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miércoles, 25 de enero de 2012

MANUEL DOMÍNGUEZ, DESPERDICIOS / CURRO CÚCHARES







"Para matar a un toro recibiendo, debe situarse el matador perfilado con la pala del cuerno derecho........."

                                                                                                                   Manuel Domínguez








Cinta ya fugitiva, nada vive
de tus claros millares de faenas.
Y resbalan memorias en declive,
igual que de las manos las arenas.

                                                                       Gerardo Diego


No dobla el burel ni humilla
aunque dicen que está muerto.
Frente a él un famoso tuerto
apura su negra honrilla.
-Cachetero, esa puntilla-
Coge el hierro por la punta
y al juego del jincho apunta
ojo lince de resquicios.
Señor Manuel "Desperdicios"
-plum- al toro descoyunta.

Gerardo Diego. Puntilla al Jincho. Del libro La suerte o la muerte.

Manuel Domínguez Campos, Desperdicios nació en Gelves (Sevilla) el 27 de febrero de 1816. Huérfano de padre a los tres años de edad, recibió la mejor educación imaginable y estuvo a punto de ingresar en la Universidad sevillana, protegido por su tío capellán don Francisco de Paula Campos. Pero la muerte de su tío lo impidió. No quiso aprender el oficio de sombrerero que le proponía su madre y se inscribió en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla.

J. Sánchez Lozano, en su Manual de Tauromaquia, publicado en Sevilla en 1882, nos aporta los siguientes datos biográficos:

"Consiguió una plaza de alumno supernumerario de la misma, aprovechando de tal suerte las lecciones que en ella prodigaban los maestros Romero y Cándido, que logró á poco la admiración de sus condiscípulos...........Apenas cerrada la Escuela trabajó Domínguez, como banderillero, en Sevilla con Antonio Ruiz, y como medio espada con Juan León, con quien tuvo algunos disgustos por contraposición de caracteres, lo cual hizo que se separaran y que torease entonces con Luis Rodríguez (Tiñoso)............Comprendiendo Domínguez la dificultad de alcanzar un puesto distinguido, cuando había que luchar con maestros de la reputación de Montes y otros, aceptó en 1836 una contrata para América, emprendiendo su viaje sin dilación con una reducida cuadrilla................Trabajó con general aceptación en Montevideo y Rio de Janeiro; pero esta época puede asegurarse que fue una de las más azarosas de su vida...........Baste decir que nuestro diestro fue militar, guajiro, capataz de posesiones, jefe de una partida contra los indios, comerciante e industrial.............Vuelto a España después de diez y siete años de ausencia, no fue todo lo bien recibido que era de suponer por algunos de sus colegas, razón por la cual....reunió cuadrilla propia y comenzó a los pocos meses a disputar los lauros a los más aplaudidos espadas, entusiasmando al público por su serenidad y por la perfección con que ejecutaba ciertas suertes. Testigos de sus proezas fueron Sevilla, Madrid, Lisboa, Bayona, Nimes...........Pero cuando ya su nombre era ventajosamente conocido, ocurrióle una sensible desgracia que, aunque no disminuyó su arrojo, señaló el principio de su pérdida de facultades materiales (se refiere a la cogida sufrida el 1 de junio de 1857 en la antigua plaza del Puerto de Santa María, por parte de Barrabás, en la que perdió un ojo).....................Por fortuna sanó antes de lo que se presumía, y ha venido trabajando hasta la actualidad, cumpliendo siempre, pero sufriendo frecuentes cogidas, tanto por la falta del ojo como por otra enfermedad que padece que dificulta los movimientos de sus articulaciones"

El  apodo de Desperdicios le sobrevino cuando Pedro Romero se fijó en él en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla y comentó: "Este muchacho no tiene desperdicio"

Otra explicación más truculenta atribuye el apodo de Desperdicios al heroísmo y hasta el desprecio con que el diestro sevillano se despojó del ojo y otras porquerías que le había quedado colgando a cuenta de una gravísima cornada, diciendo: "Esto sólo son desperdicios".

Rubén Amón, en su libro No puede ser y además es imposible, escribe al respecto:

"Ocurrió en la plaza del Puerto de Santa María durante la lidia del toro Barrabás, un morlaco de la ganadería Pérez de la Concha, el 1 de junio de 1857. Manuel Domínguez fue víctima de un derrote y el pitón del toro le vació la cuenca del ojo. Lejos de arredarse, el matador jaleó entre los presentes, tras unos segundos contemplando su ojo desprendido: "Fuera desperdicios". Y prosiguió con la faena hasta despachar al ejemplar que le dejó tuerto por el resto de los días..........No son pocos los historiadores que desmiente la anécdota., pero no existen discrepancias en el momento de atribuir a Manuel Domínguez la invención del farol......................La machada está a la altura de las peripecias del personaje. Muchas de ellas realizadas en la travesía transatlántica que entretuvo al matador entre 1835 y 1852. Tal como lo cuenta el escritor Sánchez de Neira, Manuel Domínguez , "fue militar en la República de Montevideo; torero, en Río de Janeiro; guajiro en Buenos Aires; bravo con los matones de aquella tierra; mayoral de negrada; cabecilla de gente de campo contra indios feroces, e industrial traficante"

 
Figuró en la cuadrilla de "El Sombrerero". Ejerció de banderillero entre 1832 y 1835 y ese año, actuando de medio espada, se enfrentó, dada su fuerte personalidad, al famoso Juan León, lo que motivó que su carrera se viera perjudicada. Tampoco debía llevarse bien con el rey de los toreros de su tiempo, que era Paquiro.

Recibió la alternativa el 28 de septiembre de 1836, en la plaza de toros de Zafra, alternando con Luis Ruiz y Juan León, pero nunca la hizo valer.
En 1838 viajó a América tratando de hacer carrera, pero sólo toreó 15 corridas de las 28 contratadas. Establecido en una hacienda cerca de Montevideo, ejerció todo tipo de profesiones, menos la de torero. Se vio envuelto en las luchas por el poder entre los generales argentinos y uruguayos. Su vida en América daría pie para varias películas de aventuras. En 1840 consigue torear cuatro corridas en Río de Janeiro en honor del emperador Pedro II de Brasil. 

Regresó a España en 1853 y tomó de nuevo la alternativa de manos de El Salamanquino, alternando con Cayetano Sanz y "Lavi".


El 25 de septiembre de 1853, en la Maestranza, mató seis toros de seis estocadas. El 1 de junio de 1857, en el Puerto de Santa María, el toro Barrabás, de la ganadería de Concha y Sierra, le corneó haciéndole perder el ojo derecho. Soportó el torero la cura con enorme valor. El sacerdote le exhortó a dictar disposiciones testamentarias y Manuel contestó: "Aún no es tiempo".

En 1866 los médicos le recomiendan el reposo más absoluto, debido a una enfermedad humoral que le afectó principalmente a las articulaciones de las piernas, pero Domínguez se niega a obedecer y sigue toreando. En 1871 torea sus últimas corridas en la plaza de Madrid.

Aún torea en Sevilla el 17 de mayo de 1874.

Falleció en Sevilla el 6 de abril de 1886. Su muerte fue muy sentida y concurridísimo su entierro, en el que llevaron las cintas del féretro los diestros Chicorro, Cara-Ancha, Marinero y el Espartero, y fue presidido por el Gordito, el Tato y Currito.

Encontramos la siguiente crónica de la brevísima  faena de muleta de Manuel Domínguez, al toro Barrabás:

"Hízole el bicho la condición, y Manuel Domínguez, a quien tocaba matar, lo pasó dos veces escupiéndose el toro y yéndose al lado opuesto de la plaza, que era el del sol; allí lo pasó otra vez, y armándose para la muerte le tiró un volapié......"

J. Sánchez Lozano, en su Manual de Tauromaquia, escribe sobre esta cogida:

"El día 1º de Junio de 1857 en la antigua plaza del Puerto de Santa María un toro de don Joaquín de la Concha y Sierra, barroso oscuro, llamado Barrabás, al que debía estoquear Domínguez, le enganchó por la chupa en el momento de herir, y  á un derrote del cornúpeto, penetró, al diestro, el pitón por la parte inferior de la mandíbula, vaciándole el ojo derecho y causándole otras contusiones que pusieron en inminente riesgo la existencia del espada"

El mismo Sánchez Lozano, en el mismo libro, comenta brevemente el toreo de Manuel Domínguez:

"Domínguez, cuyos cortés y fino trato le ha captado las simpatías de los aficionados, pertenece a la llamada Escuela rondeña, y practica en toda su pureza las reglas de la misma, habiéndose distinguido siempre por su aplomo y sangre fría, y superando a todos los diestros modernos en la consumación de la suerte suprema del toreo"



José Velázquez y Sánchez (1826-1880), en su obra Anales del Torero, editada en Sevilla en 1868, escribe:



“(Pag 274)…………Manuel  Domínguez…………….Tipo raro en su esfera individual….y excéntrico sin pretenderlo en todos los lances de su vida………..En los albores de su inclinación a la lidia de reses bravas abrió el gobierno la famosa escuela de tauromaquia preservadora, bajo la dirección de Pedro Romero, Cándido y Antonio Ruiz, y Manuel obtuvo la plaza de alumno supernumerario…………..Su serenidad y su firmeza le valieron una atención marcadísima del héroe de Ronda y al advertir este el fruto de su enseñanza en aquella dispuesta criatura redobló sus asiduas lecciones, afinándole en las suertes con empeño tan escrupuloso que llegó a decir, viéndole sortear en todo el rigor clásico de sus reglas. – “Este muchacho no tiene desperdicio”- Cerrada la escuela y diseminados los alumnos, Domínguez salió en Sevilla de banderillero con Antonio Ruiz, y trabajó también incorporado a (Pag. 275) la cuadrilla de Juan León…………..En 1835 lidió de medio-espada con Juan León, y de resultas de un choque entre el genio dominante del maestro de Cúchares y la nativa independencia de nuestro héroe, juró el primero al segundo una hostilidad bastante peligrosa, procediendo de un hombre que era entonces la primera figura de la profesión torera. El disgusto de aquel suceso influyó poderosamente en que Domínguez aceptara en 1836 un contrato de siete meses y para veintiocho corridas en Montevideo, firmando en Cádiz la escritura con los empresarios americanos……………(Pag. 276)………En 1852, a la caída del dictador Rosas, se embarcó en la fragata Amalia, llegando al puerto de Cádiz el treinta de mayo…………..No podía ocultarse a Manuel la desmejora que sus facultades había experimentado en virtud de ejercicios tan opuestos entre sí……….pero la escuela reposada de Ronda requería menor movimiento que la bulliciosa de Sevilla, y a las continuas intimidaciones de Pedro Romero de – “para los pies, muchacho”-, el alumno había aprendido a sortear de cerca, viendo llegar a los bichos, dándoles salida con holgura y aplomo, y reservando las piernas para los recursos extremos. Visitó a Cúchares en su huerta de Villalón……..; pero Curro tuvo la mala ocurrencia de recibirlo fríamente, y como no sabía disimular sus impresiones y estaba acostumbrado además a decir lo que pensaba sin atenuaciones ni miramientos, le aconsejó que toreara por los pueblos, hiriendo así el amor propio de un hombre de los bríos y de la perseverancia de Domínguez……………(Pag. 277)…….La altiva resolución de nuestro hombre llegó al grado de rehusar en su cuadrilla a esos peones, acreditados por la eficacia de su ayuda en la brega a fin de que no pudiera decirse de él que traía gente que le servía de mucho; bastando más de una vez que un banderillero extraño le dirigiese la voz común de  -Ahora- para que hiciere correr el toro y le buscara en otra suerte, quizá menos propicia, con tal de no parecer que seguía la indicación de un subalterno………….Los que en el otoño de 1852 le vieron lidiar en Sevilla, asociado al espada Conde, extrañaron aquel tipo de la antigua escuela de Ronda, que carecía de representantes en nuestra época, y le encontraron admirable en cuanto a valor y destreza, pero frío en cotejo con la movilidad de los nuevos lidiadores y algo seco en el trasteo de las reses, al estilo de los Romeros. Verdad es que durante la ausencia de Domínguez se había modificado el toreo a la influencia poderosa de Paquilo, León, Cúchares y Redondo, y que el recién llegado de América desconocía las nuevas fases del ejercicio, tras de carecer de esa soltura en las suertes que solo mantiene la práctica; pero en 1853 parecía otro el nuevo espada, apenas pudo apreciar en sus colegas las evoluciones del arte en el transcurso de diez y siete años, y tan pronto como estudió en los públicos el gusto por la escuela de José Redondo, el más igual en irse a los toros y traérselos que ha existido después de la catástrofe del malogrado Curro Guillén. En el brillante período de la reaparición de nuestro hombre en los circos hispanos hasta la tragedia inolvidable del primero de Junio de 1857 en el coso del Puerto de Santa María, Manuel midió ventajosamente sus fuerzas con casi todos los matadores de nuestro país………….; prestando a una afición que iba decayendo la vitalidad más robusta; conteniendo con su táctica los manejos y arbitrios de un toreo, falsificador de las clásicas condiciones de esta lid; atrayendo la predilección de los aficionados hacia la verdad de la lucha entre la industria del hombre y los instintos de la fiera astada en su estado salvaje; llevando a Madrid y Aranjuez los recuerdos ilustres de los insignes Romeros de Ronda; singularizando en Portugal la lidia de pausa y garbo……; mostrando en Bayona su bravura y gentileza ante las Magestades, dignatarios y alta servidumbre del imperio francés; enlazando reses bravías en la dehesa de Tablada….en obsequio al rey viudo de Lusitania, D. Fernando de Coburgo; adquiriendo inmensa fama de animoso hasta la heroicidad y de sufrido hasta la indiferencia estoica, y elevando los públicos hasta la apoteosis sus testimonios de admiración a un hombre tan singular………………..En el período que parte de la horrible desgracia de 1857 en el Puerto de Santa María, con la pérdida del ojo derecho, y que comprende hasta 1864, Manuel Domínguez ofrece al estudio de los entendidos………un objeto de consideraciones particulares y dignas de quedar sentadas en (Pag. 278) esta obra para lección de los venideros………Un hombre de innegable competencia en el toreo y de autoridad irrecusable en la materia, José Antonio Calderón (el tuerto Capa), al saber que a los cincuenta y tres días del tremendo lance del Puerto lidió Manuel en Málaga un corrida de Concha y Sierra, con tanta felicidad como en sus días mejores, manifestó su asombro, confesando francamente que cuando él perdiera el ojo izquierdo anduvo dos años sin concierto ni tino…………..Ya tuerto y con los achaques de un vicio humoral, apoderado de las articulaciones de las piernas, hemos visto a Manuel trazar con la espada el pequeño círculo, en que esperó impávido a uno de esos toros de quienes decía Juan León que eran la ira de Dios en un pellejo; le aplaudimos el mirarle asombrados recibir a un bicho dándole las tablas y cubriéndole la querencia con alentada resolución; le contemplamos en 1858…..resistiendo a la altiva preponderancia de Antonio Sánchez (el Tato) en toda la potencia de la edad y de su toreo, y resucitando aquel entusiasmo indescriptible que desde la muerte de José Redondo solo Domínguez supo excitar en el público………….Acreditándose con testimonios de una deplorable frecuencia la entereza de ánimo del ilustre torero, y su incomparable resistencia a las curas más dolorosas………….Hasta en los lidiadores más dotados de enérgico temple se nota el fenómeno de acortarse sus ímpetus después de un encuentro aciago con la fieras, que es lo que llaman los aficionados sentirse a los golpes; pero en Manuel padecen casos de excepción las reglas comunes y los usos corrientes, y apenas restablecido de una herida o todavía no cicatrizada la última, se ostentaba más guapo y audaz con los toros.”


Y más adelante, en el mismo libro, encontramos este comentario:


"(Pag. 317).......Después de este hombre memorable (se refiere a José Redondo, el Chiclanero) no conocemos otro intervalo de fausto lucimiento del arte de Romero y Costillares que el período en que Manuel Domínguez, a su regreso de Buenos Aires, recordó a los aficionados antiguos el tipo del toreador en cuanto tiene de noble, esforzado y táctico; sin mistificaciones de su entidad, ni concesiones indebidas a los arbitrarios caprichos de una multitud ignorante"




José Sánchez de Neira (1823-1898), en su obra El toreo. Gran diccionario Tauromáquico, editada en Madrid en 1879, escribe:


Manuel Domíguez y Campos. Vamos a ocuparnos de un matador de toros acerca de cuyo mérito se suscitaron en sus buenos tiempos contiendas y disputas, casi siempre apasionadas………..Nació en Gelves (Sevilla) el año 1816………….Su padre falleció a los tres años y por consecuencia de esta desgracia, su madre y él tuvieron que estar atendidos a la bondad cariñosa de un hermano de aquélla, capellán de un convento, que hizo estudiar a su sobrino latinidad y filosofía……..Por pura precisión tomó Domínguez el oficio de sombrerero: gustábale más el de torero que la sujeción y mecanismo de aquél, y aprovechaba los días de fiesta para hacer sus ensayos en el arte a que tanta afición ha habido siempre en Sevilla……..Así continuó tres o cuatro años…………Sabido es que en 1830 se fundó en Sevilla la Escuela de Tauromaquia, bajo la dirección de los célebres maestros Romero y Cándido………Aspiró a una plaza de alumno en la misma Manuel Domínguez……..pero a pesar de sus buenas facultades, y hasta cierto punto de su celebridad como aficionado práctico, no pudo conseguir más que la de supernumerario……….Tanto adelantó en poco tiempo, lo mismo con la capa y con los palos que con la muleta y el estoque, que era la admiración de sus compañeros y una de las más legítimas esperanzas del toreo……….En cierta ocasión el gran maestro Pedro Romero, que pocas veces de equivocaba en sus juicios, exclamó entusiasmado: “Este muchacho no tiene desperdicio”…………..La escuela se cerró al poco tiempo, y Domínguez de ajustó primeramente de banderillero, y luego de medio espada en la cuadrilla de Juan León……..Riñó fuertemente con éste, no sabemos por qué causa……..Eran los dos de carácter altivo y vehemente, y no podían estar juntos………León, según dicen, juró a Domínguez para siempre una hostilidad decidida, y éste, resuelto a ganarse un nombre ventajoso en la lidia, acompañó desde entonces a diferentes plazas a Luis Rodríguez el Sombrerero………….Era esto en 1835, año durante el cual toreó de nuevo alguna vez con León, lo cual sirvió sólo para aumentar sus rencillas y concluir definitivamente hasta de saludarse………..La destreza y la inteligencia del ya célebre Francisco Montes…….tenía oscurecida la fama de los más acreditados diestros………Imposible era por tanto luchar con tal coloso, y Domínguez, que sabía muy bien lo que Montes valía, no lo intentó siquiera………Dirigióse, pues, en 1836 a la América con rumbo a Montevideo, ajustado con dos picadores y tres banderilleros, cuyo trabajo tuvo unánime aceptación…………A la mitad el tiempo que debía durar su contrata, estalló en aquel apartado territorio la guerra civil con todos sus horrores, y Domínguez tomó las armas en defensa de Orive, que fue derrotado……Pasó allí muchas más amarguras y sinsabores……….Se celebraron fiestas en Río de Janeiro en el año de 1840, con motivo de la coronación de don Pedro II…….Allá se dirigió Domínguez, y en presencia de aquella corte mató en cuatro corridas de toros  con una aceptación y tan gran éxito, que mereció justísimas ovaciones y notable recompensa; y ya con dinero…….se dirigió a la República Argentina con el fin de dar corridas de toros……….Desembarcó en Buenos Aires, donde no le permitieron ejercer su arte, contra lo que él esperaba………Domínguez se acordó de lo que era, y se hizo guajiro…..Su bravura y valentía, demostradas en mil lances, funestos para otros y gloriosos para él, el dieron entre aquella mala gente el nombre de el bravo señor Manuel, y desde que así se le conoció, en todas partes se le respetaba…………Domínguez, pues, desde el año de 1836 hasta el de 1852 fue militar de Orive en la República de Montevideo, torero en Río de Janeiro, guajiro en Buenos Aires, bravo con los bravos matones de aquella tierra, mayoral de negrada, cabecilla de gente de campo contra indios feroces, e industrial traficante……….Volvió a su patria, y tan luego como llegó a la ciudad de Sevilla, trató de ponerse de acuerdo con sus compañeros de profesión para trabajar en el lugar correspondiente………Visitó a Francisco Arjona Herrera (Cúchares), y éste le recibió mal, o por lo menos con poquísimo agrado, tal vez impresionado por la divergencia de opinión que hacía años tuvo Domínguez con Leoncillo, maestro de Cúchares, o otras causas que no se explicaron………Una circunstancia le favorecía indudablemente en aquella época, y es que por entonces no había ningún torero andaluz, ni llegarían a dos en toda España, que, practicando la excelente escuela de Ronda, torease parando, aplomado y recibiendo y conociéndolo así Domínguez, cuyas circunstancias especiales eran las más a propósito para imponerse, se dio a conocer en Sevilla en 1852 y 1853, y sus enemigos no pudieron menos de confesar que su toreo era clásico, pausado y exento de embrollos y tranquillas que disimulan el miedo en otros diestros…….Nosotros le vimos poco después en Madrid y en Aranjuez, y admiramos en él al valiente matador que, hecho un autómata, a pie quieto, citaba y recibía a los toros tan en corto, que por esto mismo se libraba en nuestro concepto de seguras cogidas, si un paso más hubiese habido de distancia de sus pies a los del toro…….Le criticamos entonces, como criticamos hoy a los modernos espadas, esos que llaman pases cambiados, y que no son más que un detestable remedo de los de pecho, sin ceñir y fuera de cacho, pero que en aquél podían disimularse algo porque su falta de ligereza y pesada corpulencia le impedían revolverse con prontitud……Notamos en él, sin duda también por falta de piernas, que no era eficaz en los quites, y que en las demás suertes que no fuesen la de recibir no pasaba de ser una cosa regular, creyendo que el exagerado tronío que a Castilla trajo desde la tierra de María Santísima le perjudicó más que le favoreció, porque Madrid no vio en Domínguez al torero que esperaba, sino a un estoqueador de primera fuerza en determinada suerte, que por lo mismo que es la suprema del toreo, y había y hay cada día menos que la ejecuten, se veía con más gusto…….Sea de ello lo que quiera, Domínguez, con justicia, formó entre los matadores de primera línea, sustituyendo para ciertas gentes, y en cuanto era posible, al inolvidable Chiclanero………Su fama creció, y los deseos de verle en todas las plazas menudearon, hasta que en 1857, en El Puerto de Santa María, un toro llamado Barrabás le hirió tan gravemente, que le arrancó o le echó fuera de su órbita el ojo derecho, peligrando su vida con tan tremenda cornada…….Sevilla y Madrid, especialmente, mostraron gran sentimiento por tan terrible suceso, hasta el punto de que, para calmar la ansiedad de los aficionados, se fijaron dos veces al día en el café de la Iberia de esta corte los telegramas que daban parte del estado del enfermo………..No le hizo esta desgracia perder valor, pero sí facultades, sin que sus alardes de arrojo supliesen ya su mermado poder, siendo esto causa de que sufriese continuamente desde entonces frecuentes cogidas, de que podría tener también la culpa una enfermedad que le entorpecía el movimiento de las piernas, y que tuvo necesidad de curarse……….Ha toreado hasta hoy con algunos intervalos; pero ya no le sirve saber, si su falta de agilidad es mayor cada día, y sus sesenta años largos de edad se la amenguan necesariamente……………Domínguez es persona de excelente y fino trato, cortés con los aficionados y altivo y preponderante con sus compañeros………..Siempre que de él se hable, ha de señalársele como un tipo de valiente, como uno de los mejores matadores de su época, y como persona de no escasa inteligencia en su arte y en las demás acciones de la vida social…………Hay quien dice que, a medida que han ido pasando años, su vanidad ha crecido y su altivez es ya orgullo………Si es así, bien puede disculpársele a un hombre de tan altas prendas.”


"Don Ventura", en el número 2 de la colección "Grana y oro", titulado "La Tauromaquia en el siglo XIX", escribe:





"(Pg. 63 y 64)…….Si la práctica del toreo consistiera solamente en parar, Manuel Domínguez habría sido una gran figura del toreo; pero como dicho arte no estriba en eso solamente, no fue dicho diestro lo que dice su panegirista, el escritor don Aurelio Ramírez Bernal. Su pesadez física le restaba agilidad, y por eso se mostró siempre torpón y poco hábil………….Nunca logró en Madrid ser torero de temporada completa, pues al presentarse en dicha plaza el 10 de octubre de 1853, para recibir la alternativa de manos de el Salamanquino, que le cedió la muerte del toro Balleno, retinto, de don Vicente Martínez, y en presencia de Cayetano Sanz y el Lavi, el público le puso la proa de golpe y porrazo, porque si bien apreció en él bravura innegable y excelente disposición para ejecutar la suerte de recibir –en la que hay que parar-, también advirtió su pesadez y torpeza, y la crítica se ensañó con él……….Su vida fue una ininterrumpida serie de rasgos llenos de serenidad; viejo y tuerto, toreaba dando pruebas de valor insuperable, y demostró siempre poseer una gran carácter y un gran corazón."


 

Según Cossío:

 "....el toreo le debe algunas suertes, como el farol, que él restauró, y el torear de rodillas; pero ello no nos pondría en la pista de lo más esencial de su arte, pues todo lo fue menos un torero adornado o innovador. Es fama que en sus andanzas americanas lo mismo enlazaba las reses con el lazo que les daba muerte en las estancias con el estoque. Pues bien, a la plaza no llevaba miras muy diferentes que de las que le preocuparan en tales faenas de campo.........Todos los cronistas contemporáneos destacan su gran arte en el toreo a la verónica. Creó que a él se debe el estilo de torear citando al toro no de frente, sino de perfil......Sin duda esta innovación daba, junto a su airosa y gallarda figura, una visualidad desacostumbrada a los lances. Por todo ello, su paso por la tauromaquia tiene verdadera importancia; pero el secreto auténtico de sus triunfos, su personalidad de hombre, le coloca en un rango aparte de la técnica y el arte, que sólo se ha de ver reproducido en un matador de su temple y de no inferior valor y personalidad: Ignacio Sánchez Mejías". 

Nestor Luján señala:

 "Manuel Domínguez es uno de los toreros de más significación dentro de la Fiesta. Su personalidad se halla rodeada de una intensidad novelesca de primera categoría; su modo de ser representa a la escuela rondeña que hemos visto a través de Pedro Romero, de Cándido, pasando por la manera felina de Montes, que es el diestro en el cual la escuela adquiere elocuencia; cobrando profundidad en Chiclanero, y remontándose hasta Manuel Domínguez, Desperdicios, que toma un matiz brusco y llameante, sin otra serenidad que la suprema de quebrar, de un modo rotundo y seco, a la fatalidad. Manuel Domínguez fue ejemplo de lo que se ha llamado torero macho: fue hombre de vida tempestuosa y de gesto aguerrido. Jugó siempre una carta en la vida y en la lidia, y ganó por sangre intensa. ....destacó por su descomunal valentía, con su audacia granítica, y, sobre todo, por la palpitante y honradísima manera de matar recibiendo, enterrando el estoque hasta el arriaz.....................Toreó hasta casi los sesenta años y no perdió jamás la dureza ni la emoción en el trance de la muerte de los toros.......................Con Domínguez se acaba la cadena de toreros secamente clásicos. A pesar de ello, inventó el farol y el torear de rodillas, y fue un excelente veroniqueador. Fue el primero que inyectó al toreo la belleza plástica de citar de perfil. En él se llevó la rotundidad de los Romero hasta la aspereza brutal"

Federico Alcázar, en su libro Tauromaquia moderna, publicado en 1936, escribe:


“Las suertes no se ejecutaban donde ahora, como ahora, ni se prodigaban tanto como ahora. Se ha hecho famoso aquel gesto que tuvo Manuel Domínguez una tarde en Sevilla ante Juan León: "Señó Juan, ¿no decía osté que no se pueden dar más que tres lances a la navarra seguíos a un toro? Pos, véame, que voy a darle cuatro a éste. Y se los dio, y el gesto ha adquirido la categoría de hazaña"

 
Fernando Claramunt, en su Historia gráfica de la Tauromaquia, escribe:

"Biografía romántica por excelencia......................Hijo de modestos labradores.....................Se inscribe en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, recién creada......................Su presencia no pasó inadvertida al gran maestro Pedro Romero. Desde el primer momento comentó: "Este muchacho no tinene desperdicio". Parece que de ahí viene el apodo que nunca quiso admitir Manuel. Capeaba con aplomo las reses más revoltosas. El maestro recomendaba siempre: "¡Para los pies! Entrápalo!" Manuel aprendió bien la lección..............Buen observador de las querencias supo dónde "pedía la muerte" cada toro y aprendió lo necesario en poco tiempo................................¿Espíritu aventurero? Es discutible que esa fuera la nota fundamental de su carácter.......................Cossío parece aceptar la historia de una riña seguida de homicidio en que, sin participar, se vio envuelto Manuel Domínguez; de ahí su viaje y larga estancia en América. Lo que no cabe dudar es que una vez embarcado, la vida del torero es una verdadera novela de aventuras........................En la primavera de 1852 logra volver a España...........................Se hace famoso por hacer compatible el toreo serio y sobrio con algunos adornos de su invención: el lance rodilla en tierra, el natural con la rodilla en tierra, y el farol con la capa. Un día volvió a su casa en Madrid desde la plaza diciendo: "Hoy he toreado por faroles". Suya es la invención del lance y el término para designarlo.....................En Manuel Dómínguez un amor propio excesivo le llevaba a realizar lo contrario de lo que sus banderilleros pudieran decirle con la mejor intención..................Cuando alguien le aconsejaba entrar a matar, bajaba la espada e iniciaba otra faena de muleta......................La carrera y la vida de Manuel Domínguez estuvieron a punto de terminar en el ruedo de El Puerto de Santa María el 1 de junio de 1857, tras una tremenda cogida por el toro Barrabás, de la ganadería de Concha y Sierra....................Increíble pareció a los aficionados verle reaparecer en el ruedo de Málaga a los cincuenta y tres días después de la gravísima cogida. Exigió que el ganado fuera también de Concha y Sierra y salió con el mismo vestido de torear que había usado en El Puerto de Santa María"

El mismo Fernando Claramut, en su libro La mirada del toreo, escribe:

"Fue Domínguez hombre de vida muy azarosa.....................Los escritores Velázquez y Sánchez, así como Carmena y Millán, lo ven como un valentón, cuya guapeza pendenciera le llevaba a protagonizar incidentes con las gentes del hampa, siempre con un puñal o una faca en la mano. Emigró para largos años a tierras americanas desde 1836 hasta 1852, llevando una vida novelesca en Brasil, Argentina y Uruguay. En 1840, invitado para torear cuatro corridas en Río de Janeiro con motivo de la coronación del emperador don Pedro, fue muy agasajado. De vuelta a España, Cúchares lo acogió fríamente y le aconsejó torear por los pueblos o hacerse banderillero. Domínguez sabía bien quién era: su amor propio de figura del toreo le empujó a una competencia en que, a la larga, ganaría la partida al mismísimo Cúchares...................Tuerto por una cornada y envejecido, pero juncal y majo, se mantuvo el señor Manuel Domínguez en los ruedos hasta después de cumplir los sesenta años. No le importaba, más bien le enorgullecía, que al verle hacer el paseíllo braceando tan marchoso le llamaran La Jaca Tuerta. Retirado a petición de amigos y admiradores que veían peligrar su vida en la arena, sobrevivió bastantes años a Cúchares, cuyos andares cada vez fueron menos retrecheros. Domínguez murió en su cama, en la casa sevillana en que vivía dignamente en la calle de Celinde, el 6 de abril de 1886. Entre los toreros que llevaron las cintas de su féretro iban El Tato, yerno de Cúchares, y Currito, el hijo de su antiguo rival"

Seguimos con Fernando Claramunt, en su obra Historia del Arte del Toreo:

"En la primavera de 1852 el señor Manuel logra volver a España y visita inmediatamente a "Cúchares", que le recibe con gran frialdad y le aconseja torear por los pueblos o hacerse banderillero. Sin embargo, no tarda en dar un baño a los toreros de la época, incluyendo uno al "Tato" en Cádiz. En 1853 se fama es extraodinaria en Andalucía. No triunfa del todo en Aranjuez a fines de esa temporada y deja caer una de sus frases: "Se me ha perdido la montera en Aranjuez y voy a buscarla en Madrid". En efecto, sorprende a los madrileños con ocasión de su alternativa de manos de "El Salamanquino", alternando con Cayetano Sanz y "Lavi". Toreaba más rondeño que sus propios maestros, sobrio, con pocos lances de su invención, como la verónica rodilla en tierra, el natural rodilla en tierra y el farol. Suya es también la denominación de la suerte. Volvió a su casa diciendo que "había toreado por faroles"...........La tarde de su tremenda y más grave cornada en que perdió el ojo y a punto estuvo de quedar sin vida, el cura se preparaba para darle la Extremaunción mientras la cuadrilla lloraba. Manuel dijo a todos: "Limpien ustedes esas espadas que aún no está consumada mi obra". Cincuenta y tres días después del percance volvió a torear en Málaga y pidió que fueran, como la otra vez, toros de Concha y Sierra. Vistió la misma ropa de torear y salió a estocada por toro. Se le vio trazar con la punta del estoque un círculo y dentro de él citar a recibir y matar con perfección inigualable. Antes, en los quites puso la montera en el testuz y se adornó con buen gusto y valor. No le gustaba que le llamaran "La Jaca Tuerta" por el parche de seda verde que le cubría la herida de la órbita, y, por suerte, gracias a sus triunfos, empezaba ya a ser conocido como el señor Manuel Domínguez.............Fueron discípulos suyos el cordobés Manuel Fuentes "Bocanegra" (víctima del toreo en Baza en 1889 cuando ya retirado inténtó ayudar a unos novilleros), y los hermanos Jacinto y José Machío, del sevillano barrio de San Bernardo. Retirado Domínguez, vivió con enorme dignidad hasta su muerte en 1886. En el solemne entierro, presidido por "El Tato", "El Gordito" y "Currito" Arjona, llevaron el féretro "Chicorro", "Cara Ancha", "El Marinero" y Manuel García "El Espartero".
Carlos Larra, más conocido como "Curro Meloja", en su obra Grandes maestros de la Tauromaquia, escribe:
“Manuel Domínguez Campos, “Desperdicios”. Era un mocetón de hercúleas fuerzas y de un valor frío que daba espanto. Por ello y por su torpeza de movimiento su toreo era reposado y serio, sin adornos y pinturerías, que no le iban por su poco “ángel”. Sin embargo, fue el inventor de ese lance de capa de ringorrango que se llama farol. Lo que le hizo destacarse en su tiempo y pasar a la posteridad fue su irreprochable manera de ejecutar la suerte de recibir…………Ya un hombre maduro, treinta y siete años, tomó la alternativa en Madrid el 10 de octubre de 1853………..No gustó su trabajo, aunque la docta afición reconoció su innegable valentía y buen estilo de matador, y Domínguez sólo actuó en la Corte 19 veces durante su larga vida de espada en activo…………..Los toros le castigaron muchísimo, pero Domínguez salía de cada percance con más valor aún……………..El hombre, tuerto, falto de facultades y cada vez más torpe de movimientos, por los años, siguió toreando hasta que fue sexagenario, dando siempre pruebas de su arrojo singular”



Robert Ryan en su libro El Toreo de capa escribe:



"La suerte del farol es atribuida a Manuel Domínguez, bien como su creador o bien por haberla instaurado definitivamente en el repertorio, aunque los anales del toreo recogen, en un quite de Montes, dos lances  "por cima de la cabeza", ejecutadas en la plaza de Sevilla en 1843.........., en una suerte que pudo, que debió, tener parecido con la del farol............Lo que es indudable es que a Manuel Domínguez debe esta suerte su nombre y renombre, que la tarde que la dio a conocer en Madrid deslumbró a aquella afición augusta..................Históricamente, la suerte del farol pone luz en la figura de Manuel Domínguez, en la calidad de su capa de torear, oscurecida por la bravía leyenda de un grueso valor cicatrizado, sobrehumano, tenebroso.................La luz de su suerte de farol cae sobre la verónica del señor Manuel, aquel lance excelente entre cuya ejecución intercalaba la suerte luminosa: la verónica de Manuel Domínguez, un lance diferente, no de frente al toro sino perfilado en un cite de lujo, bordado, posado en seda en el estudio madrileño del fotógrafo Juan Laurent.............Desde el ejemplo de Manuel Domínguez los maestros clásicos de la capa iluminarán con el farol el mejor toreo a la verónica"



"Al retirarse Cara Ancha se dijo que con él se iba el último resto de aquel toreo fino, serio y reposado, que tanto enaltecieron Cayetano Sanz y Manuel Domínguez.....................Manuel Domínguez, apreciado por su arte en la verónica y su creatividad en el farol, hacia el final de una larga vida de torero, en 1874, dio la alternativa a Cara Ancha, habiendo recibido, cuando mozo, la primera enseñanza en el arte del maestro del toreo dieciochesco Pedro Romero"



"La tradición señala a Manuel Domínguez como un precursor del toreo de rodillas, mas sin mencionar qué suertes ejecutaba en esa posición"





Los partidos van llevando
las cosas a tal extremo,
que por si vale más Cúchares
o es mejor el Chiclanero
la mejor tarde del año
vamos a tener un trueno.

Don Clarencio



"Cúchares cada vez va adelantando más, pues hace cosas increíbles....."

                                                                                                 Pedro Romero


"Sigue siendo el mismo Currito, no da importancia a lo que hace, juguetea con los bichos de trapío y de pujanza haciendo creer que son unos chotos"

                                                                                             Juan León


"innovador genial, alegre revolucionario, inspirado creador"

                                                     Jacques Frances


"De todas las suertes del toreo, la suerte más importante es que le no le coja a uno el toro"

                                                                                                                         Cúchares




“Para un buen banderillero hay siempre toro, esté como esté y en todas partes”
                                                                                                    Cúchares.


"Prepara el puchero, que aluego vuelvo"

                                              Cúchares a sus mujeres


"Aquí se muere de verdad y no de mentirijillas, como en el teatro"

                                                                        Cúchares al actor Julián Romea


"Brindo por , por la mujer de y por todos los vusitos"

                                         Brindis de Cúchares a Napoleón III


BÉTICA















"A  mi deme usted un sastre que esté veinte años cosiendo con una misma aguja y que no se pinche"

                                                                       Frase de Curro Cúchares



Francisco Arjona Herrera, Curro Cúchares, de familia torera (entre su parentela se encuentran diestros tan notables como Costillares y Curro Guillén), nació en Madrid el 20 de mayo de 1818 y fue bautizado en la parroquia de San Sebastián de la Villa y Corte. Sus padres se trasladan pronto a Sevilla, y puede asegurarse que su personalidad y sentimiento del toreo llevan la impronta sevillana al cien por cien. De hecho ha sido considerado por muchos como el prototipo de torero sevillano.

Su padre, el señor Manuel Arjona, trabajó en el matadero de Sevilla. Fallecido a edad temprana, dejó huérfano a Currito, que tenía entonces diez años de edad y se incorporó a las tareas del matadero inmediatamente, trabajando como peón.

En 1831, cuando se acababa de abrir la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, acudió la madre de Francisco Arjona, que era hermana de Curro Guillén, al asistente de Sevilla en solicitud de una plaza para su hijo, que le fue otorgada y que disfrutó hasta la extinción de dicho escuela en 1834.

En un oficio de 27 de enero de 1832, el asistente Arjona informa al ministro Ballesteros de la marcha de la Escuela y le dice: "El joven Francisco Arjona, Cúchares, en su corta edad es de los que más se distingue, habiendo matado ya con conocimiento varias reses que se han proporcionado y buscado arregladas a su edad y fuerzas, del cual pronostican bien los maestros, si no se desgracia por algún imprevisto accidente"

En el cartel de la corrida de la Maestranza a beneficio de la Asociación del Buen Pastor, anunciada para el día 26 de julio de 1833, se leía: "Para mayo diversión del público, después de muerto el cuarto toro se soltará un becerro eral que banderilleará y estoqueará Francisco Arjona, Cúchares, de edad de quince años, alumno de la Escuela de Tauromaquia de esta ciudad"

Fernando Claramunt, en su libro La mirada del torero, escribe:

"El joven Currito venía de familia torera. Su padre fue el banderillero Manuel Arjona Costuras. Se ha dicho que vendía cucharas de madera por las calles y por el pregón de su mercancía le pudo venir el apodo al hijo............Don Manuel, el rehiletero, no fue gran cosa en el toreo, pero estaba orgulloso de ser descendiente del famoso espada Joaquín Rodríguez Costillares. Por la rama materna era tío del joven Currito nada menos que el señor Curro Guillén"

"De ese modo se convirtió en un niño precoz, conocedor de todos los secretos de la lidia y muerte de reses bravas sin haber salido de la infancia...............Es posible que para Curro fuese un juego andar entre los toros, que lo fuese siempre. Los aficionados pensaron a menudo que el torero no se lo tomaba en serio y se divertía sin pensar en nada más........................En corrida formal que toreaba el famoso espada Juan León se anunció que, después de muerto el cuarto toro, se daría suelta a un eral, banderilleado y estoqueado por Francisco Arjona Cúchares, de la edad de quince años, alumno de la Escuela de Tauromaquia. No tardó en acompañar a Juan León por diversas plazas de Andalucía................Simpático, ingenioso, dotado de gran iniciativa, logró que su jefe le consintiera todo tipo de travesuras y además consiguió que le permitiese estoquear cada vez mayor número de toros en calidad de medio espada o de banderillero privilegiado"



 Debutó con público el 26 de julio de 1833. Acompañó al veterano Juan León desde 1833. Los demás miembros de la cuadrilla, de la categoría de su cuñado Juan Pastor o de Juan Yust, tenían celos del tratamiento que recibía "Currito" por Juan León.


"En 1835 -dice Velázquez y Sánchez- Currito era ya el benjamín del primer espada, y en aquella subordinada tropa de aventajados toreadores tenía fuero para obrar a su antojo, relajándose la disciplina en exclusivo favor de aquel diminuto y consentido banderillero, a quien Juan León seguía permitiéndole todo...........En 1836 habíase completado el desarrollo de la adolescencia del ahijado y discípulo de Juan León, marcando el tipo del torero de escasa estatura, pero ágil, desenvuelto, mañoso, oportuno, familiarizado con todos los incidentes de la lid y dueño de sí en los casos que requerían el repentino concurso del valor y la destreza. En aquella temporada le brindó a su maestro la muerte de muchos toros, y algunos de respeto por sus arranques intencionados o sus malignas defensas, desempeñando el Niño su aventurada comisión con extremada complacencia de los espectadores...................porque en él se veían la alianza de la intrepidez con la más completa seguridad de ánimo, las alternativas de la agilidad con el aplomo perfecto, las consecuencias de una enseñanza clásica y la feliz inspiración del privilegiado instinto, la gracia que hace al torero simpático a los ojos de la multitud y el mérito que le recomienda a la estimación de los inteligente"

El 27 de abril de 1840 alterna por primera vez como matador en Madrid, sin que hubiera propiamente cesión de trastos equivalente a la alternativa de hoy día. Pero era lo mismo.

En 1845 hace la temporada de Madrid en compañía de su maestro Juan León y el Chiclanero, y en esa misma fecha se origina la competencia entre Cúchares y el Chiclanero.

Muerto el Chiclanero en 1853, queda Cúchares como dueño absoluto del campo taurino.


Durante la década de los cuarenta fue uno de los primeros toreros del escalafón, muy apreciado por el público. Una lesión en la rodilla le impidió mantener el nivel y su rivalidad con su máximo oponente, Paquiro.

Escaso de liquidez, en 1868 acepta un contrato, al parecer muy ventajoso, para torear varias corridas en La Habana. Y a los pocos días de llegar a Cuba ocurre su muerte el 4 de diciembre de 1868 en La Habana, por haber enfermado del Vómito Negro (fiebre amarilla), precisamente cuando el público acudía a la plaza para verle torear. Uno de sus banderilleros le sigue a la tumba días después.


El historiador francés Bartolomé Bennassar, en su obra Historia de la Tauromaquia, escribe:

"Su carrera, muy dilatada, se prolongó por espacio de 28 años. Tan sólo en Madrid toreó 332 corridas mientras que el propio Paquiro no había toreado más que 187. El éxito de Cúchares se debe a su excepcional intuición ante los toros, la alegría de su toreo y la variedad se su repertorio de capa y muleta. Impuso los pases con la mano derecha, lo que constituyó una novedad -esta mano parecía reservada para la espada-, rematando a menudo sus series sobre dicha mano con pases de pecho. Los públicos le perdonaban sus frecuentes marrullerías, sobre todo a la hora de matar, debido a su popularidad (desprendido, tiraba de su bolsillo para ayudar a los más necesitados), con excepción de los partidarios de su adversario declarado, Chiclanero, que tachaban su toreo de ventajista y demagógico. A partir de 1845 este último mantuvo una encarnizada competencia con Cúchares, rivalidad que no cesó hasta la muerte del Chiclanero, consumido por la tuberculosis, en 1853..............Desde entonces, Cúchares, que ya no tiene un rival a su medida, recurre cada vez más a aliviarse con ventajas y marrullerías, aunque perfectamente consciente de lo que estaba haciendo: "El dinero que me dan es dinero robado".......................Cúchares abusaba de los zapatillazos, de los saltos de todo tipo, de sus ventajas a la hora de matar y de vulgaridades tales, como darle puntapiés al toro o acariciarle el testuz de broma con su zapatilla"





García de Bedoya escribe:

"Juzgado este diestro como matador de toros y como torero en general, no se necesita recomendar su destreza, pues es bien notoria de cuantos lo han visto en el redondel.......¿Qué es en Francisco Arjona la muleta? Un elemento de defensa, tan exacto como el que más, y un recurso de inmensa utilidad para arreglar a las reses, preparándolas a la muerte y colocándolas en su verdadera sazón para esta suerte......En el trasteo de las reses aparece Arjona inmejorable y a una altura inmensa......Cúchares es de los espadas que más consienten a los toros y por esa razón le presentan el sitio de la muerte con más confianza......Públicas son también otras especialidades de Arjona  relativamente a la suerte de vuelapiés, la cual prodiga con una consecuencia que explica por lo menos la demasiada confianza con que la ejecuta......Acúsasele a Cúchares de que sus estocadas son de una sola manera......Se le acusa asimismo a Arjona Guillén de prodigar otra de las suertes que le son muy favoritas, cual es la de descabellar......Es sin disputa una suerte de mérito, porque para practicarla sin un inminente riesgo es indispensable toda la seguridad que Francisco Arjona tiene de acertar: por ello nos merece esta suerte la mayor consideración y le damos la importancia que en nuestro concepto tiene"



En el folleto titulado Plaza de Toros de Madrid o Semblanzas de los toreros escriturados en 1845, leemos:

"Arjona, Cúchares: admirable y asombroso atronador, matador de tronío y torero tronado. Salta, brinca, corre, capea, banderillea, mata, descabella, adorna, saluda y zapatillea a los toros. No se ha hecho ni se puede hacer más malo o bueno, porque unos aplauden y otros silban.......Joven, con facultades, no es desgarbado, ni con buen cuerpo; sobrado de voluntad y fortuna, es tan celoso de su reputación en la plaza, que por no sufrir que otro se luzca a su vera hasta tirará el capote a la cabeza de la res o le dejará enredado en las astas"




Fernando Claramunt, en su libro La mirada del torero, escribe:



"Currito Arjona se había presentado al público de Madrid por primera vez el 27 de abril de 1840 frente a reses de Veragua y de doña Manuela de la Dehesa. No hubo, sin embargo, cesión de trastos como en las ceremonias actuales de alternativa. Se inició a partir de esa fecha una fuerte competencia con José Redondo El Chiclanero. Los dos llegaron a intentar estoquear a la vez el mismo toro, con gran escándalo del público y zozobra del presidente de la corrida. Los partidarios de uno y otro espada se profesaron gran encono. El de Chiclana era mejor estoqueador, siendo su forma de torear más sobria. Curro Cúchares era un prodigio en cuanto a los adornos, desplantes, improvisaciones y gracias delante del toro, tanto con la capa como con la muleta. Fue el primero en alargar las faenas y en prodigar los pases con ella en la mano derecha. Decía que para alegrar la función y la alegraba en provincias, ante públicos poco exigentes. En Madrid y Sevilla miraban los aficionados con recelo lo que parecían triquiñuelas de un diestro más bullidor que profundo, más divertido que ortodoxo con las enseñanzas de Pedro Romero. Al llegar el momento de la verdad solía echarlo todo a perder. Por otro lado, en contraste con la pureza taurómaca de su rival, Curro era del todo anárquico e independiente respecto de las normas tradicionales del toreo"



"Conviene valorar a Cúchares por la importancia de sus enemigos. No se llegó a medir de tú a tú apenas con el coloso Francisco Montes Paquiro porque cuando Arjona llega a su cenit, Montes se halla en franco declive, a punto de apartarse de la profesión. Compitió, y muy a fondo, con el discípulo de Montes apodado El Chiclanero"



El escritor Bruno del Amo lo cuenta de este modo:



"Curro Arjona no se pareció a nadie; perdió el respeto a Ronda y a Sevilla, hizo chafaldita, tártago y burleta de Romero y Cándido, y demostró hasta la saciedad que no hay escuelas que valgan cuando se trata de burlar las inciertas acometidas de un toro"



En una publicación de 1846 se lee:



"Cúchares, demasiado pendiente de la galería y del público de sol (gente de-bota) y del público de sombra (gente de-bata). Los adornos, galleos, lances a la navarra y toda la vistosidad de su capa era, para sus adversarios, un conjunto de monerías"









Fernando Claramunt, en su libro La mirada del torero, escribe:



"Se da la circunstancia de que ha terminado la vida de Cúchares de modo muy parecido a la de su rival El Chiclanero. Los dos entregan su alma a Dios en tarde de toros, con la gente camino de la plaza para verles torear. En La Habana la expectación para aplaudir al más renombrado torero de España era inmensa. La empresa pretendió negar la evidencia. Tardaba en empezar la corrida y, para evitar el escándalo, se inició el paseíllo con el modesto José Machío como único matador al frente de las cuadrillas. Pero el temido escándalo se produjo y la corrida en que debía presentarse Curro Cúchares se suspendió"





Dominador del estoque, su técnica con la muleta y su toreo con la mano derecha dieron a su toreo el sobrenombre del "arte de Cúchares", en la actualidad reconocido en la lengua española como el arte de torear.



De Cúchares es este "iconoclasta" comentario, muy en línea con su manera de ser: "¿Las Tauromaquias de Illo y Montes.......? ¡Bah! Esas son historias"



Hay una anécdota que dice mucho del ingenio y de la seguridad en sí mismo, de Cúchares:  Cuando se entera de las relaciones que su hija Salud mantenía con el torero Antonio Sánchez, El Tato, le dice: "Hija, no creas que todos los toreros son como tu padre. Cuando digo que vuelvo, es que vuelvo. Los demás suelen volver por carta o por alambre"



Otra anécdota, de tan conocida, atribuida a matadores posteriores, que resalta la "chispa" de Cúchares es la siguiente. El famoso actor Julián Romea, que protagonizaba con enorme éxito La muerte civil en la escena madrileña, se dedicó a increpar al maestro desde el tendido..........Cúchares se acercó a su localidad y le dedicó la muerte de su segundo toro, con el siguiente brindis: "Le brindo a usted este toro, para que vea que aquí, en el ruedo, uno puede morirse de verdad. Y no de mentirijillas, como hace usted cada tarde en el escenario"







Pedro Romero comenta: "Cúchares cada vez va adelantando más, pues hace cosas increíbles....."



Juan León dijo de él: "Ahí está ese mozo que torea por darse gusto a sí mismo, sin considerar que lo están viendo..........sin darse la importancia que debe y puede........Juguetea con los bichos de trapío y pujanza y siempre es Currito, queriendo torear por diversión, y de todos modos........"



José Vázquez y Sánchez escribe: "Cúchares cita con valor y garbo dando los pases más nuevos y extraños"



Antonio Peña y Goñi escribe: "El Curro echó las bases de la degeneración según unos, de la transformación según otros, del toreo actual"


Fernando García de Bedoya (1802-1860), en su libro Historia del Toreo, editado en Madrid en 1850, escribe:



“Francisco Arjona Guillén (Cúchares)……………………..(Pag. 482)…….Francisco Arjona Guillén, es un hombre simpático, y lo fue desde bien pequeño; y por esta circunstancia siempre se creyeron de él grandes adelantos en la profesión que se eligiera, la cual por la razón que se desprende del ejercicio de casi toda su familia, debía ser la de lidiador……………(Pag. 483)……….La familia de Francisco Arjona Guillén, perteneció en su mayor parte al ejercicio de la lidia………………Desde sus primeros años ya denotaba una decidida afición al toreo……………(Pag. 485)……..Solicitó su madre una plaza para su hijo en la calidad de alumno de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, y como le fuese concedida, presentose el nuevo diestro a recibir lecciones, bajo la dirección y maestría de Pedro Romero y Gerónimo José Cándido……………..Francisco Arjona Guillén (conocido por Cúchares), era el alumno más favorecido y considerado de cuantos existían en la escuela de tauromaquia…………..(Pag. 486)……….Cerrada la escuela, Juan León lo llevó a su lado como banderillero………………….Bien pronto Francisco Arjona figuró como segundo de su perfeccionador y maestro Juan León……………(Pag. 487)…….En el año de 1838, ya vimos a Arjona toreando y matando toros en un corto número de funciones que se dieron……….en la ciudad de Cádiz………..En iguales términos practicó Arjona al siguiente año otras cuantas salidas, por diferentes puntos de España…………………Podría contar Arjona Guillén…….la edad de veinte y dos años lo más, y la reputación que se había conquistado era tal, que lo hacían alternar con los más afamados lidiadores de aquella época. Una cosa se observaba sin embargo en el método más favorito de Cúchares, y era  que no copiaba nada de lo que veía practicar a sus contemporáneos, si se exceptúa al célebre Juan León………………..(Pag. 489)………………..A Francisco Arjona Guillén, puede considerarse bajo dos distintos aspectos: primero, como hombre de destreza y habilidad; segundo, como de método y arte……………Juzgado este diestro como matador de toros, y como torero en general, no se necesita recomendar su destreza, pues bien notoria de cuantos lo han visto en el redondel……………Cúchares es aventajado en habilidad y digno de figurar en un término privilegiado. Pero considerémoslo como lidiador de arte, y procuremos averiguar sus perfecciones y sus defectos. ¿Qué es en Francisco Arjona la muleta? Un elemento de defensa, tan exacto como el que más, y  un recurso de inmensa utilidad para arreglar a las reses (Pag. 490) preparándolas a la muerte y colocándolas en su verdadera sazón para esta suerte. ¿Y este elemento constituye mucha defensa en el diestro de quien tratamos?...........Francisco Arjona es superior a sí mismo y a su inteligencia de arte con este mueble en la mano, que por instinto aplica como recurso, a cuantos lances peligrosos se le presentan…………En el trasteo de las reses aparece Arjona inmejorable y a una altura inmensa; así continua ostentando su fuerza de arte hasta el momento de liar. Alguna variación se nota entonces en el diestro cuyo juicio crítico describimos: no está en este caso tan perfecto, pero siempre perfectamente colocado; y aun puede disculparse esta circunstancia si se atiende a su escasa talla. Llámanle algunos a este lidiador, matador de toros de sorpresa, y en esto descúbrese una equivocación que tiene su origen en la misma maestría y  perfección que se le nota en el primer período de la suerte de matar: no obstante, diremos en honor a la justicia, que Cúchares es de los espadas que más consiente a los toros, y por esa razón le presentan el sitio de la muerte con más confianza…………..Públicas son también otras especialidades de Arjona relativamente a las suertes de vuelapies, la cual prodiga con una consecuencia que explica por lo menos la demasiada confianza con que la ejecuta……………….Reconocido es de todos el mérito que Francisco Arjona posee con la muleta, el cual tiene ciertamente una especialidad acomodada a sus facultades, pero de un inmenso provecho, que alcanza a conocer hasta el más (Pag. 491) consumado profano al arte; también es público su método en el trasteo, que no es como se asegura de sui generi, pues ya hemos notado la misma particularidad en Juan León……………….No puede acusarse a Francisco Arjona de hombre afortunado sólo, sino de diestro de defensa, y de consumada habilidad para preparar las reses a la muerte. Ahora bien: acúsasele a Cúchares de que sus estocadas son de una sola manera, es decir, dadas en su mayor parte en la suerte de vuelapies…………..Nosotros diremos que si bien adopta esta suerte para estoquear, ¿aparece en ella más inferior de lo que su buen crédito lo eleva? No; de este modo rivaliza con cuantos matadores de toros existen, porque en esta suerte está a la altura de la reputación que ha sabido adquirirse…………….¿qué se nos contestará de este distinguido diestro cuando se le vea trabajar con un toro de condición celoso, y se le examine en los cambios en la cabeza que con tanta frecuencia da a toda res, sea cualquiera su condición? Muchas veces le homos admirado en estas suertes que ejecuta a la perfección: pero no es tampoco aquí donde Francisco Arjona Guillén demuestra todos sus recursos de defensa; donde los ostenta con satisfacción de los que lo ven trabajar es en toda ocasión que se le presenta una res pinchada, digámoslo así, y  que aconchada a los tableros se defiende a su vez del diestro que le ataca. En estos momentos presenta Cúchares un espectáculo interesante, y adictos y no afectos se precipitan a aplaudirle, sin que obre otra causa en ellos más que la que produce la satisfacción que se experimenta en la vista de la lucha. Se le acusa asimismo a Arjona Guillén de prodigar otra de las suertes que le son muy favoritas, cual es la de descabellar (Pag. 492), pero a fuer de justos e imparciales, debemos confesar la injusticia que para ello existe: a las reses que no dan juego para ninguna suerte, y que lejos de ello pueden en su último período de lidiar, originar una desgracia, parece hasta necesario el descabellado: en otras más vigorosas aun y con casi toda su agilidad, es sin disputa una suerte de mérito, porque para practicarla sin un eminente riesgo, es indispensable toda la seguridad que Francisco Arjona tiene de acertar: por ello nos merece esta suerte la mayor consideración y le damos la importancia que en nuestro concepto tiene………………Concretándonos ahora al hombre, ¿qué diremos de Arjona Guillén?.......es humano, caritativo, honrado, buen amigo y agradecido………………..(Pag. 493)……..Cúchares…......, es una especialidad, y por consecuencia llamado a enseñar a los que bajo su protección se acojan………….No están otros tan autorizados como él, para emplear sus conocimientos en obsequio a los que a este ejercicio se dediquen."

En el mismo libro encontramos el siguiente párrafo:

"Francisco Arjona Guillén, es un lidiador de arte, con una regularización acomodada a sus facultades, pero además es un torero de inteligencia que sabe aumentar o disminuir los (Pag. 185) recursos con proporción a lo que exige la res con quien debe habérselas; ¿y no podrá negarse que Cúchares gusta más al público cuando sostiene una lucha de potencia a potencia, o mejor dicho, cuando la res se defiende, y él, al propio tiempo procura destruirla? No; en estos casos es cuando debe vérsele y observarle con detenimiento. Los pases de muleta, lo defendido que se halla con este recurso creado por el arte, ¿no es también otro poderoso elemento del diestro de quien tratamos? Este es el mérito de Arjona"



Fernando  García de Bedoya, en su Historia del toreo,  se refiere al cambio en la cabeza en un párrafo dedicado a Cúchares:

"Francisco Arjona posee con la muleta..................(un) método en el trasteo, pues ya hemos notado la misma particularidad en Juan León.........., en los cambios en la cabeza que con tanta frecuencia da a toda res, sea cualquiera su condición"

Como Bedoya, Velázquez y Sánchez también señala el cambio como fundamental al trasteo de Cúchares, destacando de él una manera de citar, más su inventiva al ejecutar pases nuevos y extraños:

"..............del repertorio de vistosos cambios que forman su escuela........."


José Velázquez y Sánchez (1826-1880), en su obra Anales del Toreo, editada en Sevilla en 1868, escribe:

“(Pag. 234)……..Cúchares por ambas líneas, paterna y materna, estaba advocado a su ejercicio por ley de raza; siendo los Arjonas toreros de padres a hijos y los Herreras diestros de fama consecutivamente desde la época de Costillares. Nacido en la villa de Madrid en veinte de Mayo de 1818…..l…nuestro héroe…….representaba al toreo de Sevilla en todos los circos de España………..Criado desde su niñez en el matadero de la metrópoli de Andalucía, donde su padre, Arjona (Costura), tenía la repartición de carnes a las carnicerías mayores, quedó huérfano a los diez años, y continuó asistiendo a la casa de matanza…………..A la instalaciópn de la Real Escuela sevillana de tauromaquia….la viuda de Arjona, hermana del inolvidable Curro Guillén, se presentó con su hijo al señor Asistente, Don José Manuel de Arjona, interesándole en el patrocinio de aquel nieto, hijo y sobrino de primeros espadas……y Currito no solo obtuvo plaza de alumno pensionado, sino que la primera autoridad política de Andalucía lo recomendó encarecidamente a los profesores de la escuela, Pedro Romero y Gerónimo José Cándido……..Listo en la briega, sin pizca de aprehensión en los lances y de recortada y graciosa figura……….(Pag. 235)……..Ya en 1833 se anunció en los carteles y papeletas y para la corrida de toros del viernes 26 de Julio, lo siguiente, en nota adicional a el orden común del espectáculo:

-“Para mayor diversión del público, después de muerto el cuarto toro, se soltará un becerro eral, que banderilleará y estoqueará Francisco Arjona (Cúchares), de edad de quince años, alumno de la escuela de tauromaquia de esta Ciudad”- El rapaz salió con suma brillantez de aquella prueba………….Juan León en 1834 llevó al niño a varias plazas andaluzas y extremeñas……….En 1835 ya Currito era el Benjamín del primer espada………y tenía fuero para obrar a su antojo; relajándose la disciplina en exclusivo favor de aquel diminuto y consentido banderillero, a quien Juan León seguía permitiéndole todo, porque los públicos todo se lo celebraban, como un arrojo, una gracia o un prurito de complacerlos……….En 1836 habíase completado el desarrollo de la adolescencia en el ahijado y discípulo de Juan León, marcando el tipo del torero de escasa estatura, pero ágil, desenvuelto, mañoso, oportuno, familiarizado con todos los incidentes de la lid y dueño de sí en los casos que requerían el repentino recurso del valor y la destreza…………..(Pag. 236)……….Cuando en 1845 hizo temporada en Madrid con León y José Redondo, tocaba Cúchares al apogeo de su celebridad……y descollaba como Ulises por su valor sereno y su maravillosa astucia…….En él veían la alianza de la intrepidez con la más completa seguridad de ánimo, las alternativas de la agilidad con el aplomo perfecto, las consecuencias de una enseñanza clásica y la feliz inspiración del privilegiado instinto, la gracia que hace al toreo simpático a los ojos de la multitud y el mérito que le recomienda a la estimación de los inteligentes …….En 1849 estaba (Pag. 237) en toda la plenitud de sus facultades………Galleaba ceñido y corto, como el arte previene; en los quites, cuarteos y lances de capa, no figuraba consumar lo que realmente no había ejecutado; su trasteo de muleta no era solo un elemento defensivo, sino que arreglaba prodigiosamente a los toros para el trance que pedían su condición y circunstancias, y según las ocasiones lo indicaban alternativamente, se iba a las fieras o las aguardaba, hiriendo con resolución, brío y acierto en una y otra de ambas situaciones. En punto a caracteres sobresalientes de su toreo, Arjona Guillén tenía cuatro que bastaban para levantarle el nivel de las eminentes figuras de su profesión: una inteligencia admirable en las condiciones, querencias, resabios, juego particular y tendencias marcadas de las reses, por regiones, zonas, ganaderías y pastos; la originalidad de su engaño que traía a jurisdicción a los brutos hasta cuando huían de ella burlando un lance o se entraban al bulto, consentidos en la cogida del impávido diestro; ingeniosa travesura con los toros más bravos y pujantes, y preferencia por los de estampa, libras y de más respeto; porque solía decir –que los mayores para los mejores: -una habilidad portentosa en dar la puntilla a los animales más enteros cuando no se prestaban a los lances de la muleta, apurados en las suertes anteriores o aburridos por flaqueza de su índole; y por cierto que se le criticaba una operación, en que era único entre sus contemporáneos, y que los antiguos, mucho más entendidos en esto, aplaudían a Curro Guillén como una de sus particularidades más acreedoras a la pública estimación…………………Si ahora, y en nombre de la imparcialidad crítica, se trata de exigirme que especificadas las excelencias en el toreo de nuestro personaje, haga notar asimismo sus principales defectos………invocaré un testimonio de tanta autoridad y prestigio como el dictamen de Juan León……..En uno de los raptos de su brusca e inconsiderada franqueza, Juan León me dijo, señalando a su ahijado: “Ahí tiene usted a ese mozo que continúa toreando para darse gusto a sí mismo, sin considerar que lo están viendo quien lo aprecia y quien lo aborrece. En lugar de darse la importancia que debe y puede como espada y como torero, juguetea con los bichos de trapío y de pujanza, haciendo creer que son unos chotos. En vez de mandar a su cuadrilla como jefe, permite que hasta los mozos de plaza le digan –“Curro, ponte allí”- o –“Curro, quítate de ahí”-. Todavía no ha aprendido a disimular en el redondel cuando le incomodan los aplausos a otros, ni cuando los procura para si; entregando las mejores cartas al contrario a fuerza de temeridades y necias porfías. Por ese hombre ni pasa el tiempo ni roza la experiencia, y siempre es Currito, queriendo torear reses por diversión, y de todos modos, y en todas partes; sin mirar que lo que cuadra al banderillero joven (Pag. 238) desdice del matador formal, y el amigo lo extraña, el indiferente lo censura, y el enemigo lo pondera………..Arjona Guillén volvió de Portugal en el invierno de 1850, resentido gravemente de una relajación en los músculos tensores de la rodilla derecha………En 1853, y por la sentida y lastimosa pérdida del Chiclanero, quedó reconocido nuestro héroe por jefe de la tauromquia española, otorgándosele el título de maestro por toda la afición……(Pag. 240)…….La lesión muscular de Cúchares, de que se resintió visiblemente en 1850……..fue tan efectiva y tan grave que haciéndole perder la antigua y plena confianza en sus fuerzas, le sugirió organizar sus recursos en defensas artificiosas, que producían un toreo de ventaja, pródigo en astucias y en sorpresas que en rigor eludían el juego natural y procedente de los lances………Por lo común entendía preferible bregar con ahínco, alegrando la función, como solía decir………y despachar las reses a su sabor y acomodo más que en relación a lo que pedían las circunstancias de la lucha o conviniera a su lucimiento en las suertes……….Poblaciones de nuestra península menos peritas y no enseñadas por un orden consecutivo de espectáculos, simpatizaban vivamente con aquel torero tan jovial, tan bullidor, tan desenvuelto con las fieras, tan vistoso en los pases, cambios y juguetes de muleta, y dueño de la vida de los brutos en todas partes……….En una revista de la corrida del cuatro de Mayo de 1857 en la plaza de Madrid el crítico del acreditado periódico Las Novedades hacia severos y fundado cargos a Curro por el sistema de bulla y trampas, con que había ido paulatinamente modificando su escuela de toreo, franca y definida, como la aprendiera de Romero y Cándido, embelleciéndola con las felices invenciones de Juan León………..Calculando el enorme guarismo de reses bravas que sucumbieron al rigor de su armada diestra en tantos años de profesión es como se comprende y se admira lo reducido del cómputo de sus accidentes, y la corta entidad de los mismos; echándose de ver que desde la relajación de la pierna en Portugal menudearon los siniestros, que antes, y en el lleno de sus facultades en el ejercicio, apenas merecieron la calificación de percances…………(Pag. 242)……Carecía de la atracción simpática de José Delgado, Hillo, del tipo bizarro y romancesco de Curro Guillén y de las raras prendas de carácter de Francisco Montes. En los Anales de la tauromaquia hispana………Cúchares tiene un lugar que nadie le disputa……y el cuatro de Diciembre de 1868 será un triste y pesaroso recuerdo en la Península y una doliente efeméride en la Antilla española, que posee los mortales despojos de aquel hombre extraordinario.


Y más adelante, en el mismo libro, encontramos el siguiente comentario, bastante crítico con el toreo de Cúchares por cierto:



"(Pag. 317)……Verdad es que Francisco Arjona ha sido el diestro más popular de nuestra época; pero en la historia del toreo aparece responsable de su degeneración lastimosa, en cuanto se preciaba de buscar recursos para facilitar las suertes, descartándolas de sus condiciones virtuales, para conservar las apariencias, con menos realidad del trabajo. El capeo por detrás del célebre Hillo, el galleo audaz de Costillares, y los finos recortes de Guillén, fueron deplorablemente falsificados por Cúchares; una gran parte de sus jugueteos con los toros venían a reducirse en puridad a correr delante de la cabeza, como gráficamente decía Juan León."




José Sánchez de Neira (1823-1898), en su libro El toreo. Gran diccionario Tauromáquico, editado en Madrid en 1879, escribe:


“Francisco Arjona Herrera, a quien en Sevilla dieron el sobrenombre de Cúchares, no sabemos por qué causa, nació en Madrid el día 19 de mayo de 1818…………….Dieron el ser a nuestro torero Manuel Arjona (Costuras) y María Herrera, sobrina del famoso Francisco Herrera Rodríguez………….Durante mucho tiempo de su vida taurómaca, en todos los carteles se le llamó Arjona Guillen, imitando en esto a su tío Herrera Rodríguez, que fue conocido por Curro Guillén, no teniendo tampoco este apellido……….Era pues, Curro Cúchares, un madrileño que en los primeros años de su vida fue llevado a Sevilla, donde sus padres se establecieron…….Hijo de torero, sobrino de celebridad taurómaca, emparentando por todos cuatro costados con gente del arte, y viendo siempre torear, Arjona Herrera no podía ni debía se otra cosa que torero……..Desde muy pequeño, desde niño, jugaba ya con becerras bravas en el matadero……..A los doce años de edad entró como alumno en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, y su valor y destreza cautivaron muy pronto el ánimo de sus maestros, y luego especialmente del inteligente Juan León, que le tomó, digámoslo así, bajo su patrocinio y le hizo matar en público un becerro a la edad de quince años……..A los diecisiete ya figuraba como bravo banderillero de la cuadrilla de León, y al año siguiente mató, por cesión de aquél, algunos toros de todas condiciones, con lo cual se fue perfeccionando cada vez más y ejercitaba su prodigiosa agilidad………En el año  de 1838 Juan León quiso de Arjona torease con el notable Yust, y le recomendó para que éste le llevase a Andalucía y a otras provincias de España………..Hubo necesidad de juzgar al novel matador en la Corte, pues los aficionados estaban impacientes por ver si la fama que le dieron en provincias era justa y merecida…………..Se presentó por primera vez en la arena de la puerta de Alcalá el año de 1840, alternando con Juan Pastor el Barbero………..Desde luego se vio en él un hombre desenvuelto como pocos alrededor de los toros, activo y eficaz en los quites……….Mucho prometía ser en su difícil carrera; y aunque en la muerte de los toros dejó algo que desear, advirtióse en él inteligencia y un manejo especial de la muleta, que a muchos desagradó, pero que todos concedieron era en defensa…………..Desde entonces sus progresos fueron marcadísimos…………Volvió a Madrid en 1845, alternando con su maestro Juan León y con el inolvidable José Redondo el Chiclanero……Sin embargo de los esfuerzos que hizo, no pudo vencer en la lidia al que llama un escritor sevillano “el Aquiles de su profesión y el antagonista más temible de cuantos han disputado el terreno al digno y singular sobrino de Curro Guillén”……..Los aficionados inteligentes, aquellos que saben lo que es el toreo de verdad, se decidieron por el concienzudo Chiclanero, que no llevaba más de siete años de torero y ya era un maestro………El vulgo, la gente menos entendida, a quienes en las plazas les gusta ver a un torero hacer monadas con las reses, aplaudían indudablemente más a Cúchares, porque éste era juguetón, mañoso y divertido; pero no tenía el voto de los entusiastas por la buena escuela………….Nos vamos a permitir copiar aquí el primer párrafo de la semblanza de este diestro que escribió en el mismo año de 1845, uno de los aficionados más inteligentes de España, de quien Montes decía que había aprendido algo: “ARJONA (CÚCHARES).- Admirable y asombroso atronador, matador de tronío, y torero atronado. Salta, brinca, corre, capea, banderillea, mata, descabella, adora, saluda y zapatillea a los toros. No se ha hecho ni puede hacerse más, malo o bueno, porque unos aplauden y otros silban. A saber la razón donde está……..Joven con facultades, no es desgarbado, ni con buen cuerpo, sobrado de voluntad y fortuna, y tan celoso de su reputación en la plaza, que por no sufrir que otro se luzca a su vera, hasta tirará el capote a la cabeza de la res, o le dejará enredado de las astas”……………Este es el verdadero retrato de Cúchares en aquellos tiempos; a lo cual añadiremos que ni entonces, ni mucho menos después, ha podido nadie marcar escuela determinada a este diestro………Es verdad que en algunos lances imitaba y aun seguía los principios de la sevillana, o sea la lidia que llaman movida, y nosotros decimos de lances libres de cacho, valiéndonos del tecnicismo taurómaco; pero la mayor parte de las veces hasta 1852, y luego, siempre la desfiguró por completo, apelando al sistema de matar de trampita o al revuelo, como decían los medianamente entendidos……..Esto era tanto más de extrañar cuanto que Curro Cúchares era conocedor como el que más de los instintos y condiciones de las reses, y tenia una muleta, que manejaba tan diestramente para consentir a los toros y taparse, que muchos en algunos lances hubiera envidiado, aunque no fuese todo lo limpia y arreglada al arte que las reglas del mismo enseñan…….Curro Cúchares, pues, tenía un toreo especial, peculiar suyo, que como no se fundaba en ningún precepto y él no sabía explicar, era imposible transmitirlo a nadie……….Sabiendo siempre lo que hacía, han creído muchos que su celo por que en el redondel ningún lidiador se llevase más palmas que él era envidia……….No lo creemos así en absoluto. Curro era de poca inteligencia, pero honrado y bueno…….Su carácter reservado y voluntarioso le inclinaba muchas veces a faltar, tal vez contra su voluntad, a sus mejores amigos…….Y se conocía que no era precisamente con intención determinada, sino porque de pronto y sin pensarlo, y mucho menos reflexionarlo, decía o ejecutaba lo que en el acto le parecía, en cualquier asunto, trance o negocio que como torero y como particular se le presentaron…….Algunos perjuicios en sus intereses le originó esta conducta……Efecto de este mismo carácter, era indudablemente en muchas ocasiones muy predispuesto para no seguir consejos de nadie………Continuó Cúchares recogiendo lauros en toda España, trabajó con gran aceptación en Francia y especialmente en Portugal, y a él se debe el haber dado a conocer a los españoles el toreo especial de los pegadores y caballeros portugueses, puesto que hizo viniera a Madrid y a otras plazas de Reino el famoso empresario lusitano Alegría con una buena cuadrilla………También él importó los toros portugueses…………..En el año de 1851 ocurrió en Madrid un hecho que pudo tener fatales consecuencias……..Estaba contratado de primer espada, con exclusión de otro, el célebre Chiclanero, y aprovechando la empresa la llegada a la Corte de Curro Cúchares de paso para otras plazas, le comprometió, con ruegos de muchos aficionados, a trabajar una corrida, lo cual anunció así al público el mismo día de la función…….Antes de empezar ésta, Redondo subió a la presidencia y manifestó al difunto duque de Veragua, que la desempeñaba, que él creía deber matar al primer toro, porque en su escritura constaba que en aquel año sería el único espada, a lo cual asintió aquel señor; pero sabiendo esto Cúchares, subió también e hizo presente su antigüedad y sus derechos para no perderla, y aquella autoridad, cuya competencia para resolver la cuestión era notoria, no sólo por el puesto que ocupaba sino por su inteligencia como ganadero y aficionado, se contentó con decir a Curro: “Efectivamente, tú eres más antiguo, ¿quién lo duda?”; y a el Chiclanero: “Nada, nada; el primer toro es del primer espada”…….Palabras vagas que a nada le comprometían, pero que pudieron comprometer la viada de los diestros………..Éstos tomaron muleta y estoque al oír la señal, saludaron a un tiempo y marcharon al toro, dándole Redondo dos pases, y al salir del segundo, Cúchares dio a la res, que se la llevó con el capote el Galleguito, tan tremendo golletazo, que acabó con ella, causando esto terrible confusión de gritos y riñas entre los espectadores…….Siguió el año aquél toreando Redondo en Madrid, los aficionados aplaudiéndole, y los partidarios de Curro y de Redondo haciendo votos por ver torear juntos durante una temporada a los mejores toreros de la época………..Efectivamente, al siguiente año fue contratado Cúchares con el Chiclanero en Madrid, y en honor de la verdad, debemos confesar que no hemos visto nunca seis corridas de toros tan bien lidiados como las primeras de la temporada, porque cada cuadrilla trabajaba sus toros con absoluta independencia de la otra, y todas se esforzaban por sobresalir………….Cúchares no abusó de sus mañas, y trabajó lo mejor que pudo según su toreo especial; y Redondo, se excederse en monadas, practicó en la muerte cuantas suertes menciona el arte escrito………Luego hicieron las paces, y en el resto del año ya no se esmeraron tanto, aunque hicieron cosas muy notables uno y otro………Cúchares se resintió de una relajación en las rodillas, y esto fue causa de que sus malquerientes dijesen que temía el combate con Redondo, pero nosotros no lo creemos……….A la muerte de Redondo nadie podía disputarle el puesto de primer torero; se durmió sobre sus laureles……….Se limitó desde entonces a cumplir, a divertir a la gente, a torear de ventaja, a falsificar los trances tauromáquicos……..Esto hizo que el público aplaudiese más a los nuevos astros que aparecían, por más que valieran mucho menos……..Tal vez esta circunstancia, y la necesidad de aumentar su fortuna, que por no saber manejarla había ido a menos, le decidieron a marchar con su cuadrilla a La Habana, y antes de poder torear, la víspera del día en que debió presentarse en aquella plaza, falleció en poco tiempo, acometido del vómito negro, el 4 de diciembre de 1868………..Era Cuchares muy honrado, muy buen padre y muy amante de su familia; de ninguna instrucción, pero con buen instinto para hacerse querer; algo voluntarioso e inclinado a hacer obras de caridad y filantrópicas…………Cuando la guerra que sostuvo gloriosamente España contra el imperio de Marruecos en 1860, presenció Curro Cúchares un día la marcha de los valientes soldados que iban a derramar su sangre por la patria…………Cúchares dio cigarros, pañuelos, dinero, y se quedó sin nada en las manos.
-Mi general –dijo adelantándose resueltamente-, no llevó nada encima, pero cuanto hay en mi casa es del Ejército. Disponga usted, para alimentarle, de setecientas cabras, setenta cerdos y algunas vacas, que es cuanto ganado poseo, y luego, de cuanto yo gane.
Como director de lidia hay que culparle de haberla desnaturalizado y olvidado, en términos de que hoy ya no se conoce……..Nunca se hizo respetar de sus inferiores, que inferiores eran cuantos sus cuadrillas compusieron…….Ni siquiera, como decía Juan León, aprendió a disimular en el redondel cuando le incomodaban los aplausos a otros, ni cuando los quería para sí……Como torero, rayó a gran altura; capeando, nadie ha dado mejores navarras; y matando, si bien hay inteligentes que dicen “que para el que se precie de verdadero aficionado, el que no deje consumada la primitiva suerte del toreo, que es recibir, no es torero completo”, opinamos que fue un buen espada, especialmente en los volapiés, y más que nada en las estocadas a un tiempo, en que alcanzó justa celebridad.”

Federico Alcázar, en su libro Tauromaquia moderna, publicado en 1936, se refiere a Cúchares de una manera bastante crítica:


Cúchares, “admirable y asombroso atronador, matador de tronío y torero atronado”, según la frase feliz de uno de sus biógrafos. chares es la figura representativa de la corruptela en aquella época. Corruptela que trasciende hasta nuestros días, agravada en términos alarmantes. Torero mañoso y ventajista, que al desnaturalizar la lidia falsea sin pudor y sin escrúpulo los severos principios del arte. Artista del pegolete, maestro consumado de la martingala, matador de "trampilla" y al revuelo. Dicen que fue un buen torero. Bueno para su familia, que al ir a la plaza le decía a su mujer: “Señá María, prepara la olla para la vuelta"; pero para la fiesta, deplorable. Frase que revela confianza en su maestría; pero desconfianza en su conciencia y en su pundonor de artista. Ante aquel toreo que tiene de todo menos de toreo, Redondo (se refiere a José Redondo, el Chiclanero) hace aquella distinción que se ha hecho famosa: "Hay dos clases de toreros: unos que torean y otros que simulan el toreo: Quien para, aguanta y manda, torea; quien danza por la cara sin parar, aguantar ni pasarse el toro, se defiende y no torea.”


"Curro Cúchares, a propósito de una discusión sobre Montes y Redondo, dijo sentencioso: "El mejor sastre es el que está cosiendo veinte años con la misma aguja y no se pincha. Ese, ése es er mejó." Y como esto lo había hecho Cúchares, la consecuencia era obligada: el mejor era él. Ahora lo que hace falta saber es si lo que había hecho Cúchares con los toros era torear."


“El amo de la torería es Cuchares, dos años más joven que Domínguez (Manuel Domínguez. Desperdicios), pero más viejo y marrullero que toda la torería junta. Cúchares, sin el estímulo de su glorioso rival el “Chiclanero” y sin tener conciencia de su enorme responsabilidad, da rienda suelta a todas las pintorescas divagaciones de su ingenio taurómaco. Toreo anecdótico y marginal el suyo, discurre por todos los vericuetos del arte sin dejar en la historia más que el recuerdo de su nombre y la huella de su genio artístico. A su lado no hay más que las incertidumbres de Cayetano y la mediocridad con traje de luces del “Salamanquino”.



José Bergamín, en el ensayo El mundo por montera, escribe:



"Curro Cúchares, cuando verificaba con precisión y garbo cualquier suerte de torear, se volvía sonriendo burlonamente hacia el público y le guiñaba un ojo...................Cúchares fue un torero de escuela. Y aunque protegido de Juan León  empezase muy jovén, casi niño, su carrera, ésta la hizo formalmente, seriamente, por sus pasos contados; que era entonces lo primero que tenía que hacer un buen torero: contar sus pasos. Podemos, debemos creer que Cúchares, en toda la primera parte de su vida, de su toreo, ejecutó a la perfección la mayor parte de las suertes de torear. Y esto le dio nombre y prestigio de maestro. Sin embargo, en los Anales se nos cuentan estas palabras con que el maestro Juan Léon hace a su discípulo cariñosa crítica: "Ahí tiene usted a este mozo -dice Juan León- que continúa toreando para darse gusto a sí mismo, sin considerar que lo están viendo....." Que "en lugar de darse la importancia que debe y puede como espada y como torero, juguetea con los bichos de trapío y de pujanza, haciendo creer que son unos chotos......" "Por este hombre ni pasa el tiempo ni roza la experiencia,  siempre es Currito, queriendo torear reses por diversión, y de todos modos, y en todas partes....." Preciosa estampa del torero joven. La misma que de Joselito. Estupenda imagen del torero de veras..................¿Qué pasó, para que ese "mozo" que tan admirablemente nos pinta la palabra del señor León, dando siempre su vida por su verdad, por sus verdades, llegara un día a cambiar su suerte de tal modo que hiciese lo contrario: dar la verdad, su verdad, por la vida, por su vida?....................Aquel mozo para el que "no pasaba el tiempo"...........y al que "no rozaba la experiencia", sintió un día, en plena juventud, en pleno brío, una leve molestia en una pierna, en una rodilla...........Y aquella levísima cojera le hizo sentir el tiempo de repente...........El mozo se hace un viejo de pronto. Y donde el milagro de la suerte había triunfado, triunfa la habilidosa sabiduría de la trampa para sortearla. El arte divino se hace arte diabólico. La luminosa lucidez se empaña de sombría malicia. "La suerte más difícil" de torear es salvar la vida.Se cambiaron las tornas.............la única verdad es la vida, es vivir, sea como sea; salvar la vida, aunque sea con trampa, o por trampa, escamoteando el peligro...................El torero que empezó viviendo de milagro por la verdad, acabó muriendo de mentiras por la trampa; acabó por caer en su propia trampa: la de haber querido vivir de mentira, de mentiras" 





Cossío escribe:



"El paso de Cúchares por el toreo se manifiesta, no tanto en el recuerdo de su arte, como en la permanencia de sus invenciones, tenidas entonces por viciosas, y adoptadas después como normales. De ellas es la principal su prurito de torear con la mano derecha..............animando la función, como él decía, procurando la amenidad de las suertes, que no era indispensable fueran exclusivamente encaminadas a preparar al toro para la muerte, como era exigencia de la escuela rondeña, que patrocinaba El Chiclanero. No adivinaban sus censores, que con los lances que a ellos parecían más reprochables, dibujaba rasgos definidos del toreo moderno"



 "............por desfavorable que se juzgue la calidad de su arte, dejó huella tan profunda en la lidia, que su importancia en la evolución del toreo puede equipararse, en volumen, a la de los diestros de valía más indiscutible. Ni aun en su decadencia fueron todo trampas y ventajas. El toreo con la mano derecha, del que no habla Montes en su Tauromaquia, tiene que ocupar desde Cúchares capítulo importantísimo.................y el toreo contemporáneo, desentendido de la concepción rondeña de la lidia, debe a Cúchares más de una mitad del lucimiento de las suertes de muleta. Con un criterio tradicional, la censura a Cúchares estaba plenamente justificada; pero no adivinaban sus censores que con los lances que a ellos parecían más reprobables dibujaba rasgos definidores del toreo moderno. Justificaría asimismo la importancia que concedemos a esta gran figura haber llenado con su arte una época del toreo, el secreto del cual desapareció con él. Así, llorando su muerte, decía en La Fiesta Española el Tío Cañito: "Muerto Cúchares, murió su toreo"

"Entre los adornos que prodigaba se contaban el de golpear al toro en el testuz con una zapatilla que se quitaba. De mejor ley los usaba otras veces, como quitar al toro las banderillas una a una , o darle con el pie en la cara para obligarle a arrancarse. Todo el toreo de recortes y galleos no tuvo para él secretos, y en estos lances por delante tenía sus mejores éxitos" 



Robert Ryan, en su libro El Tercio de Muerte, mucho más entusiasta con el maestro, escribe:



"Cúchares, muleta en mano es lo nunca visto. Aún dentro del trasteo brevísimo de su tiempo, a más de los dos pases  fundamentales encuentra oportunidad de cambiarse en la cara; de bregar con el toro; de tirar del toro por delante, mudándolo de sitio; de recortar al toro; de pasarlo con la mano derecha; adapta a la muleta la suerte del abanico; adapta el girar al molinillo como en el capeo a la navarra; cita a muleta plegada; castiga de pitón a pitón; se ayuda con el estoque; se sienta; se arrodilla; zapatea al toro; le quita las banderillas; y mientras todo, sonríe....................La faena de Cúchares, que en la plaza causa maravilla, subleva  a los más estrictos que no ven en sus adornos sino vanidad torera..............En los círculos más devotos de la lidia severa, la inigualada gracia e inventiva del gran torero son juzgadas impurezas, mientras la alegría que siente y transmite al torear, el gusto de torear expresado en sonrisa, es contemplada como una ofensa al arte. Cúchares, hay quien afirma, se burla, se mofa del toro, del toreo, de la lidia tradicional........................Por arte de Cúchares la muleta ya es un instrumento distinto, no sólo de defensa en la muerte, sino de una expresión después de él obligada: un medio que explica por qué se torea"



"A Cúchares le atribuye la tradición el cambio a muleta plegada, quizá ejecutado anteriormente por Juan León. Indudablemente es Cúchares quien prodiga los cambios con la muleta como ningún otro. Y es Cúchares quien, después de brindar la muerte, gusta de ir al toro llevando en su izquierda la muleta aún sin desplegar...............el toro, un poco abierto, su costado derecho enhilado con la barrera, un terreno no propicio, contrario, al pase natural, para el cual Cúchares, inicialmente, a muleta plegada cita, cambiando la suerte al arrancarse el toro; Cúchares, de frente, en la rectitud del toro, a cuyo paso primero marca la suerte de izquierda a derecha, pasando la muleta, sin abrirla, delante de su busto que gira en armonía con el brazo, despidiendo al toro con un pase de pecho: un pase cambiado, de pecho, a muleta plegada"



"Sentado en las ancas del caballo víctima pasaron al toro Cúchares, Gordito y Lagartijo...................Asiento más firme que aquellos cadáveres halló el torero antiguo, para pasar de muleta, en el estribo de la barrera.............y mayor armonía con la alegría de Cúchares. Y Cúchares alegremente adornó por alto el pase sentándolo en el estribo: un adorno poco frecuente hasta las postrimerías del siglo XIX, hasta prodigarlo Minuto"



"Como pase de tirón se conoce la suerte de muleta cuyo fin es mudar al toro de sitio, por delante, conservando su rectitud hasta lo posible y sin pasarlo. Esta suerte de gran eficacia es derivada del antiguo capeo a una mano a punta de capa............Fue Cúchares quien descubrió la calidad adornada de tirar del toro con la muleta"



"Cúchares, que alcanzó justa fama con el estoque, sobrino que era de Curro Guillén, descabelló a mucho toros enteros, como alarde, sin haberles entrado con el estoque....................Y descabellaba toros no tan vivos, medio muertos de pie.............su peligro apuñalado hábilmente y con disimulo en el trasteo, al tocarles las costillas el espada en pases ayudados de castigo mortal"





 Nestor Luján, en su Historia del Toreo, escribe:



"Era de corta estatura, pero ágil, desenvuelto, mañoso, oportuno y muy dueño de sí en todos los casos que exigían una destreza impávida o una solución graciosa y lucida, que él resolvía con jugosa malicia..........Sus quites eran siempre en caliente, con un capote vivo, encendido.......Con la muleta no hubo quien le igualase.......Con el toro difícil derivaba en una lidia falaz, llena de amaños y defensas.....Llegó a ser uno de los más grandes toreros que se hayan conocido".



"Don Ventura", en el número 2 de la colección "Grana y oro" titulado "La Tauromaquia en el siglo XIX" escribe:

"(Pgs. 40 y 41)……Curro Arjona no se pareció a nadie; perdió el respeto a Ronda y Sevilla, hizo chafaldita, tártago y burleta de Romero y Cándido, y demostró hasta la saciedad que no hay escuelas que valgan cuando se trata de burlar las inciertas acometidas  de un toro, en cuyo momento son la intuición, la maña individual, el temperamento, el instinto, las facultades físicas, el gusto particular y las aptitudes privativas de cada uno los factores que se sobreponen a toda enseñanza que pretende llamarse escolástica………..Mientras compitió ruidosamente con el Chiclanero, procuró frenar algo aquella exuberancia ornamental que informaba su manera de hacer y quería desbordarse; pero muerto su rival, abrió ancho cauce a la misma e inundó con ella los ruedos frenéticamente, ejecutando a veces cosas que estaban al margen del arte taurino……….Y como sus amplios conocimientos le permitían acogerse a toda clase de ventajas y no exponía la piel por nada del mundo, acaso no haya existido otro lidiador para quien el ejercicio del toreo haya sido tan cómodo y llevadero como lo fue para él. Sobre todo cuando le salía un toro de su gusto, se olvidaba del mundo y de sus monarquías, para divertirse con él y realizar los mayores excesos. Su seguridad y su inteligencia le dieron ejecutoria de torero dominador, aunque, en realidad, más que dominar a los toros, los mareaba………Fue Cúchares hombre malicioso y de mucho ingenio, honradísimo, caritativo, dadivoso y muy amante de su familia…………Quiso ser ganadero de reses bravas…….pero en este aspecto fracasó, cumpliéndose lo que le dijo el duque de Veragua al enterarse del caso: -Desengáñate, Curro: nunca han hecho las guitarras los buenos tocadores"



Fernando Claramunt, en su Historia gráfica de la Tauromaquia, escribe:



 "La gracia, el donaire y la sabiduría para sonreir ante el toro tienen sólo un nombre: "el arte de Cúchares", término con el que se designa toda la fiesta de los toros...................El viejo Pedro Romero tenía debilidad por Currito en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla......................Hijo de Manuel Arjona (Costuras), banderillero más bien vulgar, tenía en su rama materna un antepasado del que se enorgullecía: el señor Curro Guillén, tío de la madre de Cúchares.....................El famoso matador Juan León, discípulo del gran e infortunado Curro Guillén, lo incluyó en su cuadrilla. Curro ya sabía todo lo que hay que saber. Lo había aprendido en el matadero de Sevilla donde su padre trabajó y donde él mismo fue peón ayudante....................Alternó por primera vez como matador de toros en la plaza madrileña, el 27 de abril de 1840...................La competencia con el Chiclanero fue muy sonada.....................José Redondo (el Chiclanero) era más sobrio con la muleta y en general mucho mejor estoqueador..................Era lógico que gustara mucho su toreo a los aficionados más puros. Cúchares, por su parte, habiendo tenido los maestros más clásicos que cabe imaginar, resultó a la postre un torero nuevo y distinto.................Gran conocedor de las características de los toros también era experto en las reacciones colectivas de los tendidos. Tras esquivar una peligrosa embestida volvía la cara y guiñaba un ojo al público. Ovación segura. Todo estaba permitido a Cúchares......................Desbordaba de imaginación y adornos, era perpetua improvisación y se le veía divertirse con los toros cuando a él le gustaban. Cuando no, le sobraban recursos para lidiarlos sin mayor agobio. Los aficionados más críticos le reprochaban lo que entonces se llamaban "monerías" y siempre han sido ventajas y marrullerías.......................La marrullerías de Cúchares han sido tal vez exageradas, pese a que el propio torero haya dado pie para pasar a la historia taurina como una caricatura.......................El torero solía



El mismo Fernando Claramunt, en su libro La mirada del torero, escribe:



"De Baltasar Gracián tiene Cúchares varios rasgos que pertenecen al Barroco español: en los ruedos, la sustitución de la belleza clásica, que él distorsiona, por un arte acumulativo que pretende impresionar los sentidos y la imaginación. Con la capa y la muleta tendía a la exageración y a lo desmedido, como si se tratara de cubrir por completo y dorar un retablo. ¿Puede un torero de aquella España romántica quitarse la zapatilla y golpear con el ella el hocico del toro? ¿Es imaginable junto a las elegancias cortesanas de Cayetano Sanz, reciente todavía el ejemplo señorial de Paquiro, príncipe de los ruedos, provocar la embestida mediante una patada en la cara del toro?.................El señor Curro abusaba de los contrastes, del movimiento, del rebuscamiento, afectación y artificiosidad. Son modos barrocos que se mencionan en los manuales de Literatura. Más aún de Arjona son el alarde, el gusto por lo embellecido más que por lo bello, la individualización de lo feo y de lo grotesco, todo ello unido a una actitud desengañada"



"En Cúchares la estructura corporal condiciona el destino, como en todo el mundo, pero en él un poco más. De estatura menos que mediana, las piernas algo cortas, el tronco más bien grueso. Los miembros ágiles, muy aptos para la danza; era muy dado al toreo movido, vistoso y espectacular. Sus biógrafos describen su gracia sevillana, su simpatía, las ocurrencias durante la lidia tan celebradas por el público, sobre todo en su primera época. El jovencísimo Curro Cúchares fue discípulo predilecto del muy veterano y retirado Pedro Romero en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla. Un grabado de Daniel Perea, realizado en época evidentemente posterior, representa la escena en que el longevo maestro, tocado con un sombrero calañés de alta y puntiaguda copa, enseña el manejo de la muleta frente a un becerro al pubescente aprendiz..................No gustaría al sabio profesor de Ronda enterarse de que el toreo habría de llamarse en el futuro Arte de Cúchares, en lugar de Ciencia del Maestro Pedro Romero. Y eso que el anciano catedrático de Tauromaquia de la Real Escuela que auspició Fernando VII tenía debilidad por el niño Currito"



"El señor Curro llegó a alternar en sus últimos tiempos con el arrollador Rafael Molina Lagartijo, que venía empujando a todas las figuras consagradas. Una tarde realizaron un quite al alimón que remataron arrodillándose en la cara del toro. Pasado un tiempo prudencial, dijo Arjona: "Ahora viene la cornada y ésa será para los tontos" Y sin terminar de decirlo desapareció de la cara del toro. El astado, en efecto, se arrancó y Lagartijo fue volteado aparatosamente. En casos así, Cúchares solía volver la cara al público y guiñar un ojo. Por los mismos años un aficionado le pidió que matase en la clásica suerte de recibir. Se le oyó responder: "¡Yo prefiero recibir er parné!"..........................¿Tuvo discípulos? La marrullería no terminó con él. Cuando en nuestros días la vemos reaparecer y servir de base al éxito de algunos diestros, comprobamos que la herencia de Cúchares está ahí"



En el toreo, además de una gran variedad de quites, entre los que destacó la ejecución de navarras y galleos, dejó un singular renombre por sus estocadas llamadas a un tiempo, que nadie ha podido igualar.

Seguimos con Fernando Claramunt, ahora en su obra Historia del Arte del Toreo:

"El anciano Pedro Romero, director de la Escuela Taurina de Sevilla, tenía debilidad por "Currito" Arjona "Cúchares" y lo mismo le ocurría a su ayudante Jerónimo José Cándido. "Currito" asimiló perfectamente las enseñanzas clásicas y luego hizo lo que quiso, inventó su propia Tauromaquia y la puso en práctica convirtiéndose en la primera figura del toreo heterodoxo..............En sus comienzos tuvo un rival de gran talla: José Redondo "El Chiclanero", el orgulloso discípulo de Montes...........El público rugía con la competencia entre el impetuoso José Redondo y el sabio, gracioso y cauto Curro "Cúchares". El de Chiclana representaba el arrojo brioso y la pureza del toreo clásico. Francisco Arjona era por naturaleza socarrón, astuto y chistoso. En plena época de toreros románticos y arrebatados, él era un hombre práctico cuya máxima más repetida era: "De todas las suertes del toreo, la más importante es que no le coja el toro a uno". Acompañó al veterano Juan León desde 1833................Ya estaba en la cumbre "Cúchares" dispuesto a enfrentarse con "El Chiclanero", en una de las pugnas más feroces de la historia taurina. Redondo practicaba el torero fundamental con toda su pureza; con el estoque era impecable. Por su parte, "Cúchares" lidiaba con salero y habilidad a los toros y a los públicos, como gran conocedor que era de las querencias de los bichos y de las manías de las gentes............A la valentía dramática de "El Chiclanero" oponía una seguridad y una destreza fuera de lo corriente, acompañadas de una sabiduría de la vida más bien parda y cazurra. No preocupaba al señor Curro componer la figura ni bracear en el paseíllo, ni dar belleza plástica a los lances. Cuando los toros eran de su gusto se divertía toreando, disfrutaba verdaderamente inventando adornos y modificando las suertes tradicionales con arreglo a su personalidad..............(Tras la muerte de "El Chiclanero") El señor Curro se ha quedado sólo en el trono del toreo. A la Fiesta Nacional española se la conoce todavía hoy como el Arte de Cúchares. Al verse reinar sólo hizo cuanto le vino en gana, no siempre de buen gusto. Se quitaba las zapatillas y las restregaba en el hocico del toro. Clavó una vez tres pares de banderillas, el primero en los brazuelos, el segundo muy cerca de la cola y el tercero en lo alto del morrillo, siendo los tres pares perfectamente simétricos y puestos así adrede. Después de cada travesura guiñaba un ojo al público, lo mismo que al salir de un trance apurado............En su época de monarca ningún matador pudo hacerle sombra. "Los Lavi", dos gitanos, tenían su propia manera de hacer chirigotas: "Toma tripita y dame cuerno", decía el mayor de ellos a los toros, citando jacarandosa al natural. A su lado no había hombre más serio y sobrio que "El Salamanquino", y tan formal como él era el señor Cayetano Sanz, el más fino y artista con las telas de todo el siglo XIX; lástima que Sanz flaquease con el acero. Era uno de esos toreros con más repugnancia de matar que miedo a morir. "El Tato" respetaba a su suegro, que por su parte le cedía toros -quizá los que menos le gustaban a él- y los demás diestros no se atrevían a competir con "Cúchares".............Hubo una excepción, un diestro cordobés que, por trágico y desgarrado, atraía el interés de los públicos: José Rodríguez "Pepete"




Jorge Laverón, en su Historia del Toreo, escribe:

“El toreo de Curro Cúchares combina la intrepidez con la seguridad; la agilidad con el aplomo perfecto; la enseñanza clásica con la inspiración. Además poseía una especial gracia que le haría simpático a las multitudes………….García de Bedoya enjuicia así a Francisco Arjona, Curro Cúchares: Juzgado como torero no es preciso recomendar su destreza, pues es bien notoria. La muleta en Francisco Arjona es un elemento de defensa, tan exacto como el que más, y un recurso inmenso para arreglar a las reses y prepararlas para la muerte. Al matar prodiga la suerte del volapié, y gusta de descabellar, algo que muchos critican. Pero en la práctica de esta suerte del descabello, sin riesgo, es indispensable la seguridad que tiene Arjona de acertar. Por ello nos merece esta suerte la mayor consideración y le damos la importancia que en nuestro concepto tiene
Carlos de Larra, más conocido como "Curro Meloja", en su obra Grandes maestros de la Tauromaquia, escribe:

“¿Qué quiere decir Cúchares? Nadie lo sabe ni lo supo jamás…………….El caso es que este vocablo quedó de uso frecuente en el lenguaje popular, que lo empleó para significar un gran torero y después amplió la acepción a todo el arte del toreo, denominándole, por antonomasia, el “Arte de Cúchares” ¿Por qué? Tampoco puede saberse, porque la verdad es que el arte personal de “Curro Cúchares” no fue prototipo del buen arte de torear, pues lo que hacía en el ruedo era saltarse a la torera reglas, cánones y técnicas, atropellándolos al impulso de su inspiración momentánea, acaso chavacana y barroca, pero siempre sorprendente y de tan salerosa vistosidad que el estilo –si aquello era un estilo- de “Cúchares” resultaba divertidísimo para el público, que no podía apreciar si había oro u oropel en aquella variedad constante de suertes, lances, quiebros, jugueteos, posturas y hasta saltos que el dinamismo incansable del torero le ofrecía sin interrupción y con garbo singularísimo. Pero “Cúchares” no hacía aquello a tontas y a locas, sino basado en su enorme conocimiento de los toros, que le permitía adivinar donde estaba el peligro en todo instante, y en vez de arrostrarlo con guapeza, su idiosincrasia le inclinaba a hurtarlo con “pegoletes”, sin “exponer un alamar”. Y así pudo ejercer su profesión como gran figura cerca de treinta años, sin sufrir una sola cornada. Y cuéntase que mató miles de toros; sólo en Madrid despachó 322 corridas como espada…………..Llevado a un ruda competencia con “El Chiclanero”, torero de gran calidad, serio y pundonoroso, “Cúchares” no tuvo más remedio que refrenarse y torear “de verdad”, demostrando que también sabía hacerlo con arte y maestría; pero, muerto el rival, dio de nuevo rienda suelta a su toreo de pandereta, mientras, ingenioso y despreocupado, afirmaba que torear no era cosa seria ni tenía importancia, y que él sólo pretendía en la lidia divertirse y divertir al público. Y a fe que lo conseguía. Era tal su seguridad en sí mismo, que es fama que al salir para la Plaza solía despedirse de su mujer con esta frase: “A las ocho tenme la cena preparada, que volveré con mucho apetito”……………Hombre bueno, aunque ayuno de cultura, era excesivamente generoso y caritativo, lo que mermó el gran caudal que con los toros había ganado”  





Santi Ortiz, en su libro Lances que cambiaron la Fiesta, escribe:



"Cúchares, pese a los elogios que recibe de sus maestros (de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla), desarrolla luego en los ruedos un toreo tan personal, tan peculiar en intransferible, e incluso tan opuesto al que éstos pudieron enseñarle, que no tiene sentido atribuir su indiscutible fama ni su discutida forma de torear a las enseñanzas recibidas en el Real Colegio. Piénsese además que Cúchares ha pasado a la historia como coleta pionera en librar la muleta de su servidumbre estoqueadora, en realizar con ella cosas de tal enjundia que le valieron colocar su arte -"El Arte de Cúchares"- como antonomasia del de torear. Todo esto lo convierte en revolucionario; es decir, en antagonista de las reglas antiguas y olvidadas que se proponía preservar y recuperar la Escuela.................Ni Cúchares ni Paquiro se distinguieron precisamente por su dominio de la suerte de recibir, uno de los legados que mejor pudieron adquirir de Romero...............Cúchares ha pasado a la posteridad con el sello de mal matador; relegó al olvido la suerte de estoquear recibiendo y se hizo de una manera de matar exclusivamente suya: una mezcla de volapié y estocada arrancando, que sus detractores, con su mijita de intención, denominaban al revuelo"





José Alameda, en su libro El hilo del toreo, no es algo caprichoso, como muchos piensan, llamar al toreo el arte de Cúchares pues:



"Cúchares dio el primer paso hacia el toreo de hoy, al romper con la preceptiva que limitaba al de su tiempo....Lo que el toreo es hoy empieza a serlo por él..................Abandonó el fortín de las reglas para hacer su descubierta y encontró el territorio en que había de desarrollarse después todo el cultivo del toreo de muleta.....................Cúchares pasa el toreo como medio al toreo como fin. La muleta no solo vale para preparar al toro a la muerte.................Cúchares le quita a la muleta su servidumbre de azafata de la espada. La coloca en el trono. Y hace con ella eso: el arte de Cúchares..............Si lo hubiera hecho con angustia, pasaría por un héroe. Pero lo hizo con desenfado y eso no todos lo comprenden.................Cúchares personifica en el toreo a la imaginación, que es precisamente lo que más escasea en nuestro tiempo.............Al toreo de hoy le hace falta una cucharada de cucharismo...............Con Cúchares empieza a cambiar la gravitación del toreo, que ya no se apoyará en las suertes de capa y de varas, sino, como hemos visto, sobre el paulatino desarrolo del toreo de muleta................Ese toreo exigirá otro tipo de toro. Y lo tendrá. Los ganaderos se lo darán"





El mismo José Alameda, en su libro El hilo del toreo, escribe:



"El que inicia el verdadero toreo de muleta es Cúchares, quien cambia la intención y finalidad, que ya no será únicamente la de disponer el toro a la muerte, sino la de dar variedad e interés al toreo de muleta en sí mismo, amenizando la función, como él decía con su gracejo andaluz"



"Con Paquiro no hay enriquecimiento del toreo con nuevas formas, sino aquello que está determinado tan solo por las facultades de Francisco Montes, ágil y elástico, cuya ligereza y fuerza lo hacían propenso a los adornos, desplantes y otros alardes...............Paquiro establece una lidia, más que sobre posibilidades generales, sobre sus facultades particulares. No era posible la continuidad histórica por ese camino. Y tuvo que llegar un hombre inteligente que no fuera un genio, que no era un genio, Cúchares, que empezó a crear el toreo posible para toreros normales"





Juan Posada escribe:



"El Chiclanero, sucesor de Paquiro, mantuvo una fuerte lucha con el sevillano Curro Cúchares, un torero que, aparte de poseer cualidades, entendía perfectamente a su público. Sus enfrentamientos personales y profesionales son ejemplo de cómo se desarrollaba el entorno del toreo en aquella época. De él se escribió en el folleto "Plaza de toros de Madrid o semblanzas de los toreros escriturados en 1845": Admirable y asombroso atronador, matador de tronío y torero tronado. Salta, brinca, corre, capea, banderillea, mata, descabella, adora, saluda y zapatillea a los toros. No se ha hecho ni se puede hacer más malo o bueno, porque unos aplauden y otros silban. A saber la razón dónde está"



La rivalidad entre Chiclanero y Cúchares fue importantísima y escindió en dos grupos enconados a la afición de aquellos años. Desde la muerte del Chiclanero hasta la aparición de Lagartijo, fue Cúchares el torero más importante, y nadie lo pudo oscurecer.



Sobre esta rivalidad escribe Cossío:



"No es dudoso que el torero del Chiclanero, parado, reposado, resuelto y segurísimo en la muerte de los toros, tenía, como hoy diríamos, mejor clase que el de Cúchares. Éste aprovechaba todas las circunstacias de la lidia para lucir su arte alegre y movidísimo, en el que su inteligencia para conocer y prevenir las intenciones de los toros era la parte principal. Por ello, a la larga, el triunfo debía ser del Chiclanero, o más propiamente dicho, de su escuela y, sobre todo, cuando Cúchares convirtió en defectos y ventajas lo que primitivamente había sido intuición genial e inteligencia viva del toreo"





César Jalón, en su libro Grandezas y miserias del toreo, escribe:



"Viene de los Curro Guillén y Costillares. Es habilísimo. Da de lado la suerte de recibir, y mata y torea "con tranquillo". En una corrida que preside el Duque de Veragua, el gran Cúchares riñe con Chiclanero por quien ha de matar el primer toro. Redondo lo pasa de muleta, pero Cúchares lo mata al revuelo de un capote"

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