituye el primer intento serio de plasmar unas normas para desarrollar el arte de torear"

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